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Prensa y golpes de Estado

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30 de septiembre de 2022

Si el próximo 4 de septiembre los chilenos logran librarse de la Constitución de Pinochet aprobando el texto que ha elaborado una convención elegida libremente por los ciudadanos, se habrá operado un milagro

Pablo Iglesias 29/08/2022

<p>El periódico chileno 'El Mercurio' publicó un cariñoso homenaje al dictador Pinochet por el 106 aniversario de su nacimiento. </p>
El periódico chileno ‘El Mercurio’ publicó un cariñoso homenaje al dictador Pinochet por el 106 aniversario de su nacimiento.

 

El periódico de la derecha chilena por excelencia, El Mercurio, dedicaba ayer todo un editorial a respaldar la negativa de la Asociación de la Prensa Chilena (un grupo de 43 empresas mediáticas muy influido por el propio grupo empresarial de El Mercurio) a participar en una mesa de trabajo organizada por el gobierno. Se trata de una  iniciativa de la ministra y portavoz gubernamental, Camila Vallejo, que se llama Más amplitud, más voces, más democracia y que busca conocer la visión de diferentes actores para avanzar en la reflexión y el debate sobre los derechos asociados a la comunicación y la información en el ecosistema mediático chileno. El propio presidente Boric anunció recientemente la firma de un convenio entre el Estado y varias universidades para conocer la visión de expertos universitarios a propósito del modelo mediático del país y avanzar propuestas de mejora del mismo.

Ya se imaginarán los lectores de CTXT que el poder mediático chileno está en manos de empresas de ideología derechista que, como en España, controlan, de manera abrumadora en relación a los escasos medios progresistas, casi todo lo que pueden ver, oír y leer para informarse las chilenas y los chilenos. La concentración de la propiedad de los medios es notable en Chile; en la prensa escrita el grupo Copesa y el grupo de la familia Edwards, propietaria de El Mercurio, son dueños del 90% de los periódicos; en el espacio radial cuatro grupos controlan el 70% del mercado; y en la televisión en abierto hay cuatro canales que dominan, prácticamente, toda la audiencia. Esta situación de concentración, que en España conocemos bien, limita, como es evidente, la pluralidad ideológica de los medios. Ello se ha traducido en los últimos meses en que tanto el gobierno como la nueva Constitución, reciben diariamente el fuego valyrio mediático reservado a cualquiera que pretenda modificar mínimamente el statu quo.

Y ya se imaginarán también ustedes el estilo y el tono del editorial de El Mercurio. Se refieren a la ministra Vallejo como “exdiputada comunista” (solo faltaría ya una caricatura de la ministra devorando niños rubios y enviando al director del periódico a un gulag magallánico) y presenta la iniciativa de diálogo para repensar el poder mediático chileno como un insoportable intervencionismo del monstruoso leviatán socialista presto a terminar con la libertad de prensa y a atacar los estándares internacionales del periodismo. Toda esta impresentable retórica reaccionaria que identifica el derecho a la información con el derecho de los millonarios a dirigir los medios de comunicación, la conocemos muy bien, pero ha habido un párrafo del editorial que me ha tocado, digámoslo con dulzura, varias vísceras sensibles.

El poder mediático chileno está en manos de empresas de ideología derechista que, como en España, controlan, de manera abrumadora casi todo lo que se puede ver, oír y leer

En el párrafo acariciador de mis vísceras se reivindica a la ANP (de la que El Mercurio es el alma histórica) como “un grupo con 70 años de experiencia nacional y estrechos contactos internacionales”. Y tanto. Abróchense los cinturones que vamos a tomar un vuelo hacia el pasado. Pónganse la mascarilla (es posible que no soporten el hedor de lo que les voy a contar) y tengan a mano las bolsas para vomitar.

El 10 de septiembre de 1970, pocos días después de la victoria de Allende y de la Unidad Popular, Agustín Edwards, dueño de El Mercurio y padre de los actuales propietarios del grupo empresarial, tomó discretamente su avión privado con destino a Argentina. Allí le esperaban su señora y sus hijos que, por lo visto, no querían seguir viviendo en Chile. El día 12 toda la familia viajó a Nueva York. El 13 Edwards estaba con Donald Kendall, gerente general de Pepsi Cola y amigo de Richard Nixon que llamó por teléfono a Henry Kissinger para contarle que tenía al lado al dueño de El Mercurio. El día 15, el consejero de seguridad nacional recibió en la Casa Blanca a Edwards que se reunió también con el director de la CIA, Richard Helms. Hay evidencias también de que pudo reunirse incluso con el propio Nixon el mismo día en el que el presidente estadounidense se reunión con el dirigente de la CDU alemana (y antiguo militante del partido nazi) Kurt Georg Kiesinger. Edwards se vio también, al parecer, con un especialista de la CIA en América Latina, Keneth Millian. Todo esto lo cuenta Mario Amorós en su libro Entre la araña y la flecha. La trama civil contra la Unidad Popular (Ediciones B, 2020). Como dice este historiador: “Según el memorándum de aquella reunión elaborado por la CIA, Agustín Edwards abogó por que la CIA promoviera un golpe militar”. Y el dueño de El Mercurio finalmente lo consiguió. Con la ayuda de ingentes cantidades de dólares estadounidenses, El Mercurio fue una pieza crucial en la trama civil golpista. El golpe de Pinochet destruyó la democracia chilena, asesinó y torturó a millares de demócratas y condenó al país a una contrarrevolución neoliberal cuyas consecuencias sociales y jurídicas (la todavía vigente Constitución de 1980 es, básicamente, una barricada legal para impedir cualquier reforma que pretenda avanzar en los derechos de las mayorías) todavía perviven en Chile.

Ya conocemos bien la retórica reaccionaria que identifica el derecho a la información con el derecho de los millonarios a dirigir los medios de comunicación

“70 años de experiencia nacional y estrechos contactos internacionales” decía ayer El Mercurio en su editorial. Y tanto. En junio de 2000, el ya anciano Agustín Edwards declaró: “Tuvimos que defendernos y defender las instituciones del país”. Lo que hicieron fue promover un golpe de Estado para proteger sus negocios al tiempo que miraron para otro lado cuando la dictadura robó sin contemplaciones el periodico progresista más importante del país, El Clarín, propiedad de Victor Pey, un republicano español exiliado en Chile. Y lo que hacen hoy es presentar como periodismo profesional lo que no es más que propaganda.

Si el día 4 los chilenos logran librarse de la Constitución de Pinochet aprobando el texto que ha elaborado una convención elegida libremente por los ciudadanos, se habrá operado un milagro. Sigo desde hace meses los medios chilenos y es escandaloso el operativo mediático orquestado para evitar que Chile tenga una constitución democrática y golpear al gobierno. Los defensores de aprobar la nueva Constitución que visitan los platós de televisión o escriben en la prensa, tienen que dedicar todas sus intervenciones a desmentir los bulos más burdos que los medios y las redes de la derecha difunden cada día. Que, a pesar de ello, todavía pueda darse la sorpresa el próximo día 4 revela el vigor de la voluntad de cambio en el país. Pero los cambios no pueden depender siempre de la épica popular; hay que reequilibrar las fuerzas.

Los defensores de aprobar la nueva Constitución tienen que dedicar todas sus intervenciones a desmentir los bulos que los medios y las redes de la derecha difunden cada día

Pase lo que pase, creo que será fundamental poner el foco en lo importante y no en lo accesorio, que es lo que pretenderá la derecha y lo que quizá compre cierta izquierda. Se pueden cometer errores de campaña y de comunicación, e incluso la fatalidad puede hacer acto de presencia en forma de performances absurdas que dan sentido al término “quinta columna”. Pero nada de eso es lo crucial. Como explicó alguna vez Manu Levin, dos guerrilleros armados con tirachinas, arrasados por el napalm y las bombas de aviones de combate, no deben discutir sobre el lugar desde el que deberían haber tirado sus pequeñas piedras a los aviones, sino asumir que sin aviones es casi imposible derrotar a la aviación enemiga. Y es que sí, la política es conflicto y antagonismo y los pactos son el resultado de las correlaciones que arrojan. La derecha jamás ha tenido complejos a la hora de entenderlo y de poner todos sus recursos en definir la correlación de la fuerzas; por eso El Mercurio no quiere que la APC dialogue con nadie. Y por eso la izquierda debe aprovechar todas las ocasiones que se le presten para reequilibrar la correlación de fuerzas.

-El autor, Pablo Iglesias, @PabloIgles, es doctor por la Complutense, universidad por la que se licenció en Derecho y Ciencias Políticas. En 2013 recibió el premio de periodismo La Lupa. Fue secretario general de Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno.

*Fuente: CTXT

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