El destino de un país
por Cristian Joel Sánchez (Chile)
2 años atrás 8 min lectura
11 de mayo de 2023
Un querido amigo, Gonzalo Romero, me envió un artículo de Ariel Dorfman, gran escritor, poeta, académico, y dramaturgo, oficio este último que produjera, como se recordará, una de sus más potentes obras: “La Muerte y la Doncella”. El articulo de Dorfman es, en último término, un elaborado parangón entre la política y el arte literario, ambas características aplicadas esta vez a Gabriel Boric, actual presidente de Chile que, está de más recordarlo, ganó con una amplia mayoría, capitalizando ese verdadero mar de esperanzas, si tomamos como tal el mar humano de más de tres millones de personas en todo Chile, que el 25 de octubre de 2019, enarbolara como su principal consigna, el repudio al neoliberalismo heredado de la dictadura. Usted, como yo, debe ser uno de los que se alegró esperanzado cuando, luego de un estallido social sin precedentes en la América del tercer milenio, la protesta que costara represión y muerte en todos los rincones del país, tuviera como corolario el triunfo así de contundente del candidato de la llamada “nueva izquierda”.
No pretendo empinarme a polemizar con un intelectual de la altura de Ariel Dorfman. Entiendo que su benevolente paralelo de confrontar los arrestos intelectuales de don Gabriel Boric con lo que ha sido su vacilante conducta de líder, a la que, por el contrario, Dorfman califica como “…una forma flexible y pragmática de servicio apasionado a su pueblo”, son licencias plenamente aceptables de un literato de la calidad del escritor chileno-argentino. Si usted piensa que Dorfman se equivoca, lo que no tiene nada de censurable, basta recordar a Neruda con su poema “El pueblo lo llama Gabriel” que elogiaba emocionado a Gabriel González Videla, parte de cuyos versos decía:
“Desde la arena hasta la altura/
desde el salitre a la espesura/
el pueblo lo llama Gabriel/
con sencillez y con dulzura/
como un hermano, hermano fiel…”,
aclarando que la homonimia de ambos Gabrieles, es solo eso: una coincidencia.
Usted ya lo notó: en el preámbulo de este artículo pongo en duda que la forma “flexible y pragmática” de don Gabriel se pueda considerar como una virtud y no como una parte de sus debilidades. Sin embargo, en condiciones normales podría pasar “piola” como dicen los lolos, y aceptarla con la misma benevolente mirada como lo hace Dorfman. Pero
a raíz de los catastróficos resultados que arrojó la elección de «Consejeros Constitucionales” del domingo pasado, que transformó el futuro económico y político de Chile en una bomba de tiempo cuyo mecanismo ha quedado en manos del sector más ultraderechista del país, elaborar desde ya la estrategia que se debe tomar, y en la que debe participar el Presidente de la izquierda chilena, ha pasado a ser la tarea de las tareas.
Veamos qué tenemos a mano. La misma noche de la debacle con el triunfo arrasador de los fachorrepublicanos, Gabriel Boric se dirigió al país y de manera “flexible y pragmática” como ha sido su táctica, ojalá no su estrategia, comenzó a hacer llamados a la derecha de Chile Vamos a “unirnos como hermanos, tomaditos de la mano”. La verdad es que no lo dijo así, con esas palabras tan poéticas, pero a fin de cuentas el significado es el mismo. Con tierna ingenuidad, él y los que le respaldan hablan de que se puede llegar a un “centro político” de ‘hombres buenos’ dispuestos a sacrificarse por la patria posponiendo los intereses de clase de cada cual.
Lo malo es que estos “centros políticos” a la postre han provocado más daño que ayuda a las clases sociales postergadas, anestesiando y desmovilizando al pueblo, uno de cuyos ejemplos más claro ha sido el de la cocina del 19 de noviembre de 2019.
Este centro político que Boric quiere revivir lanzando flores a Chile Vamos, y que en el papel existió hasta el domingo pasado, hoy ya no existe; habiendo sido defenestrado por una sociedad que se partió claramente en dos: una derecha peligrosamente inclinada al ultrismo de corte fascista, y una izquierda a muy mal traer, pero con el imperativo ineludible de ponerse de pie ante el peligro que nos acecha.
En un artículo anterior en este mismo sitio, aún antes de la elección de concejeros que se efectuó este domingo, dije que, cualquiera fueran los resultados, a la izquierda el camino se le volvería tremendamente arduo en el minuto más importante para la sociedad de un país, como es el redactar una Constitución que regirá el destino de la nación por varias décadas en el futuro. La cruda realidad de este momento, si se tiene la esperanza que las fuerzas progresistas participen en esta magna tarea, es de verdad desoladora: siguiendo con el paralelo gastronómico, de las tres instancias que se cocinaron en el Parlamento con el objeto de echar a andar el proceso constitucional, y que son
1. el Concejo de Expertos con 24 “ciudadanos fuera de toda sospecha”,
2. el Comité Técnico de Admisibilidad formado por 14 abogados de gran sabiduría y
3. el Concejo Constitucional con sus 51 componentes elegidos el domingo recién pasado.
Todos ellos están bajo la hegemonía de la derecha, o de la ultra derecha, como en este último caso, por lo que a la izquierda se le hace cuesta arriba aspirar a influir en ellos.
Entre estos engendros “democráticos”, quizás si el más importante, aunque no se note, es el de los 24 concejeros expertos que ya le pusieron una camisa de fuerza a la futura Constitución, decretando 12 bases constitucionales, eufemísticamente llamadas “bordes”, que ya habían comenzado a gestarse en la reforma constitucional al artículo 135 del capítulo XV de la Constitución en 2019, y que son una docena de temas restringidos sobre los cuales el Concejo Constitucional puede discutir, insultarse, pelear o agarrarse a escupitajos, pero jamás salirse de la bordes ya establecidos. Y si alguno osa infringir la norma, ahí están “los catorce de la fama” del Comité Técnico de Admisibilidad para poner en vereda al o los trasgresores.
Por qué son tan importantes, amigo mío, lo de los 12 principios o Bordes Constitucionales: porque hay uno ahí que es de vital importancia y es aquel que señala que se debe “consagrar a Chile como un Estado Social Democrático de Derecho”, concepto político-económico que se contrapone al llamado “Estado subsidiario” que es uno de los pilares del neoliberalismo de la Escuela de Chicago.
Este “Estado subsidiario» señala que la participación del Estado en la economía y en la vida social de un país, debería reducirse al mínimo y, a diferencia del «Estado Social Democrático de Derecho», y,
en el -en el Estado subsidiario«- se debe fomentar que los sectores económicos privados participen en todas las esferas, léase controlar, como son la salud, la vivienda, la educación y los recursos naturales del país, es decir transformados en bienes de mercado como ocurre hoy,
lo que se hace muy peligroso, ya hoy mismo, en cuanto a recursos naturales cuando se está discutiendo en estos días cuál debe ser el papel del Estado en la explotación del litio.
Pero para no aburrirlo en un tema de economía política que es muy árido, solo le diré que el “Estado subsidiario” desde los tiempos de Pinochet ha sido la bandera de lucha de la derecha, y sobre todo de la ultra derecha, al cual, como decía el senador Rojo Edward del partido republicano el lunes pasado en un programa televisivo, ellos no van a renunciar nunca. Es por eso que se dan el lujo de mostrarse flexibles a negociar en otros aspectos de los 12 bordes, aquellos que para ellos no son tan vitales, más aún si esas concesiones se podrán revertir si, como son sus esperanzas, alcanzan el gobierno con Kast el 2025.
Qué hacer entonces, vuelvo a preguntar como en mi artículo anterior. Lo que no se puede hacer, so pretexto de evitar la continuidad de la constitución de Pinochet, es aprobar el engendro que saldrá del Concejo Constitucional. Sería peor aún que esa Constitución saliera con la bendición legal de ese concejo y que nuestro “flexible y pragmático” Gabriel Boric apareciera ante todas las cámaras del mundo firmando lo que ya la ultraderecha proclama urbi et orbi como la Constitución de Kast.
Respecto a las esperanzas de don Gabriel de captar y pactar con la derecha de Chile Vamos, en honor a la verdad hay que reconocer, noblesse oblige, que, siendo la política el arte de lo posible como dijo alguien, se tiene que tener en cuenta que la derecha está luchando por no ser absorbida por el partido republicano, algo de lo cual ya ocurrió el domingo pasado, y quizás si la mejor manera sea separar aguas, como acaba de ocurrir con la votación en la Cámara del sueldo mínimo, donde los republicanos, al votar en contra, sólo contaron con el apoyo de los diputados de la UDI. O hace un par de días en el Senado en donde al votar el royalty minero, sólo se opuso el partido republicano y la aprobación se consiguió incluso con los votos de la UDI. Paciencia entonces, don Gabriel: la cocina sigue encendida.
Por último, paciente lector, le digo que el pueblo demostró en el estallido social que la movilización en las calles es capaz de torcer el destino aciago que se le quiere imponer, aunque en aquella ocasión la hábil maniobra de la derecha, unida a algunos timoratos dirigentes de la izquierda, frustró las esperanzas aquel nefasto 15 de noviembre de 2019. Me quedo entonces con lo que declarara la diputada Karol Cariola refiriéndose a lo que ocurrirá después del trámite constitucional: “Nosotros no descartamos ningún escenario respecto a lo que pueda pasar después del resultado de este proceso”.
-El autor, Cristian Joel Sánchez, es escritor y cronista de Cultura y Política.
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«.no descartamos ningún escenario respecto a lo que pueda pasar después …»
Esteee…se refiere a que seguirán manteniendo «la puerta abierta » al 3%?
Para salvarlo?
A los panteoneros de la democracia chilena?