Marcha contra el indulto de Fujimori: “la sangre derramada jamás será olvidada”
por Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
7 años atrás 7 min lectura
29/12/2017
La indignación nacional y mundial del injusto indulto humanitario, concedido al dictador y criminal, Alberto Fujimori, a cambio del voto de diez congresistas liderados por el hijo de Fujimori, Kinji, salvó al Presidente PP Kuczynski de la destitución.
El indulto humanitario carece de toda validez, pues no puede ser aplicado a personas condenadas por delitos de lesa humanidad, como lo consigna el párrafo final de la sentencia que lo condena a 25 años de prisión por las respectivas masacres perpetradas en Barrios Altos y La Cantuta, el asesinato del periodista Pedro Huilca, la desaparición de campesinos en Santa, en Chimbote, entre otros graves delitos de terrorismo de Estado.
La masiva marcha del día jueves, 28 de diciembre reciente, expresó la indignación de miles de peruanos, quienes acompañados de los parientes de las víctimas de la dictadura, protestaban contra el ilegal e injusto indulto, firmado entre gallos y medianoche, por el Presidente en ejercicio. La Primera Ministra y los demás miembros del Gabinete han sostenido, ante los medios de comunicación, de no haber sido informados de la decisión y los motivos que impulsaron a Kuczynski para firmar el decreto de indulto.
El gobierno de PPK se encuentra más sólo que nunca: algunos de sus ministros han renunciado a su cargo, incluyendo, por lógica, el Justicia y el de Derechos Humanos. En su Partido, Peruanos por el kambio, hasta hoy han presentado su renuncia 17 congresistas a la bancada de este partido, quedando solamente 14, es decir, una ínfima minoría en un Parlamento compuesto por 130 miembros.
En 1990, en Perú y en el extranjero apostaba que el hoy Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, ganaría fácilmente a sus rivales del APRA y a la izquierda, pero apareció un profesor universitario, ingeniero agrónomo, Alberto Fujimori, que tomando las banderas populistas y de la izquierda, fue ganando el favor popular y pudo llegar a la segunda vuelta, disputada entre él y el novelista neoliberal. Vargas Llosa intentó retirarse y dejar el camino libre al “japonés”, pero Fujimori no aceptó el pacto y claro, ganó la segunda vuelta con un 65% de los sufragios. De ahí en adelante, Fujimori y su familia ocupan un lugar importante en la historia del Perú.
En Presidente electo sucedía a Alán García, que había destruido económicamente el país al intentar nacionalizar los bancos y, sumado al terrorismo de Sendero Luminoso – dirigido por Abimael Guzmán – y de otros grupos guerrilleros, incluido el Tupac Amaru, y la corrupción en su gobierno, terminaron por colocar a Perú en el abismo de la ingobernabilidad y de la bancarrota.
El Presidente electo carecía de programa y de equipo de gobierno. En estos inicios de su mandato conoció al abogado de narcotraficantes, Vladimiro Montesinos, quien le abrió las puertas y ventanas de los militares. El plan político de esta novel pareja suponía aniquilar a los terroristas, con el apoyo de los militares, usando métodos ilegales, por ejemplo, la formación del grupo criminal Colina, dirigido por el sanguinario Santiago Martín Rivas.
En el plano económico, para controlar la inflación, recorrió a la política de shock, impulsada por el Fondo Monetario Internacional – medidas no muy diferentes a las de los Chicago Boys, en Chile -.
El domingo, 5 de abril de 1993, aparecía el Presidente Fujimori en cadena de televisión anunciando la disolución del Congreso, la intervención del Poder Judicial, la Contraloría de la República y el Consejo de la Magistratura. Las calles del centro de Lima estaban ocupadas por tanques del ejército, y los presidentes de la Cámara y el Senado fueron reducidos a prisión domiciliaria, (en ese entonces era bicameral). Los militantes del APRA intentaron colocar recursos de amparo ante la justicia – que ya no existía – y el ex Presidente Alán García se dirigía a sus conciudadanos desde radios clandestinas. (Otro hecho importante fue la toma de la embajada de Japón por parte de un grupo de guerrilleros de Tupac Amaru, que de largos meses fue retomado por el ejército, en una operación cruenta, que terminó con la muerte de los guerrilleros).
La dictadura de Fujimori fue rechazada internacionalmente formando al tirano a convocar a una Asamblea Constituyente y a plebiscitar la Constitución que, hasta hoy, rige en Perú.
El golpe de Estado fue apoyado por cerca del 80% de la población, que consideraba corruptos a los congresistas y a los demás políticos, con lo cual indicaban que preferían al dictador. (¿A quién le puede extrañar? En Chile, el 40% votó por la continuación de Pinochet en el gobierno, en el plebiscito de 1988, y hoy, cerca del 9% lo hace por el fascista José Antonio Kast).
En las elecciones en Perú, en 1995, Fujimori ganó fácilmente, y la dupla dorada Fujimori-Montesinos se sintió autorizada por el pueblo para gobernar dictatorialmente. En el año 2000, Fujimori se presentó como candidato, por tercera vez consecutiva, pretextando que este sería su segundo mandato posterior a la aprobación de la Constitución de 1994. Su rival, en la primera vuelta, Alejandro Toledo, dirigió una masiva marcha contra la dictadura, (en ese tiempo era demócrata y no prófugo, como hoy).
El tercer mandato de Fujimori es el comienzo del fin de su reinado: se descubrió el vladi-video en el cual el socio de Fujimori, Vladimir Montesinos, compraba al congresista Alfredo Kouri por la irrisoria de 15 mil dólares a cambio de que se pasara al partido fujimorista y votara a favor del gobierno. El escándalo explotó y Fujimori exilió a su “amigo” Montesinos en Panamá, pero regresó al país ingresando por el aeropuerto de Pisco; Fujimori encabezó, personalmente, la búsqueda del fugitivo y con un disfrazado de fiscal allanó la casa de la mujer de Montesinos, confiscando una gran cantidad de vladi-videos, que implicaban a Fujimori en los crímenes de su socio. Según el mismo Montesinos, el número de “vladi-videos supera los 30.000, y varios de ellos incluyen a empresarios chilenos, a quienes compraban por dinero, entre ellos Luchetti, (“los tallarines de mamá”). Montesinos se daba el lujo de reírse de los ambiciosos empresarios chilenos, incluso, lo invitaban a Santiago en un avión privado, visita que el agente de inteligencia devolvió con una visita a Machu Pichu, pagada por el fisco peruano.
Con los actos de corrupción y de crímenes, el gobierno de facto, de Fujimori, estaba hundido hasta el cuello y sólo le quedaba como recurso la cobarde huida pretextando una visita de Estado a Dubai y aprovechando este viaje para llegar a Japón, quien se niega a extraditar a cualquiera de sus ciudadanos.
Posteriormente, la historia es conocida, “el Chino” aterriza en Santiago de Chile, creyendo que sería recibido con los brazos abiertos por los peruanos, una vez que regresara a su país. Posteriormente, la Corte Suprema de Chile lo extraditó a Perú, donde fue juzgado, respetando todos los derechos de la debida defensa – que él nunca respetó en el caso de sus víctimas – y condenado a 25 años de prisión, con las comodidades de una suite de hotel, y una enfermera las 24 horas.
A hija de Fujimori, Keiko, ha sido dos veces candidata a la presidencia de la república, obteniendo altas votaciones, siendo derrotada en la segunda vuelta, por Ollanta Humala y PP Kuczynski, respectivamente, (este último candidato ganó gracias al voto de los antifujimoristas). El Partido Fuerza Popular, que apoya a Fujimori, tenía la mayoría absoluta en el Congreso, 72 miembros, pero con los diez que votaron contra la vacancia, sólo le quedarían 62 y, desde luego, perdería la mayoría.
Es posible es que Fujimori, ya libre y en su casa, apoye el gobierno de Kuczynski, con lo cual lo salvaría de una nueva presentación de vacancia.
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