“Los Derechos de la Naturaleza y los Derechos Humanos son dos nombres de la misma dignidad”
por Rafael Silva Martínez (Andalucía, España)
10 años atrás 17 min lectura
Fundamentos del Ecosocialismo
«Creo que todavía no tenemos una conciencia clara, de algo que me parece muy importante: y es que los Derechos de la Naturaleza y los Derechos Humanos son dos nombres de la misma dignidad. Más de cinco siglos llevamos regalando los recursos naturales, otorgando a cambio de nada recursos naturales que después se van, se van sin decir adiós, sin decir gracias siquiera, dejando a sus espaldas inmensos agujeros, miles de muertos, en los socavones, en las plantaciones, fantasmas, palacios vacíos»
(Eduardo Galeano, 2012)
Resumen
Explicamos una introducción a los parámetros básicos de la corriente ecosocialista, su razón de ser, su motivación, sus principales argumentos, y su ruptura con los valores clásicos del capitalismo
Abstract
We explain an introduction to the basic parameters of the eco-socialist current, its rationale, their motivation, their main arguments, and his break with the classical values of capitalism
Palabras clave
Ecosocialismo, capitalismo, sistema económico, valores colectivos, derechos de la naturaleza, ecologismo, derechos sociales
Key words
Ecosocialism, capitalism, economic system, shared values, rights of nature, environmentalism, social rights
Una de las patas fundamentales de lo que se ha dado en llamar el Ecosocialismo, donde replanteamos el concepto de justicia social, y lo hacemos descansar sobre dos nuevos conceptos, que son la justicia socioeconómica y la justicia ambiental. Traemos a colación este tema, cuando hemos vuelto a sufrir hace pocos días (Tifón Haiyan, en Filipinas) grandes alarmas sobre la devastación provocada por algunos fenómenos naturales, que ponen de manifiesto la necesidad de tomarse muy en serio los efectos del cambio climático. No obstante, se abre una pregunta en el horizonte: ¿podrán fusionarse sin conflicto las reivindicaciones por el trabajo digno con la defensa de la naturaleza y de los territorios? En este sentido, Annie Leonard ha planteado el siguiente panorama: «Con la generación actual de volúmenes mundiales de bienes y servicios ya estamos produciendo más de cinco veces (cerca de 6, en realidad) el nivel de emisiones de CO2 que necesitaríamos reducir hacia 2050 para evitar el caos climático total (…). Sí, estamos en problemas. Y a eso es preciso agregarle el impacto necesario para elevar el nivel de vida de los pobres del mundo (que implica inevitablemente el aumento de sus emisiones de CO2). Con la sobrecarga de dióxido de carbono que ya causamos en la frágil atmósfera terrestre, sumada a nuestra demanda de todos los otros servicios y recursos vitales que nos brinda la tierra, estamos presionando al planeta más allá de sus límites».
Los inconvenientes van más allá del cambio climático, pues otros problemas amenazan seriamente los ecosistemas, hasta tal punto que la propia raza humana se encuentra en riesgo, como lo ha planteado el científico Jared Diamond (2005), varios fenómenos son la causa de la crisis ambiental que aqueja al planeta: deforestación y destrucción del hábitat, problemas del suelo (erosión, salinización y pérdida de la fertilidad), problemas de gestión del agua, abuso de la caza, la pesca y la introducción de nuevas especies, el crecimiento de la población humana y el aumento del impacto per cápita de las personas, la concentración de productos químicos tóxicos en el medio ambiente, y la escasez de fuentes de energía.
Pues bien, en ese orden de cosas, parece que la reivindicación por la justicia socioeconómica entra en tensión con las exigencias que implica la justicia ambiental, pues elevar el nivel de vida de los trabajadores, aumentando los salarios, garantizando los derechos laborales y todos los derechos económicos y sociales que permitirían lo que hoy se considera una vida digna, implicaría un aumento de su capacidad de consumo. Reivindicar una mejora de las garantías laborales implicaría mejores salarios, lo que redundaría en una mayor demanda de mercancías, y de aquéllo que Diamond ha denominado como «aumento del impacto per cápita de las personas», profundizando las presiones sobre la naturaleza, y los problemas ecológicos de la humanidad.
Así, pareciera que la justicia socioeconómica riñe o se opone a la justicia ambiental, o viceversa. O bien, que los derechos de la naturaleza entrarían en tensión o en conflicto con los derechos de los seres humanos, y más concretamente de los trabajadores. Demandar y alcanzar los derechos laborales implicaría la superación de la precarización, elevar los ingresos, disfrutar plenamente de la Seguridad Social y de las pensiones, y acceder a consumos hasta ahora negados por el capital. Lo anterior, desde una perspectiva relacional y pensando dentro de la lógica del capitalismo, presionaría directamente los ciclos de la naturaleza, agudizando el impacto ambiental que implica la sobreproducción de mercancías.
Por tanto, visto lo visto, ¿debe renunciar el trabajo a sus derechos para salvar al planeta? Responder positivamente a esta pregunta, parte de la premisa de pedir a los trabajadores que dejen de consumir para salvar el medio ambiente. Este tipo de agendas políticas y ambientales, al asumirse dentro del capitalismo en cualquiera de sus modelos, profundiza la injusticia social, pues le niega a las personas que trabajan el acceso a los bienes de los que históricamente han sido privados. Otra cara de la moneda la encontramos con la expansión del capitalismo verde, es decir, la promoción de prácticas ecológicamente sostenibles que generan ganancias para los grandes capitales. Aquí se asumen las premisas de los límites naturales de las actividades económicas, y se aboga por disminuir la población, reducir el consumo energético o el tamaño de las ciudades. Al otro extremo de esta posición se encuentra la recuperación de la vieja tesis de la privatización de bienes comunes como alternativa ambiental, retomando las reflexiones que sostienen que el acceso universal a los bienes comunes conlleva a una tragedia ecológica, pues si todos los individuos pueden tener acceso al agua o a los bosques, entonces los recursos tenderían a su paulatino agotamiento.
Tenemos dos caminos encontrados, pareciera que la garantía de todos los derechos laborales implicaría más consumo de bienes, situación que profundizaría la crisis ambiental. Por otro lado, encontramos que esa crisis ambiental pareciera solventarse con la privatización de bienes comunes y con la promoción de actividades ecológicas que generen ganancias para el capital…¿Hay alguna salida ante semejante panorama? Pues bien, desde la postura ecosocialista, pensamos que la anterior tensión puede resolverse si renunciamos al marco de sentido que la posibilita, pues la tensión se genera precisamente si se asume desde la lógica del capital
Nosotros no creemos ni en nuevos sacrificios de los trabajadores, ni en la privatización de bienes comunes, ni en la inevitabilidad del colapso ambiental. Hacerlo sería poco menos que asentarse en una posición fatalista y determinista, que nos abocaría a aceptar el sistema que tenemos. La solución estriba en ir más allá del capital para pensar en una posible transición que permita romper la tensión entre quienes ponen el acento en la distribución de la riqueza, y quienes lo ponen en la defensa del ambiente. La garantía de los derechos sociales para las personas que trabajan debe pensarse superando la sociedad salarial y la racionalidad capitalista, pues en caso contrario, esa garantía de derechos se convierte en una excusa para que, en lugar de generar transformaciones reales de la forma de vida, se alimente la sociedad de consumo.
Veamos las alternativas. En primer lugar, es crucial cuestionar las reivindicaciones propias de la sociedad salarial, ello implica redefinir y resignificar las necesidades, así como pensar en otras formas de acceder a los bienes que sostienen las sociedades humanas. No tiene sentido garantizar derechos laborales si los trabajadores encuentran su redención en la estética del consumo, por eso nuestra primera tarea es redefinir las necesidades sociales. En segundo lugar, es necesario ensayar múltiples y creativas formas de producción, distribución y consumo, superando las actuales matrices de sostenimiento planetario: insistir en otras formas de acceder a la energía, de producir los alimentos, de gestionar los materiales para la construcción en las ciudades, etc. Apuntar a la transformación de la sociedad, o a salir del extractivismo sin pensar en estas salidas, sería soslayar la base misma del problema de la crisis ambiental de nuestro tiempo.
En tercer lugar, ante la extensión de la relación social capitalista que convierte en valores de cambio los bienes de la Naturaleza, es imperativo construir perspectivas desde los valores de uso. Aquí los planes de vida y de desarrollo alternativo, los procesos de justicia ambiental, los nuevos mercados solidarios y justos, la defensa colectiva de los bienes comunes y una economía, reparto y racionalización del trabajo tienen mucho que decir y aportar. Todo ello, claro está, apoyado por un cambio en el conjunto normativo, esto es, de leyes y reglamentos sociales, para que ciertas prácticas no sólo dejen de estar penalizadas, sino que se constituyan en prototitpo de buenas prácticas sociales. Sólo tenemos que ver las multas que recientemente han impuesto a los jornaleros y activistas del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), por la ocupación de fincas y tierras abandonadas.
En cuarto lugar, debemos abandonar la famosa tentación ecologista que sostiene que «lo pequeño es hermoso». Las apuestas por los pequeños proyectos y las microconstrucciones económicas resuelven los problemas a muy pequeña escala, pero no plantean alternativas para los grandes conglomerados de personas que hoy viven en las grandes ciudades. Las transiciones que impliquen otras gobernabilidades tienen que enfrentar duras realidades, como por ejemplo cómo proveer alimento, energía, agua o materiales a millones de personas. Los avances en el cooperativismo social y en la configuración socialista de las empresas, así como la nacionalización de los grandes sectores estratégicos de la economía (banca, energía, telecomunicaciones, transportes, etc.) pueden ayudar mucho en este sentido. Necesitamos por tanto entrar en la civilización ecosocialista.
Y todo ello porque consideramos que en nuestra época es preciso ganar otro sentido de la vida y la sociedad, apostar por otros modos y modelos de fabricar, producir, distribuir, disfrutar, consumir y desechar. Y es ahí cuando una concepción nueva, renovada, ecológica y democrática del socialismo recobra toda su potencialidad transformadora. A nuestro juicio, el ecosocialismo es un referente de sentido para construir otra manera de habitar con la naturaleza, retomando el debate y la crítica al modelo civilizatorio actual, y sus modelos de desarrollo, puestos en crisis en todas sus facetas. Retomando otro horizonte como sentido de vida y sociedad, y construyendo otras lógicas, otras interacciones y otras sinergias en la organización de la economía, la política y las relaciones ambientales. Todos estos planteamientos son perfectamente reales y posibles, sólo hace falta la voluntad política para ir caminando en esta dirección. Continuaremos en siguientes entregas.
Recogiendo los principios de la Conferencia Ecosocialista Europea, se afirma lo siguiente: «La crisis ecológica, de la cual el cambio climático es su manifestación más inquietante, representa una amenaza sin precedentes para la Humanidad y el medio ambiente. En la raíz de esta catástrofe se encuentra una civilización (el capitalismo occidental) fundada sobre la acumulación ilimitada de ganancias, el consumismo y el fetichismo de las mercancías, mientras que su lógica de expansión sin límite se revela incompatible con la protección de la naturaleza. Consideramos que las respuestas ofrecidas por el sistema capitalista (capitalismo verde, desarrollo sostenible, mercado de carbono, energía nuclear, etc.) son inaceptables y no están a la altura de la urgencia ecológica y social a la que se enfrenta la Humanidad. El Ecosocialismo es una tentativa original de articular las ideas fundamentales del Socialismo con los avances de la crítica ecológica. Su objetivo es una nueva civilización, un modo de vida alternativo, fundada sobre nuevos valores sociales y éticos. El Ecosocialismo no es compatible con el capitalismo. Nuestro Ecosocialismo es anticapitalista y feminista». En el sitio web de http://alterecosoc.org puede consultarse más información.
Históricamente, cierta interpretación del Marxismo consideró el desarrollo de las fuerzas productivas como la vía privilegiada para generar condiciones de vida digna. Tal vez el origen de estas apuestas la encontremos en la «Crítica del Programa de Gotha» de Marx (o «Glosas Marginales al Programa del Partido Obrero Alemán»), donde se afirma que la satisfacción de las necesidades humanas se alcanzará cuando «con el desarrollo de los individuos en todos los aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva» (Marx, 1974). Este planteamiento, que indirectamente alumbró la construcción del (mal llamado) socialismo real en el siglo XX ya no tiene solidez. Está claro que hoy no puede sostenerse esa tesis, pues sabemos que un desarrollo de las fuerzas productivas que satisfagan las necesidades humanas bien puede conllevar la profundización del cambio climático, la crisis energética, la crisis alimentaria y las amenazas a la biodiversidad. El Marxismo clásico se equivocaba en esto, y nuestra obligación desde la izquierda es corregirlo y actualizarlo.
La civilización soporte del capitalismo se levantó con una racionalidad que implica la búsqueda de formas de explotación cada vez más agresivas y sofisticadas de la fuerza de trabajo y de la Naturaleza. Ello no se pudo lograr sin la constitución de Instituciones que hoy aparecen como estáticas e insuperables: el Estado y el Mercado. Pero la verdad es que son Instituciones que merecen ser cuestionadas si es que pretendemos asumir otras formas de vida, distintas a las que nos han traído hasta aquí. Y construir lógicas distintas implica superar los modelos de socialismo ya probados y fracasados en el siglo XX, especialmente sus variantes economicistas, burocráticas y antidemocráticas. El Hombre se equivocaba entonces, aún teniendo en cuenta que no poseía ni el conocimiento ni la sensibilidad ecológica que tenemos hoy día. Así, estos modelos reprodujeron las lógicas de desarrollo de las fuerzas productivas, la fe en el crecimiento económico como bálsamo de fierabrás para todos los males, impulsaron la Estatalización (o Estatización) (entendida como la irrupción del Estado en la cotidianidad, la vida privada y la cultura), y utilizaron la Naturaleza como fuente inagotable de recursos (véase Rauber, 2010).
Existen ricas y múltiples experiencias de construcción socialista de las cuales hay que aprender, pero para asumir otra perspectiva de la transición hacia el socialismo. Esta transición debe pensarse desde otras lógicas en las esferas de la economía, desde otra moral económica (que no legitime las desigualdades), y desde otra visión política y de las relaciones con la Naturaleza, sin esperar a conquistar el poder o el Gobierno de los países y las naciones para emprender transformaciones u otras lógicas de construcción. Así por ejemplo, en el terreno de la economía habría que impulsar diversas y articuladas acciones que impliquen los siguientes logros:
1.- La reorientación del Estado hacia una función social, frenando y revirtiendo, en un primer momento, el neoliberalismo. Recuperar la primacía de lo público, la revalorización de lo común, y el predominio de la iniciativa pública sobre la privada, frenando la desregulación del mercado y volviendo a hacer intervenir la iniciativa pública en los procesos económicos.
2.- Recuperar la gestión comunitaria, público-comunitaria y social de todos los bienes comunes. Garantizar los servicios públicos, socializarlos, controlar su consumo, definir su acceso libre, gratuito y universal (que no ilimitado), velando para que no existan exclusiones ni discriminaciones sociales de ningún tipo. Asimismo, nacionalización de todas las empresas estratégicas.
3.- La recuperación del trabajo como enfoque y categoría central de actuación y gestión económica. Esto es hacer economía desde las lógicas del trabajo en todo el circuito económico: abastecimiento de materiales, producción, distribución y consumo. Recuperación de un entorno digno en cuanto a las relaciones laborales.
4.- Buscar la convivencia y la articulación de múltiples y diversas formas de producción, desde la local-comunitaria, hasta la industrial. En todas ellas hay que romper con la racionalidad instrumental capitalista, y buscar otras formas de co-gestión más sostenibles.
Tal vez la tarea más urgente e importante sea redefinir las matrices que hacen funcionar la sociedad: la matriz energética, la alimentaria, la de infraestructuras, y la de movilidad. Estas nuevas matrices deben llevar incorporadas nuevas relaciones sociales de producción y de éstas con la Naturaleza. Es aquí donde los retos se vuelven concretos y son mayores. Por ejemplo: ¿cómo proporcionar energía a todos, desde otra matriz, sin destruir irremediablemente la Naturaleza, con sobernía y con eficiencia? En las esferas sociales y políticas se trata de profundizar en la democracia, superar las jerarquizaciones surgidas del poder y hacer de la participación ciudadana un ejercicio social permanente y fundamental, un eje rector insoslayable. Hay que llegar a conseguir un socialismo no antropocéntrico, que se comprenda en relación y dependencia de la Naturaleza, y que por ello busca la existencia y pervivencia integral del planeta. Finalizaremos en la próxima (cuarta) entrega de esta serie.
Bien intuyó Eduardo Galeano el poco interés que el sistema capitalista tiene en conservar los recursos naturales, en un ejercicio de egoísmo, torpeza y maldad para con el Hombre, y el resto de especies que habitamos este mundo. La razón instrumental ha considerado que la política es un ejercicio de dominación. Y comprenderla así, implica acercarse a las lógicas en las cuales no existe o no se reconoce una comunidad política, sino una masa amorfa a la cual gobernar y explotar.
Para cambiar el mundo hay que cambiar el Estado, aunque no necesariamente cambiando el Estado se cambia el mundo. Pero los procesos sociales deben apropiarse del Estado, transformándolo. Para las transiciones productivas, políticas y culturales de las cuales hemos vislumbrado su necesidad, el Estado puede cumplir un papel importante, garantizando una vida digna, fomentando y subsidiando los valores de uso y reduciendo los valores de cambio. Pero transformar el Estado no es suficiente. La estadolatría ha mostrado sus propios límites y es imperativo construir un poder propio que emprenda de forma a la vez paralela, confluyente y simultánea las transiciones buscadas, procurando construir una sólida esfera pública no estatal desde las comunidades en clave de poder popular. Hay que establecer una mirada desde el mundo del trabajo que transforma la Naturaleza sin violentarla, dándole sentido a los procesos emancipatorios, y permitiendo reducir la tensión entre la justicia ambiental y la justicia socioeconómica, que es el equilibrio propiamente dicho que busca el Ecosocialismo. Esta visión debe permitir una retroalimentación para generar nuevas formas de vida, cooperación y bienestar entre los humanos y las criaturas que habitamos el planeta.
Y esto es ciertamente urgente. Estamos avisados. Nuestra implacable búsqueda de crecimiento económico está matando al planeta, pero no nos damos por aludidos. Las conclusiones de que tenemos constancia hoy día son realmente incendiarias. Estamos en una fase donde la globalización capitalista hace que el agotamiento de los recursos naturales vaya tan deprisa, que los ecosistemas se están volviendo peligrosamente inestables. La alarma científica es ya patente, pero aún no hay un grado de voluntad política a nivel internacional como para tomarlo en serio. Todos los estudios científicos de cierto prestigio publicados hasta la fecha, van en la dirección de mostrarnos cómo nuestro paradigma económico es una amenaza para nuestro equilibrio ecológico mundial. No es propaganda. Nos estamos jugando mucho en ello. El Ecosocialismo pretende ofrecer una solución a este problema, aplicando la filosofía de la comunidad, de la redistribución de la riqueza y de la justicia social como una solución a tan grave problema de supervivencia. Precisamente, la postura de cuestionar nuestro actual sistema económico capitalista es la posición más inteligente para intentar contribuir a evitar la catástrofe.
Ya no hablamos por tanto de una cuestión de preferencia ideológica, sino más bien de una necesidad existencial para la especie. Las voces de alarma nos dicen que nos equivocamos, y que además de que el capitalismo es humanamente injusto, también lo es para nuestro entorno natural. Lo es, en definitiva, para la supervivencia humana y del propio planeta. Lo que está en cuestión para poder ofrecer soluciones definitivas es el propio paradigma capitalista, basado en el crecimiento económico «ad infinitum». Hemos de convencernos y convencer a nuestra clase política de que no es posible, de que es un callejón sin salida, que sólo nos conduce a la autodestrucción. Hemos venerado durante mucho tiempo un sistema económico que ha hecho un fetiche del crecimiento del PIB, sin que importaran las consecuencias humanas o ecológicas, y en el cual la clase política neoliberal ha abdicado de su responsabilidad de administrar, dejándolo al albur del sacrosanto mercado, ese genio todopoderoso al que hay que confiarlo todo. Aún quedaría tiempo para evitar un calentamiento catastrófico, pero no dentro de las reglas del capitalismo, tal como están construidas actualmente. Finalizamos aquí este artículo, meramente introductorio, pero volveremos próximamente con el tema, exponiendo la «Filosofía y Política del Buen Vivir», quizá el mejor paradigma actual para mezclar las corrientes ecologistas con las corrientes clásicas comunistas.
Fuente principal de referencia: “Alternativas al capitalismo y al colonialismo en el siglo XXI(http://tratarde.org/wp-content/uploads/2013/07/ALTERNATIVAS-AL-CAPITALISMO-COLONIALISMO-DEL-SIGLO-XXI.pdf)
– El autor, Rafael Silva Martínez, es Profesor de Nuevas Tecnologías en la Junta de Andalucía
Si le interesó este trabajo, lo invitamos a visitar el sitio de la revista : Pensamiento al margen Número 1: La solución ecosocialista
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