El “demonio” se llama Donald Trump y vive en Washington
por Mario Briones R. (Chile)
7 años atrás 8 min lectura
Para tener una visión más completa de cómo se llega al actual conflicto en Corea del Norte, no podemos dejar de lado la historia de Corea antes y después que fuera dividida en dos. El primer antecedente a tener en cuenta, sin perjuicio de otros que pueden ser importantes, es el asesinato en Octubre de 1895 de la emperatriz Myeongseong de Corea, muy querida por el pueblo coreano, debido a que procuró la independencia de su país de la influencia extranjera por su habilidad diplomática para manejar la política exterior. La gran amenaza para Corea en esos años era la ambición del imperio Japonés, que se refuerza con el asesinato de la emperatriz, atribuida al embajador japonés en Corea, Miura Goro, al cual se acusó de contratar dos asesinos para cometer el magnicidio.
Diversos países occidentales en su afán lograr influencia, comercio y bienes en territorios del este Asiático, que en ésa época estaba bajo la influencia de la dinastía China Quing, apresuraron la invasión del imperio japonés y Corea fue invadida en 1905 y luego anexada en 1910, creándose un sistema colonial mercantilista cuyo objetivo era la extracción y explotación de los recursos naturales. Corea permaneció ocupada hasta 1945 cuando el Imperio Japonés se rinde en la II G.M., después que EE UU., lanza las bombas atómicas en Nagasaki e Hiroshima. Durante la opresión japonesa, grandes cantidades de alimentos fueron enviadas a Japón, mientras el pueblo coreano sufría hambruna, obligando a mucha gente a emigrar a Manchuria, en China, pese a que en esos tiempos esa zona también estaba ocupada por los japoneses.
No tardaría en surgir el sentimiento nacionalista coreano de expulsar a Japón, con protestas que en 1919 costaron la vida a 7.000 personas en 12 meses de resistencia. La resistencia era cruelmente castigada, con la ejecución inmediata, trabajos forzados, saqueo o muerte por hambre. Las violaciones de mujeres se sistematizaron llamándolas “mujeres de consuelo”, con cientos de miles que fueron convertidas en esclavas sexuales de los soldados japoneses.
Derrotado Japón en la II G.M., en 1948 Corea fue dividida en el paralelo 38 en dos, la República de Corea (Corea del Sur), ocupada por el ejército Norteamericano y la República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte), bajo el dominio de las tropas soviéticas. La confrontación de las ideologías antagónicas, el capitalismo estadounidense por un lado y el comunismo soviético por otro, dieron espacio a la Guerra de Corea en 1950, con apoyo e intervención de Rusia, China, etc. Sucesivos conflictos y firmas de acuerdos de paz fueron comunes en las décadas siguientes hasta que las tensiones aumentaron a partir del 2006, cuando Corea del Norte inicia las primeras pruebas nucleares subterráneas.
“Bombardeamos todo lo que se movía” expresó el ex secretario de Estado de Estados Unidos, Dean Rusk, respecto de los objetivos que tenían los bombarderos de su país sobre Corea del Norte durante la Guerra de Corea (1950-1953). La mayoría de la gente, en especial el público estadounidense no conoce la historia de la Guerra de Corea». Los bombas Norteamericanas arrasaron todas las ciudades y aldeas en la república comunista de Corea del Norte y causaron decenas de miles de muertos entre la población civil, lo que obviamente nunca ha sido olvidado. “Los aviones B-29 y B-52 de EE.UU., llevaron la mortífera carga de napalm y cayeron 635.000 toneladas de bombas en Corea del Norte. De acuerdo con las cifras oficiales de Pyongyang, 5.000 escuelas, 1.000 hospitales y 600.000 hogares fueron destruidos” (Datos de BBC).
El general Curtis LeMay, jefe del Comando Aéreo Estratégico de EE UU., durante la contienda, declaró mucho después: «Aniquilamos alrededor de un 20% de la población». La población de Corea del Norte en 1950 se estimaba en 9,7 millones de personas, en consecuencia, murieron alrededor de 1.940.000 personas y el resto de la población debió vivir durante varios años en túneles bajo tierra para no ser quemados por las bombas de napalm. Podemos preguntarnos si, ¿tienen derecho a defenderse hoy?, o ¿porqué se creó el poder nuclear en Corea del Norte?
El “demonio” no está en Corea del Norte, fue creado por los ideologismos hegemónicos de las potencias en su afán de expandirse, política que impusieron durante siglos mediante la fuerza, generando todas las injusticias que podamos imaginar sobre una gran parte de la población mundial. Los intentos por cambiar culturas milenarias y las etnias de cada lugar por el kétchup y las papas fritas, fallaron y ha sido un factor no considerado al instalar sistemas de dominio accidentales. Hoy nuevamente asistimos a una gran tensión geopolítica que tienen al mundo muy cerca de un conflicto mayor, si el verdadero “demonio” se ve acorralado, puede desatar una guerra nuclear.
Arrasar con Corea del Norte o exterminar a su líder, Kim Jong-un, quien estudió en el elitista colegio suizo, International School of Berne, no es la solución. Por el contrario, los efectos de una guerra nuclear afectarían gravemente a Corea del Sur, Japón y tal vez algún territorio de EE UU, como Guam. La historia humana está plagada de pueblos arrasados por los imperios en su afán por dominar extensas áreas geográficas donde viven poblaciones pacíficas, apoderándose de la riqueza que le permita al invasor un estándar de vida superior. Con cada invasión aumenta la acumulación de odio y el deseo de venganza que volverá inestable la vida en los países occidentales, tal como ocurre hoy con los atentados en diversos países.
Los acontecimientos partieron hace más de un siglo, y están distantes de las actuales generaciones asuntos que son claves. Las nuevas generaciones están inmersas en las sociedades neo liberales, desconociendo los orígenes, tal vez porque no les interesa. Sus intereses son muy sensibles a la oferta de bienes y servicios que ofrece el modelo económico actual, que parecen estar casi al alcance de la mano, pero es sólo un efecto ilusorio. El premio se logra en una competencia, donde pocos ganan y la mayoría pierde. Digo “pierde”, porque la mayoría sólo pueden ganar $ 300.000 al mes y deben contentarse con ver los escaparates repletos de bienes, que mantienen la ilusión. El poder del dinero hace el resto, corrompiendo las débiles resistencias éticas de algunos, a través de una sistemática manipulación de los medios oficiales, que se encadenan a la información externa, cuyo origen proviene de los multimillonarios grupos empresariales empeñados no sólo en concentrar la riqueza, sino en lograr el dominio del mundo.
Aún con toda la crueldad y los desacuerdos que existan con respecto al régimen de Corea del Norte, la tiranía de su actual líder, Kim Jong-un, su padre o su abuelo, el “demonio” no partió con ellos, sino de los afanes hegemónicos de hace más de 122 años de los imperios japonés, luego de los estadounidense que hemos mencionado brevemente. Durante el tiempo, cada cual arrasó a la población numerosas veces, hombres, mujeres y niños murieron por su justa reivindicación de libertad en un territorio ocupado por los opresores.
Los políticos corruptos y oportunistas que gobiernan en los imperios políticos actuales, y los demás adláteres que los siguen en su modelo económico y político, no mencionan la historia y el sufrimiento de este pueblo y muchos otros, y ahora piden ser acompañados en nuevas masacres para la dominación de países o zonas de riquezas, mediante el asedio militar o las presiones económicas. El “demonio” esta en aquellos que buscan sostener un sistema que va declinando notoriamente, para lo cual la amenaza de guerra es un gran negocio. La amenaza nuclear para atacar a Corea del Norte no se ve posible, afectaría a los 80 millones que viven en Corea del Sur y más a su socio estratégico que es Japón.
El verdadero “demonio” está en Washington, específicamente en la figura de Donald Trump, atrapado por su propio partido, los Republicanos y con los Demócratas intentando acusarlo bajo la fórmula del “impeachment”. Sus declaraciones son fuertemente contrastadas por la prensa y algunas de sus medidas no parece ser obedecidas, como la eliminación de los homosexuales del ejercito. Pesa además, la continuación de la disputa hegemónica en Crimea, Siria, Georgia y varios lugares más, donde el paso siguiente puede ser el enfrentamiento armado directo entre Estados Unidos y Rusia con apoyo de China, porque estamos en medio de una transición de liderazgo económico hacia China. No debemos olvidar que algunos generales norteamericanos durante la II G.M., como G. Patton, propiciaban dirigir sus ejércitos de inmediato en contra de la Unión Soviética, cuando vieron que era inminente el triunfo sobre la Alemania de Hitler. ¿Habrá sensatez para no dirigir la guerra a China o Rusia?
Además de lo anterior, pesan sobre D. Trump su falta de movilidad política para resolver el problema del “techo” de la deuda, enfrentar el gasto del huracán Harvey, los incendios forestales en California, la amenaza del nuevo huracán “Irma”. Los desequilibrios monetarios y el déficit chocan con una reforma tributaria que sigue paralizada porque no tiene financiamiento. El plan de infraestructura y la muralla con México siguen entrabados por la discusión política del financiamiento y como si fuera poco, acaba de desahuciar el programa DACA, que ayuda a 800.000 jóvenes inmigrantes que han quedado en el “limbo”, generando nuevos focos de resistencia interna y futuras manifestaciones en contra del gobierno, aparte del desacuerdo con su propio partido por dicha eliminación.
Pero cuidado, los países chicos como el nuestro, siempre estarán expuestos a ser colonias de los nuevos imperialismos que se sucedan, sean chinos, rusos u otros. Por ahora, sin duda, el “demonio” se llama Donald Trump y vive en Washington.
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Felicitaciones Mario. Excelente artículo, bien documentado y -a mi juicio- acorde con los hechos históricos. Que los dictadores sean criminales y asesinos o que el gordito Kim Jong-un esté loco, no es una excusa válida para invadir Korea. Recuerdo que el primero en proponer el uso de la bomba atómica contra Korea del Norte fue el general Douglas MacArthur, en los años 50.