Estallido social chileno y el rol de la “iglesia evangélica”: ¿indiferencia, statu quo, o voz por la justicia?
por Esteban Quiroz (Chile)
5 años atrás 9 min lectura
De cara a los últimos acontecimientos en Chile, donde un movimiento ciudadano transversal ha manifestado su descontento con las condiciones económicas, ecológicas y políticas de nuestro país, en el que prima el crecimiento pero crece la desigualdad, y donde las condiciones de existencia se hacen cada vez más precarias, además de los graves casos de corrupción política y abuso policial y militar, y violencia estatal que incluyen muertes y tortura, es legítimo preguntar ¿qué pasa con la llamada “iglesia evangélica”? ¿está en silencio? ¿está denunciando también la injusticia y acompañando a la gente? ¿siguen apoyando políticas neoliberales como se vio en la campaña política pasada? ¿siguen enfocados en la negación de la igualdad con las minorías sexuales como -parece ser- su única preocupación política?
Para responder a estas preguntas, sobre todo a las dos últimas, es preciso derribar un mito cual es creer que existe algo así como “la iglesia evangélica”. Los evangélicos siempre han sido una minoría religiosa desconocida, especialmente para las élites y los medios de comunicación masivos. Por ello, al pensar en ellos, se opera como si fuesen una sola iglesia, tal como es una sola la Iglesia Católica Romana. Pues bien, eso no existe, no ha existido, ni existirá en el caso evangélico.
Se calcula que existen alrededor de 4.000 iglesias evangélicas o protestantes en Chile constituidas como personas jurídicas de derecho público o privado. Todas son en principio independientes en todo aspecto, doctrinal, administrativo, financiero, etc. Pueden seguirse patrones para agruparlas, pueden rastrearse sus orígenes comunes o tener similitudes, pueden organizarse en organismos interdenominacionales o ecuménicos, pero ninguno de ellos logra reunirlas a todas, ni logra representarlas realmente. Aunque existen actores que mienten y falten al respeto al resto de sus hermanos, y pretendan hacerlo como ya ha pasado antes (ver el caso del ex obispo Durán, quien autoproclamándose representante de los evangélicos, ha desprestigiado a todos, luego de confirmarse la corrupción histórica de su denominación).
De esta manera, no podemos demandar una posición de naturaleza alguna a un ente que realmente no existe. Pero sí podemos observar si acaso hay voces evangélicas en todo este proceso, con toda su heterogeneidad, diversidad y polifonía.
En efecto, hay iglesias que están en un profundo, llamativo e inconsistente silencio, limitándose a llamar a orar por el país sin pronunciarse sobre el fondo del asunto, como rogando que vuelva la “normalidad”, este es el caso –hasta hoy y por ejemplo- de la Unión de Iglesias Pentecostales de Chile UNIPECH, compuesta por iglesias que antes no han tenido problema en posicionarse políticamente sobre temas públicos como la “ideología de género” y que tiene entre sus miembros iglesias como la “Metodista Pentecostal”, que fue oficialmente pro dictadura cívico-militar en los 70-80; hay también un conferencista chileno avecindado en Estados Unidos, llamado David Hormachea, que sostiene ser representante de los evangélicos debido a la fama de sus programas radiales y que fue quien llamó a votar por candidatos de derechas (Kast y Piñera) en las elecciones pasadas, que sostiene en vídeos grabados en Norteamérica que “Dios no permite la rebelión por ninguna causa, sean los sueldos bajos, sea porque se aumentan los precios, porque los ancianos no ganan lo suficiente, o por cualquier razón que usted escoja”, de esta manera fustiga el estallido social en Chile, diciendo que él y sólo él interpreta adecuadamente “la Palabra de Dios” en estas materias.
Estos grupos son además los que generalmente son visibilizados por los medios de comunicación, estos últimos que parecen solo difundir el morbo del “mundo evangélico”, que suelen dar pantalla en tv al “pastor Soto” que gusta de fustigar, insultar y calumniar a activistas LGTB; a Marcela Aranda del “Bus de la Libertad” de la ONG ultracatólica española “Hazte Oír” con las noticias falsas y comentarios sin rigor jurídico y científico que comparte sobre estos asuntos; o a quienes llaman a votar en nombre de Dios por sus preferencias políticas; o a quienes hacen mercadería de la fe y tienen dudosa reputación en materia financiera, pero invisibilizan, y no cubren la actividad de otros actores evangélicos y protestantes que trabajan en un sentido no solo diferente, sino incluso opuesto a estos grupos, que son pastores y pastoras con instituciones financieramente razonables y transparentes, con preparación teológica formal, que son académicos y/o servidores en fundaciones que ayudan a la gente de forma generosa y sin miramientos, que proclaman la fe evangélica respetando la libertad de conciencia, la separación entre Iglesia-Estado y el pluralismo político por el que los primeros evangélicos lucharon y pudieron crecer en Chile, los que no creen que la agenda valórica deba ser sobre los asuntos de conciencia y sexuales de los demás, sino los relacionados con la vida abundante, la dignidad de todos quienes llevan la imagen de Dios.
En efecto, hay iglesias evangélicas y protestantes que han tomado posicionamientos explícitos en materia de “defender los derechos del afligido (Prov 31:9)”; denunciar “el abuso con forma de ley (Sal 94:20)”; confrontar la opresión de los ricos contra los trabajadores (Stgo 5:1-8); llamar bienaventurados a los que tienen hambre y sed de justicia (Mt 5:6); denunciar la violencia de las autoridades contra su pueblo y los detenidos (Lam 3:34-36, Ez 45:9); incluso reflexionar pidiendo perdón por su anterior silencio o negligencia, cumpliendo una labor de denuncia de la injusticia de los gobernantes en contra del pueblo (Ez 16:49, Is 10:10, Sof 3:1-3), los pobres y los menos favorecidos (Zac 7:10), los quebrantados (Is 57:15), los que sufren violencia (Sal 103:6) y contra la acepción de personas (Job 13:10), entendiendo a Dios como aquel que no discrimina, ni toma cohecho, sino que ama el derecho y la justicia (Deut 10:17, Sal 33:5).
Tal es el caso de la Iglesia Metodista de Chile, iglesia vanguardista en la defensa de los DD.HH en tiempos de dictadura (perteneció a Comité Pro Paz, a FASIC, dueña de Radio Umbral) y que señaló por medio de su actual obispo que “no podemos dejar de decir que el sistema que gobierna es violento, saber que en nuestro país no hay acceso a una salud digna especialmente con los sectores más vulnerables de la sociedad; la existencia de una mirada mercantilista de la educación, que solo se preocupa del lucro; la falta de pensiones dignas en adultos mayores y discapacitados; los excesos en los costos de la vida, el abuso en el precio de los remedios… nos debe hacer pensar profundamente en la búsqueda de una sociedad que promueva la dignidad e igualdad entre todos los ciudadanos.”.
La Unión Bautista de Chile, por medio de su presidente señaló “Reconocer que no apoyamos los actos de violencia y tampoco apoyamos los abusos sistemáticos que se cometen en nuestro país, no nos libra de un silencio cómplice… hemos tomado una actitud silente, reduciendo lo valórico al aborto y la homosexualidad. Debemos arrepentirnos, porque si otros han usado la violencia para reclamar justicia, es porque nosotros no hemos levantado la voz en nombre del reino de Dios ni a favor de los más pobres.”;
La Iglesia Evangélica Luterana, iglesia histórica que fue liderada por el activista de DD.HH., pastor Helmut Frenz, señaló por medio de su Obispa que: “Como señala el versículo bíblico… la paz es fruto de la justicia. No necesitamos de militares en las calles, no necesitamos estado de emergencia, necesitamos de un nuevo orden social con estructuras más justas, equitativas y participativas… hacemos un llamado al gobierno a promover políticas públicas que permiten el acceso equitativo a los bienes comunes.”
La “Iglesia de Dios Misiones Mundiales”, señaló públicamente que “Rechazamos cualquier tipo de violencia que se quiera instalar en nuestro país. Como Iglesia expresamos nuestro mensaje conciliador pero también profético de denuncia del pecado sistémico (entiéndase esto como injusticias sociales, financieras, religiosas, políticas y de fuerza)… consideramos que los poderes políticos atiendan a la brevedad la solicitud de buscar una solución de fondo y no solo de forma a problemas que hace años han causado heridas en nuestro país”.
La Confraternidad de Iglesias del Pacto Evangélico de América Latina, que agrupa a más de 300 iglesias evangélicas señaló también: “Hemos visto la manera en que… han protestado con justa razón contra una estructura social chilena concebida sobre la base de la dominación, el abuso, la desigualdad y la inequidad. Hemos visto a un gobierno… poco empático y a fuerzas de carabineros y del ejército sin la capacidad suficiente para contener de buena forma o ejerciendo violencia desmedida. También hemos visto gente… que aprovecha la situación para delinquir y causar daño innecesario. No queremos juzgar… sino externar nuestro dolor compartido con toda la población”.
El presidente del Consejo Latinoamericano de Iglesias por su parte envió una carta abierta al Presidente de la República diciendo “Lo ocurrido… los últimos días es una dramática evidencia de que la convivencia democrática no es sustentable cuando la población experimenta a diario escandalosas desigualdades; y del riesgo que corren las autoridades cuando, ignorando la extensión y profundidad del descontento… lo interpretan… como un problema de seguridad y orden público.”
El Consejo de Pastores de Temuco y Padre las Casas también señaló que “No estamos… con aquellos que se aprovechan… para delinquir, robar y destruir los bienes públicos. Hacemos un llamado a las autoridades y a las fuerzas armadas y de orden a velar por los derechos humanos de las personas, evitando el empleo del uso excesivo de la fuerza, considerando que, desde nuestra perspectiva bíblica, la vida de toda persona es lo más sagrado y todo lo que atente en contra de ella, vulnera ese precioso don de Dios.”
De la misma manera la Red por la Vida y la Dignidad, compuesta por luteranos, metodistas, y pentecostales (entre ellos la histórica pastora pentecostal Juana Albornoz de la Iglesia “Misión Apostólica”) han entregado una carta en la Moneda para manifestar “plena disposición para sumarnos a eventuales iniciativas inclusivas de diálogo, o acciones públicas transversales de búsqueda de entendimiento, siempre y cuando se sustenten en el respeto y la empatía ante el cansancio y el enojo ciudadano.”
Todo ello, que es solo una muestra, es sin considerar a mucha hermandad que ha salido a las calles a marchar, muchas veces identificándose como evangélicos o protestantes, sino también simplemente como ciudadanos que cacerolean anónimamente, que saben junto con los profetas bíblicos que el “verdadero ayuno y el culto que agrada a Dios consiste en realidad en desatar las cadenas de opresión y no en abstenerse de comidas o hacer hermosos cultos, oraciones y cánticos”.
La iglesia evangélica no existe, existen las iglesias evangélicas, polifónicas, diversas, independientes. Unas guardan silencio que las posiciona en pro del statu quo, otras lo apoyan de forma expresa o mediante gestos institucionales, son libres de hacerlo; pero ya es hora de dejar la invisibilidad histórica de las otras voces, voces que dicen con aquel que liberó a un pueblo oprimido y esclavo “Claramente he visto cómo sufre mi pueblo que está en Egipto. Los he oído quejarse por culpa de sus capataces, y sé muy bien lo que sufren” (Éxodo 30:7).
-El autor, Esteban Quiroz, es abogado, evangélico, metodista, bloguero en “El Otro Canuto”.
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