¡Verdad, justicia y democracia ahora!
por Adolfo Castillo (Chile)
8 años atrás 3 min lectura
10 de abril de 2015
Chile vive una crisis institucional de enormes dimensiones, cuyo rasgo central es que sus responsables vienen compartiendo el mismo tiempo histórico desde los años 60 del siglo XX; tiempo signado por odios, violencia, traiciones y dolores. Una crisis que arrastra consigo a generaciones incapaces de superar con solvencia moral las encrucijadas que exige construir un orden democrático, no podrá ser resuelta por los caminos institucionales establecidos antes, por quienes no tuvieron el valor para enfrentar o aplicar justicia.
Es cierto que las democracias suponen niveles variables de conflictos y tensiones entre gobernantes y gobernados, no obstante, cuando son superados niveles básicos de entendimiento entre las partes, y si la democracia se la percibe amenazada por estar cautiva de grupos de interés económico o político, con incrementos de inseguridad cívica frente a la incompetencia de los grupos dirigentes, se abre el camino para avanzar a la búsqueda de soluciones a la crisis antes de que pueda devenir conflicto nacional o situación inestable.
La descomposición moral a la que ha llegado la política institucional luego de irse conociendo detalles de las operaciones fraudulentas y delictuales en que han incurrido actores de los bloques políticos de gobierno y oposición, dejan una sensación de hastío y desconfianza en la sociedad civil, que no aprecia una salida ética en el marco de los actuales límites de la jaula de hierro constitucional heredada de la dictadura.
Si no ha habido justicia frente a las violaciones de derechos humanos cometidas por los agentes de la dictadura y los cómplices pasivos que hoy se arropan de demócratas y viven del erario público, si las conquistas históricas alcanzadas por el pueblo de Chile tras años de luchas sociales fueron conculcadas durante el interregno de terror vivido entre 1973 y 1989, conquistas que no fueron revertidas por los operadores del orden de posdictadura ¿qué se puede esperar de una crisis de legitimidad democrática de los actuales grupos dirigentes del Estado? ¿a qué verdad y justicia se puede aspirar de esta crisis si sus responsables trabajan apresuradamente por una nueva ley de amnistía o impunidad para ocultar sus delitos?
Lo que se aprecia como invocación actual de la sociedad civil puede resumirse del modo que sigue:
a) Convocatoria a un debate nacional sobre la salida a la crisis que suponga transitar hacia un proceso constituyente que abra paso a un nuevo orden democrático.
b) Inhabilitación y desafuero de los representantes ante el Congreso Nacional, e inicio de procesos judiciales en contra de quienes hayan violado la fe pública y el compromiso de servir a los intereses de Chile y de sus representados.
c) Convocatoria a elecciones de nuevos representantes en los distritos y circunscripciones.
d) Dimisión de aquellas autoridades políticas vinculadas a hechos de corrupción sea como autores directos, cómplices o encubridores.
No dar señales claras y oportunas a la ciudadanía, supone una grave incomprensión de la crisis que vive Chile y deja abierto el camino a la sociedad civil a exigir en las calles libertad, justicia y democracia.
– El autor, Adolfo Castillo, es Director ejecutivo de la Corporación Libertades Ciudadanas
*Fuente: El Mostrador
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La crisis de legitimidad derivada de los escándalos de corrupción se agrava; lo hace porque aparece involucrada la casta política- empresarial en su totalidad. De parte de la Nueva Mayoría tenemos al PS, al PPD y a la DC a la que se suman figuras tan oportunistas e inconsistentes como MEO. Mientras no acabamos de indignarnos e impresionarnos aumenta el descontento de los trabajadores por el desgobierno de la Presidente, por el vínculo de la política con las empresas y también por la soberbia e insolencia de los dirigentes de la Alianza.
Por eso ni la UDI ni RN logran capitalizar el desplome de Bachelet, de hecho ellos son los más comprometidos. No hay recambio generacional ni figuras que los salven, mucho menos liderazgos fuertes que estabilicen la “democracia” en la medida de lo posible. Pero todavía tienen una ventaja: el rechazo pasivo de la población, la falta de organización de los sectores populares para impulsar la auténtica solución: la Asamblea Constituyente
Autoconvocada. En ese contexto es importante que los partidos que no pertenecen a la derecha duopólica rechacen con ahínco y con un compromiso real la salida institucional.