Izkia Siches, la doctora de un país enfermo
por Rafael Luis Gumucio Rivas, El Viejo (Chile)
4 años atrás 5 min lectura
Chile es un país de enfermos de clasismo, racismo e incapacidad, en el cual reina un Presidente incapaz, que es jefe y líder de una oligarquía plutocrática, y que sólo se ha dedicado a usar el poder en pro del aumento de la fortuna propia, la de sus familiares, de sus amigos personales, sobre todo la del 1% de los millonarios del país, que se han apropiado de un alto porcentaje de la torta del PIB, dejando, en consecuencia, las migajas a la clase media y a los pobres.
Sebastián Piñera y la clique de plutócratas intentaron aprovecharse de la pandemia actual para pretender lucirse con la vacunación, y así, acallar el justo reclamo de “la inmensa mayoría de los chilenos”, frase de su autoría, y que reitera en muchas oportunidades.
Cuando la casta política está en el colmo del desprestigio, y la mayoría de los ciudadanos no cree ni en las Instituciones, ni en ninguno de los políticos que las integran, surge una valiente e inteligente doctora – además, presidenta del Colegio médico – hasta hace poco desconocida por los chilenos, cuya madre le dio un nombre extraño, Iskia, con la idea de hacerla única ante la “caterva de vencejos”, (frase que escuchamos de un poeta cartaginés, en Colombia), que se habían acostumbrado a soportar la dominación del Presidente turno – en este caso, Sebastián Piñera, el rey de los payasos -. Además de los poderes casi absolutos que tiene el Presidente de la República – mayores atribuciones que las de cualquier rey de divina designación, tendríamos que agregar los super-poderes que la emergencia sanitaria actual le confiere.
En Chile no mandan ni Piñera, ni antes el ministro Jaime Mañalich, (ex empleado de la más conspicua Clínica de la capital, Santiago, y de su dueño que es el mismísimo Presidente), ni tampoco el actual ministro de Salud, Enrique Paris, menos aún los sucesivos ministros del Interior – con sólo algunos días en el cargo – pues el que verdaderamente manda es el derechista pinochetista y fascista, Cristián Larroulet, jefe del “segundo piso” de La Moneda.
Este país enfermo de injusticia, desigualdad y clasismo, ha tenido a través de la historia contemporánea un doctor, el Presidente Salvador Allende, que por la vía chilena al socialismo intentó, por medios puramente democráticos, buscar el socialismo, en el cual los grandes actores fueran los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, las capas medias, es decir, convertir a los “clientes de los políticos”, los votantes, en dignos ciudadanos.
La doctora – muy respetada mundialmente – ha sido designada como una de las cien figuras destacadas y con futuro del mundo, (según la importante Revista Times). Su perfil biográfico fue redactado por la dos veces Presidenta de Chile, Michelle Bachelet.
En un país de hipócritas, en que decir la verdad en todas sus letras y hablar claro, condena a quien se atreve a catarle unas cuantas verdades al millonario-Presidente chileno, que considera nuestro país como su propio fundo, y a los ministros, como sus empleados que le deben obediencia, y que son forzados a escuchar sus payasadas y a aplaudirlo, alguien que se atreva a contradecirlo, ya tiene anunciada la condena eterna.
La doctora Sichel dio en el clavo al denunciar que los ingenieros y economistas del “segundo piso”, cual “epidemiólogos de facto”, son los encargados de determinar y planificar las políticas de salud, y más en estos momentos de recrudecimiento de los contagios del Covid-19. La salud, para los carniceros neoliberales está supeditada siempre a la economía, y en el fondo, obligan a la gente a confinarse en sus casas que, en la mayoría de las ocasiones, no superan los 20 metros cuadrados para una familia de 10 personas, que viven en la más completa precariedad alimentaria. El gobierno cree que los pobres tienen un cuerpo glorioso y no necesitan alimentarse, ni tener una vivienda con servicios mínimos, como el agua para beber y para el aseo.
La doctora Sichel se ha atrevido, en varias ocasiones, a enfrentarse al “todopoderoso” ministro de Salud, primero a Mañañich, y, ahora Paris, cuya estrategia es mantener la ignorancia de los ciudadanos sobre estadísticas principales para enfrentar la pandemia. La gente está dispuesta a colaborar, pero ya no soporta hacerlo con seguera supina sobre los principales tópicos y acciones necesarias para hacerle frente, y ya no quiere entregar las decisiones que conciernen a su salud y supervivencia en manos de tecnócratas que se creen especialistas de la salud y que suponen –como los fariseos – ser las únicas personas capaces de interpretar los códigos de la vida y la muerte.
Es demasiada la diferencia en capacidad intelectual y empatía entre la doctora Sichel y los otros funcionarios que ocupan cargos públicos, que sólo miran sus propios intereses para servirse de los ciudadanos, y hacer del gobernar el arte de decepcionar. (Tantos pésimos líderes de la oligarquía inocularon en los ciudadanos la vacuna de la desesperanza aprendida).
Otra doctora, la Presidenta Michelle Bachelet, representó, en su momento, un programa de cambios fundamentales, pero fue traicionada por la alianza de partidos políticos con los cuales gobernó, (algunos militantes de la Democracia Cristiana en particular, entre ellos la familia Walker, Jorge Burgos, hoy convertidos en derechistas de tomo y lomo), la Concertación y, luego, la Nueva Mayoría, que nunca se atrevieron a romper con el legado del tirano, Augusto Pinochet.
Estos personajes de la política, convertidos en nuevos ricos, ya tuvieron su oportunidad, por consiguiente, llegó la hora de que dejen la ambición del poder y abran paso a las nuevas generaciones, tan bien representadas por la doctora Iskia Sichel que, a lo mejor, puede “abrir las grandes alamedas por donde pueda pasar el hombre libre…”, que vaticinaba el Presidente Salvador Allende en su último discurso antes de ofrendar su vida, emitido por la Radio Magallanes.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El viejo)
23/03/2021
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Qué diferencia.
Cual de los dos Rafaeles es el verdadero?
En todo caso, me quedo con ésta versión… que la otra, fué deplorable.
Don César, la explicación puede estar en que el «Rafa» que publicamos nosotros, es «El Viejo», el padre, el otro Rafa es el hijo. Ambos tienen el mismo nombre, excepto que uno agrega el apellido materno y agrega el calificativo de «El Viejo». Por algo será ¿no?