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Jadue: «La oposición entre reforma y revolución no existe»

Jadue: «La oposición entre reforma y revolución no existe»
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Entrevista con Daniel Jadue

Daniel Jadue es arquitecto, sociólogo, militante del Partido Comunista de Chile y Alcalde de la comuna de Recoleta.

 

A solo cinco días de las elecciones presidenciales en Chile, la carrera entre la izquierda y la extrema derecha se está estrechando. Jacobin habló con el alcalde comunista Daniel Jadue sobre por qué apoya a su antiguo rival, Gabriel Boric, y sobre la importancia de construir poder a nivel local.

Hubo un momento, en junio, cuando todo indicaba que Chile iba a elegir a Daniel Jadue como su próximo presidente. En las primarias del pacto de izquierda Apruebo Dignidad, las encuestas le daban una clara ventaja al alcalde comunista por sobre el diputado del Frente Amplio, Gabriel Boric. Ambos programas apuntaban a impuestos más altos a los superricos, a reemplazar el sistema privado de pensiones por uno estatal y solidario y a la devolución de tierras ancestrales a los pueblos originarios. Pero la superación del sistema que proponía Jadue apuntaba a ser más rápida y más radical.

Sin embargo, el 18 de julio, Boric dio la sorpresa y se convirtió en el candidato de Apruebo Dignidad con una mayoría de 66%. Con todo, además de apoyar la candidatura de Boric, Daniel Jadue continuará como alcalde de Recoleta, donde fue recientemente reelegido. No es difícil entender su popularidad tanto dentro como fuera de la comuna: ha creado farmacias, librerías e inmobiliarias populares, reivindicando la política local en un Estado excesivamente centralizado y débil. Recoleta es una de las comunas más pobres de Santiago y los programas que Jadue impulsa ofrecen muchos productos y servicios a un costo que, si fuera determinado por el mercado, sería inaccesible a las grandes mayorías. Tal ha sido el éxito de las incitativas del alcalde comunista que otras comunas han comenzado también a implementarlas.

 

Octavio García Soto y Nicolas Allen conversaron con él sobre las elecciones en Chile, las diferentes tácticas de lucha y sobre cómo debemos responder al ascenso de la extrema derecha en el país y en la región.

 

En una reciente entrevista, mientras recordabas la experiencia de la Unidad Popular, hiciste referencia al historiador Julio Pinto para afirmar que hay momentos en los que «lo mas revolucionario es ser reformista y, en otros, lo más reformista es ser revolucionario». ¿Qué significa esta frase y que nos puede decir sobre el Chile de hoy?

Me refería al hecho de que la dialéctica nos enseña que el diálogo con la realidad es definitivamente lo más relevante para avanzar en política. Es ese diálogo, lo que impide que nuestras decisiones tácticas estén basadas únicamente en nuestros principios, porque muchas veces el exceso de «principismo» conduce a la incapacidad de avanzar.

Te doy un ejemplo: cuando uno lee los Textos escogidos de Lenin, se da cuenta que en 1905 Lenin llamaba a participar del Parlamento porque era la única manera de avanzar, ya que las condiciones subjetivas no estaban para otra cosa. Ahora, haber acusado a Lenin en 1905 de ser reformista porque optaba por la vía institucional habría sido muy poco revolucionario; habría sido no entender la dinámica del proceso de acumulación.

El Lenin de 1917 ya no creía en el parlamentarismo, porque era un parlamentarismo burgués. Entonces lo que en un momento puede significar un avance significativo, en otro puede significar un elemento retardatario. Yo creo aquí que el tema más relevante es el diálogo persistente y claro con la realidad, de tal manera de tener una real lectura de los intereses de clase en cada minuto.

Muchos compañeros chilenos son tremendamente revolucionarios en Chile y tremendamente reformistas fueras del país. Aplauden el proceso bolivariano y el proceso boliviano, olvidándose de que todos ellos fueron hechos por la vía reformista y realizados dentro de la institucionalidad. En Chile, en cambio, han criticado históricamente al Partido Comunista por participar de la institucionalidad. Según esa critica, la institucionalidad es ilegitima porque nació en dictadura y lo único que queda es actuar al margen de la legalidad y legitimidad. También en el periodo de Allende había revolucionarios que decían que la vía chilena —la vía institucional al socialismo— era reformista, no revolucionaria. Entonces, la falta de diálogo con la realidad y la falta de consideración acerca del avance en la subjetividad del pueblo muchas veces te ancla en decisiones basadas solo en los textos y no en la coyuntura.

A menudo, ser partidario de posiciones más radicales suele ser inconducente para el movimiento. Con una lógica reformista nacieron en Recoleta (Chile) las farmacias populares, las ópticas populares, las librerías populares, y así se empezó a correr el horizonte de lo posible. Se trató de un conjunto de medidas reformistas que contribuyeron aceleradamente al cambio de la subjetividad de tal manera de hacer viables procesos de transformación más profundos.

En definitiva, yo creo que la contradicción entre reforma y revolución no existe. Todas las formas de lucha son válidas, siempre y cuando cuenten con el apoyo subjetivo de las grandes mayorías. Yo podría consultar si la ida del Che a Bolivia era revolucionaria o reformista. ¿Cuántos de los que tenían los pies puestos en Bolivia estaban dispuestos a sumarse a esta campaña del Che, quien llega con «veinte o treinta extranjeros» a exportar una revolución que provenía de una subjetividad completamente distinta?

La traslación mecánica de determinados procesos es un error metodológico dentro de la izquierda y, lo que es más, cae en el juego de la derecha cuando nos pregunta: pero, ¿cuál es el modelo de ustedes? ¿El de Venezuela? ¿El de Cuba? Yo siempre respondo que no hay modelo; porque cada territorio, cada lugar y cada subjetividad son distintos.

 

Ya que estamos hablando de reforma y revolución, hay unos cuantos que te apoyaron en las ultimas elecciones primarias y que se ilusionaban con una opción presidencial más «revolucionaria» o radical, por así decirlo. Ahora que anunciaste tu apoyo a la candidatura de Gabriel Boric, queríamos saber cómo podrías convencer a esos votantes más escépticos de que Boric es una buena opción.

Lo primero es partir de la autocritica, porque finalmente nuestro programa no logró movilizar al pueblo. Eso no es culpa de Gabriel, es culpa nuestra. Ahí hay una autocritica que la izquierda más militante tiene que hacerse en términos de que nos hemos sobreinstitucionalizado y hemos dejado de lado el trabajo en la base social y el trabajo de la organización y la creación de poder popular (o de dualismo de poder, para decirlo en términos clásicos). La participación de los sectores populares fue tan baja que, la verdad, a mi me indica que Chile no estaba dispuesto de abrazar un programa como el nuestro.

Hoy día estamos apoyando a Gabriel y, de hecho, creo que Gabriel va a ser el presidente de Chile. A él le van a tocar cosas tremendamente importantes, empezando sin más con el hecho de que le va a tocar instalar la nueva Constitución. Eso ya es algo muy significativo… algo reformista y al mismo tiempo profundamente revolucionario, retomando lo anterior. Hemos pasado treinta años tratando de deshacernos de esta Constitución y ahora que es casi una realidad, no da lo mismo quién instale la nueva Constitución.

Segundo, esta Constitución va a empezar a funcionar en un sistema donde todavía la iniciativa legislativa la va a tener el presidente de la República. Por lo tanto, es fundamental que el presidente crea en los cambios que la nueva Constitución trae. El gobierno de Gabriel creo que no plantea la misma velocidad de las reformas que planteábamos nosotros, pero sí se mueve en la misma dirección.

Yo he sido tajante con mi insistencia en hablar más de trayectos que de proyectos. Son dos cosas distintas: un proyecto es algo que está completamente definido y que no admite discusión. Un trayecto es un horizonte hacia el cual moverse. Yo creo que Gabriel va a iniciar ese proceso de cambio de dirección para que Chile se empiece a mover en un trayecto dirigido hacia un país más solidario y socialmente justo, feminista, paritario, plurinacional, intercultural y plurilingüe, con un enfoque de derechos.

Entonces, si me preguntan cual es el mensaje para los que no «creen», es que, más allá de cuánto logremos, va a ser el inicio del camino; y esto es lo más relevante, porque lo más urgente es trabajar la subjetividad del pueblo de tal manera que al gobierno de Gabriel le siga uno capaz de continuar la transformación y que no venga otro capaz de desmantelar lo que logremos. Las transformaciones, todos sabemos, no se van a hacer ni en dos ni en cuatro ni en doce años; son un proceso que tiene que sostenerse en el tiempo y que, por tanto, sin apoyo popular de base carece de futuro.

 

Ahora que estamos hablando de mentalidades sociales, tal vez la noticia más impactante de estas elecciones ha sido el apoyo significativo que obtuvo una fuerza política de extrema derecha como la de José Antonio Kast. ¿Como se puede explicar el ascenso repentino de un partido político que se posiciona a la derecha de la UDI, es decir, a la derecha de un partido que efectivamente legalizó la dictadura de Pinochet?

Las crisis siempre vienen acompañadas de incertidumbre, y esa incertidumbre lleva a la gente a elegir entre dos opciones: o continuar con el modelo o enfrentarlo. Eso sucedió, por ejemplo, en Estados Unidos, donde en las elecciones de 2016 había dos opositores al modelo: Sanders y Trump. Luego, cuando sale del juego Sanders, Trump quedó solo: un opositor al modelo de la globalización, pero sin ser enemigo del neoliberalismo (como sí era Sanders). Cada vez más a menudo, sucede que cuando algún candidato es presentado como de continuidad —como lo era Hillary Clinton, para seguir con el ejemplo estadounidense—, la gente lo rechaza.

En Chile se puede dar algo similar a Trump, porque Kast también es una figura de oposición, aunque sea de extrema derecha. Es una figura que consigue empatizar muy rápido con algunas de las incertidumbres que el pueblo tiene. Consigue movilizar el odio hacia lo desconocido, hacia la inmigración, y dialoga con las ansias de tranquilidad, solo que convirtiéndolas en un deseo conservador de orden.

Lo que algunas personas no entienden es que la proyección de la desigualdad hacia el futuro aporta todo menos paz y tranquilidad. Si en la segunda vuelta Kast fuera mano a mano contra alguien que representara la continuidad, es muy probable que Kast saldría ganando. Es por eso que aquí la única alternativa es Gabriel, porque también es contrario al modelo.

Hoy día Kast elabora un discurso que toca algunas fibras esenciales de una subjetividad tremendamente básica, tremendamente desinformada y al mismo tiempo tremendamente dúctil. Elabora un discurso del odio y eso prende en un segmento de la población, por diversos motivos económicos y sociales. Igual, seamos claros: Chile no le tiene rechazo a los migrantes; hacia lo que hay rechazo es hacia la pobreza. Al fin y al cabo, es un tema de clase, porque los extranjeros ricos son muy bien recibidos en nuestro país.

 

Hay otro derechista que también figura en los titulares hoy en día, aunque sea por su presencia en los Pandora Papers. Mientras algunos sectores están llamando a destituir al presidente Sebastián Piñera por su papel en la venta de la minera Dominga, tomaste otra postura. Queríamos saber si podrías explicar tu llamada a la renuncia y no la destitución del presidente.

A mi me parecería muy triste para Chile que destituyeran al presidente por problemas de corrupción cuando no fueron capaces de destituirlo cuando violó los derechos humanos y cometió crímenes de lesa humanidad.

Yo creo no van a estar los votos, pero para mí es mucho más grave la violación a los derechos humanos que la corrupción. Y tampoco son los primeros casos de corrupción que conoce Chile acerca de su presidente. En la década del 80 fue prófugo de la justicia por robarse un banco entero; fue el protagonista de una estafa. Estados Unidos le tiene dos procesos abiertos por utilización de información privilegiada, que en EE. UU. implica cárcel, porque atenta contra el funcionamiento de los tan sagrados mercados.

Tiene causas abiertas además por negociación incompatible y uso de información privilegiada. Si EE. UU. hubiera querido impedir que este señor asumiera, ya lo tendría preso y habría pedido su extradición. Pero por algo es presidente. Viajó tan raudamente a  saludar a Trump y a sentarse con él, a pedirle que detuviera todos los procesos judiciales en su contra.

La derecha en Chile toda la vida ha votado por ladrones y ha votado por delincuentes. Contradictoriamente, los que votan por ladrones después se quejan de la delincuencia. Por eso yo preferiría, si tuviera el presidente algo de dignidad, que lisa y llanamente renunciara.

 

Queríamos conversar un poco sobre tu gestión en Recoleta. Recientemente ganaste la reelección en la comuna y, al ver que varias prácticas novedosas de Recoleta fueron retomadas en otras comunas, parecería que algo anda bien ahí. Tal vez primero podrías explicar lo que has hecho en tu comuna y luego explicar qué implicancias podría tener eso para Chile. 

El ordenamiento jurídico de Chile establece que el país es un Estado subsidiario. Eso significa que se da por sentado que nunca son suficientes los recursos para atender todas las necesidades de la población y que, por lo tanto, el Estado no puede meterse en ningún acto de comercio ni puede participar de la producción; para resolver los problemas de aquellos que son su propio salario y su autonomía plena, el Estado tiene que entregar subsidios. Cuando alguien no puede pagar de su propio ingreso un tratamiento médico, el Estado va y le subsidia, le pasa la plata para que le pague al precio que cobre el sistema privado ese medicamento o ese tratamiento.

Nosotros empezamos a buscar una formula para intervenir un mercado que se había acostumbrado a ser muy abusivo. Podíamos salir a jugar un rol económico de intervención del mercado fulminante. Pero, ¿como debía hacerse? No fijando precios. Si comprábamos a un valor y vendíamos al mismo valor, ya no era acto de comercio y por lo tanto no infringíamos la ley ni la Constitución. Entonces creábamos un programa de subsidio indirecto a la oferta, poniendo, por ejemplo, un programa de acceso a medicamentos que implicaba pagar los costos operacionales de las farmacias populares y así comprábamos al valor que venden los laboratorios y vendíamos al mismo valor sin recargar nada. Eso quebró el merado.

Con las librerías hicimos lo mismo. Hicimos un programa municipal de fomento de la lectura, donde el municipio, a través de la corporación de cultura, paga los costos operacionales de la librería y logramos bajar un 60% del valor de los libros. Nadie nos puede alegar que estamos atentando contra el mercado porque no hacemos eso. El mismo procedimiento lo extendimos a todo: a los lentes, a los audífonos, ahora vienen los implantes dentales, los implementos de higiene, la música…

Ahí fue cuando cambiamos tanto la subjetividad. Porque, además, develamos un secreto: los medicamentos tenían 3000% de utilidades. Entonces cuando tú llegas con un proyecto como este y logras abaratar 95% del valor del mercado un producto, rompes el mercado pero además le dices a la gente «se están riendo de nosotros, están abusando» e inicia un momento distinto en la política, que tiene dos elementos fundamentales: la disputa del campo popular y el ataque directo al modelo de concentración y de abuso.

 

¿Y qué chances hay de que eso se expanda a nivel nacional? ¿Tal vez se dé por la vía constitucional?

Seria ideal que fuera así. Hemos logrado expandir la farmacia popular: hubo más de 170 comunas de chile —de un total de 345— que copiaron nuestro modelo. Después nos agrupamos todas las farmacias municipales y constituimos una asociación de farmacias que, además, hace el poder comprador, y por lo tanto salimos a intervenir en el mercado. Ahora tenemos la primera farmacia de la cadena de municipios, donde además se venden audífonos, lentes, etc.

Por cierto, una intervención de este tipo tiene mucho que ver con la teoría del decrecimiento, en donde la invitación no es a pensar las grandes economías de escala que han llevado a las bajas de costos, sino la autosustentabilidad de los ecosistemas. Queremos trabajar en el ámbito de lo local, que yo creo que es un ámbito del Estado que ha sido despreciado por todas las fuerzas políticas de derecha y de izquierda.

 

Para ir cerrando, la Asamblea Constituyente ya empezó a abordar las cuestiones más de fondo de la escritura de la nueva Constitución. ¿Cómo ves el avance del proceso? ¿Dónde residen los puntos más delicados?

Yo veo que el proceso viene muy bien. Ha ido avanzando porque, como la derecha no logró el tercio, hay la mayoría suficiente para avanzar de manera muy fluida. Los nudos más fundamentales van a ser el tipo de Estado, el sistema político y el catálogo de derechos sociales. Cuando hablo del tipo de Estado es para incorporar el tema del Estado plurinacional, intercultural, plurilingüe, feminista y paritario. Cuando decimos sistema político, hacemos referencia a que esperamos pasar hacia un sistema semiparlamentario o semipresidencial, donde además haya un Parlamento unicameral y no bicameral, con un catálogo de derechos bastante más nutrido que el que existe hoy día.

El ultimo punto es cuántos elementos de democracia directa le vamos a incorporar al sistema para asegurar que la ciudadanía pueda permear el sistema político cada vez que lo sienta necesario. Y, por último, cómo vamos a enfrentar la crisis climática y cómo vamos a establecer la recuperación para un proyecto nacional de desarrollo.

Hay que mirar con mucho detenimiento la teoría del decrecimiento. Tenemos que entender que crecimiento implica más producción y más consumo, y que más producción y más consumo implican mas depredación sin redistribución de la riqueza. Sin un combate efectivo y frontal al mercado del lujo, ponemos en riesgo el planeta. ¿De qué sirve tener un auto v8 o v6, que logra correr a 350 kilómetros por hora, si no hay ninguna carretera en el mundo en donde se permita correr a esa velocidad?

Hoy día, si tú le preguntaras a cualquier persona en el mundo, casi con seguridad aceptaría decir que la emergencia climática es producto de la acción antrópica, es decir, que es la especie humana la que ha puesto en jaque al planeta. Sin embargo, eso es falso: no es la especie humana. Es el 1% más rico de la especie humana. No son los pobres del mundo los que, por ejemplo, comen sandías en junio en el hemisferio Sur. Nosotros, en Chile, tenemos sandias en diciembre, enero, febrero y algo de marzo. Cuando alguien en Chile quiere comer sandías en junio, va a uno de los supermercados de lujo y compra una sandía, pero que está producida en Florida. Ese tipo de consumo establece una relación predatoria con la naturaleza y debe cesar.

*Fuente: Jacobinlat

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