Carta al presidente de la SOFOFA: «Te escribo porque creo que ahora toca hablar con los verdaderos dueños de Chile»
por Roberto Bruna (Chile)
5 años atrás 7 min lectura
Señor Bernardo Larraín Matte
Presidente de la Sofofa
De mi consideración:
Te voy a tutear. Te escribo porque creo que ahora toca hablar con los verdaderos dueños de Chile, aquellos que representan a esa vieja clase terrateniente-mercachifle y usurera que ha detentado el poder en este país-hacienda desde hace unos 180 años. Ustedes son los verdaderos dueños de la riqueza, y suelen siempre pasar colados en estas peleas. Por eso quiero escribirle a Tarzán y no a los monos. Tú eres de esas familias tradicionales. Tú estás a la cabeza de un grupo económico, y además eres dirigente empresarial. Tú eres el hombre. Piñera no existe.
Tú no entiendes de estas cosas que la gente llama “protestas”, Bernardo. Pero déjame explicarte: era tanta la bronca acumulada que al final –mira tú cómo son las cosas- terminamos destruyendo lo más preciado que tenía nuestra ciudad, lo único público que funcionaba más o menos bien: el Metro. Lo hicimos mierda a pesar de que seremos los más perjudicados con la suspensión del servicio. Fue como tajearse el rostro mirándose al espejo en medio de una crisis maniacodepresiva, cosa nada extraña si consideramos los terribles indicadores de salud mental que tiene la sociedad chilena. Por décadas hemos vivido sojuzgados por el estrés y la incertidumbre permanente respecto de si podremos llegar a fin de mes, hasta cuándo podremos pagar, cuándo llegarán a embargar nuestros pocos bienes debido a las deudas que “el modelo” nos obliga a contraer… Y bueno, luego están las preguntas más profundas, esas que se tiñen de existencialismo en una crisis social de esta envergadura: ¿qué tan precaria se volverá la vida si seguimos por este camino? Pues la gente cree que el futuro es muy oscuro.
La verdad, Bernardo, es que la cosa ya no daba para más. Piensa tú que hoy ya tenemos a los primeros pensionados del sistema que creó Pepe Piñera para ayudarles a ustedes a financiar los negocios familiares. Muchos han debido asumir el cuidado de sus padres y madres empobrecidos por jubilaciones de mierda, a los que ni siquiera se les garantiza una salud decente y oportuna. ¿Habías visto antes a tantos ancianos convertidos en mendigos? ¿Te has dado cuenta, Bernardo, de toda la gente que hoy vive en la calle? ¿Te has percatado de la proliferación de campamentos en las periferias de las ciudades? Quizás no te das cuenta. Vives en un mundo de privilegios y comodidades, y eso distorsiona el cuadro. Pero déjame decirte que ese país de veintitantos mil dólares per cápita no existe en la realidad.
Me parece que tú, tu familia, tus amigos y los de tu clase, como el mismo Sebastián Piñera, estiraron demasiado el chicle. Se confiaron demasiado en la capacidad de tolerancia de un pueblo cuyo carácter ha sido forjado en la catástrofe natural, y que construye su paciencia sobre ese sentimiento que habita en quien sabe que cualquier día lo puede perder todo y que estará obligado a reconstruirse cada cierto tiempo. Te tengo malas noticias: ese mundo que tanto te ha beneficiado da señales de agonía. Me refiero a ese capitalismo oligárquico orientado a mantener incólumes las estructuras de poder y privilegio de una minoría, esa especie de «estado de bienestar para los ricos» como tú o, dicho de otro modo, ese «proyecto de restauración de poder de clase», como decía David Harvey, lo que le permitió a la oligarquía –esa que tú integras- saltarse todos los «inconvenientes» creados por la democracia liberal, ahí donde el voto del panadero vale lo mismo que el voto del banquero.
Eso que llamamos “neoliberalismo chileno” comienza a agonizar, pues no te queda otra opción que repartir la riqueza y el poder acumulados en todas estas décadas de vejaciones y abusos. Porque pucha que se ha abusado, Bernardo. Mira nada más a tu tío Eleodoro Matte, que estuvo detrás de la colusión del confort. Porque ese es el problema de fondo: en Chile se instaló la idea de que están todos choreando, y por choreo se entiende también la contaminación y destrucción que tus empresas generan. En tu afán por enriquecerse aún más, Bernardo, es que tú y los de tu clase han terminado generando mucha infelicidad en millones de personas. No basta un “empleo” que pague cuatro gambitas para que una vecina de Freirina se olvide del olor a mierda de chancho que despedía el colosal plantel de cerdos que había en esa localidad. A propósito: ¿seguirás haciendo los mismos negocios de mierda? ¿Cuándo será el día que te atrevas a hacer ciencia y tecnología para que la calidad de los empleos sea mayor? ¿O es que acaso los niños de Chile estarán condenados a tener empleos de mierda, Bernardo?
Hubo cosas este último tiempo que contribuyeron a sacar los choros del canasto. Sólo te doy un ejemplo: el saqueo del agua y lo que dijeron los empresarios para justificar algo tan inmoral como dejar a cientos de miles dependiendo de camiones aljibe. No han tenido consideración siquiera con esos pobres crianceros que a diario ven morir a sus animales.
Verlos en los matinales defendiendo lo indefendible contribuyó a crispar los ánimos al igual como los comentarios de los ministros. Ahora los escucho hablando de un nuevo pacto social, pero que quede claro: ese nuevo pacto debe venir de una nueva Constitución que consagre derechos sociales orientados a garantizar una vida decente para cada persona que trabaje honradamente en este país. Ese pacto social no será legítimo si lo suscriben los mismos integrantes de la casta política-empresarial que tienes administrando tu fundo… (perdón, corrijo), tu país.
Entonces, para ir cerrando esta carta, vamos a lo urgente: debes pagar ahora pensiones que no pueden ser inferiores al sueldo mínimo. Y eso es sólo el desde. Hay que hacer una inversión enorme en salud y educación. También debes empezar a meter plata en ciencia y cultura. Si no quieres una sociedad de primates y pungas saqueadores, lo mínimo es educarla en el respeto a la propiedad pública y ajena, bajo una cultura comunitaria e integradora con el entorno, valorativa de lo público, por muy chocante que esto te pueda parecer. O aceptas reconstruir el tejido social (sindicatos, juntas de vecinos) o el país se te acaba por convertir en una favela repleta de cumas. Tú, tus familiares y tus amigos deben actuar dando el ejemplo. Dejen de evadir impuestos, dejen de coludirse, dejen de concentrar aún más la propiedad; prueba qué tan meritorio eres de tu riqueza, sal a competir en buena lid. Paga bien a quien trabaje bien. Ten la decencia de servir en el plato de Chile esa pescá que le vendiste.
Otra cosa: sólo en la medida que contribuyas al desarrollo incorporando investigación, desarrollo e innovación, entonces sólo así tendrás beneficios tributarios. Si sigues haciendo lo mismo, lo que implica contaminar y pagar sueldos de hambre, no sólo te vamos a subir los impuestos, sino que también te vamos a cerrar el negocio.
La redistribución de la riqueza también pasa por una mayor justicia territorial y un acceso democrático a la Justicia. Ya te decía que es fundamental que tú o tus amigos se vayan presos cuando los pillen haciendo trampa. Eso contribuirá a diseminar la idea de que no hay nadie por sobre la ley. El punto es que ese modelo cruel y excluyente, capaz de empujar a los más pobres a delinquir o endeudarse, definitivamente se acabó. Intenta ser sensato, de otra forma puedes perderlo todo. Escucha a la gente. ¿Qué te dice la gente, Bernardo? La gente te dice que si no va a ganar nada, entonces tú tampoco ganarás nada. La noticia mala para ti es que tendremos que subirte los impuestos, y no bajártelos. Y el rol productivo y fiscalizador del Estado tendrá que ser mayor, porque necesitas ser socio del Estado para poder echar a andar la matriz del futuro. En cualquier escenario, Bernardo, vas a tener que compartir riqueza y poder. Eso te pide la gente.
La paz social cuesta plata, Bernardo. Los países desarrollados son aquellos donde se pagan impuestos altos. Es una verdad incontrovertible. Si no quieres comprenderlo, entonces jódete. Jódete tú y todos los que te acompañan.
Atentamente
Roberto Bruna
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