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Creación musical viviendo con lo cotidiano. Entrevista a Magdalena Matthey

Creación musical viviendo con lo cotidiano. Entrevista a Magdalena Matthey
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Entrevista a Magdalena Matthey (M.M) Compositora y cantante. Realizada por Alex Ibarra Peña (A.I) Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada.

A.I: Muchas gracias por aceptar la invitación a detenerte a dialogar un momento. Eres parte del movimiento musical chileno de la década de los noventa, en el cual aparecen varias mujeres cantantes y compositoras de alta calidad profesional. ¿Te sientes parte de un movimiento musical con cierta sensibilidad de género? ¿Consideras que el tema de género tiene una función social y política importante?

M.M: La verdad es que nunca me cuestioné si soy o no parte de un movimiento. Crecí en una familia en donde la música era parte fundamental de la vida cotidiana. Aprendí a comunicarme a través de ella. La palabra género no me resulta cómoda pues inmediatamente me provoca una sensación de encierro. Más bien me siento en un campo universal en donde no hay límite de expresión. Pienso que lo que involucra el contenido de la música es determinado por el contexto histórico de quien la crea.

En ese sentido, sí estoy de acuerdo en que hay tendencias en géneros para expresar el canto social y político que tienen que ver con una visión humanitaria, reflexiva y contestaría en algunos casos.

A.I: En tus composiciones se advierte un cultivo del género que podríamos llamar trova, el cual es uno de los géneros musicales urbanos que mantiene una continuidad de hace ya varios años. ¿Qué hace que la trova siga siendo un género musical vigente? ¿Cómo se manifestó tu interés por cultivar este género musical?

M.M: Sin encasillarme en este género si reconozco tener parte de él. Justamente el hecho que sea un género musical urbano es lo que me lleva naturalmente a tomarlo, pues la ciudad habla por sí sola y es muy difícil negarse ante tantos temas que ofrece. Lo interesante es que a partir de una observación seamos capaces de describir algo puntual y lleguemos lo más lejos posible. Lo que la inspiración y todos los elementos nos permita hacerlo.

Me parece que su vigencia tiene que ver con que es un género que se va actualizando de acuerdo a la realidad y contexto de cada momento histórico. No es un género que sobreviva por una moda, sino por la capacidad del trovador de transmitir un mensaje claro y fiel a lo que las calles y sus voces le dictan.

A.I: Con la globalización cultural hay una apertura a distintas producciones musicales que suelen resultar muy ricas para la música fusión. Sin embargo, en tus creaciones también resulta evidente la impronta de un desarrollo en el estilo musical de raíz latinoamericana. ¿Cuáles son las principales influencias que reconoces que aportan ese sello latinoamericanista? ¿Te interesan los temas de identidad cultural?

M.M: La primera influencia de la raíz latinoamericana radica en la transmisión de tradición oral de parte de mi madre. Cuentos y leyendas, juegos tradicionales que no existían en libros. Música folclórica, tonadas, zambas argentinas y boleros se cantaban en encuentros familiares que se hacían en la casa de veraneo. Los tíos cantaban y nosotros íbamos siguiendo esa ruta. Más tarde llego Mercedes Sosa, Chabuca Granda, Violeta Parra, esto aún en mi niñez y adolescencia. Y más de adulta Caetano Veloso entre otros que se fueron o se han ido sumando. Nunca termino de sorprenderme.

Entendiendo identidad como una huella digital que nos define y nos renueva en el tiempo, es un tema que me interesa, me mueve, me entusiasma y me regala un sentido de pertenencia cuando logro descifrarla.

A.I: Tienes canciones conmovedoras como “Mariposas”, “Colibrí” y “Era una rosa” en las cuales muestras atención a la naturaleza. En todo el folclor latinoamericano hay fuerte presencia de la naturaleza. ¿Te interesa entregar un mensaje ecológico en el sentido de aportar en el reconocimiento de asumir un cuidado que requiere de un compromiso urgente?

M.M: Tenemos una relación vital e íntima con la naturaleza cada vez que nos permitimos tomar conciencia de ello. Sus elementos están a nuestro alcance como un medio para llegar a la sensibilidad humana. No ha sido consciente transmitir un mensaje ecológico, sino más bien aprovechar su delicadeza y elegancia para transmitir un pensamiento o sentimiento en sentido metafórico a cada persona. Por ejemplo la rosa, la mariposa, el colibrí, representan belleza y fragilidad.

Me parece que para generar un cambio profundo en la consciencia colectiva en nuestra relación con el medio ambiente debe ser un lenguaje directo y enérgico. Es un tema que me interesa abordar en algún momento.

A.I: En tus creaciones generalmente se valora la alta calidad musical, pero tampoco pasa inadvertido el alto contenido poético de las letras que escribes. También hay trabajos que has realizado con la obra de destacadas poetas, como es el caso de Gabriela Mistral. ¿Consideras que la música es poesía o que la poesía contribuye a la música? ¿Cómo ves esta relación?

M.M: Pienso que la música es poesía en sí misma sin duda. Si hablamos de un poema y su contribución en sentido literario creo que su aporte es fundamental. Ambos lenguajes funcionan maravillosamente por separado, pero juntos transmiten algo poderoso. La música es universal; nos mueve y nos conmueve. El poema tiene el poder de la palabra.

Según Octavio Paz en su ensayo “El arco y la lira”: “La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar el mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior”.

A.I: Has tenido la suerte de trabajar con varios músicos destacados, lo cual te convierte en una buena conocedora del movimiento musical contemporáneo. En esa trayectoria hiciste un trabajo de largo aliento con música compuesta por el grupo Congreso. ¿Cómo surge la realización de este trabajo? ¿Qué evaluación tienes de esta obra? ¿Te animas a hacer algún comentario sobre el movimiento musical chileno actual?

M.M: Mi relación con Congreso no es tan antigua. Debo ser franca al confesar que mi mundo se reducía a la familia numerosa que llenaba todo mi espacio por muchos años. A casa llegaron Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Serrat, y por alguna razón Congreso no estuvo presente hasta hace unos quince años. Evidentemente que oír su música y leer sus textos fue toda una revelación para mí. La relación música-poema me parecía precisa, clara, potente elegante y poderosa. Desde la admiración surgió esta idea de tomar algunas canciones y darles una versión desde mi manera de transmitir la música y su contenido. No hubo (ni hay) ninguna pretensión de llegar a algún lugar específico más que de experimentar y disfrutar del proceso. En este sentido la evaluación es más que positiva pues logré todo lo que quería.

En cuanto a la escena musical actual me es difícil dar una opinión. De repente me he visto envuelta en un mundo que casi gira en banda y que espera eficiencia con rapidez y buenos resultados. Hay tantos músicos hoy, todos con gran talento, y con gran ejecución, pero me falta la capacidad de conmover, de estremecer. Quizás eso sea algo que esté pasando de moda y me estoy quedando un poco antigua.

A.I: Finalmente, te voy a hacer una pregunta no relacionada a la música directamente, sino que apela a tu biografía más cotidiana. Padeciste la enfermedad de cáncer y diste una dura lucha por la vida. Dada esta experiencia seguramente te tocó conocer más de cerca el sistema de salud en Chile. ¿Nos puedes contar algo de tu experiencia vital desde el padecimiento de la enfermedad? ¿Este hecho produjo en ti una nueva manera de pensar o de vivir?

M.M: Una enfermedad siempre nos da la oportunidad de tomar decisiones. O tomamos en cuenta lo que el cuerpo nos está queriendo decir, o simplemente seguimos de largo sin generar cambio alguno.

El cáncer me desconcertó. Me descolocó. No era algo que pensé que me podría pasar verdaderamente a pesar que tenía antecedentes familiares. Fue agobiante convivir con muchas sensaciones al mismo tiempo, por un lado llevar la incertidumbre de qué tan complejo era, pensar en alguna parte en la posibilidad de morir, comunicarlo a mi familia y cómo hacer para que mi hijo lo viviera de la mejor manera posible. A todas estas sensaciones le debo sumar todo lo que significó en lo práctico. Si no hubiese tenido isapre habría sido más difícil actuar con rapidez y con ciertas comodidades. Pude optar al GES, pero no sin saltarme horas de trámites de idas y venidas de la clínica, a la isapre. Exámenes, visitas médicas, la espera de los resultados, más exámenes, más opiniones y a las cuales se van sumando la de amigos y familiares que con toda la razón del mundo quieren lo mejor para uno, pero no se dan cuenta que no es el momento pues ya es suficiente con procesar y aceptar lo que se está viviendo. Opté por la quimioterapia y la radioterapia, cuestión que para muchos era una muy mala decisión, pero era en lo que yo podía creer en ese momento. Cualquier tratamiento alternativo implica cambios radicales en muchos sentidos y además conlleva un compromiso y una convicción de que son viables. No tenía la fuerza para tanta exigencia al mismo tiempo. Creo que tomé una buena decisión. La burocracia fue enorme, desgastante, pero al menos tuve los medios para operarme y hacerme el tratamiento a tiempo. A eso, no todos tienen acceso y es algo en lo que debiéramos avanzar.

¿Si me cambió la mentalidad? Más que nada fue una experiencia difícil pero fundamental que proceso cada día, que me ayuda a tomar conciencia de lo que significa la vida y el dolor, valorar el simple hecho de literalmente abrir los ojos.

-Este artículo fue publicado también en el diario Le Monde Diplomatique

 

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2 Comentarios

  1. olga larrazabal

    Se nota en el fondo el rasguido de la guitarra que evoca la zamba muy femeninamente.

  2. José Maria Vega Fernandez

    La musica que acompaña a Magdalena debería acompañarnos a todos. Cada ser humano debiera tener en su sala de estar algún instrumento musical con el que tropezarse al entrar. No sólo llevar los auriculares para escucharla tapando el ruido del trajinear. Sentarse o echarse cada día varios minutos para cantar, canturrear o recitar con una guitarra o un flautín.
    Hasta los tumores tendrían cosquillas y se irían muriendo de placer.
    Y ahorraríamos dinero vanamente desperdiciado en asistir a ver y oír a los divos en concierto.
    Emulémosles…pero en casa.

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