Nobel golpista
por Jorge Majfud (EE.UU.)
2 meses atrás 6 min lectura
11 de octubre de 2025
En 2002, el presidente democráticamente electo de Venezuela, Hugo Chávez, fue secuestrado y recluido en la isla La Orchila. Corina Machado (foto), varios empresarios y el New York Times apoyaron el golpe. La oposición proclamó a Pedro Carmona (empresario y miembro del Opus Dei) como nuevo presidente. Carmona decretó la disolución de la Asamblea Nacional, la Corte Suprema y otras instituciones. Machado firmó la declaración de apoyo a esas medidas.
El New York Times saludó el golpe encabezado por “un respetado hombre de negocios”, el que tenía como propósito acabar con la dictadura electa en Venezuela. Según documentos desclasificados, la CIA sabía que George Bush sabía. El 25 de abril, el Times informó que el dinero para la agitación social previa al golpe había sido canalizado por terceros, como el National Endowment for Democracy, con 877.000 dólares. Según un cable del 13 de julio de 2004, organizaciones como la USAID habían enviado casi medio millón de dólares para proveer “entrenamiento para los partidos políticos”. El cubano Otto Reich (uno de los organizadores del acoso de los Contras en Nicaragua y parte de la maniobra Irán-Contras) fue otro encargado de contribuir con el golpe.
Devuelto al poder por las protestas populares, Chávez indultó a varios golpistas. Entre ellos, los opositores Henrique Capriles y Leopoldo López, quienes continuarían su actividad política “denunciando la dictadura”. El 14 de agosto, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela absolvió a los militares Efraín Vásquez, Pedro Pereira, Héctor Ramírez y Daniel Comisso, participantes del golpe “contra la dictadura”.
Frustrado por el fracasado, el 23 de agosto de 2005 el televangelista Pat Robertson, ante las cámaras de televisión de su poderoso Club700, se dirigió a un millón de fieles para proponer asesinar a Hugo Chávez “por destruir la economía de Venezuela, por permitir la infiltración de los comunistas y de los islámicos en su gabinete”. No importa que nada de esto sea cierto. “La opción de un asesinato es claramente más económica que lanzar una guerra… con esto no vamos a interrumpir el suministro de petróleo de Venezuela… tenemos la doctrina Monroe y otras doctrinas para aplicar”. El influyente pastor, amigo del dictador Efraín Ríos Montt de Guatemala y de otros genocidas cristianos como Roberto D’Aubuisson de El Salvador o Mobutu Sese Seko de Zaire, quería asesinar a un presidente elegido por el pueblo que, además, era un ferviente cristiano.
El 9 de diciembre de 2007, en la University of Miami, una voz de evento anunció, para la cadena Univision, el “Primer Foro Presidencial del Partido Republicano en español”, mencionando las reglas: en el foro en español no se hablará español.
Una de las moderadoras del no debate fue la María Elena Salinas.
Salinas: “Hace una semana Venezuela rechazó cambios a la constitución del presidente Hugo Chávez…”
Los aplausos interrumpieron a María Elena, quien disimuló una sonrisa.
Salinas: “Muchos creen que Chávez es una amenaza para la democracia en la región. Si usted fuera presidente ¿cómo lidiaría con Chávez?”
Paul: “Bueno, él no es la persona más fácil con quien lidiar, pero tenemos que lidiar con todas las personas en el mundo, con respeto, tratando de dialogar y comerciar con…”
Fuertes abucheos. Ron Paul, con su mirada cansada, pero con el rostro ya curtido por largos años de disidente conservador, insistió:
Paul: “…hablamos con Stalin, hablamos con Krushev. Hablamos con Mao… De hecho, debemos hablar con Cuba…”
Los abucheos crecieron como un huracán sobre Miami.
Paul: “…y viajar a Cuba y tener comercio con Cuba. Pero déjenme decirles por qué tenemos problemas con ellos: porque hemos estado metidos en sus asuntos internos hace tanto tiempo… Nosotros creamos a los Chávez, a los Castros de este mundo, interfiriendo y creando caos en sus países y ellos respondieron con sus líderes legítimos”.
Los abucheos alcanzan su clímax. Miami se lo quiere comer crudo, sin ron. Las reglas civilizadas del Foro obligan a seguir indiferentes al próximo candidato, que ha escuchado muy bien la voz del pueblo.
Huckabee (futuro embajador de Trump en Israel): “Aunque a Chávez lo eligieron, no lo eligieron para ser un dictador… Mi mamá decía: “si uno le da suficiente soga a alguien, se van a colgar” y yo pienso…”
Giuliani: “Yo estoy de acuerdo con la manera en que el rey Juan Carlos le habló a Chávez. (Aplausos) Mejor que lo que quiere hacer el congresista Paul… Hay esperanza de que la gente entienda la necesidad de mercados abiertos, de la libertad… Yo creo que al presidente Calderón, lo eligieron, pero yo creo que Chávez tuvo algo que ver con eso…”
Sin contar con la participación de Corina Machado en el golpe del 2002 (se podría decir que eso ocurrió hace dos décadas y todos pueden corregir en la marcha) sus últimas peticiones públicas, en 2025, a una invasión militar de Estados Unidos a Venezuela, la inhabilitaban para cualquier Nobel de la Paz.
La tan deseada invasión de Venezuela, vieja brutalidad imperialista apoyada por el clásico cipayismo del colonizado con privilegios, dejaría miles de muertos, sino una guerra civil o una nueva Palestina a la cual desangrar con sucesivos bombardeos y estratégicos “acuerdos de paz”.
Hasta Henrique Capriles se opuso a esa petición. Al mismo tiempo que Corina Machado golpeaba las puertas del Pentágono, a finales de agosto Capriles reconocía algo de mero sentido común: “la mayor parte de las personas que quieren una invasión de Estados Unidos no viven en Venezuela”. No así Juan Guaidó; todos saben, es un mercenario barato y ni los venezolanos de Florida lo quieren.
Si querían premiar a alguien de la oposición en Venezuela, es bastante obvio que había muchos otros venezolanos de a pie que están allá luchando, legítimamente, por sus convicciones y sin dinero extranjero o de grandes capitales. Si querían intervenir en la política venezolana de una forma menos obscena, podrían haber considerado que el dinero del Nóbel los hubiese financiado por un tiempo. Pero no, tenía que ser Corina Machado.
Parece bastante obvio que el petróleo, la “malbendición” de Venezuela, es el factor central en todo esto. Justo cuando Trump asesina a desconocidos venezolanos en el Caribe, buscando distraer al pueblo estadounidense y una excusa para invadir Venezuela, premian a una figura conocida que llama a una invasión. No la premian con el Nobel de Business sino con el “Nobel de la Paz”. Esas ejecuciones sumarias a piacere, sin juicio debido, fueron aplaudidas por Corina Machado. En Fox News, las calificó de “valentía y claridad ante una empresa criminal que trae miseria a nuestro pueblo y desestabiliza la región para dañar a los Estados Unidos”.
Claro, qué se puede esperar de un galardón, más famoso que prestigioso, que distinguió a genocidas históricos como Henry Kissinger y a ángeles como Obama quien, mientras sonreía, bombardeaba todo lo que se movía en el Medio Oriente, récord que incluye desde niños masacrados por drones hasta la destrucción de Libia, un país con un desarrollo remarcable y con un independentismo peligroso. Siempre en nombre de la democracia y la libertad que, en Estados Unidos hoy, ya ni siquiera se respeta en los discursos.
Es todo muy surrealista, pero lógico en el fondo.
*Fuente: Página12
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