7 de noviembre de 2021
Este martes, en la portada del suplemento económico de La Tercera podía leerse:
“Cadem: el 44% cree que será más caro pedir un crédito hipotecario con el fin de las AFP”.
Dos días después, el jueves, otra encuesta sobre las AFP aparecía en la misma portada del mismo medio.
“Encuesta: 93% quiere que fondos de pensiones se puedan heredar”.
Dos encuestas en tres días, ambas con conclusiones favorables a la industria de los fondos de pensiones. ¿Coincidencia? Claro que no: ambas fueron encargadas y pagadas por la Asociación de AFP.
El 12 de septiembre, el titular principal de la portada de El Mercurio fue “Encuesta revela amplio apoyo de apoderados de colegios públicos y privados a la libertad de enseñanza”. Sólo en las páginas interiores se mencionaba que la encuesta fue encargada por Conacep, el ente que agrupa a dueños de colegios particulares.
Los dueños de las AFP y de los colegios no pagan esas encuestas para entender mejor a los chilenos, sino para obtener titulares favorables a sus intereses. Es cosa de ver las preguntas.
“¿Está usted de acuerdo con que, en caso de fallecimiento del trabajador, los fondos sean heredados por su familia?”.
Por supuesto, 93% a favor.
“¿Está de acuerdo con que los padres tengan el derecho a escoger el tipo de colegio que quieren para sus hijos?”.
Evidentemente, 98% a favor.
Los verdaderos dilemas son más complejos. Cuánto de propiedad y cuánto de solidaridad debe tener un sistema de pensiones efectivo. Si los colegios deben tener o no el derecho a seleccionar qué familias admite y a cuáles rechaza.
Pero esas encuestas son herramientas de propaganda, no de información. Como enseñaba Darrel Huff en su clásico libro de 1954 “Cómo mentir con estadísticas”, hay múltiples maneras de torturar los datos hasta obligarlos a confesar lo que uno quiere escuchar.
¿Pasa lo mismo con las encuestas electorales?
Desde la primera vuelta de 2017, cuando sobreestimaron la votación de Piñera y subestimaron la de Beatriz Sánchez, varios sondeos han fallado groseramente: algunos no vieron venir ni el 78% del Apruebo en el plebiscito, ni la irrupción de la Lista del Pueblo y el desfonde de la derecha en la Convención, ni el triunfo de Boric en la primaria, ni la victoria de Orrego en la gobernación metropolitana.
Antes del plebiscito apareció Numen, una empresa argentina de marketing digital pagada por la campaña del Rechazo, que ponía a esa alternativa con el 53% de las preferencias, contra 47% para el Apruebo. El Mercurio también “filtró” un sondeo de la ignota StatKnows, que mostraba que el Rechazo estaba “creciendo” en una estrecha disputa contra el Apruebo; ello motivó el hashtag #ElRechazoCrece, que arrasaba en Twitter en los días previos al plebiscito.
Estas operaciones recordaron aquellas perpetradas en el plebiscito de 1988, como la célebre “encuesta Skopus”, publicada en las portadas de El Mercurio y La Tercera el mismo 5 de octubre, que daba 55,3% al Sí contra 46,1% para el No (sí, sumaban el 101,4%).
La CEP, que hasta su fiasco de 2017 era conocida como “la madre de todas las encuestas”, apenas apareció con un sondeo hecho entre julio y septiembre, con 50% de indecisos. El vacío ha sido llenado por una avalancha de sondeos de los más distintos pelajes, que coinciden en mostrar a Kast en crecimiento y pasando a la segunda vuelta junto a Boric. En todo lo demás, hay discrepancias: algunas dicen que Kast va primero, otras que Boric lidera. Algunas dan ventaja a Kast para el balotaje, otras a Boric. Más atrás, dependiendo del sondeo, Provoste, Sichel y Parisi intercambian posiciones.
Hay habituales como Cadem, Criteria, Activa Research, Data Influye, UDD o Panel Ciudadano. Black & White, la encuesta del comando de Sichel, “anticipó” el triunfo de su candidato en las primarias, avizoró futuro esplendor para él en las semanas siguientes, y desapareció abruptamente de la faz de la tierra tras el desplome de su candidato. Ahora aparecen LabEstudios, La Cosa Nostra, Feedback, y empresas debutantes en Chile como Studio Público o Atlas Intel. Ya nadie barre las calles buscando puerta a puerta a su muestra, como lo hacía el CEP. Incluso las encuestas telefónicas están en retirada.
Ahora las metodologías son más baratas y rápidas. Pulso Ciudadano y Criteria usan paneles online. Atlas Intel publica anuncios en la web, y recopila las respuestas de quienes pinchan el link y responden la encuesta. En su último estudio, Feedback envió 208.854 mails aleatorios. 5.064 personas contestaron ese spam, con un “Feedback” del 2%.
Son mecanismos que sobre representan a los dispuestos a participar en un panel, pinchar un aviso o contestar un correo masivo. ¿Puede ese pequeño grupo de entusiastas, ponderados por sexo o edad, representar fielmente a los millones de chilenos que irán a votar dentro de dos semanas? No tenemos la menor idea. En 2017, CEP y Cadem usaron modelos de “votante probable” para ajustar sus resultados; sólo lograron empeorar aún más sus predicciones.
El experto en comunicación James Carey decía que las encuestas “se adelantan al debate público que pretenden medir”, modificando la realidad que observan. Hoy vemos a parlamentarios cambiando de un candidato a otro como quien se cambia de calcetines, tirando lealtades y convicciones por la borda ante el pánico que provoca el resultado de un par de encuestas.
La ley tampoco ayuda. Desde este domingo rige una prohibición de publicar encuestas hasta la elección. Pero eso no evitará que los sondeos sigan circulando informalmente en las redes sociales, en un “mercado negro” que hará más difícil aun separar encuestas reales de operaciones de desinformación masiva.
George Gallup, el inventor de las encuestas electorales modernas, decía que los sondeos son fundamentales para la democracia porque “dan voz a la gente”. Lamentablemente, hoy es imposible saber hasta qué punto esa voz está distorsionada por problemas metodológicos, empresas chapuceras o campañas de desinformación.
La respuesta la tendremos dentro de dos domingos.
*Fuente: La Tercera
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