Biología sintética: la vida descartable
por Silvia Ribeiro (México)
19 años atrás 5 min lectura
Según una investigación del Grupo ETC, existen por lo menos 39 empresas, con financiamiento privado y público -incluidos ejércitos-, que se dedican a fabricar ADN artificial o partes de éste. Codon Devices (Cambridge, Massachussets), por ejemplo, fue fundada este año por investigadores de universidades públicas y empresas. Ofrece trozos de ADN sintetizado, que los compradores pueden ensamblar según lo que quieran construir.
Diferentes grupos de investigadores han sintetizado virus completos: bacteriófagos, virus de la polio y otros. Recientemente reconstruyeron el virus que provocó la epidemia de influenza española en 1918. Aunque los "avances" son rápidos, los científicos están lejos de controlar todo lo que sucede en estos procesos. Los seres vivos creados artificialmente actúan muchas veces de manera inexplicable para ellos. La vida, pese a los esfuerzos de estos científicos, no se puede reducir a ladrillos ensamblables ni a programas de computación.
En 2004 la revista Nature afirmaba en un editorial: "Si de hecho los biólogos están en el umbral de sintetizar nuevas formas de vida [entonces ya lo habían hecho], las posibilidades de usos malintencionados o desastres involuntarios podrían ser enormes". El riesgo de utilizar la biología sintética para construir virus malignos, como armas biológicas, es enorme y real. Imaginen que se usa la información del mapa genómico de los mexicanos -colocado en Internet, accesible a cualquiera- en la construcción de virus sintéticos que sólo a afectan a determinados grupos étnicos. Estos problemas no parecen quitar el sueño ni impedir a los investigadores seguir adelante.
Una de las creaciones más alarmantes es la realizada por dos equipos de científicos en California y Florida, quienes tomando el "modelo" de las cuatro bases que componen el ADN de todos los seres vivos (llamadas C, G, T, A), construyeron una quinta y luego una sexta base, y lograron que se ensamblaran con las otras cuatro y que se reprodujeran. Esto abre la puerta para crear especies totalmente desconocidas, de increíble complejidad y un espectro de impactos insospechados, totalmente imprevisibles sobre la vida, la biodiversidad y sus interacciones.
Craig Venter, el magnate de la genómica -quien creó su propia empresa para competir con el mapeo público del genoma humano-, fundó en 2005 Synthetics Genomics para crear, entre otros, micro- organismos artificiales que produzcan energía o absorban dióxido de carbono "para mitigar los efectos del cambio climático". Los resultados de la interacción de los organismos vivos artificiales con el ambiente son inciertos y de potencial catastrófico si se liberaran, por ejemplo, en el mar. Pero el gobierno de Estados Unidos, que ha financiado las investigaciones de Venter mediante el Departamento de Energía, podría hacer justamente eso. El 25 de mayo pasado George W. Bush declaró en The New York Times: "Dejemos el debate sobre si los gases de efecto invernadero son causados por la humanidad o por razones naturales; vamos a enfocarnos solamente en las tecnologías que puedan arreglar el asunto". Se refería a la energía nuclear o cualquier otra que aparezca como solución. No importa que en el camino se creen problemas aún peores.
Para tratar de prevenir que la información pública sobre la biología sintética genere una resistencia igual o mayor a la que presentan los transgénicos, un grupo de científicos que trabaja en este campo se reunió entre el 20 al 22 de mayo en Berkeley, California, en la conferencia Synthetic Biology 2.0. Proponen imponer una "autorregulación" a sus actividades, creando un código de conducta definido por ellos mismos.
El modelo es la conferencia de Asilomar, de 1975, sobre ingeniería genética. Con la historia a la vista, ésta sólo sirvió para dar a los científicos una falsa imagen de confiabilidad, retrasando de manera desastrosa el involucramiento del público y cualquier control regulatorio real sobre sus actividades. Cuando comenzaron a redactarse leyes de bioseguridad, éstas se hicieron favoreciendo a las empresas dominantes del sector, lo que resultó ineficiente para la verdadera seguridad de la población y el ambiente. Ahora, además, son totalmente incapaces de regular los nuevos impactos potenciales de la biología sintética.
Al menos 38 organizaciones de ambientalistas, científicos y de la sociedad civil declararon el pasado 19 de mayo su alerta frente a la tecnología sintética y su firme oposición a cualquier propuesta de "autorregulación". Señalaron que lo imprescindible es un amplio debate social, más allá de la bioseguridad, y que de ninguna manera puede ser dirigido por quienes están directamente involucrados, incluso mediante intereses comerciales.
El debate social es necesario, pero antes que nada necesitamos parar a quienes en nombre de la ciencia y sirviendo a sus propios intereses, sean "científicos" o empresas, se arrogan el derecho de manipular la vida, aun a expensas de colocar en riesgo la de todos los demás.
La jornada, México, 2 de junio de 2006
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