Ya se prepara una nueva guerra para después de la derrota frente a Rusia
por Thierry Meyssan (París, Francia)
1 año atrás 13 min lectura
Los que no están cegados por su propia propaganda ya saben que su bando va a perder y que está en busca de otros enemigos en otros campos de batalla. Frente a la derrota inminente, la apuesta de Washington consiste en seguir agitando la «amenaza rusa» para obligar sus aliados a cerrar filas.
Este artículo da continuación a estos trabajos anteriores:
1. «Rusia quiere obligar Estados Unidos a respetar la Carta de la ONU», 4 de enero de 2022.
2. «Washington prosigue en Kazajastán el plan de la RAND Corporation, que ya continúa en Transnistria», 11 de enero de 2022.
3. «Washington se niega a escuchar a Rusia y a China», 18 de enero de 2022.
4. «La increíble sordera de Washington y Londres», 1º de febrero de 2022.
5. «Washington y Londres tratan de mantener su dominación sobre Europa», 8 de febrero de 2022.
6. «Dos interpretaciones sobre la cuestión de Ucrania», 16 de febrero de 2022.
7. «Washington hace sonar el clarín pero sus aliados retroceden», 22 de febrero de 2022.
8. «Vladimir Putin en guerra contra los “straussianos”», 5 de marzo de 2022.
9. «“Banda de drogadictos y de neonazis”», 6 de marzo de 2022.
10. «Estupor de Israel ante los neonazis ucranianos», 9 de marzo de 2022.
11. «Ucrania, otra gran manipulación», 22 de marzo de 2022.
12. «El Nuevo Orden Mundial que nos preparan con el pretexto de la guerra en Ucrania», 29 de marzo de 2022.
13. «Propaganda de guerra bajo una nueva forma», 5 de abril de 2022.
14. «La alianza entre el MI6, la CIA y los banderistas», 12 de abril de 2022.
15. «El fin de la dominación occidental», 19 de abril de 2022.
16. «Ucrania y la Segunda Guerra Mundial como conflicto inconcluso», 26 de abril de 2022.
17. «La esperanza de Washington: prolongar la guerra en Ucrania para recobrar su estatus de hiperpotencia», 3 de mayo de 2022.
18. «Ucrania, Canadá y los banderistas», 10 de mayo de 2022.
Ocupando un lugar destacado en el escenario, la OTAN afirma que la «locura de Putin» ha acabado fortaleciéndola. Ucrania, que sigue recibiendo armamento de Occidente, ha emprendido una contraofensiva y está rechazando al «invasor». En el plano internacional, las sanciones están dando resultados. Sintiéndose amenazadas, Finlandia y Suecia, han decidido convertirse en miembros de la alianza atlántica. Y en Rusia… los rusos derrocarán al «dictador».
Esta bella narrativa está en abierta contradicción con la realidad de los hechos. La verdad es que lo que llega al frente es sólo una tercera parte del armamento que Occidente envía a Ucrania. Pero el ejército ucraniano está agotado y está retrocediendo en todas partes, algunos éxitos aislados aquí y allá no modifican ese panorama general. Sin embargo, dos terceras partes del armamento occidental, principalmente el armamento pesado, ya está disponible en el mercado negro de los Balcanes, sobre todo en Kosovo y en Albania, que se han convertido en las principales plazas del tráfico de armas.
Otro hecho es que las sanciones occidentales están a punto de desatar hambrunas, no en Rusia sino en el resto del mundo, sobre todo en África.
Y, en el seno mismo de la alianza atlántica, Turquía y Croacia se oponen a la admisión de nuevos miembros. Si bien no parece imposible convencer a esos dos países para que den finalmente luz verde a la ampliación de la OTAN, su consentimiento tendrá como precio ciertos cambios políticos radicales que Occidente siempre ha rechazado.
Aunque Rusia será seguramente lo bastante sabia como para celebrarla con discreción, como ya lo hizo en Siria, la victoria rusa se verá como el fracaso de la mayor fuerza militar de toda la Historia: la OTAN. Y será una victoria indiscutible ya que la alianza atlántica se ha implicado físicamente en Ucrania, mientras que en Siria se mantuvo más bien gravitando alrededor del conflicto.
El resultado será que numerosos Estados vasallos de Washington van a tratar de distanciarse. Es posible que sus dirigentes civiles se mantengan mentalmente orientados hacia Occidente pero sus jefes militares se volverán más rápidamente hacia Moscú o Pekín. En los años venideros habrá una redistribución de las cartas y no será cosa de pasar de un alineamiento junto a Washington a un nuevo alineamiento junto a los nuevos vencedores sino de crear un mundo multipolar donde cada cual será responsable de sí mismo.
Lo que está en juego no es una redefinición de las zonas de influencia sino el fin de la mentalidad que ve una jerarquía entre los pueblos.
Desde ese punto de vista, es fascinante observar la retórica occidental. Son numerosos los expertos del mundo anterior que nos explican que Rusia quiere reconstruir su imperio. Nos aseguran que ya reconquistó Osetia y Crimea y que ahora está atacando el Donbass. Pero esos “expertos” en realidad “reconstruyen” la historia apoyándose en frases que atribuyen falsamente al presidente Vladimir Putin. Todos los que realmente estudian la Rusia contemporánea saben que lo que afirma esa gente es falso. El regreso de Crimea a la Federación Rusa y las venideras incorporaciones de Osetia, del Donbass y de Transnistria no tienen absolutamente nada que ver con la “reconstrucción” de un imperio sino con la reconstitución de la nación rusa, desmembrada durante el derrumbe de la URSS.
En ese contexto, una pequeña parte de los dirigentes occidentales comienza a cuestionar las decisiones del amo estadounidense. Ese fenómeno ya pudo verse, durante un trimestre, al final del mandato del presidente francés Nicolas Sarkozy. Viendo el desastre que había contribuido a provocar en Libia y su posterior fracaso en Siria, Sarkozy aceptó en aquel momento negociar una paz separada con el gobierno sirio. Pero Washington, furioso ante esa muestra de independencia, organizó la derrota electoral de Sarkozy, favoreciendo a Francois Hollande. Al llegar a la presidencia de la República Francesa, Hollande reactivó la maquinaria occidental de guerra contra Siria por 10 largos años. Fue precisamente entonces cuando Rusia se comprometió a intervenir en Siria. En 2 años, Moscú terminó de perfeccionar sus nuevas armas y acudió en ayuda de Siria, que luchaba contra los yihadistas armados por las potencias occidentales… y dirigidos por la OTAN desde su Allied Land Command en Turquía.
Si bien los eslóganes de la OTAN se repiten sin descando en la prensa occidental, nuestros estudios sobre los antecedentes y el papel de los banderistas en la Ucrania actual han circulado ampliamente entre los dirigentes del mundo entero. Sabiendo ya que los banderistas son en realidad neonazis, numerosos “aliados” de Washington se niegan ahora a respaldarlos. Ahora estiman que, en esa lucha, la razón está del lado de Rusia. Alemania, Francia e Italia ya han autorizado algunos miembros de sus gobiernos a conversar con Rusia, sin aportar cambios, por ahora, a la política oficial de sus países. Al menos esos tres Estados miembros de la OTAN ya están inmersos, con prudencia, en un doble juego. Si la cosa se pone fea para la OTAN, esos tres países serán los primeros cambiar de casaca.
Lo mismo está sucediendo con el Vaticano, que estuvo a punto de llamar a una nueva cruzada contra la «Tercera Roma» (Moscú) y divulgó fotos del papa rezando con esposas de banderistas miembros del regimiento Azov. En este momento, la Santa Sede ya se ha puesto en contacto no sólo con el patriarca de la iglesia ortodoxa rusa sino también con el Kremlin.
Todos esos contactos, por muy discretos que sean, molestan a Washington, que trata de apartar los emisarios secretos. Pero el hecho de ser oficialmente objeto de purgas, en realidad amplía el margen de maniobra de esos emisarios para negociar. Lo importante es que puedan rendir cuentas de lo que hacen ante quienes los comisionan. Por supuesto, ese es un juego peligroso –así lo demuestra la derrota electoral del ya mencionado Sarkozy, así castigado por haber tratado de actuar sin permiso de su patrón estadounidense.
HIPÓTESIS 1: LA AMPLIACIÓN DE LA OTAN CONFIRMARÍA QUE HA CAMBIADO DE OBJETIVO
Tratemos de tomar algo de distancia de lo que está sucediendo para ver cuál puede ser la evolución de los acontecimientos.
Para que Turquía y Croacia acepten que Finlandia y Suecia se conviertan en miembros de la OTAN, esa alianza bélica tendría que aceptar ciertas condiciones:
Turquía exige:
1- Que el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y el Hizmet –la organización de Fethullah Gulen– sean incluidos en las listas de organizaciones terroristas y que sus miembros sean arrestados y entregados a las autoridades turcas;
2- que la industria militar turca sea admitida nuevamente en el programa de fabricación del avión estadounidense de combate F-35.
Croacia exige:
3- Que se modifique la ley electoral en Bosnia-Herzegovina para que la minoría croata obtenga la igualdad política.
En el caso de Turquía hay que resaltar que
El PKK no representa a los kurdos de Turquía en general sino a ciertos grupos. El PKK fue inicialmente un partido marxista-leninista que luchó contra la dictadura militar turca durante la guerra fría. Posteriormente, luego del encarcelamiento de su líder histórico y la disolución de la URSS, el PKK cambió de bando y se convirtió en un partido libertario al servicio del Pentágono en el Medio Oriente. El PKK de hoy es una milicia mercenaria que sirve de coartada a la ocupación estadounidense en ciertas regiones de Siria. Incluirlo en las listas de organizaciones terroristas equivaldría a tener que retirar las fuerzas militares que Estados Unidos mantiene ilegalmente en Siria… y devolver al gobierno sirio los pozos de petróleo.
El predicador turco Fethullah Gulen es el padre espiritual de una extensa organización caritativa presente en numerosos países. Su extradición a Turquía desde Estados Unidos, donde actualmente reside, y clasificar su organización como terrorista sería privar a la CIA de “ojos” y de influencia en numerosos países africanos y en naciones asiáticas con poblaciones turcoparlantes. Washington sólo podría aceptar eso si el AfriCom ya estuviese desplegado en África… pero todavía está “exilado” en Alemania. Washington está enfrascado en negociaciones para implantar el AfriCom en Somalilandia, a cambio de garantizar reconocimiento internacional a ese Estado no reconocido [1].
Habida cuenta de la larga serie de atentados que el PKK ha cometido en Turquía y el papel protagónico que tuvo el Hizmet –actuando por cuenta de la CIA– en el intento de asesinato contra el presidente Erdogan (en julio de 2016) y en la subsiguiente intentona golpista, las exigencias del gobierno turco sobre esas dos organizaciones están plenamente justificadas.
Nada costaría readmitir a Turquía entre los países que participan en la fabricación del F-35. Pero su exclusión fue un castigo por haber adquirido el sistema antiaéreo ruso S-400. Complacer a Turquía con tal de ampliar la OTAN frente a Rusia sería, como mínimo, contradictorio. Además, aceptar como participante en la fabricación del F-35 un país que no ha tenido reparos en criticar la supuesta calidad de ese aparato es, cuando menos, embarazoso.
Sobre la exigencia de Croacia, hay que recordar lo siguiente:
Bosnia-Herzegovina fue creada por iniciativa de los straussianos (los seguidores del filósofo Leo Strauss incrustados en las administraciones estadounidenses [2]). De hecho, el straussiano Richard Perle no participó en los acuerdos de Dayton como estadounidense sino como miembro de la delegación bosnia. Conforme al pensamiento de los straussianos, Bosnia-Herzegovina fue concebida como una entidad homogénea, así que la minoría croata (15% de la población) hoy está condenada al ostracismo, su lengua no es reconocida y ni siquiera dispone de representantes políticos. Pero aceptar la exigencia de Croacia significaría cuestionar las razones que los straussianos invocaron para organizar las guerras en Yugoslavia –separar las etnias que convivían en la antigua Yugoslavia y crear allí países con poblaciones homogéneas. Y quienes están manejando el conflicto en Ucrania son precisamente los straussianos.
Suponiendo que se acepten las tres condiciones que Turquía y Croacia plantean, o que sean derrocados los dirigentes que las formulan, la ampliación de la OTAN con la entrada de Finlandia y Suecia confirmaría el cambio de naturaleza de ese bloque militar. La OTAN ya no sería una estructura creada para estabilizar la región del Atlántico Norte, como se estipula en su texto fundador –lo cual llevó a otro presidente ruso, Boris Yeltsin, a plantearse seriamente, en 1995, la posibilidad de solicitar la admisión de Rusia. Más bien, la OTAN terminaría así su mutación, convirtiéndose definitivamente en una administración militar estadounidense del imperio occidental de Washington.
HIPÓTESIS 2: EL VERDADERO OBJETIVO DE LAS SANCIONES Y DE LA AYUDA MILITAR OCCIDENTALES ES PREPARAR NUEVOS CONFLICTOS
Observemos ahora las verdaderas consecuencias de las sanciones occidentales.
Las medidas tendientes a excluir a Rusia del sistema financiero internacional no están perjudicando a ese país. Rusia sigue importando y exportando según sus necesidades pero se ha visto obligada a cambiar de proveedores y de clientes. Está poniendo rápidamente en marcha un equivalente del sistema SWIFT con los otros países del grupo BRICS (Brasil, la India, China y Sudáfrica) pero ya no puede comerciar directamente con el resto del mundo. En África ya es imposible comprar fertilizantes de base potásica… porque Rusia y Bielorrusia son los principales exportadores. La hambruna toca a las puertas y el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha dado la voz de alarma [3] solicitando a las potencias occidentales que levanten el embargo contra los fertilizantes de base potásica.
Lo más probable es que en Washington decidan mantener su política… y el hambre provocará nuevas guerras, y también nuevas oleadas de migrantes hacia la Unión Europea.
Parece sorprendente que, aun después de la caída de Mariupol, Estados Unidos haya decidido mantener el envío de 40 000 millones de dólares para Ucrania, donde ya ha perdido otros 14 000 millones. En realidad, dos terceras partes de todo nunca llegó al destino anunciado –ha sido desviado y hoy se amontona en Kosovo y en Albania. Allí habrá en poco tiempo alrededor de 18 000 millones de dólares en armamento. Tenemos entonces dos opciones: creer que el Pentágono está botando el dinero por la ventana… o que está invirtiéndolo al sustraer ese gigantesco arsenal al control del Congreso.
Si seguimos analizando los hechos, veremos que la subsecretaria de Estado, la straussiana Victoria Nuland, viajó el 11 de mayo a Marruecos para presidir allí una reunión de la «Coalición global contra Daesh», en la que participaron 85 países enviando sus ministros de Exteriores. De manera totalmente predecible, la señora Nuland dijo allí que el Emirato Islámico (Daesh) está resurgiendo, pero no en el Medio Oriente sino en el Sahel, e invitó los participantes a unirse a Estados Unidos para luchar contra ese enemigo. Como ya todos han podido comprobar el apoyo masivo que Estados Unidos aportó a los yihadistas de Daesh en Irak y en Siria, todos los diplomáticos presentes entendieron que la tormenta no tardará en caer sobre el Sahel. Para desencadenarla, el Pentágono necesita armas, muchas armas, y no quiere que vuelvan a atraparlo “con las manos en la masa” mientras arma otra vez a los yihadistas. Así que hay grandes probabilidades de que el armamento oficialmente destinado a Ucrania y desviado hacia los Balcanes acabe en el Sahel.
Una guerra en el Sahel no será “problemática” porque no afectará a las grandes potencias y las víctimas serán “sólo” africanos. Esa guerra durará mientras la alimenten y ningún aliado de Washington se atreverá a señalar que ese conflicto existe desde que se invadió y se destruyó Libia.
Y todo podrá seguir como antes. Al menos para una parte de la humanidad, el mundo seguirá siendo unipolar… con Washington como centro.
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