“El despotismo del gobierno de Marruecos nos conduce, quizás, a una guerra civil”
por Gorka Castillo (España)
6 años atrás 7 min lectura
Abdallah El Harif fue secretario general de Vía Democrática (VD), el partido de izquierda más importante de Marruecos y es hoy un implacable opositor al régimen alauí que dirige el país con mano de hierro. Reconoce que la represión del Makhzen ahogó la protesta de 2011 pero ahora está encontrando una férrea resistencia popular en el Rif y en la región minera de Jerada, “una zona muerta y sin proyecto de futuro alguno”. Abdallah El Harif (Meknes, 1946) es una voz carismática entre las clases populares. En su condición de responsable de Relaciones Internacionales de VD ha visitado a los militantes en el exterior para “reforzar la lucha en un momento muy difícil”.
Gorka Castillo:El gobierno de Marruecos se ha especializado en silenciar las protestas populares. Lo hizo en 2011 con el Movimiento 20 de febrero y el pasado año en el Rif. ¿En qué situación se encuentra el movimiento de resistencia?
Abdallah El Harif:La movilización del Rif se ha extendido a la provincia de Jerada, una región carbonífera fronteriza con Argelia que hoy está muerta, completamente olvidada por parte de los poderes públicos. El problema es que estas oleadas sólo tienen impacto cuando llegan a las grandes ciudades como Casablanca y Rabat. ¿Y cuándo ocurrirá esto? No lo sabemos. Sin embargo, nos estamos preparando para la llegada de ese momento porque no es algo improbable que suceda, vista la situación actual. El problema que tenemos es que, efectivamente, en Marruecos existen frenos sociales. Por ejemplo, las clases medias y algunos partidos de la izquierda propagan el miedo a las revueltas populares y piensan que la estabilidad actual del país, por muy falsa que sea, siempre será mejor que una transformación política profunda. Yo, sin embargo, pienso que una estabilidad bajo el despotismo actual nos conduce, inevitablemente, a situaciones mucho más graves. Quizás una guerra civil.
G. C.:¿Creen que la confrontación es inevitable?
A. E. H.: Luchar por la estabilidad cuando la situación del pueblo es deplorable es inadmisible. En Vía Democrática (VD) luchamos para incorporar más fuerzas al movimiento pacífico de resistencia que se ha creado en Marruecos para extenderlo por todo el país. Trabajamos para crear un frente opositor lo más amplio posible, ya que el cambio sólo puede llegar si millones de personas salen a las calles de forma no violenta. El papel de los partidos políticos y de los movimientos de izquierda es intentar la unificación de la protesta contra el Makhzen. Esa es nuestra estrategia. Cuando comenzaron las protestas en el Rif, el lema era apoyar el Hirak (el movimiento) para extenderlo al resto de Marruecos sin utilizar la violencia. La violencia no debe venir de nuestro lado sino de la otra parte, del régimen, para que él sólo se sitúe en una posición de ilegalidad.
G. C.: Entonces, ¿la represión es un arma de doble filo para el régimen?
A. E. H.: Efectivamente. En mi opinión, el gobierno actual actuó de manera irresponsable en el Rif y lo está repitiendo en la región de Jerada. La represión sólo contribuye a que la rabia crezca. Hemos visto a los intermediarios oficiales ir a estas dos regiones y prometer programas de desarrollo que han quedado en papel mojado mientras suprimía cualquier iniciativa de diálogo con el VD y con Al Adl wal Ihsane (Justicia y Caridad), las únicas fuerzas populares capacitadas por mediar en estos dos conflictos. Eso es muy grave. Esa política no la practicaba ni Hassan II, que reprimía con fiereza pero permitía algunos espacios de expresión a las fuerzas de oposición. Hoy, el Makhzen no quiere diálogo ni tolera la resistencia. Todo esto está provocado que la política oficial viva en un mundo y el pueblo en otro diferente, separados por un abismo enorme e irreconciliable. Si sigue así y no revisa sus políticas, se encaminará hacia el suicidio.
G.C.: Las elecciones de 2016 fueron boicoteadas por Vía Democrática, ¿Qué coste político tuvo?
A. E. H.: No podemos decir que el boicot que propusimos haya tenido gran impacto sobre el régimen. Afirmar lo contrario sería mentir pero, a pesar de todo, votó muy poca gente. No más del 20% del electorado. Nosotros decidimos mantener activo ese boicot hasta el día de hoy y estamos explicando los motivos en los barrios populares de todas las ciudades de Marruecos. Nuestra resistencia no es una posición de principios sino que es puramente táctica. Pensamos que no tenemos nada que ganar dentro de este régimen. Las elecciones en Marruecos carecen de garantías e impiden que el Parlamento sea la caja de resonancia de los problemas reales del pueblo. A esto hay que añadir que toda la prensa está en manos del Makhzen, incluso aquella que se autodenomina independiente, que depende de las subvenciones del régimen y de los recursos publicitarios que provienen del holding real y de los grandes grupos ligados al poder. Para nosotros, es más importante participar en la vida política del país que unas elecciones. Y esta incidencia en las clases populares lo estamos logrando a través de nuestro trabajo con la militancia de las organizaciones de derechos humanos, de los sindicatos, con las mujeres y con las asociaciones amazigh. VD es cada vez más visible en Marruecos, sobre todo en las grandes ciudades. Nos falta redoblar nuestra presencia en las regiones rurales más recónditas del país.
G. C.: El ministerio del Interior baraja la posibilidad de ilegalizarles bajo acusaciones de rebelión.
A. E. H.: Es cierto. Hace dos semanas, el ministro del Interior, Abdelouafi Laftit, intervino en el Parlamento para decir que VD, la Asociación Marroquí de Derechos Humanos y el partido Justicia y Caridad empujan a la población a la rebelión. No es la primera vez que lo hace. Hace no muchos meses nos convocó a una reunión para amenazarnos con “darnos el acta de defunción”. Nos recriminó estar a favor del derecho a la autodeterminación del Sáhara y de incitar a la gente a exigir sus derechos. Para comprenderlo mejor, habría que contextualizar la política marroquí. En mi país, el Makhzen concibe que el deber de los partidos políticos es controlar a la población, no agitarla. También nos reprochan que mantengamos relaciones con una organización alegal como Justicia y Caridad y de ser nihilistas. He leído en la prensa que Francia no está a favor de nuestra ilegalización, lo que influye en la decisión que tome el régimen, pero que no les ha frenado en perseguirnos. Hasta la fecha nos han arrebatado espacios públicos para la organización de actos y actividades, e incluso han detenido a varios de nuestros militantes.
G. C.: ¿Cómo un partido laico de izquierda como Vía Democrática ha podido unirse con una fuerza islamista como Justicia y Caridad?
A. E. H.: Pensamos que el cambio en Marruecos no se puede realizar únicamente desde la izquierda. Algunos partidos islamistas, no todos, como Justicia y Caridad o el partido de la Oumma (Al Haraka Min Ajli Al Oumma) son actores políticos importantes y están legitimados para participar en ese cambio que proponemos. Trabajamos para la constitución de un frente amplio, dialogando con todas las fuerzas opositoras al régimen. También con los liberales. Y queremos que el debate de ideas, además, sea público. Debemos fomentar el diálogo pero sin marginar a los islamistas ni mucho menos demonizarlos. Es verdad que hay personas fanáticas y retrógradas en el seno del movimiento islamista, pero también hay gente que intenta comprender la realidad. Nosotros ya preguntamos a Justicia y Caridad si estaría dispuesta a imponer la sharía en el caso de un cambio de régimen y su respuesta fue que está a favor de la libertad de conciencia. Para nosotros es muy importante que admita ese principio de libertad. La laicidad que proponemos para el Estado no se puede aplicar sin tener en cuenta a estas personas. Su transformación no se consigue de un día para otro. El régimen está aterrorizado por esa conjunción y el imperialismo tiene miedo. Pero al mismo tiempo, ese pavor también dificulta más la vía del cambio en Marruecos. Hace falta tiempo.
*Fuente: VientoSur
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