Traducción de Mª José Gavito Milano
02/02/2017
Ya hace años se notaba, un poco en todas partes del mundo, la ascensión de un pensamiento conservador y de movimientos que se definían como de derechas. Con eso se apuntaba a un tipo de sociedad en la cual el orden prevalecía sobre la libertad, los valores tradicionales se imponían a los modernos, y la supremacía de la autoridad se sobreponía a la libertad democrática.
Este fenómeno se deriva de muchos factores, pero principalmente por la erosión de las referencias de valor que daban cohesión a una sociedad y proporcionaban un sentido colectivo de convivencia. El predominio de la cultura del capital con sus propósitos ligados al individualismo, a la acumulación ilimitada de bienes materiales y principalmente a la competición dejando de hecho escaso espacio para la cooperación, contaminó prácticamente a toda la humanidad, generando confusión ético-espiritual y pérdida de pertenencia a una única humanidad, habitando una Casa Común. Emergió la sociedad líquida, en el lenguaje de Bauman, en la cual nada es sólido, a lo que hay que añadir el espíritu posmoderno del every thing goes, del vale todo, en la medida en que lo que cuenta es realizar el objetivo buscado por cada uno, de acuerdo a sus preferencias.
Ante esta dilución de estrellas-guía surgió su opuesto dialéctico: la búsqueda de seguridad, de orden, de autoridad, de normas claras y de caminos bien definidos. En la del conservadurismo y de la derecha en política, en ética y en religión se encuentra este tipo de visión de las cosas. Está a un paso del fascismo como se verificó en la Alemania de Hitler y en la Italia de Mussolini.
En Europa, en América Latina y en Estados Unidos estas tendencias han ido ganando fuerza social y política. En Brasil este espíritu conservador, derechista fue el que moldeó el golpe de clase jurídico-parlamentario que destituyó a la Presidenta Dilma Rousseff. Lo que siguió ha sido la implantación de políticas claramente de derechas, anti-pueblo, negadoras de derechos sociales y retrógradas en términos culturales.
Pero esa tendencia conservadora ha alcanzado su dimensión más expresiva en la potencia central del sistema-mundo, Estados Unidos, confirmada por la elección de Donald Trump como presidente de ese país. Aquí el conservadurismo y la política de derechas se muestran sin metáforas y de forma descarada e incluso áspera.
En sus primeros actos, Trump ha empezado a desmontar las conquistas sociales alcanzadas por Obama. Nacionalismo, patriotismo, conservadurismo, aislacionismo son sus características más claras.
Su discurso inaugural es aterrador: “de hoy en adelante una nueva visión gobernará nuestra tierra. A partir de este momento Estados Unidos será lo primero”. Lo “primero” (first) aquí debe ser entendido como “sólo (only) Estados Unidos va a contar”. Radicaliza su visión al término de su discurso con evidente arrogancia: ”Juntos haremos que Estados Unidos vuelva a ser fuerte. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser própero. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser orgulloso. Haremos que Estados Unidos vuelva a ser seguro de nuevo. Y juntos haremos que Estados Unidos sea grande de nuevo”.
Subyacente a estas palabras funciona la ideología del “destino manifiesto”, de la excepcionalidad de Estados Unidos, siempre presente en los presidentes anteriores inclusive en Obama. Es decir, Estados Unidos posee una misión única y divina en el mundo, la de llevar sus valores de derechos, de la propiedad privada y de la democracia liberal al resto de la humanidad.
Para él, el mundo no existe. Y si existe es visto de forma negativa. Rompe los lazos de solidaridad con los aliados tradicionales como la Unión Europea y deja a cada país libre para eventuales aventuras contra sus contendientes históricos, abriendo espacio al expansionismo de potencias regionales, incluyendo eventualmente guerras letales.
De la personalidad de Trump se puede esperar todo. Habituado a negocios tenebrosos como son, de modo general, los negocios inmobiliarios neoyorquinos, sin ninguna experiencia política, puede desencadenar crisis enormemente amenazadoras para el resto de la humanidad, como por ejemplo, una eventual guerra contra China o Corea del Norte, donde no se excluiría la utilización de armas nucleares.
Su personalidad denota características psicológicas desviadas, narcisista y con un ego superinflado, mayor que su propio país.
La frase que nos asusta es esta: de hoy en adelante una nueva visión gobernará la tierra. No sé si está pensando solo en Estados Unidos o en el planeta Tierra. Probablemente las dos cosas para él se identifican. Si fuera verdad, tendremos que rezar para que no ocurra lo peor para el futuro de la civilización.
-El autor, Leonardo Boff, es articulista del JB online y ha escrito: Convivencia, respeto y tolerancia, Sal Terrae 2006.
*Fuente: Leonardo Boff
Artículos Relacionados
A Alberto Bachelet de sus camaradas
por Enrique Villanueva M. (Chile)
15 años atrás 8 min lectura
Sra. Michelle Bachellet, “Nada sobre nosotros, sin nosotros”
por Humberto del Pozo López (Chile)
11 años atrás 4 min lectura
Los millones de los trabajadores del cobre y la ética
por Mario Briones R. (Chile)
11 años atrás 7 min lectura
La era de la comunicación
por P. José Comblin (Revista Reflexión y Liberación)
17 años atrás 16 min lectura
1 Comentario
Deja una respuesta Cancelar la respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
¿Una cuenta pública en Las Condes sin referirse a la probidad y a la transparencia?
por Andres Kogan Valderrama (Chile)
24 mins atrás
A propósito de la última cuenta pública de la alcaldesa de Las Condes Daniela Peñaloza, llevada a cabo el pasado martes 23 de abril, tenía ciertas expectativas al respecto, luego de conocer los innumerables casos de falta a la probidad y transparencia que atraviesa su gestión. A raíz de lo anterior, pensé que se referiría esta vez al tema en alguna medida durante su discurso, como una respuesta a los y las vecinas de Las Condes.
El jázaro, no semita, Netanyahu tilda de “antisemitas” a los estudiantes antigenocidas
por Alfredo Jalife-Rahme (México)
9 horas atrás
El término “semita”, inicialmente aplicado a los árabes, sin importar que fuesen judíos, cristianos o musulmanes, se utiliza ahora para designar a los judíos, sean semitas (sefarditas) o europeos (askenazíes). Subrayando ese “deslizamiento” semántico, el autor mexicano Alfredo Jalife ridiculiza la propaganda del primer ministro israelí Benyamin Netanyahu.
El Sáhara Occidental, una línea roja para la prensa en Marruecos
por Alfonso Lafarga (España)
10 segundos atrás
05 de mayo de 2024 Las autoridades marroquíes utilizan contra los periodistas independientes asuntos inventados, como acusaciones de violación, trata de personas, adulterio o la práctica ilegal del aborto….
El jázaro, no semita, Netanyahu tilda de “antisemitas” a los estudiantes antigenocidas
por Alfredo Jalife-Rahme (México)
9 horas atrás
El término “semita”, inicialmente aplicado a los árabes, sin importar que fuesen judíos, cristianos o musulmanes, se utiliza ahora para designar a los judíos, sean semitas (sefarditas) o europeos (askenazíes). Subrayando ese “deslizamiento” semántico, el autor mexicano Alfredo Jalife ridiculiza la propaganda del primer ministro israelí Benyamin Netanyahu.
Si sigue los consejos de Netanhayu, experto en muros, segurísimo que va a tener éxito.
Pero si le va mal, tendrá que usar el plan B: secesión de los Estados de Nueva Inglaterra para así ir recreando el sueño de los Fundadores.
Además, tendría un fabuloso mercado en los Estados Unidos Multiraciales, y el respaldo de un Canadá que sigue siendo una porción de Albion con una hojita de maple en su bandera.