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TLC y presencia militar: el revés de la trama

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Durante la sexagésima Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Bush ha comprometido a los jefes de Estado de todo el planeta a hacer de la lucha contra el terrorismo, una prioridad. También, a liberalizar el comercio como medio para superar la pobreza. Si bien falta definir los alcances de ambos conceptos, su responsabilidad en el genocidio de decenas de miles de iraquíes, en la destrucción y pérdida de vidas –por negligencia– en su propio territorio a raíz del previsible fenómeno de Katrina, y el haber pisoteado el cuerpo legal del organismo que lo albergaba, no mellaron su capacidad para imponer y legitimar criterios políticos, en alianza con algunos países


“La mano invisible del mercado no funcionará jamás sin un puño invisible”
El gobierno norteamericano posee una estrategia militar integralmente relacionada con la doctrina de libre mercado. Su meta es sostener regímenes que favorezcan esas políticas y evitar gobiernos que promuevan modelos alternativos. Como decía la ex Secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright, “la mano invisible del mercado no funcionará jamás sin un puño invisible. Mc Donald’s no puede expandirse sin Mc Douglas, el fabricante de aviones F-15.”  Desaparecido el fantasma del comunismo, el paraguas utilizado hoy para mantener una presencia militar es la lucha contra las drogas y, más recientemente, la guerra preventiva contra el terrorismo.

A mediados de la década de los noventa, los “think tanks” que asesoran al gobierno norteamericano elaboraron el documento “Proyecciones hacia 2015”. En él se admite que, para conservar y consolidar su hegemonía durante el siglo XXI, Estados Unidos debe asegurarse el control de las tres grandes reservas estratégicas de la economía real: energía, agua y biodiversidad. Así, en Sudamérica pretende involucrar a los países del área, en el marco del Plan Colombia, y dejar abierta la posibilidad de acciones armadas multilaterales amparadas por la OEA. Esto genera resistencias especialmente de Brasil y Venezuela. La reciente presencia de marines en Paraguay y el otorgamiento de inmunidad a los soldados norteamericanos, a cambio del ofrecimiento de iniciar negociaciones del TLC, ha generado preocupación en Brasil y Argentina. La cercanía a las reservas de gas y petróleo en la inestable Bolivia, y la existencia del Acuífero Guaraní en los países del Mercosur, son un móvil para esa presencia.

Los TLC constituyen el mecanismo formal para acceder sin límites ni restricciones a los recursos naturales. Son también el medio para regular, de forma asimétrica, el acceso a la tecnología y el conocimiento. A cambio, se nos brinda la liberalización de impuestos a parte de nuestras exportaciones, las cuales irán perdiendo esta ventaja en la medida que Estados Unidos firme TLC con otros países. La mayor parte, compuesta por recursos naturales, ingresa ya con aranceles muy reducidos o exentos de ellos.
En EE.UU. existen zonas tan pobres como en el Tercer Mundo
Los presidentes Uribe y Toledo deberían “quitar el pie del acelerador” para concluir este tratado, y ubicarse en la situación que atraviesa Estados Unidos. El impacto económico, político y social del devastador Katrina ha desvelado el rostro oculto de una sociedad, que según el PNUD, posee una “estrategia militar superdesarrollada” y “una estrategia de desarrollo humano subdesarrollada”. El 12,7% de la población (37 millones de personas) viven por debajo de la línea de pobreza. El constante crecimiento económico desde 2001 está acompañado de un cuadro social calificado como “el peor de los últimos 25 años”. Existen zonas tan pobres como en el Tercer Mundo. La tasa de mortalidad infantil se ha incrementado y está en el mismo nivel que Malasia, por ejemplo, que tiene un PBI cuatro veces inferior. Los niños negros estadounidenses tienen el doble de probabilidades que los blancos de morir antes de su primer año de vida.

Estados Unidos tendrá que tomarse un tiempo para revertir esta imagen, considerando el escenario electoral parlamentario que se presenta el próximo año. Sin embargo, como señala la señora Vargo, jefa del equipo negociador norteamericano del TLC, el momento político es complicado pero obedece a una coyuntura que no afecta el interés de su país en negociar el tratado. En efecto, las corporaciones norteamericanas que manejan el poder político están interesadas en impulsar estos tratados, que constituyen una política de Estado. El hecho que Toledo no lo firme “sí o sí” bajo su mandato no quiere decir que el gobierno norteamericano haya perdido interés. En su momento, demostrará una simple realidad: las exportaciones de los tres países andinos que negocian el TLC representan apenas 0,5% de las importaciones totales de Estados Unidos. Además, se trata de mantener una liberalización arancelaria que ya fue absorbida por el fisco norteamericano. En cambio, los andinos concederán rebajas arancelarias que significarán pérdida fiscal, además de la profundización de una competencia entre desiguales, en todos los ámbitos, que desplazará a las pequeñas empresas locales.

Por eso, la actitud de los presidentes de Perú y Colombia es incomprensible. No es posible hacer lobby, antes que haya concluido la negociación. No hace falta humillarse, ni “rogar” para mantener las preferencias arancelarias de ATPDEA. Se trata de negociar con firmeza, lo que implica estar dispuestos a “perder” y tener un plan alternativo.
ariela@independiente.com

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