Aspectos notables en la ‘escena política’ de la nación
por Manuel Acuña Asenjo (Chile)
2 años atrás 14 min lectura
“Senatori boni viri, Senatum autem mala bestia”
(Adagio romano)[1]
“Si los de arriba tocan el violín, ¿qué les queda a los de abajo sino ponerse a bailar?”
(Karl Marx)
INTRODUCCIÓN
No exageramos cuando decimos que la historia de las constituciones chilenas no es sino la historia de cómo un sector social impone su voluntad al resto del conjunto social. Una constitución no es sino el conjunto de reglas fundamentales que va a regir a esa comunidad; la carta, por tanto, debe asegurar el predominio de un sector social sobre otro. Por lo mismo, la historia de las constituciones chilenas es la historia jurídica del autoritarismo, del profundo desprecio que un determinado grupo social siente por el resto de sus compatriotas a quienes no puede sino concebir por entero subordinado a sus actos.
La imposición de esa voluntad no se hace burdamente. No. Las clases y fracciones de clase dominantes actúan con inteligencia y raras veces usan la fuerza física; solamente lo hacen cuando la inteligencia ya no les sirve para construir una forma de dominar. Entonces, terminan imponiéndose por la fuerza; y lo hacen con perversión. Porque, cuando la veleidad popular pone en peligro la estabilidad del sistema, cobran vida las expresiones del barón Von Bogulawsky, recabando, para su sector social, el ejercicio inmanente del derecho al golpe de estado.
No debe, pues, ser motivo de sorpresa o asombro que la ‘escena política’ nacional haya tomado sobre sí la tarea de fijar las condiciones sobre las cuales deba realizarse la dictación de la nueva constitución. Se trata de una política que no solamente impera en la sociedad actual[2] sino que, en el caso chileno, fue heredada de la dictadura, sigue vigente y se reproduce como una peste maligna en todos los estratos sociales, manifestándose, principalmente, en las instituciones políticas. Explica, en cierta manera, que los indultos presidenciales sean desconocidos cuando los decretan determinados líderes, y aceptados cuando son otros quienes lo hacen.
UNA CIRCUNSTANCIA QUE SE SUPONÍA
El día miércoles 11 del presente, puso el Congreso Nacional término a los trámites que estableciera en orden a conferir carácter de legalidad a la reforma constitucional para la apertura de un nuevo proceso constituyente. Al mismo tiempo, y de la misma manera, dio inicio a una de las más sucias maniobras que la escena política nacional a lo largo de la historia ha realizado en perjuicio de la comunidad nacional. Una maniobra indecente que pone en ridículo no solamente a la dirección política del país sino a toda la población que mira, incrédula cómo ese grupo de audaces pudo llevar a cabo semejante misión.
“Una vez materializado el denominado “Acuerdo por Chile”, la reforma constitucional inició una ágil revisión en el Congreso Nacional, desde su ingreso al Senado hasta su evacuación ayer martes desde la comisión de Constitución de la Cámara Baja, donde luego de dos días consecutivos de votaciones se rechazaron por completo las 350 indicaciones que fueron presentadas, por lo que no se vio alterado su contenido, con excepción del calendario electoral que, por ejemplo, fijó finalmente para el próximo 7 de mayo la elección de los consejeros constitucionales”[3].
Y no podía ser de otra manera. Porque quienes firmaron el llamado ‘Acuerdo por Chile’ son los mismos llamados a ponerlo en ejecución. Por lo que no debe sorprender que, en estos momentos, comiencen tales segmentos a preparar listas y avocarse a la tarea de seleccionar a los expertos y especialistas que le van a indicar al ‘pueblo’ lo que debe o no debe hacer.
NATURALEZA DE LA ‘ESCENA POLÍTICA’ Y ESTRUCTURA DEL SISTEMA CAPITALISTA
Para comprender los hechos que condujeron a la firma del ‘Acuerdo por Chile’, previo es recordar que el sistema capitalista se organiza en forma de Estado y éste adopta la democracia representativa como forma de gobierno[4].
La democracia representativa, por consiguiente, ante la imposibilidad que ese Estado se administre a sí mismo, resuelve tal intríngulis en virtud de la ‘representación’, figura jurídica que permite a la ciudadanía elegir a quienes la van a representar y, a la vez, organizarse en la forma de ‘partidos políticos’ para participar periódicamente en elecciones que han de ser libres, secretas e informadas.
Los diversos estados no siempre poseen sistemas electorales similares: unos emplean la votación obligatoria; otros, la voluntaria. La primera es empleada por regímenes que requieren estar constantemente legitimándose, generalmente, los llamados ‘autoritarios’; la segunda es empleada por democracias que presumen en los votantes interés en la cosa pública. La generación de la autoridad se realiza, pues, a través del sistema electoral.
Frecuentemente, se acostumbra a señalar a los ‘partidos’ como ‘corrientes de opinión’. En verdad, lo son; pero, además, son estructuras que se preparan para gobernar y se organizan para representar los intereses de determinadas fracciones de las clases que existen dentro de determinada sociedad.
Representación y partidos forman un componente que facilita la aparición de estructuras sociales de tipo jurídico/político, actores políticos que van a desenvolverse en una ‘escena política’ para dar origen, a su vez, a la aparición de castas privilegiadas, consecuencia natural e ineludible de toda sociedad dividida en clases.
LA ‘ESCENA POLÍTICA’ DE LA NACIÓN
La ‘escena política’ de la nación es un campo en donde actúan ‘actores políticos’, y dentro del cual se barajan sucesivos y eventuales escenarios; en esa estructura opera, también, la representación del Ejecutivo, es decir el universo de los ministros de Estado, personal diplomático y jefaturas de los diversos partidos e instituciones estatales.
La ‘escena política’ de la nación, si bien la hemos conceptualizado como el campo en donde operan los ‘actores políticos’, también es
“[…] el lugar donde pueden descubrirse una serie de desajustes entre los intereses políticos y las prácticas políticas de las clases, por una parte, y su representación en partidos políticos, por otra”[5].
En consecuencia, la denominación tanto de ‘escena política’ como de ‘actores políticos’ no es una denominación peyorativa. Por el contrario: identifica con admirable precisión el rol que desempeñan todos y cada uno de los sujetos que participan o se desenvuelven en el espectro político del país. Principalmente, en el Parlamento, instituto del Estado que ha decidido por sí y ante sí, convertir, de hecho, el régimen presidencial —estatuido en la constitución vigente—, en régimen parlamentario.
En el caso de la suscripción del llamado Acuerdo Por Chile podemos distinguir dos grandes actores: aquellos que no participaron en la firma del mismo y aquellos que sí lo hicieron. Aún cuando esta distinción puede parecer un tanto inoficiosa, no lo es, sin embargo. Porque ambos sujetos políticos actuaron: unos lo hicieron por acción; otros por omisión. Pero ambos son el reverso y anverso de un mismo hecho. Actores que, aunque quisieran evitar desempeñar semejante rol, lo hacen, de todas maneras, pues son partes de la obra a representar.
ORGANIZACIONES POLÍTICAS QUE SUSCRIBIERON EL ‘ACUERDO POR CHILE’
Entre quienes sí suscribieron el referido Acuerdo hay partidos y organizaciones.
ORGANIZACIONES POLÍTICAS QUE NO SUSCRIBIERON EL ACUERDO
En este caso, hay solamente partidos y ninguna organización. Los partidos son:
Republicanos 20.475
Partido de la Gente PDG 45.908
Total 66.383
DATOS INTERESANTES
Los datos que, al respecto, proporciona el SERVEL al 30 de noviembre de 2022, no dejan de ser en extremo interesantes: informan sobre la militancia de todos los partidos políticos en Chile y, en consecuencia, del escaso o casi nulo interés que existe en la comunidad nacional de participar en la política contingente. Del profundo desafecto que la ciudadanía tiene en quienes se arrogan el carácter de ser sus ‘representantes’ y de tener la capacidad de decidir por los demás. Porque los datos a la fecha indicada muestran que la militancia partidaria era, apenas, en Chile, de 425.739 personas, cifra que contrasta con el número de personas habilitadas para sufragar el 04 de septiembre de 2022 y ni siquiera alcanza a representar un 0,50 del total de aquellas: 14.959.956.
Vamos un poco más allá de esas cifras. Intentemos determinar el número de dirigentes de los partidos políticos. Sabemos que, con mucha generosidad, no van más allá del 10% de la respectiva militancia. No olvidemos que, al interior de los partidos existe, al igual que en la empresa privada, concentración de poder. Pero aceptando ese 10%, necesariamente hemos de concluir que no más allá de 42.574 personas han tomado como su divina y exclusiva misión decidir sobre el destino de los 14.959.956 ciudadanos chilenos.
La pregunta que surge de inmediato es: la comunidad nacional ¿está obligada a aceptar que tan reducido número de personas dirija sus destinos a su entera discreción? Dicho de otra manera, ¿estamos dispuestos a consentir que un pequeño número de audaces nos imponga lo que debemos hacer o decidir? Y, expresado de otra manera, ¿no podemos, en este caso, dirigirnos a esos sujetos y reprocharles su falta de decencia, la indignidad de su proceder? No, no podemos. Estamos frente a personas que la jerga popular acostumbra a calificar como de ‘caras duras’ o con otros eufemismos que impiden el uso de la injuria o la descalificación.
Nos queda, sin embargo, saber quiénes son tan desmesuradas personas. Hagámoslo con ayuda de la teoría.
‘ESCENA POLÍTICA’ Y BLOQUE EN EL PODER
La rigurosidad conceptual nos obliga a insistir en el concepto de ‘representatividad’. En la escena política nacional hay personas que ‘representan’ los intereses de otras. Por ello cobra importancia otro concepto que es el de ‘hegemonía’. Para ello debemos hablar de las clases sociales.
La clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo se fracciona y especializa en el fenómeno que se conoce como ‘rotación del capital’ dividiéndose en ‘industrial’, ‘bancaria’ y ‘comercial’. Así dividida no podría dirigir en conjunto a la sociedad; por consiguiente, una de esas fracciones se impone sobre las demás y las subordina en una operación que se denomina ‘hegemonía’, operación que implica la unión de todas ellas en un bloque que, por lo mismo, se denomina ´Bloque en el Poder’. En el caso de Chile, esa hegemonía, desde la instalación de la dictadura pinochetista, no es ejercida sino por la fracción bancaria (o ‘financiera’, como quieren denominarla otros) en estrecha alianza con la fracción comercial (o ‘retail’ para los que gustan de los neologismos), y en detrimento de la fracción industrial que se subordina a aquellas.
En consecuencia, bajo el sexto gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia, en su expresión frenteamplista, el rol hegemónico lo ejerce sobre el conjunto social la fracción bancaria (financiera) de la clase de compradores de fuerza o capacidad de trabajo. Es, por lo mismo, la fracción que ejerce la hegemonía del Bloque en el Poder. Lo cual identifica el carácter del gobierno actual como otro más al servicio del gran capital (financiero)[8].
COMPOSICIÓN SOCIAL DE LA ‘ESCENA POLÍTICA’ NACIONAL
En el sistema capitalista actual, raras veces la fracción hegemónica del Bloque en el Poder actúa por sí misma desempeñando cargos políticos. El gran capital está preocupado de su propia multiplicación o acrecentamiento, no de las veleidades que caracterizan las justas políticas en los diversos institutos del Estado. Para eso están sus ‘representantes’, que son algo así como sus ´mocitos’, sus ‘niños para los mandados’, personajes asimilables (en otros modos de producción) a los ‘libertos’ o sujetos manumitidos, que no son, en sí, clase compradora de fuerza o capacidad de trabajo sino vendedores de esa mercancía, sujetos con grandes aspiraciones a ser reconocidos por aquella como parte de la misma. Son los ‘vasallos’ de la Edad Media. Personajes que raras veces conocen el rol que desempeñan sino se sienten superiores precisamente porque representan los intereses de sus ‘patrones’. Desde el punto de vista psicológico son sujetos de carácter narcisista, con irrefrenables ansias de protagonismo y, en consecuencia, de encontrar el ‘ethos’ que requieren para poder seguir actuando en la vida política del país. Pertenecen a un estamento que, generalmente, proviene de la descendencia de inmigrantes (alemanes, judíos, coreanos o palestinos) que lograron resolver los problemas de supervivencia personal y de sus familias y están guiados por un enfermizo afán a ser reconocidos. Sin embargo, ello no impide que, a menudo, se vean involucrados en escándalos financieros[9]. Son tremendamente celosos de la labor que han de desempeñar y, en consecuencia, a menudo defienden con mayor celo el interés de aquellos a quienes representan. A veces se unen a ellos, algunos representantes de la pretendida ‘aristocracia’ nacional en acelerado proceso de empobrecimiento; pero éstos no son muchos.
En general (salvo la honrosa excepción de Piñera), la fracción hegemónica del capital está dedicada a multiplicar sus ganancias y abandonan en su representación política advenediza las inevitables disputas políticas que se generan con motivo de las medidas que es necesario adoptar[10].
La representación de la fracción hegemónica de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo no se encuentra solamente en los partidos llamados ‘de derecha’ sino es posible encontrarla, incluso, en personajes que se autocalifican de ‘izquierda’ o ‘clase media’. En los gobiernos concertacionistas ha sido frecuente encontrar estos ‘hijosdalgos’ representando el interés de la fracción hegemónica al aprobar proyectos de ley[11]. En el gobierno actual, la escena se reproduce en los personajes de los partidos tradicionales, en la composición política de los partidos del Frente Amplio y en la descendencia de quienes fueron dirigentes concertacionistas.
Pues bien: son éstos los sujetos que han tomado para sí la administración de la nación sin que nadie les haya investido para desempeñar semejante rol. Se trata, por consiguiente, de personas que han usurpado funciones, de individuos que han cometido una acción desvergonzada, acción que, por lo mismo, merece el más grande repudio de la comunidad nacional. En la respuesta ciudadana, a la convocatoria que tales sujetos han hecho, deberán confluir necesariamente quienes no participarán en la misma, quienes anularán su voto y quienes votarán por el rechazo. Es una voluntad orientada en una sola dirección. Aún hay tiempo para un poco de decencia.
Santiago, enero de 2023
Notas
[1] La reducción es “ Los senadores son buenas personas, pero el Senado es una bestia mala”.
[2] Véase de Gideon Bachman su obra “La era de los líderes autoritarios”, Editorial Crítica, 2022.
[3] Palma, Natalia: “Congreso Nacional despacha a ley reforma que habilita a nuevo proceso constituyente”, Radio Universidad de Chile, 11 de enero de 2023.
[4] La democracia puede ser directa o popular e indirecta o representativa. Si el sistema capitalista optó por la democracia representativa no fue sino por la circunstancia del precario desarrollo que hasta ese momento habían experimentado las fuerzas productivas; hoy, ese desarrollo permite un drástico cambio en esa dirección.
[5] Poulantzas, Nikos: “Poder político y clases sociales en el Estado capitalista”, Siglo XXI Editores S.A. de C.V., Ciudad de México, México, 2007, pág.320.
[6] Datos tomados del SERVEL, disponibles en INTERNET. La organización ‘Acción Humanista’ no tiene, igualmente, datos en el organismo público.
[7] Dado que no son partidos, el SERVEL no tiene información acerca de la militancia de tales estructuras.
[8] Véase de la Redación “Marcos Kremerman y Refirma Previsional: ‘Fortalece el mercado de capitalespor sobre pagar buenas pensiones’”, Radio Universidad de Chile, 12 de enero de 2023.
[9] Véase, al respecto, el caso más reciente que es el de Álvaro Berger, ex alcalde de Puerto Varas, condenado por defraudación al Fisco (Mesa de Noticias: “Tribunal declara culpable a ex alcalde de Puerto Varas Álvaro Berger por fraude al Fisco”, ‘El Mostrador, 15 de enero de 2023). ¿Necesitamos citar aquí lo ocurrido con los ex alcaldes de Vitacura Raúl Torrealba y Felipe Guevara de Lo Barnechea, además de otras ‘autoridades’?
[10] No hay referencias a ningún Saieh, Said, Yarur, Paulmann, Luksic u otro representante de la fracción hegemónica del Bloque en el Poder (financiera) ocupando cargos parlamentarios o de Gobierno. El verdadero capitalista está al margen de las veleidades políticas.
[11] La expresión ‘hijosdalgos’, a pesar que ciertas publicaciones acostumbran a referirse a ellos como ‘hijos de hidalgos’, no es exacta; en realidad, se trata, más bien, de una vocablo peyorativo que hace referencia, en España, a una condición social disminuida.
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