Los ex prisioneros políticos que la democracia olvidó: “Estamos siendo torturados otra vez”
por Vanessa Vargas Rojas (Chile)
10 años atrás 11 min lectura
14/05/2015
Antes fue la opresión brutal de la dictadura; hoy la indiferencia de las autoridades civiles. Nombres, rostros e historias se despliegan testimoniando la ignominiosa huelga de hambre (para la sociedad chilena) que llevan a cabo decenas de ex presos políticos.
Rancagua, Santiago, Osorno, San Felipe, Valparaíso y otras ciudades albergan a los ex prisioneros políticos, que en Rancagua suman más de 30 días en huelga de hambre. En los medios tradicionales, apenas se sabe de la movilización que tiene sus orígenes en diciembre del año pasado, cuando un grupo de ex presos inició la huelga en Rancagua y la pospuso al otro día, tras un compromiso de palabra de la entonces ministra Secretaria General de la Presidencia, Ximena Rincón.
“Ella se comprometió a que, a más tardar el 23 de diciembre de 2014, comenzaría a funcionar una mesa tripartita entre el gobierno, el Parlamento y los huelguistas“, apuntó el vocero Rafael Villalobos. Dicha promesa, sin embargo, nunca se cumplió y los ex prisioneros jamás volvieron a lograr comunicarse con Rincón, hoy al mando de la cartera de Trabajo.
Los viejos luchadores, que aprendieron de porfía durante aquellos años difíciles, volvieron a la carga. El pasado 3 de abril la huelga se retomó en Rancagua y se extendió al resto de las ciudades, en medio de un brutal silencio mediático y de parte de las autoridades. En la capital, ya son 25 días sin comer. Dentro de las oficinas de Codepu (Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo) descansan cuatro integrantes de la huelga de hambre más longeva que se haya conocido en los últimos años en el país.
¿Qué es lo que piden los ex prisioneros políticos en huelga de hambre?
Los ex prisioneros políticos descansan en colchones ubicados provisoriamente en el piso. Tres de ellos superan los 70 años y, además de la huelga, deben lidiar con las dificultades de salud de la vejez y de las secuelas de la detención y tortura. Arritma, hipertensión y otros malestares ya han enviado a algunos de los huelguistas al hospital. En Rancagua, dicen, la huelgaestá dañando de forma irreversible los riñones de sus compañeros.
Sus demandas son puntuales y aseguran, paradójicamente, que están bien definidas en el propio programa sobre derechos humanos que la presidenta Bachelet presentó durante su campaña. En general, todas están enmarcadas en la exigencia de una nueva Ley de Reparación que incremente sus pensiones, mejore la atención en salud y extienda los beneficios a los miles de ex prisioneros políticos que se quedaron fuera de dicha categoría a ojos del Estado.
Los procesos de calificación han tenido muchas falencias. En la segunda convocatoria de la Comisión Valech, 22 mil personas que presentaron su certificación no fueron acogidas. “Todos sabemos que en Chile había cárceles de Arica a Punta Arenas y no eran cárceles convencionales, sino que hacían de centro de detención de Carabineros, la Armada, y los militares. La gente que cayó en esos recintos y sufrió graves consecuencias de tortura, que estuvieron varios días, semanas y hasta meses, a ellos no les entregaron ningún papel para que acreditara que estuvieron en un lugar de detención. Nunca tuvieron procesos, fueron secuestros. Por lo tanto, se le ha dificultado a ellos el que los puedan calificar y cuando se ha llamado a esos procesos, la gente que queda afuera no tiene derecho a poder apelar”, resume el vocero.
La búsqueda de una indemnización justa para todos también pasa por la necesidad de establecer la actual pensión Rettig como parámetro reparatorio para todas las víctimas de violaciones a los Derechos Humanos, sin discriminación.Además, exigen el fin de la incompatibilidad entre pensiones Valech y de exonerados políticos.
“La Valech tiene un monto que es ínfimo, a nosotros nos dan como bono 150 mil pesos y la Rettig es un poco más alta. Sabes que ese bono lo dan como compensación a los vejámenes que sufrimos durante la dictadura militar, a las heridas que mantiene nuestra gente, muchos de ellos tienen problemas por los golpes, como el compañero -apunta a otro huelguista- al oído, él tiene perforado un pulmón también y problemas en las piernas. No es una compensación justa, sino que fue simbólica y austera como dijo el señor Lagos en su momento” explica Villalobos.
En otro plano, sus demandas también plantean el fin de los archivos secretos que hoy ampara la impunidad de los violadores de derechos humanos y la tipificación de los delitos de tortura y violencia política sexual como crímenes de lesa humanidad. Iniciativas contempladas por la regulación internacional en la materia, que incluso hoy fueron apoyadas por el intelectual Noam Chosmky, quien escribió una carta a Bachelet manifestándole su preocupación por los huelguistas.
El desahogo de Rosa: “Nos hicimos viejos luchando”
Es fácil descubrir decepción en la mirada de los ex prisioneros políticos que hoy se movilizan. Desconcertados, aseguran que no entienden la indolencia de este gobierno liderado por una socialista, ante sus demandas. Recuerdan que hace sólo unos años estuvieron apoyando, desde las bases, la campaña que terminó llevando a Bachelet a La Moneda.
“Es bueno recordarle a la señora Bachelet que ella fue presa política, que su madre también estuvo en un recinto de tortura, que su padre también fue torturado y asesinado. Por lo tanto, ella debiera tener mayor sensibilidad que muchos personeros que están hoy en el gobierno, porque esos van a buscar plata no más, porque esa es la verdad”, declara Rafael Villalobos.
Para los huelguistas, existen diferentes categorías de prisioneros políticos. Ellos se ubican en el último lugar de la lista, muy por debajo de sus propios torturadores, quienes “no han perdido ni su rango, ni su estatus económico y siguen manteniendo las mismas regalías que les da el Ejército, incluso en salud. Si se enferma un hombre de sus filas, va a parar al Hospital Militar”, recuerdan.
“Imagínate: nosotros, torturados por ellos, 150 mil pesos como promedio. Ellos, como promedio, dos millones de pesos”, grafica Villalobos ante la mirada atenta de sus compañeros. En estos días, aseguran, los ha visitado un amplio espectro político, con figuras como Karol Cariola (PC), Marco Enríquez-Ominami (PRO), Carlos Montes (PS) y Lagos Weber (PPD), entre otros. Sin embargo, el gobierno no se ha dado por aludido.
“Yo siento que ningún partido político nos ha dado respaldo. Han venido pero no se la han jugado y quizás ciertas personas no han tenido apoyo. Vienen a hacer acto de presencia acá y nosotros ya no somos niños chicos, somos gente adulta. Nuestros viejos saben, son viejos cancheros en política, no son viejos que nacieron hoy y están haciendo declaraciones. Nos damos cuenta que vienen a hacer acto de presencia y eso que quede bien claro. Ni el Partido Comunista ni el Partido Socialista, hoy a la cabeza del gobierno, nos han dado apoyo”, aclaró Rosa Muñoz Lira, una de las huelguistas más jóvenes en la Región Metropolitana.
Muñoz es militante del partido fundado por Luis Emilio Recabarren y asegura que las cosas hay que hablarlas tal como son: “Lo que vale aquí, es nuestra lucha. Los viejos se nos van a morir, yo pienso que en cualquier momento se nos puede morir uno y eso nos tiene muy preocupados. Si se nos muere un viejo, ya es otra cosa, ya pasamos a otro escenario. Yo creo que este gobierno es insensible, incapaz de solucionar problemas que se arrastran hace años”, añade.
Desde que venía la alegría y no fue, resume Rosa, están pasando por una serie de vejámenes que no han hecho más que profundizar el dolor arrastrado durante sus vidas. “Nos quisieron mirar como terroristas, no cabíamos dentro de la sociedad”, asegura. Entonces, se abrió la primera comisión Valech y, sin pensarlo bien, aceptaron “la miseria que nos ofreció el gobierno, ese bono indigno”. Sus torturadores, del otro lado, quizás tuvieron más suerte.
“Nosotros no, tenemos ese bono miserable que nos debemos de sentir avergonzados y los gobiernos también, porque nosotros somos la reserva digna de este país, somos las personas que luchamos en el gobierno de Salvador Allende, somos quienes seguimos luchando después en la dictadura y expusimos nuestras vidas, nos hicimos viejos luchando. Sentimos que ningún partido político nos ha apoyado, incluso el mío”. A su lado, Rafael, viejo socialista, la secunda: “Mi partido tampoco asumió la responsabilidad real que debió haber asumido”.
El último resabio moral
Quizás algunos podrían arrepentirse, a estas alturas, de haber librado una lucha tan dura en nombre de una democracia que no les agradeció. Ellos, sin embargo, no se lo han preguntado. “Lo que sí sentimos es rabia de los que han ido asumiendo los gobiernos y se han olvidado del pueblo. El pueblo tiene el problemas de las pensiones, las AFP’s y eso nadie lo ha querido resolver. Se han sentido tan cómodos que no lo han querido resolver”, acota Villalobos.
Los huelguistas están convencidos de seguir hasta las últimas consecuencias. Aseguran que ya aprendieron de hambre, tortura y cárcel y que la indolencia de las autoridades no podría frenarlos. Están curados de espanto. Por estos días, incluso les ha tocado descubrir a los que alguna vez militaron con ellos en sus respectivos partidos involucrados en boletas a la empresa liderada por Julio Ponce Lerou.
“Vemos con total repudio cómo gente que se dice que es de izquierda es capaz de ir a pedirle dinero al yerno de Pinochet, es algo incoherente, como si Fidel Castro fuera a pedirle plata a Obama. Es totalmente repudiable. Como dice el presidente Mujica, al que le gusta la plata, no tiene que estar en política. Tiene que haber un recambio generacional y limpio que sea capaz de proyectar nuevos aires políticos a este país”, recalca el vocero de los huelguistas.
Rosa Muñoz Lira cita a Salvador Allende, quien observa la escena desde un cuadro a poca distancia de los huelguistas y sus colchones. “El que quiera entrar a La Moneda, que meta los pies pero no las manos”, resume. “Esas cosas nos dejaron tan marcados para actuar bien en la vida y en la política. Esa línea la vamos a defender siempre, que es el legado que nos dejó nuestro presidente, el único que realmente nos representó. No sé si va a haber otro, espero que la generación que viene tenga un líder como Salvador Allende, porque se va a sentir orgullosa”.
Hasta entonces, uno de los huelguistas más longevos ha escuchado la entrevista en silencio. Casi al finalizar, pide permiso para opinar, recostado en su colchón. Su nombre es Raúl Vargas Morales.
“Lo que le costó la vida a Allende fue lo que él quería: igualdad para sus compatriotas. Ahora, yo siento verguenza por los políticos que están en la Concertación.¿Por qué no toman una cuarta parte de lo que quería nuestro Salvador Allende para sus compatriotas? Yo creo que si Allende viviera, sentiría vergüenza, mire cómo nos tienen. La UDI se ríe de nosotros, han pasado todos los gobiernos de la democracia, nosotros sacamos a la dictadura y los colocamos a ellos para que nos defendieran. Pasó Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet y ¿qué han hecho? ¿Cómo se ríen los grandes capitalistas? El país es de ellos. Si Allende estuviera vivo, sería el primero en estar aquí, con nosotros”, declara. Y añade: “Estamos siendo torturados otra vez. Yo recuerdo como si fuera ayer ese 12 de septiembre de 1973 en que me llevaron a Estadio Chile”.
Los viejos héroes anónimos de la democracia coinciden en que, a sus años, hoy deberían vivir un escenario muy distinto. Quizás, disfrutando de la vida que les acortó la tiranía, despojándolos de su salud, amigos y sueños compartidos. Sin embargo, ese dolor y el de sus familias se ha profundizado.
Rosa lo grafica con la voz quebrada: “Cuando llegó la dictadura, estuvimos presos varios desde Arica a Punta Arenas y con nosotros, nuestras familias. Tenían que ir a las cárceles o andarnos buscando, era una tortura y un sufrimiento para ellos. Ellos no sabían qué nos estaba pasando. Ahora nuevamente tenemos a nuestras familias en este sufrimiento involuntario, entonces vuelven todos los recuerdos a la mente de esos viejos que sufrieron“.
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Todos los jubilados por la AFP son victimas de la Dictadura, todos los jubilados de la AFP son torturados con las pensiones de hambre que esta entrega, todos los trabajadores, al estar afiliados obligatoriamente a una AFP somos victimas de la dictadura, todos los trabajadores somos torturados día a día sicologicamente al no poder escapar de las AFP, con lo cual nos convertimos en prisioneros politicos de la dictadura, pues sabemos que en nuestra ancianidad seremos arrojados a la pobreza, todo esto avalado por la Concerta-Alianza.
¡¡ QUE SE VAYAN TODOS!!