Hay gente hipócrita, camaleona, mentirosa, pero Ricardo Lagos, "para decirlo en buen chileno", ¡la cagó!
por Ricardo Lagos (Chile)
5 años atrás 17 min lectura
En política, sino se quiere cometer errores, es una condición básica saber que piensan las fuerzas adversarias, divergentes, de nuestras ideas, planes, sueños. Por ello es indispensable leer lo que dice hoy Lagos, pues su discurso será hecho suyo por una buena parte de la elite chilena, para poder disponer de una respuesta coherente a lo que exige hoy la mayor parte de la ciudadanía. A fin de ayudar a la lectura de ‘los cantos de sirena’ de Lagos, nos permitimos recordar algunos hechos de su actuación los últimos 16 años:
Resultan absolutamente grotescas y penosas las ideas que expone Lagos hoy, habiendo ganado, por su gestión de gobierno, los más exultantes elogios de la derecha nacional e internacional. Es irracional que no se de cuenta que él fue un artífice fundamental en la creación de la situación que hoy vive el país.
Veamos un par de ejemplos:
César Barros, empresario y economista, señaló, el día que entregó el mando, que «Lagos fue el mejor presidente de derecha de todos los tiempos» («La Tercera»; 11-3-2006).
El siniestramente famoso empresario pinochetista, Ricardo Claro, en lo que probablemente fue la última entrevista de su vida, dijo: «Lagos es el único político en Chile con visión internacional, y está muy al día. No encuentro ningún otro en la derecha ni en la DC» («El Mercurio»; 12-10-2008).
Y el adlátere de Milton Friedman en la escuela de Economía de Chicago, Arnold Harberger, señaló en 2007: “estuve en Colombia el verano pasado participando en una conferencia, y quien habló inmediatamente antes de mí fue el ex presidente Ricardo Lagos. Su discurso podría haber sido presentado por un profesor de economía del gran período de la Universidad de Chicago. El es economista y explicó las cosas con nuestras mismas palabras. El hecho de que partidos políticos de izquierda finalmente hayan abrazado las lecciones de la buena ciencia económica es una bendición para el mundo» («El País», España; 14-3-2007).
Daniel Matamala en columna en CiperChile recuerda el inolvidable resumen que hizo el presidente de los banqueros, Hernán Somerville, de Ricardo Lagos, cuando dejaba la Presidencia: «Mis empresarios aman a Lagos».
La Redacción de piensaChile
RICARDO LAGOS
Presidente de Chile
2000-2006
La tarea que viene estará marcada por dos realidades ineludibles: por una parte, asumir que estamos creando una Constitución para el Chile del siglo XXI, esto es un país cruzado por la Revolución Digital y todas sus derivaciones; por otra, sacarnos plenamente de encima los resabios de aquellos 17 años de afán refundacional de Chile impulsados por la dictadura.
No fue sólo la Constitución del 80. Fue el ideologismo extremo donde se colocó al mercado como determinante de la sociedad. Un neoliberalismo profundo, como en ninguna otra parte, cuya meta era hacer de cada chileno un consumidor más que un ciudadano y cuyo dogma era que el mercado ordena a la economía y al país. Las consecuencias negativas fueron germinando poco a poco porque cuando se es consumidor es el nivel del bolsillo el que determina cuales son los bienes y servicios a los que se puede acceder. Y la dignidad de cada cual se va socavando poco a poco cuando la desigualdad se incrementa. Es lo que heredamos. Es cierto que tras recuperar la democracia trabajamos con intensidad para romper la camisa de fuerza de leyes y reglamentos heredados de aquel régimen autoritario. Trabajamos para generar inclusión, bajar la desigualdad y expandir las libertades, todo lo cual está lejos del modelo neoliberal. No es poco haber reducido la pobreza de casi 40% a 12 % tras veinte años de gobierno. Pero aquello se hizo buscando sobrepasar las determinantes de una Constitución que –como más de alguno debe recordar– fue planteada por sus redactores como un cuerpo jurídico que, cuando llegue la hora que otros gobiernen con apoyo ciudadano, el Estado subsidiario sea muy difícil de cambiar. Hicieron una constitución pétrea y en ella se apoyó la oposición de derecha para enfrentarnos en cada paso que nos propusimos dar en favor del desarrollo social. ¿Acaso puede haber un signo más evidente de esa concepción del poder que los 500 días establecidos entre el plebiscito, donde ganó el No, y la entrega del gobierno? ¿O no es para constatar ahora el abuso implícito en haber publicado leyes de amarre y otras muy determinantes para el futuro del país en el Diario Oficial un día antes de asumir el presidente Aylwin? Quien vea esa edición no podrá creer lo grueso y extenso de ese periódico oficial del 10 de marzo de 1990. Por eso, es claro lo que cabe construir ahora: volver a la plena dignidad del ciudadano como actor principal y determinante en el devenir del país.
Si estamos claros en ello, está la otra determinante: saber actuar para el país que viene. Cuando recuperamos el derecho a elegir democráticamente un presidente aún asomaba tímidamente lo que devino en Revolución Digital. Si en 1994 se puso en marcha Internet con el hipertexto y la sigla www, es en 2007 cuando se crea el iPhone capaz de traernos a la palma de la mano un nivel de conocimiento que nunca soñó poder tener el ser humano. Y con ello emergieron las redes y esa capacidad de los ciudadanos de crear sus propios flujos de información, concordar intereses y articular acciones con otros miles. Las protestas que hemos visto en buena parte del mundo tienen un sentido mucho más profundo de lo que a primera vista aparece: allí está el cansancio de la ciudadanía con las élites.
En esta sociedad de hoy, especialmente entre los jóvenes, existe la capacidad de conocer otro mundo, mucho más completo, mucho más amplio y, a partir de eso, formar sus ideas y valores. Esto significa, como algunos lo han descubierto, que el ser humano ya no necesita de muchos intermediarios, puede actuar por si mismo. Es más, está la idea de prescindir de ese intermediario antes esencial: el profesor y sus libros marcados, el guía religioso y sus determinantes morales, el intermediario político ante la autoridad. Todo eso lleva no necesariamente a una democracia directa, pero si a una rebelión frente a quienes siendo representantes toman decisiones sin escuchar realmente a quienes los eligieron. Hay que entenderlo en esta hora de Chile: la política ha pasado a ser mucho más horizontal que vertical.
Y eso es lo que hoy tenemos en las manos al mirar esos momentos claves de nuestra historia. Por una parte, la urgencia de dar al Estado los poderes reales de gestar políticas públicas que miren las estadísticas sociales por encima de las estadísticas económicas. Un Estado ordenador, conductor, que traza las coordenadas que orienten con claridad el camino de futuro nutriéndose de las oportunidades de la Revolución Digital. Un Estado concentrado tanto en las demandas de lo inmediato como en el largo. Por otra parte, tener un país que otorga al Mercado la fuerza de generar crecimiento y consolidación de su apertura al mundo. Un mercado donde la innovación sea su constante para identificar oportunidades. A la vez, un mercado con ética y normativa autorreferente donde los abusos y las colusiones sean ajenas al concepto del empresario exitoso. Un país con una Sociedad sólida en protecciones y oportunidades, un Mercado innovador y exitoso en el crecimiento, más un Estado fuerte, conductor y eficiente son las determinantes donde cabe definir la gobernabilidad contemporánea. Ese es el desafío que tenemos.
Hoy sabemos que hay distancia y falta de confianza con aquellos que fuimos elegidos de acuerdo con esa carta constitucional. No es fácil entender desde hoy como esa institucionalidad heredada, que era imposible de modificar en profundidad, fue el escenario dentro del cual trabajamos por crear avances y nuevos desarrollos para la sociedad. Por ejemplo, las modificaciones que se hacen en mi período presidencial, siendo importantes, tienen la modestia de referirse solo a que en ese momento el desafío mayor y más inmediato era resolver los enclaves autoritarios. Esto es, aquellas disposiciones que hacían que ese texto constitucional no fuera democrático ante los ojos del mundo. Fue un logro porque pudimos cruzar el estándar mínimo, pero obviamente quedó allí el ideologismo que impregnaba la constitución de Pinochet aferrada a una adoctrinación neoliberal extrema como el eje articulador de la sociedad chilena. Siempre la constitución, no obstante sus modificaciones, siguió siendo una camisa de fuerza a la cual teníamos que sujetarnos todos los gobernantes. Eso es lo que no podrá ocurrir ahora. Será difícil el camino, pero por primera vez, en la historia de Chile, tendremos una Constitución surgida desde las bases ciudadanas.
Hemos llegado al 2020 y de aquí a 24 meses deberemos estar claros a los menos en dos visiones esenciales: un nuevo Pacto Social, cuyo referente esencial sea la nueva Constitución, y un Plan de Desarrollo Sustentable, donde la interacción entre educación, salud, pensiones, productividad eficiente, distribución justa e innovación de vanguardia constituyan un todo. Es allí donde, a mi juicio, hay ciertos puntos ineludibles. Los enumero:
1.- El Marco de un Nuevo Entendimiento Ético. Estamos llamados a trabajar en un contenido constitucional capaz de replantear un nuevo modelo de desarrollo, centrado en el ser humano. Y ello con un nuevo trato en lo económico donde tengamos una situación impositiva que sea justa, simple y comprensible para todos. Pero reclama un nuevo entendimiento donde es esencial que hagamos todos una introspección y esto tiene que ver con los valores morales por los cuales nos estamos rigiendo crecientemente. Ha habido aumento de ingresos, hay más sectores en clase media, al igual que incrementos de mejor calidad de vida por todo Chile. El consumo ha ido en aumento, pero ¿cómo compatibilizamos eso con los valores de una vida austera? ¿Cómo compatibilizamos eso de manera que no haya un consumismo por el mero consumismo? Ha llegado el momento de preguntarnos qué ha pasado en la sociedad chilena en donde las más altas autoridades, en distintos campos de la esfera social, se han visto involucradas en situaciones donde la sociedad ve como la búsqueda de una mejor vida puede darse por cualquier vía, aunque sea ilícita. Debemos preguntarnos de dónde surgieron tantos que para tener más ingresos no dudan en coludirse para imponer precios más altos o caer en la corrupción. Aquí estamos en presencia de valores muy profundos en donde también tendríamos que hacer una mirada crítica hacia lo que nos ha pasado como país en estos años.
2.- Mecanismos de escucha y seguimiento del pensar ciudadano. Tras la decisión que derive de la consulta plebiscitaria de abril y la elección de quienes estén directamente involucrados en la tarea, emergerá la urgencia de definir las modalidades de ella, donde los grupos de trabajo que se formen tengan la necesidad de una interacción concreta y directa con la ciudadanía. Las propuestas deben estar impregnadas de esa interacción. Es histórico lo que así hagamos porque los chilenos aspiran a ser escuchados. Cuando se puso el debate constitucional y antes de los cabildos durante el gobierno anterior, desde nuestra Fundación invitamos a chilenas y chilenos a dar su opinión sobre qué elementos debiera contener la Constitución y terminamos con miles de ciudadanos participando con sus ideas en un sitio en la web que se llamó Tu Constitución a partir del cual, tomando las ideas más importantes, fue posible generar una propuesta impresa y on line conocida como Nuestra Constitución escrita por los chilenos directamente. Este tipo de experiencia debiera ser considerada en la forma en que se actúe a futuro. Lo importante es asumir que toda la orientación estratégica que demos a la economía y a la estructura social de Chile en el siglo XXI será válida si la ciudadanía la siente como propia, como consecuencia de un debate donde la participación fue real e influyente.
3.- Poderes del Estado y Tribunal Constitucional. El equilibrio entre los tres Poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) debe sentar suficientes coherencias que no lleven a intervención desequilibrante de otras entidades importantes del Estado. Así, la existencia de un Tribunal Constitucional debe tener un funcionamiento definido para circunstancias muy especiales de diferendos entre poderes del Estado. La Constitución deberá cuidar que tal entidad no sea usada y abusada como ocurrió en los años recientes, en especial ante iniciativas de los gobiernos progresistas del país. Cuando se lograban ciertos acuerdos y se obtenían las mayorías necesarias para ciertas leyes, vimos cómo se recurrió al Tribunal Constitucional para que éste aplicando “el verdadero espíritu de la Constitución”, pudiere derogar las normas tan trabajosamente negociadas con la oposición.
4.- Consensuar un crecimiento económico y políticas sociales a largo plazo. Es indispensable para enfrentar esta crisis definir como prioridad un crecimiento que mire los 10 o 15 años próximos. Tenemos posibilidades de hacerlo porque tenemos un nivel de endeudamiento público del orden del 30% del PIB que es relativamente bajo para estándares internacionales; con una política de estrategia larga podemos pasar a un nivel de deuda pública del 38 a 40% del PIB. Pero esto con un principio político constante: crecer para distribuir y distribuir para crecer. Debemos hacerlo entorno a un crecimiento que enfatice la capacidad de recuperar los niveles de infraestructura del pasado y para ello utilizar el Fondo que hasta ahora no se ha impulsado con más eficacia. Debemos hacerlo además con una mirada larga del tipo de desarrollo; cuales son las nuevas riquezas donde sustentar nuestro crecimiento tanto tangibles como intangibles; cómo se aprovechan las nuevas oportunidades provenientes del Big Data y las nuevas tecnologías; asumir el potencial de fuentes de trabajo implícito en ser el país que despierta e inicia el día cuando los de Asia van a dormir: podemos ofrecer la continuidad productiva; asumir el tema del agua con todos los desafíos ligados al reciclaje como a la desalinización posible con energías renovables de costos menores. Robótica y fuentes de empleo es una realidad en tensión que obliga a pensar en un nuevo Chile allí presente. Este es el marco para concordar que hoy parte de este crecimiento debe ser para distribuir y ampliar el consumo que lleva a seguir creciendo y parte debe ser para invertir.
Para hacer lo anterior, es indispensable junto a los poderes ejecutivo y legislativo y órganos auxiliares como el Banco Central, concordar tanto con el ámbito público como con el privado (Sociedad Civil organizada, Sindicatos, Empresas y Pymes) un camino claro para dicho crecimiento. Es este tal vez el elemento más importante que está pendiente en esta crisis, habiendo definido el itinerario institucional del punto de vista de la Constitución, cabe definir las palancas esenciales en que concordamos para recuperar el crecimiento que estamos perdiendo. Reconozcamos que en los últimos 10 años hemos perdido el ritmo de crecimiento que tuvimos en los primeros 20 años desde que recuperamos la democracia. Aquí es necesario el núcleo de trabajo de todos los actores interesados y para ello la convocatoria tiene que ser realizada al brevísimo plazo por los poderes del Estado. Así como tenemos relativamente ordenadas las medidas inmediatas a tomar ahora con el producto de la reforma tributaria y los 2.200 millones de dólares disponibles para las áreas que están ya definidas, tenemos inmediatamente que consensuar la mirada de largo plazo. Y con ello el sistema impositivo que le de sustento.
5.- Tener un sistema tributario justo. En el mundo moderno se requiere un sistema tributario progresivo, esto es progresivo en tanto se recauda más a partir de aquellos que tienen y reciben más, ya sean las rentas del trabajo o las del capital. Hay entonces dos definiciones gruesas que hacer: la primera, cuál debe ser el nivel de los impuestos de un país y la segunda, cómo aseguramos que ese nivel de impuestos sea progresivo de manera que haya una diferencia entre los ingresos de las personas antes y después de pagar impuestos y hacer las transferencias del Estado. Allí es donde se disminuye la desigualdad.
Norberto Bobbio, pensador italiano, dice que en toda democracia debe existir un mínimo civilizatorio. Esto es, aquello donde “todos los ciudadanos seamos a lo menos iguales en algo”. Lo tomo como referencia para preguntarnos: ¿cuál debe ser ese mínimo civilizatorio que busca establecer la sociedad chilena y para satisfacer ese mínimo de bienes y servicios cuyo acceso es garantizado por la nueva constitución chilena? ¿Cuál debe ser la carga impositiva para garantizar que se entregarán esos mínimos? Esta es la pregunta más importante. Hoy la carga tributaria está en torno al 20%, pero es casi la misma de fines del gobierno de Aylwin, mientras el país ha multiplicado su ingreso per cápita casi cinco veces. Y hemos llegado al absurdo que de los ingresos del Estado casi el 50% proviene del IVA, este es el impuesto más regresivo de todos, aquel que paga hasta el más humilde cuando compra un kilo de pan. Con este sistema se ha ido produciendo una creciente insatisfacción porque este aumento en el ingreso de las personas lleva un consiguiente aumento en la demanda de la producción de bienes y servicios públicos. Es aquí donde está, a mi juicio, el meollo de la insatisfacción de hoy. Ha habido por cierto otros elementos que lo explican, pero el elemento central ha sido la incapacidad de crecer en la provisión de los bienes que la ciudadanía demanda cuando ve que el país es otro, pero su vida es de carencias. Debemos ser claros en definir ahora un itinerario de mediano y largo plazo en el incremento de los impuestos: que nos permita endeudarnos ahora para invertir y volver a crecer.
6.- Sistema de servicios públicos con alta participación ciudadana. Ya sea en servicios como agua, caminos, sistemas de salud, instituciones de educación u otros la voz ciudadana debe estar presente. El poder local es donde aquello se hace más evidente. De ahí la importancia de alcaldes, concejales y los municipios. Cuando las políticas públicas se definen a partir de los consumidores, las políticas públicas inevitablemente se cargan a favor de los que consumen más porque son los que tienen los mayores “votos” respecto de las políticas a realizar. Esa es la gran diferencia entre una concepción basada en los consumidores.es la economía de mercado la que impera. Cuando son los ciudadanos ellos deciden vía políticas públicas, cuál será el “mínimo civilizatorio” de esa sociedad. Si el país crece, el crecimiento también debe alcanzar a las nuevas demandas públicas de los ciudadanos. Esta ha sido la línea divisoria entre unos y otros. Es lo que cabe cambiar, con convicción real, en los diseños de las políticas públicas del futuro.
7.- Desarrollo con respeto al medio ambiente. Es cierto, el número de vehículos por persona ha aumentado y en buena hora. Pero junto a bienestares como ese, es necesario plantearnos formas de vida propias de un mundo moderno donde, a la vez, aumentemos la producción estando ciertos que no estamos infringiendo las leyes naturales. Queremos crecer, pero al mismo tiempo debemos preservar el medio ambiente porque estamos conscientes que el cambio climático es un hecho y que debemos cuidar el planeta Tierra porque, por ahora, no tenemos otro para seguir viviendo. Por lo tanto, tenemos que introducir también dentro de las variables económicas aquellas que nos permitan tener la tranquilidad de conciencia que, si la vida del ser humano en el planeta está en cuestión, sabemos tomar las medidas para que cada uno de nuestros países, sin importar si son grandes o chicos, contribuyamos adecuadamente a evitar el aumento de gases de efecto invernadero. Esa mirada debe ser cultura y costumbre. No olvidar que está allí el peligro, porque son esos gases los causantes del cambio climático en tanto permanecen más de 100 años en la atmósfera.
Es hora de acuerdos, sin eludir la emocionalidad política del momento. No es poco lo que nos cabe vivir a chilenas y chilenos. En cierta forma es preparar el país, sabiendo que ello siempre se hace sobre huellas del pasado con la mirada en el futuro. Ahora nos cabe concordar en cómo ordenamos este nuevo contrato social, donde los poderes y las instituciones republicanas recuperen la confianza de los ciudadanos. Hay muchas frases por estos días en las paredes de la ciudad, no pocas de connotación violenta que son inaceptables para la convivencia democrática. Para mi hay una más trascendente. Dice: “que la dignidad se haga costumbre”. Esa es la tarea principal de nuestro tiempo: “Que la dignidad se haga costumbre”.
*Fuente: The Clinic
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