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Chiloé y el puente

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Hace un par de años conversando con un habitante de la isla de Chiloé, a propósito del impacto negativo que veía ligado a la creciente operación de balsas jaulas salmoneras en la zona, me señaló que “la gente del continente cree que puede hacer lo que quiera con nosotros, nos traen los problemas y la destrucción, y más encima, después nos quieren dar las soluciones”.

Han pasado unos pocos años y nuevamente he vuelto a conversar con él, ahora en relación al comentado tema del puente sobre el Canal del Chacao y a la debatida importancia de la conectividad chilota. Su opinión, como siempre me ha servido para confirmar como se siguen haciendo las cosas en Chile, ya sea en Chiloé, en Talcahuano, en Arica o en Isla de Pascua. Es decir, detrás de cada decisión, de cada proyecto o de cada supuesta gestión en pro del desarrollo de las comunidades, lo que realmente se encuentran son los intereses económicos “superiores” del empresariado. Son ese grupito selecto que el histórico dirigente agrícola y actual presidente del Consorcio Agrícola del Sur, Manuel Riesco, identificó como “diez personas que se van a quedar con el país”.

¿A qué me refiero cuando hablo de cómo se resuelven las cosas en el país? A que tras el puente tenemos una comunidad que tiene los mismos problemas que tienen muchas otras comunidades que gozan de excelente vías de conectividad. En resumen, lo que hacen muchas autoridades locales y algunos legisladores es quitarle el cuerpo al tema de fondo, ya que el puente no soluciona los temas reales de Chiloé, que son los mismos temas del país: distribución del ingreso, uso irracional de los recursos naturales, malas o insuficientes condiciones de empleo, educación de mala calidad, problemas de salud, etc.

Por ejemplo, de acuerdo a cifras de Mideplan, en localidades como Chonchi, sólo el 30,2% de la población tiene alcantarillado; en Queilén la escolaridad sólo llega a 6,9 años; y en Puqueldón el 37,1% de la población tiene agua potable.

Entonces la marginalidad de Chiloé, no se soluciona con un puente, sino que pasa por discutir realmente qué tipo de desarrollo existe actualmente y cuál es el que Chiloé realmente necesita o puede abordar. En definitiva se debe revisar que está pasando actualmente y hasta cuándo nos va a durar Chiloé al ritmo de explotación en la que se encuentra.

En la misma conversación, el amigo chilote me plantea que uno debería aprender o sacar lecciones de estos momentos complejos. Me agrega que los habitantes de Chiloé deberían considerar cuales son las reales intenciones detrás de tantas declaraciones y tantas rasgaduras de vestiduras, y que se debiera abrir un debate sobre las reales intenciones del gobierno con Chiloé. Y en ese mismo sentido, me señala que si existiera una real preocupación por parte del gobierno los fondos del puente se deberían destinar a mejorar los principales problemas de la isla.

En relación al debate que debe abordar Chiloé creo que en este debería ponderarse qué se ha hecho por la isla, que ha quedado para sus habitantes, que han logrado los chilotes, cuanto han ganado con las salmoneras y ahora con los miticultores, cuantos proyectos de ley han generado los parlamentarios para proteger a Chiloé, y por supuesto no como algo donde les quieran traer los problemas y las soluciones impuestas desde afuera.

El autor es Coordinador de Oceana, Oficina para América Latina y Antártica 
www.oceana.org
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