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El robo de nuestra historia

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"Los hombres y países sin memoria, de nada sirven, ya que ellos no saben rendir culto a los hechos del pasado que tienen trascendencia y significación; por eso son incapaces de combatir, y de crear nada grande para el futuro."
Salvador Allende (1938).

En aquel ilegible mamotreto justificatorio del Golpe, y de su propio rol mítico dentro de él, titulado El DIA DECISIVO, Pinochet (o su "escritor fantasma") describe así la impresión que le causó su primer encuentro con las organizaciones socialista sureñas: "En esos meses (1939) estuve en Concepción y por primera vez nos encontramos con unos individuos que vestían uniforme caqui con un gorro cargado a la izquierda: eran las milicias socialistas… de estos contactos… sólo nos quedó la imagen de unos ladronzuelos".(1)

Resulta, por cierto, altamente revelador y significativo que el mismo "individuo" que se ha ganado ya su puesto en la historia como el dictador más ladrón que ha producido nuestro país (aparte del más bestial y asesino), asociara en su mente a las milicias socialistas de aquella lejana época con unos ladrones de poca monta. Con el fin de restablecer la verdad de los hechos que dieron origen a tales torcidos recuerdos, bastaría con señalar aquí que aquellas legendarias organizaciones socialistas uniformadas, cuyos miembros no portaban armas, contaron entre sus filas a hombres de tan probada moralidad como un Marmaduke Grove, un Oscar Schnake, o un Salvador Allende, ninguno de los cuales (hasta donde se sabe) se apropió nunca de lo ajeno, ni participó en la comisión de delitos tan deleznables como los cometidos, o instigados, por el dictador.

Pero la asociación, en la mente de Pinochet, entre socialista y ladrón, es reveladora de un sentido aun más profundo, porque delata el odio y desprecio viceral que el opresor siente por el oprimido; especialmente cuando éste se organiza, e intenta revertir por cualquier medio las relaciones de dominación que lo esclavizan, y que aquél considera como perfectamente justas y naturales. De allí que el socialista, o en general el hombre y la mujer de izquierda, sean percibidos por la mentalidad autoritaria como verdaderos delincuentes, quienes, con sus palabras y sus acciones, buscan romper con el orden natural y sacrosanto de la sociedad; de modo semejante a como un ladrón violaría el orden doméstico, o la propiedad de los señores.

La ironía de la historia es que, con el correr del tiempo, el autor de aquellas impresiones se transformaría no en un simple ladronzuelo, sino en un ladrón de proporciones olímpicas, cuyos robos son de tal magnitud que la cantidad de los dineros apropiados será casi imposible de establecer con algún grado de exactitud, especialmente porque es muy difícil que se lleguen a conocer la totalidad de sus cuentas secretas, el monto exacto de las coimas recibidas por la compra de armamentos en el extranjero, así como otras operaciones de enriquecimiento ilícito.

Pero más allá de las dificultades de poder determinar las cantidades exactas de dineros involucrados, que fluctúan entre 36 y 100 millones de dólares (cifra esta última estimada por un funcionario experto del Banco Riggs), es un hecho absolutamente establecido e irrefutable que Pinochet es un ladrón de marca mayor, por lo que merece ocupar un sitial único en el libro de los más infames records nacionales.

Pero esta no es la única esfera donde Pinochet se ha mostrado como amigo de lo ajeno, pues otras de sus conductas como dictador evidencian igualmente su profunda falta de honestidad. Nos referimos a su manejo del patrimonio histórico de nuestra patria, tan bien ejemplificado por su indebida apropiación del "Diario Militar" de José Miguel Carrera(2), hecho sólo superficialmente conocido por el público. Según lo reportara el periodista Roberto Careaga, en el "Periódico 7", del 6 de diciembre de 2005: "… desde hace 25 años Augusto Pinochet guardaba en su velador este importante documento histórico..." Lo notable aquí es que la palabra ‘guardaba’ no aparezca entre comillas, porque por lo menos pondría en evidencia que se trata de un eufemismo, de un sustituto del verbo correcto.

Por lo demás, la expresión es usada por el propio déspota, en la respuesta que le diera al investigador Armando Moreno Martín, cuando en los 90 éste le preguntó sin rodeos si aún tenía en su poder el Diario de Carrera, al contestarle así: "Lo tengo guardado en mi velador. Es uno de mis libros de referencia". Y allí estuvo "guardado" por un cuarto de siglo; y aún lo estaría si no fuera por los persistentes esfuerzos del referido investigador, junto al historiador José Miguel Barros (editores del Archivo de Carrera, en 31 volúmenes); la publicación de un artículo denunciatorio en "El Mercurio"; y el envío de dos cartas a Pinochet por parte de Bárbara de Vos, directora del Museo Histórico Nacional; por no decir nada del fin de la dictadura y 15 años de "transición".

Finalmente, a fines del año pasado, se logró que el ex dictador devolviera el valioso Diario a sus legítimos custodios. Como si esto fuera poco, en un recuadro de la misma página del periódico del cual extraemos estas informaciones, se hacen públicas las siguientes revelaciones: "Mientras Pinochet regresa el "Diario Militar" [de Carrera], varios [otros] objetos históricos permanecen perdidos. Extraviada está la espada original de Bernardo O’Higgins; a inicios del 90 se regresó [sólo] un réplica al Museo Histórico. La verdadera desapareció [durante] la dictadura. Lo mismo ocurrió con la piocha de O’Higgins, símbolo del poder que se coloca en la banda presidencial. Cuando Patricio Aylwin asumió la presidencia, recibió una piocha falsa. Además, varios cuadros valiosos de La Moneda, como un [retrato] de Diego Portales, desaparecieron después de que los militares se tomaron el poder". (3)
 
En cuanto al posible paradero de la espada y la piocha de O’Higgins, no está de más recordar aquí que en su obsesión por los títulos grandiosos, y su deseo de homologarse con la figura del "Padre de la Patria", del cual se sentía continuador indiscutido, Pinochet desempolvaría el título de Capitán General. Recuérdese, también, que cuando éste puso fin a la "dictadura colegiada", mediante un verdadero "golpe interno", que fue oficialmente sancionado en la ceremonia pública realizada en el edificio Diego Portales, el 27 de junio de 1974, procedió a entrenar una banda presidencial y una piocha, esta última supuestamente copiada de la que perteneciera a O’Higgins, porque, se dijo entonces, que la original había sido destruida en el bombardeo e incendio de La Moneda. ¿Quién se atrevería hoy a poner la menor fe en aquella información?
 
Los hechos relatados hasta aquí nos trajeron inevitablemente a la memoria un significativo, pero hoy casi olvidado hecho, ocurrido durante el ataque militar al Palacio Presidencial, el día 11 de septiembre de 1973, que a continuación cito de la cronología que forma parte de mi libro, aún no publicado, sobre la muerte del Presidente Allende:
 
"12 hrs. Eduardo Paredes, a sugerencia de Allende, salva de las llamas el Acta de la Declaración de la Independencia de Chile, firmada en Talca el 12 de febrero de 1818, por el Director Supremo Bernardo O’Higgins, al cumplirse el primer aniversario de la batalla de Chacabuco. Sin embargo este valioso documento será [finalmente] destruido, cerca de las dos de la tarde, por un soldado que se lo arrebata a "La Payita", en el momento en que ella es obligada a salir de la Moneda".(4)
 
No es muy difícil extraer las obvias conclusiones que se desprenden de una elemental comparación. Mientras unos no mostraron el menor respeto por las reliquias y el patrimonio histórico nacional, como lo evidencian el bombardeo e incendio de La Moneda, la apropiación por Pinochet del Diario Militar de Carrera, y la destrucción, robo o desaparición, bajo la dictadura, de los objetos de gran valor histórico detallados más arriba; otros, hasta en sus más dramáticos momentos, pensaron y actuaron en defensa de nuestro patrimonio histórico.

Y a propósito de esto mismo, ¿dónde se encuentran hoy el fusil AK del Presidente Allende, y su finísimo reloj pulsera marca Galga Coultre?, ambos desaparecidos la tarde del golpe desde el Salón Independencia, y que debieran ser ubicados, recuperados y expuestos en el Museo Histórico Nacional, para conocimiento de las generaciones presentes y futuras. Aquellos que se apropiaron del arma y del reloj de Allende, así como de la espada y la piocha de O’Higgins, no han cometido un hurto cualquiera, sino que son culpables de algo infinitamente peor: del robo de nuestra historia.


Notas:

1. Citado por Alejandra Rojas en su bello libro titulado:"SALVADOR ALLENDE. Una época en blanco y negro", Madrid, El País/Aguilar, 1998, pág. 32.
2. El "Diario Militar", escrito de puño y letra por José Miguel Carrera, contiene valiosísimas informaciones sobre el período denominado de la Patria Vieja (1810-1814), acerca de las campañas militares chilenas en contra del ejército español, así como importantes observaciones y comentarios en torno a la situación política del país en aquel crucial momento de su historia.
3. Roberto Careaga, "Pinochet devuelve "Diario Militar" de Carrera", Periódico 7, martes 6 de diciembre del 2005, pág. 35.
4. Hermes H. Benítez, "LAS MUERTES DEL PRESIDENTE ALLENDE. Una investigación crítica de las principales versiones de sus últimos momentos", pág. 221 de sus originales.
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