Artículo del 27 de septiembre de 2019
La mafia ha dado un golpe de Estado.
¿Debemos felicitarla?
Que la feliciten los indignos, los periodistas a tanto el kilo, los empresarios de estómagos revueltos, los analistas con kimono, los neutrales que se despachan en la tele que ayer nomás se subastaba en el SIN.
Que la feliciten la mami de Gringasho, el tío del Cojo Mame, Martin Rivas, Kerosene y Montesinos.
La mafia gobierna desde ayer.
Al presidente Vizcarra le faltó pueblo, garra, cojones, brillos, asesores, planes y sinapsis.
Se le dijo, se le advirtió, se le sugirió y casi se le rogó. Que hiciera algo, señor presidente, que actuara, que se decidiera, que escuchara a la gente asqueada y acatara al asco mismo que se desbordaba. Pero está claro que en Palacio penan los decisivos fantasmas del miedo, del empequeñecimiento, del amor por las puertas falsas y los dilemas sin solución. En Palacio hay un duende maligno y capador.
El Congreso mafioso que iba a ser cerrado, que pudo disolverse de modo constitucional y a la luz del día, ha tomado por asalto el poder.
Nos gobierna la jefa de una organización que lavaba dinero, que es herencia de un ladrón de caudales públicos, que procede de las Chávez, los Colina, las Salgado.
Rosa Bartra es primera ministra de facto. Luis Galarreta dirige el Interior. Martha Chávez merece una embajada.
Celebraba ayer la mafia. Había arrasado con un gobierno que no encontró mejor respuesta que sacar a escena a Salvador del Solar para decir nada con dicción de actor y vacuidad de farándula.
Pobre gobierno. Pobre país. Pobres diablos. Pobres de espíritu.
Y ahora viene lo del Tribunal Constitucional, el nuevo botín de esa mafia fujimorista a la que se ha sumado, con comprensible regocijo, lo que queda del Apra después de ser la banda de García.
Con el TC en la mano, el Poder Judicial anuente, el Ministerio Público amenazado, el Congreso hecho madriguera, el Ejecutivo catatónico y los medios de comunicación domados por el susto y afinados por la CONFIEP, el golpe está consumado.
No habrá adelanto de elecciones. El gobierno que nos iba a fumigar la casa ahora negociara con el bichaje. Nos espera un bienio de secuestro. Nos esperan dos años de Vizcarra en manos de quienes lo lacearon y lo destituyeron sin necesidad de vacarlo.
Que esta sea una lección. Que de algo sirva este episodio. Con las mafias no se negocia. Y el aprofujimorismo no es una alianza de partidos: es una boda de conveniencia entre gente que teme estar en la lista de los codinomes y cuyo programa político consiste en tumbarse a los fiscales del caso Lava Jato.
Con las mafias no se dialoga. El fujiaprismo no es el partido civilista, no es el pradismo, no es ni siquiera el odriismo. No son los gamonales quienes están detrás de su agenda. No se trata del conservadorismo empresarial. No hablamos, cuando del fujiaprismo se refiere, de las viejas ideas de José de la Riva Agüero o de Víctor Andrés Belaunde. Cuando del fujimorismo hablamos no podemos omitir la longitud de su prontuario, el tamaño de sus crímenes, la hondura miserable en que situaron al Perú cuando gobernaron con Fujimori y Montesinos a la cabeza. Y del aprismo de Haya, nada queda. Queda un piso en París, una inmensa fortuna inexplicable y un grupo de guardaespaldas póstumos. Ya no queda del Apra ni “30 años de aprismo”, el libro en el que Haya anunció su viraje a la derecha. La diferencia es que el Haya al que entrevisté en su casa polvorienta de Vitarte era un hombre decente, un líder al que la persecución había hecho prudente y reflexivo. Volvería a morirse si viera en qué demonios se ha convertido lo que él dejó como legado.
Nos espera un gobierno pasmado y un Congreso que seguirá gobernando. Nos hemos vuelto democracia parlamentaria gracias a este golpe de Estado apenas disimulado. No hay ningún Cronwell en esto. Sólo hay un Becerril, varios traidores, una legión de grises.
Que nos sirva de lección. Que lean bien este capítulo los jóvenes que votarán en las elecciones del 2021. Si el fujimorismo que perdió las elecciones ha sido capaz de tumbarse a un presidente, liquidar a otro manteniéndolo como prenda y copar las instituciones desde el Congreso, ¿se imaginan lo que hará cuando llegue, si es que llega, a la presidencia?
No es una pregunta retórica. Ya vivimos esa experiencia. El tetudaje pretendió convencemos de que el fujimorismo había cambiado y que Keiko Fujimori corregía a su padre y rompía el cordón umbilical que la unía a las sombras. Qué ingenuidad.
Señor presidente de la república: no es posible enfrentar los bajos fondos de la política sólo con palabras. Usted debió presentar una cuestión de confianza cuando eso era todavía posible. Usted no debió aceptar jamás la dilación de las Bartra. Usted no debió esperar hasta el 30 de setiembre. Han jugado con su buena fe, señor, y se han vuelto a burlar del país. El entrampamiento, del que usted me habló en la entrevista que tuvo a bien concederme, ahora nos alcanza a todos. Y no hay salida a la vista. Su parsimonia, señor, ha permitido esta debacle democrática.
Ni adelanto de elecciones ni renovación ni desentrampamiento. Lo que nos aguarda será la ostentación de poder de dos partidos zombis que, calculando la languidez de su adversario, han precipitado todo y obtenido un triunfo sombrío e innegable.
Usted, señor presidente, mientras hablaba de que no cedería autorizó a su escénico primer ministro para que negociara una salida suave con la mafia. Y el primer ministro, señor, se enredó en compromisos con los representantes del aprofújimorismo.
¿Qué supuso, señor presidente?
¿Que aquellos negociadores hablaban en serio? ¿Que iban a cumplir? ¿Que eran fiables?
Y en todo caso, ¿por qué negociar por lo bajo con quienes había usted descalificado públicamente?
Eso no fue serio, señor Vizcarra. No fue limpio. Y ni siquiera fue ingenuo. Fue una manera de exhibir su debilidad.
Las fieras olieron sangre, entonces. Y decidieron atacar, cuando usted menos se lo esperaba. A las ovejas les suele suceder.
¿No sabía con quiénes trataba, señor presidente? ¿Los subestimó?
Ya no importa eso. Usted les ha entregado el país que hasta ayer pertenecía a aquel 70% de peruanos que apostaban por el adelanto de elecciones.
¿Y ahora?
No sé qué hará en las próximas horas, señor. Pero estoy convencido de que lo que decida será insuficiente después del literal golpe recibido.
La pregunta fatal es hoy esta: dadas las circunstancias, ¿por qué no cederle el paso, de una vez, a Mercedes Aráoz? De esa manera las cosas se sincerarían. La señora Aráoz aliada al aprofujimorismo es una perspectiva triste, ya lo sé. Pero es más melancólico aún ver a un presidente que iba a hacer lo que usted se propuso realizar, vuelto ahora un pálido rehén.
Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 461 27/09/2019
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