El inolvidable… Gabriel García Márquez y «la bobera»
por David Lamas y Michelle Osorio (Colombia)
8 años atrás 5 min lectura
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, escribe Gabriel García Márquez en el epígrafe de Vivir para contarla (2002), primer volumen de su anunciada trilogía autobiográfica, consagrado a sus años de infancia y juventud (1927-1950).
Pero esas memorias quedarán inconclusas, desde que “Gabo”, como lo llaman de cariño muchos de sus amigos y lectores, renunciara a continuarlas escribiendo ante los primeros síntomas del Alzheimer, ese olvido lento y desolador como el viento que, en las páginas finales de Cien años de soledad (1967), su más celebrada novela, terminará por arrasar la ciudad de Macondo, desterrándola de la memoria de los hombres.
Como sucede con muchas otras de sus narraciones, incluyendo su primera novela, La hojarasca (1955), la inspiración de Cien años de soledad parte de un viaje de retorno a la infancia. No un viaje introspectivo o metafórico, sino el viaje concreto que Gabo realizó a los 22 años en compañía de su madre para ayudarla a vender la casa de Aracataca, donde aquél nació y vivió hasta los ocho años.
Gabo era entonces un desarrapado desertor académico y literato en ciernes que (sobre)vivía beatíficamente en la ciudad portuaria de Barranquilla como empleado del periódico El Heraldo, donde le pagaban a tres pesos la nota y cuatro la columna (“el mejor oficio del mundo”, declararía años después, refiriéndose al periodismo). Volver al pueblo de su niñez para vender la casa donde creció al cuidado de sus abuelos maternos significó para Gabo el reencuentro con ese trasmundo en el que transcurrieron sus primeros años, dominados por la alternancia entre el realismo diurno de su abuelo y el surrealismo nocturno de su abuela, ambos igualmente fascinantes y determinantes en la formación del futuro Nobel.
En efecto, Gabo descubriría el mundo paso a paso de la mano de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez “Papalelo”, un veterano de la Guerra de los Mil Días que, entre otras cruciales epifanías, reveló a su nieto la fascinación del diccionario (desde entonces su más fiel instrumento) y del circo (al que lo llevaba cada que montaban carpa en el pueblo); y de la voz de su abuela, Tranquilina Iguarán “Mina”, “una mujer imaginativa y supersticiosa” cuyos relatos de aparecidos y augurios, contados en tono impasible, poblaron el temprano imaginario de Gabo.
De esa confluencia de recuerdos, imágenes y estilos de sus abuelos, sumado a los hallazgos ulteriores de una adolescencia marcada por la voracidad lectora y, más tarde, del ejercicio periodístico (en el que García Márquez confirmó la índole disparatada e inverosímil de la realidad), se irá devanando la trama de su literatura, ese vasto y deslumbrante microcosmos narrativo en el que lo ordinario se entretejen con lo extraordinario en el lúcido ojo de huracán de la Historia, viento cargado de presagios y añoranzas que arrastran consigo las vidas y dramas de los hombres, dejando tan sólo un revuelo de hojarasca crepitando entre remolinos de recuerdos.
Pero nada, ni el más tenue murmullo de esas vidas y dramas estará perdido para siempre mientras sepamos oponer la solidaridad a la soledad y conquistar esa segunda oportunidad de la que fueron privadas las estirpes condenadas al desamor, pues si en verdad vivir es recordar (y narrar el recuerdo), la interrupción de sus memorias escritas no lo condenará al destierro de las nuestras mientras sus lectores sigamos recordándolo y leyéndolo, descifrando el arcano de sus libros tal como los personajes de Cien años de soledad intentaban descifrar los manuscritos de Melquíades, el sabio gitano que poseía, entre otros, el remedio contra la epidemia del olvido.
Como el elixir de Melquíades, perduran en nosotros las palabras de Gabo: contra la soledad, el olvido y la indiferencia de la muerte, por la recuperación de la vida y sus prerrogativas mágicas y narrativas; por su íntima, diáfana conmemoración.
Crónica de un olvido anunciado
En 2007, Gabo dejó de escribir, comentar o aparecer en la esfera pública y se retiró a su casa al sur de la Ciudad de México donde su memoria empieza a deslucir.
“Aunque no ha entrado en etapas críticas ya tiene algunos conflictos de la memoria. En la familia todos sufrimos demencia senil, yo también comienzo a tener algunos problemitas”, señaló Jaime García Márquez respecto a la enfermedad que padecen él y su familia.
Plinio Apuleyo Mendoza externó su preocupación por la memoria de su amigo octogenario en una entrevista reciente.
“La última vez que hablamos se le olvidaban ciertas cosas y me preguntaba: ¿Cuándo llegaste? ¿Dónde estás alojado?, y yo se lo tenía que repetir varias veces. En cambio, fuimos a almorzar y a recordar cosas muy antiguas de hace 30 ó 40 años, remotas, y la memoria le funcionaba perfectamente”, comentó Mendoza.
Un pueblo desmemoriado que parece salido de un relato de García Márquez
Antioquia (un departamento de Colombia) es hogar del Clan de los Paisas, el grupo más grande con Alzheimer hereditario y precoz del mundo que cuenta con más de 5 mil casos detectados.
“La bobera”, como le llaman los antioqueños, es muy natural en pueblos de esta zona: en promedio el 50% de las personas pierden la memoria y el otro 50% no. Al tratarse de un mal familiar, los afectados no buscan ayuda médica porque no lo toman como una enfermedad, sino como cosa del destino o una maldición.
Esta dolencia, que ha condenado a tantas generaciones, ha terminado por merecerles una clasificación para cada etapa: “la repetidera, la caminadera, el vagabundeo, la bobera, la orinadera” mismas que coinciden realmente con la enfermedad de los bobos que este pueblo, espejo de aquel descrito por Márquez, ya conoce de memoria.
Los autores: David Lamas y Michelle Osorio
calacirya@msn.com / osoriomica@gmail.com)
*Fuente: Levantate hoy
Obras consultadas:
Vivir para contarla (Gabriel García Márquez, 2002)
El olor de la guayaba (Gabriel García Márquez, 1982)
Cien años de soledad (Gabriel García Márquez, 1967)
http://ivanthays.com.pe/post/24686762888
http://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Garc%C3%ADa_M%C3%A1rquez
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