El recuerdo del 11 de septiembre de 1973
por Enrique Villanueva Molina (Chile)
4 semanas atrás 11 min lectura
12 de septiembre de 2024
Cada 11 de septiembre con actos oficiales, con el despliegue de los partidos de la izquierda chilena, en desfiles y romerías al cementerio y lugares donde reposan los cuerpos y restos de miles de compatriotas asesinados y asesinadas durante la dictadura civil militar, marcan la pauta del recordatorio de lo que sucedió en nuestro país hace 51 años. Junto con esto aparecen, cada vez con más virulencia, las teorías y explicaciones de las razones del golpe, teniendo como telón de fondo el negacionismo de la derecha y de sectores militares, quienes continúan eludiendo cobardemente sus responsabilidades con las atrocidades que cometieron en Chile hace cinco décadas.
Alimenta esta aberración histórica el permanente intento de reescribir la historia de la mano de escritores, académicos, analistas, políticos ubicados en sectores de la izquierda y la centro izquierda, ( cada vez más difícil de identificar ) en actores políticos y de la democracia cristiana, con teorías que responden a las ambiciones particulares de reubicarse en el escenario político o académico reinterpretando la historia desde la post verdad, es decir, distorsionando deliberadamente la realidad con el objetivo de influir en la opinión pública.
Cada uno de estos argumentos blanqueados bajo la excusa “del sentido de responsabilidad y de realismo político” reinterpretan la historia desde su óptica e independiente de donde se originan, se encuentran en un lugar común: la crítica o el rechazo al gobierno de Salvador Allende. Hablan de que el gobierno de la Unidad Popular habría intentado imponer un modelo económico y social, que este que “no contaba con el respaldo de la mayoría de los chilenos. Que por consiguiente, polarizó y estaba llevando al país hacia una “dictadura comunista” o a una “nueva Cuba”, provocando temores en la derecha, en la Democracia Cristiana, en la clase media y en las Fuerzas Armadas, induciendo la intervención militar o haciéndola inevitable para salvar a Chile del comunismo.
Lo que queda después de esto entonces, es que el golpe de estado “fue una acción necesaria”, por lo tanto, todo el proceso de conspiraciones que culminó el 11 de septiembre, promovido y financiado por Estados Unidos y la CIA, las acciones políticas golpistas y tergiversadoras de la realidad de la derecha y la dirigencia demócrata cristiana con Aylwin y Frei a la cabeza. Pareciera que, el cobarde asesinato del comandante en jefe del ejército en octubre de 1970, urdido por la CIA y realizado por la extrema derecha ( Patria y Libertad), con participación de altos oficiales de la FF.AA para evitar que Allende asumiera la presidencia de la república, son elaboraciones de nuestra imaginación. Es como si nada de esto ocurrió y por lo tanto los culpables de ello quedan como hasta ahora en la absoluta y cobarde impunidad.
Para los cultores de toda esta prolongada tergiversación de la historia reciente, los villanos pasaron a ser los héroes, Patricio Aylwin desde las cloacas del conspirador lo elevaron al sitial de padre de la democracia, con una estatua incluida frente a la Moneda. Valoran su trabajo abnegado junto a otros y otras, por haber, con realismo político, consolidado la impunidad, estableciendo que la verdad y la justicia con relación a los crímenes cometidos por la dictadura, solo eran factibles en la medida de lo posible, quitándole herramientas a lo valioso que fue Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, para investigar, identificar a los criminales, torturadores y llevarlos a la justicia. Lo que Ricardo Lagos complementó con la aplicación de la Ley 19.992, la que mediante su artículo 15, estableció por 50 años el secreto de los documentos, testimonios y antecedentes aportados por las víctimas ante la Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura arrogándose la representación de todos y todas las víctimas de la represión dictatorial, para impedir que se conocieran quienes fueron los cobardes torturadores y criminales.
Cabe recordarle a Lagos y a quienes defienden su decisión, que esta fue más acorde con los acuerdos y fines pactados con la elite militar y política de la derecha para asegurar la transición a la democracia, que con las justas aspiraciones de justicia reclamadas por la mayoría de chilenos y chilenas. Aspiraciones surgidas en los campos de concentración, que en casos fue para muchos y muchas su último deseo, el que se conociera lo que había sucedido en Chile, que se supiera que había militares torturando a inocentes, que se conociera la extensión y profundidad del terrorismo de estado.
De allí surge la aspiración de verdad justicia, del profundo sentir del acusado y acusada a punto de ser fusilado o fusilada por su lealtad a sus convicciones, valores, principios, brota del sentir de quienes pasaban y pasamos horas o semanas colgados, amarrados encapuchados y torturados y quizás tambien, como el último pensamiento de quienes eran lanzados al mar para hacer desaparecer sus cuerpos y la huella del crimen. Para los chilenos y chilenas que vivimos esos momentos, quedó en nuestras memorias la resistencia de quienes, a pesar de estar en esas condiciones, no claudicaron, gritando sus nombres para quienes estaban a su lado supieran y pudieran contarlo si sobrevivían, que relataran lo vivido con toda claridad para que se conociera la verdad en toda su extensión, como una manera de aportar a la justicia y no permitir la impunidad.
Por todo esto, recordar una vez al año lo que sucedió en 1973 y durante la dictadura es insuficiente para salirle al paso a las historias construidas para confundir, contadas una y otra vez con la intención que la verdad desaparezca. Ante esto lo que corresponde es levantar voces de manera permanente, que cuenten la verdad de lo sucedido, reafirmando lo que ya se ha conocido largamente a través de estudios, testimonios y por la desclasificación de documentos que demuestran como y porque no permitieron que Allende cumpliera su programa de gobierno.
En este contexto el 11 de septiembre de 1973 fue la última etapa de un proceso de desestabilización planificado en contra del gobierno de la Unidad Popular, el que se inició tal como lo demuestran los documentos liberados desde la propia CIA, con distintos intentos para impedir que Allende fuera candidato a la presidencia de la república y luego, una vez electo, para impedir que consolidara los cambios que le propuso a Chile y por los cuales fue elegido democráticamente.
Uno de esos intentos fue el asesinato cobarde del General Rene Schneider, quien fue considerado por el gobierno de Estados Unidos, por la derecha y la democracia cristina en Chile, por los militares que conspiraron en contra del gobierno popular, como el principal obstáculo que impedía el derrocamiento de Allende, por su compromiso con el orden constitucional chileno. Pruebas de esto si las hay, entre ellas lo publicado en el año 2001 en el programa 60 Minutes de CBS señalando las pruebas del rol que cumplió Henry Kissinger en el crimen. Además de lo anterior, el National Security Archive (NSA) reúne y difunde ahora todos los documentos desclasificados de EE.UU. que acreditan que la CIA conspiró contra Schneider para provocar un golpe de Estado que impidiera a Allende llegar a La Moneda.
¿Qué ha dicho el ejército sobre esto? Poco o nada. El Comandante en jefe del ejército chileno fue asesinado por una conspiración política, con participación de un país extranjero, violentando todos los principios de la seguridad nacional, un acto dirigido por oficiales de las FF.AA de Chile, quienes violentaron los principios de lealtad, del mando y traicionaron a la patria. El general Schneider fue asesinado por un comando de derecha, Patria y Libertad, con el propósito, declarado por los inculpados, de impedir que Allende asumiera la presidencia de la República. Un crimen alevoso, que dejó al descubierto lo que hoy niegan: la alianza entre la derecha, la DC, un sector del empresariado más poderoso del país, con oficiales de las FFAA y el gobierno de EEUU.
A pesar de esto, el asesinato del general Schneider es uno de los crímenes que aún se mantiene en la impunidad, sus autores materiales fueron amnistiados durante la dictadura y las razones de su asesinato, han quedado ocultas detrás de las mentiras que se han escrito para justificar ese crimen como todo lo que paso en chile desde 1970 en adelante.
Pero la historia verdadera la que vivimos y de la cual fuimos testigos dice lo contrario, no olvida que Salvador Allende fue elegido democráticamente, por sus por sus ideas, por el programa de gobierno que le planteó al país que llegó a la primera magistratura coartado, sentenciado y amenazado, por plantear y comprometerse con una propuesta socialista, por la vía democrática para Chile. Por ello se transformó en un peligro, no solo para la derecha chilena o, para los centros de poder económico en Chile, sino que también, para el gobierno de Estados Unidos de la época (como se comprueba por varios documentos desclasificados por la CIA, Allende fue declarado enemigo y amenazado por el gobierno de EEUU, porque si la revolución socialista triunfaba en Chile, esta se iba a extender en América Latina).
La verdad de lo sucedido es que Allende asumió la presidencia de la República condicionado por la Democracia Cristiana, con Frei y Aylwin a la cabeza, obligándolo a firmar un “pacto de garantías” a cambio de entregarle los votos que este necesitaba en el congreso [1] , para ser nominado presidente, y luego estos mismos dirigentes de la Democracia Cristiana, en 1973, firmaron un pacto con la derecha (Partido nacional) para derrocarlo [2] .
Para las nuevas generaciones de jóvenes, estos relatos de la historia vivida son necesarios, aunque la historia oficial intente borrarlos para imponer sus mentiras convenientes. La imagen de Allende es inmortal, combatió y defendió con su vida el compromiso que había asumido con su pueblo, hoy dicen que se suicidó en contra de pruebas irrefutables de que fue asesinado. Los pilotos de la Fuerza Aérea que bombardearon La Moneda tenían ese propósito, oficiales que aun siendo reconocidos e identificados, también gozan de la impunidad y del ejercicio de la justicia en la medida de lo posible.
Recordar el 11 de septiembre para los sobrevivientes de esa época oscura es importante, fue un hecho planificado y protagonizado por políticos, civiles y militares que traicionaron a su patria, cambiando radicalmente la vida de los chilenos y chilenas. Entre esos chilenos y chilenas se encuentran un grupo de suboficiales y oficiales de la Fuerza Aérea, de la marina, del ejército, quienes empeñamos nuestra palabra en defender a un gobierno elegido por su pueblo.
Cumplimos, pero aún nos queda un recuerdo amargo, por lo que no se hizo o lo que se debió hacer por cambiar la historia de nuestro país. En este empeño hay cientos de militares patriotas, hoy olvidados, quienes se negaron a cumplir órdenes que orientaban reprimir y asesinar a nuestro pueblo, una decisión que les costó la vida y a otros, las crueles torturas y el exilio.
Respecto a esto no puedo dejar de mencionar que si ha habido reconocimiento oficial a militares, hechos por el establishment y por Ricardo lagos, quien levantó la imagen del general Emilio Cheyre calificándole como el general del nunca más, aludiendo a su rol en el proceso de transición a la democracia. Un oportunista que luego fue juzgado y encontrado culpable por su asociación a crímenes de lesa humanidad, asi estamos de mal y por ello es que la impunidad y la corrupción nos corroe.
Finalmente para nosotros, como para quienes vivieron esa experiencia, el recordatorio del golpe de Estado dejó huellas imborrables, esa mañana del día martes 11 de setiembre de 1973, en la Escuela de Aviación, nos conectamos con la frecuencia de los aviones que se disponían a bombardear la Moneda. Fueron momentos de frustración e impotencia, la horda fascista militar ya estaba desatada y empezaba a cumplir sus planes, los que tantas veces intentamos denunciar, en esos momentos aunque lo quieran negar, por orden de Gustavo Leigh, iban directo a matar al presidente de la República.
Fue en ese momento que irrumpió la voz de Allende, sereno, con una claridad impresionante, él se dirigía a su pueblo con cariño y respeto, para decirnos lo que estaba pasando y lo que vendría. Nuestros corazones se arrugaban de dolor e indignación, junto a lagrimas que brotaban en la tristeza de ese momento duro y difícil de aceptar.
“Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
-El autor, Dr. Enrique Villanueva M., es un ex Militar Fuerza Aérea de Chile exonerado en 1973.
Notas:
[1] Allende había obtenido el 36,2% de la votación popular por lo que recaía en el Congreso la elección de la Presidencia de la República, pudiendo elegir entre cualquiera de las dos primeras mayorías.
[2] Un pacto a través del cual se estableció de manera explícita, que las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros deben “encaminarse a restablecer las condiciones de pleno imperio de la Constitución y las leyes y la convivencia democrática, indispensables para garantizar a Chile su estabilidad institucionalidad, paz civil y, seguridad y desarrollo”.
Más sobre el tema:
Carta de Bernardo Leighton a Eduardo Frei Montalva (26 de junio de 1975)
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