26/05/13
En el dúplex de la isla de San Luis (distrito IV de París), se acumulaba desde hace tiempo el polvo sobre las guitarras. Los problemas respiratorios de los últimos años no habían arreglado nada, pero el dueño del lugar de todos modos nunca había sido un acérrimo del curro. Gran señor bohemio, haragán feliz, cercano a los holgazanes tiernamente descritos por su compatriota Albert Cossery [1], Georges Moustaki no tenía cuentas que arreglar con el mundo.
La escena se desarrolla en París en 1967. Georges Moustaki pasa entonces varias horas al día echado en el sofá de [la cantante] Barbara, a casa de la cual va a ver la televisión. «Me amenazó con hacer desaparecer el aparato si no le escribía una canción. Le hice la Longue Dame brune, que me llevó una hora». [2] No es seguro que Milord le haya exigido mucho más tiempo. Fue en 1959, poco antes del final de su historia de amor con Edith Piaf. Él había garabateado un borrador de la canción. Una tarde, la cantante pone la hoja arrugada al lado de la máquina de escribir del joven. Un encargo, en resumen.
De [Juliette] Gréco (Ma Fille bonjour) a Henri Salvador (Il n’y a plus d’amandes), pasando por Dalida (La fille aux pieds nus) o Nicoletta (Rien n’a changé), son unos cuantos los que no han tenido que lamentar haberle sacado a Moustaki una hora de su tiempo. En ese juego no es Serge Reggiani el que sale peor parado: Ma Liberté, Ma Solitude, Sarah, Votre fille a 20 ans… sólo títulos grabados en millones de memorias.
Cabarets. Diletante, la palabra no le daba miedo a quien casi toda la prensa, en la época de su relación con Piaf, denominaba «el gigolo». Tiene entonces 24 años y ella 47. Tenía 17 al desembarcar en París en 1951 desde su Alejandría natal. Judíos procedentes de Grecia, Nessim y Sarah Mustacchi, los padres, regentan una librería. Gran seductor, Nessim invita gustosamente a las clientas «a visitar el sótano en el que no había más que libros para niños y un pequeño dormitorio» [3]. Un ejemplo paterno que Giuseppe Mustacchi (Youssef para el registro civil egipcio), que afrancesa su nombre poco después de su llegada a Francia, no dejará de seguir toda su vida.
El joven ama la fiesta, pero es más bien tímido. Escribe con facilidad, trampea (barman, pianista). Aprende. Con Brassens, primer y único «maestro» reivindicado, hasta el punto de «tomarle prestado» el nombre de pila. Y en los cabarés de la «rive gauche» donde, del Trois Baudets a la Rose Rouge y del Colombe a la Echelle de Jacob, conoce a Vian, Ferré, Trenet, Montand, Mouloudji, Brel y todos los demás. El joven alejandrino no destaca, siempre reticente a interpretar sus propios textos, inseguro de una voz de amplitud limitada (lo que le valdrá más tarde el delicado calificativo de «calmoso cantante»). Un «meteco» seductor y tímido que escribe canciones para otros : Moustaki es hermano en esto de [Serge] Gainsbourg, su doble«amable», menos atormentado. Pero no obligadamente menos radical. Adelantado a su tiempo él también. De 1968 Moustaki no es heredero sino precursor. Con barba y cabellos largos, no violencia, libertad sexual, el «pastor griego» no ha esperado al movimiento de masas para llegar a la ruptura. Pero casi por azar se encuentra en 1969 convertido en icono de su época encabezando la lista de éxitos. Debido a que Reggiani decide no interpretar Le Métèque, creado por otra parte en escena por Pia Colombo, le toca a él. No tiene más que 35 años, pero ya posee una figura sin edad, de «judío errante» de cuero curtido «por el sol de todos los veranos» y con la barba encanecida.
En el mismo disco otro título da buena idea de la envergadura del bonachón: Gaspard, adaptación ejemplar del poema de Verlaine, otro retrato de «meteco», en versión de dolor profundo: «Je suis venu, calme orphelin,/Riche de mes seuls yeux tranquilles,/ Vers les hommes des grandes villes :/ Ils ne m’ont pas trouvé malin […]. Suis-je né trop tôt ou trop tard ?/ Qu’est-ce que je fais en ce monde ? /Ô vous tous, ma peine est profonde : /Priez pour le pauvre Gaspard !» [«He llegado, calmo huérfano,/Richo de mis ojos tranquilos,/Hacia los hombres de las grandes ciudades:/ No me han encontrado malo […] ¿Nací demasiado pronto o demasiado tarde ?/¿Qué hago yo en este mundo ?/Oh, vosotros todos, mi pena es profunda:/¡Rogad por el pobre Gaspard!»
Seguro del éxito, encadena entonces a lo largo de los años 70 discos y conciertos. Y viaja mucho, sobre todo por Brasil (véase la adaptación de Aguas de Março, de Tom Jobim, convertida en Eaux de mars en 1973). Pero la aceleración es relativa. Una sola escapada, por ejemplo, para actuar en el cine, en 1971, en la adaptación de Mendiants et orgueilleux, [Mendigos y orgullosos] la novela de Cossery, con el que escribe el guión. Prefiere con mucho sacar a las chicas de paseo en su moto, y no se engaña ni sobre la montura – estos últimos años una Norton Dominator 600cc. – ni sobre la pasajera. «Cada una me deja un sentimiento de gratitud por el placer siempre único», declaraba en 2000 [4].
Ningún ansia de reconocimiento, dinero bastante para vivir cómodamente y echar una mano a los amigos: los desafíos a los que se lanza Moustaki son de orden estrictamente personal. Como cuando decide aprender hebreo en tres meses tras una apuesta con Paco Ibáñez. O que se convierta en consumado jugador de ping-pong después de perder una partida contra Henry Miller. O incluso que aprenda el ajedrez sólo para derrotar a un vecino de la isla de San Luis. La misma discreción por lo que toca a su compromiso político con la extrema izquierda, fiel y sin ostentación. Hasta la campaña presidencial de 2012 en la que escoge apoyar a Philippe Poutou, candidato del Nuevo Partido Anticapitalista, que encuentra «enternecedor» pero con el que comparte «reivindicaciones radicales y justas».
«Exquisito». En enero de 2009 hubo de anular un concierto en Barcelona a causa de su enfisema, y desde entonces había renunciado a toda actuación en público. Hospitalizado en las cercanías de Niza estas últimas semanas, con la garganta entubada, había declarado en una entrevista al diario Nice-Matin en febrero no lamentar más que una cosa : no poder cantar más en el baño.
Entre la multitud de homenajes , el que firma Juliette Gréco (en RTL), los resume todos: «Era un hombre absolutamente exquisito, un hombre bien educado, era un hombre refinado, era un hombre elegante de una dulzura infinita…y además con talento».
En Alejandría la librería paterna se llamaba «La ciudad del libro». Hoy es una tienda de cerámica. En la isla de San Luis hay otra librería instalada en la planta baja del inmueble en el que Georges Moustaki vivió durante más de cincuenta años. Lleva el rótulo de «Ulises». El viaje fue feliz [5].
– El autor, René Solis, escribe en el diario Libération
*Fuente: Sin Permiso
Notas del traductor y el texto:
[1] Albert Cossery (1913-2008), escritor francófono egipcio nacido en El Cairo. Amigo de Albert Camus, Henry Miller, Jean Genet, Lawrence Durrell, Boris Vian, Alberto Giacometti o Juliette Gréco, vivió en París en una habitación de hotel desde el final de la guerra mundial hasta su muerte.
[2], [3] y [4] Citas extraídas del retrato de Der aparecido en Libération el 8 de julio de 2000.
[5] Alusión al primer verso del soneto de Joachim Du Bellay, uno de los más célebres de la lengua francesa : «Heureux, qui comme Ulysse, a fait un beau voyage » [«Feliz quien como Ulises hizo buen viaje»).
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
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Gracias por compartir tan bella síntesis de la vida de este ser que me brindó tanta compañía. Sin conocerlo, presentí su ternura y vida bohemia.
Sí, no estoy solo jamas,
tengo mi soledad…
🙂
Y así marchó finalmente a su encuentro.
Gracias por subir tan hermoso homenaje de George Moustaki, nombre que el cambió , cuando llegó a Francia desde su tierra de Alejandría. En Chile , popularmente le conocíamos por» El extranjero», canción hermosa. Nos entregaba a las mujeres, seguramente a los hombres también , una dulzura por esas letras cerradas y calmas que nos hacían soñar.Agradezco sus canciones Mi libertad, cuyo contenido retrata en parte un poco lo que que fue su vida. Es bueno que este diario on-line nos deleite a a veces con estos artículos que saborean el alma y entregan placidez, a pesar de la nostalgia de este viajero que se ha ido o se ha vuelto a las tierras que los vieron crecer en la niñez. Gracis por todo y buen viaje, ángel de la música George Moustaki.