Los niños chilenos tienen derecho a alimentos saludables
por Cecilia Castillo (Chile)
14 años atrás 8 min lectura
Chile, al igual que muchos países en el mundo, presenta un aumento creciente de
niños y adultos con sobrepeso y obesidad, ubicándose dentro de los tres
primeros con mayor prevalencia de obesidad infantil a nivel mundial. La
principal causa de la obesidad está determinada por el exceso de ingesta de
energía por sobre el gasto de la misma, mediado por factores sociales,
genéticos y ambientales. El rápido aumento de la obesidad infantil en Chile -de
un 16% en los años 90 a
un 23% en 2010- sugiere que los factores genéticos no son la causa fundamental
del problema, porque el patrimonio genético ha permanecido relativamente
estable en el tiempo. Las causas son entonces, la expresión de factores
ambientales inadecuados: una alimentación desbalanceada, por abandono de la
dieta tradicional e incorporación de alimentos altamente industrializados con
alto aporte de calorías, grasas, grasas trans, azúcar, sal y por un marcado
sedentarismo.
El Proyecto de Ley de Etiquetado y Publicidad de Alimentos, basado en las
recomendaciones de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y elaborado por un grupo de expertos
nacionales y connotados expertos internacionales, como los doctores Pekka
Puska, Philip James y Ricardo Uauy, pretendía establecer la entrega de
información clara y sencilla acerca de la composición nutricional de los
alimentos, facilitando su selección al momento de la compra e incentivando a
las empresas a producir alimentos más saludables.
Este proyecto extensamente discutido ha tenido un largo trámite, siendo
sometido por la Comisión
de Salud del Senado a una discusión pública con las autoridades de Salud del
momento, académicos y miembros de la sociedad civil en marzo de 2007 durante la
denominada Cumbre de Nutrición de Valparaíso, que se efectuó en el Congreso
Nacional. Esta cumbre contó con la asistencia de alrededor de setecientas
personas, en la que participaron sociedades científicas, universidades,
organizaciones de consumidores y de la sociedad civil, pero que curiosamente no
contó con la participación de la empresa de alimentos chilena, ni de sus
asociaciones gremiales que se autoexcluyeron de la convocatoria.
El problema es que una mala alimentación condiciona la obesidad infantil y
determina la aparición de otras enfermedades crónicas (hipercolesterolemia,
hiperinsulinemia, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial) en una etapa
precoz de la vida. Se estima que todas esta enfermedades se incrementarán aún
más en las próximas generaciones, determinando mayores necesidades de atención
médica, que se sumarán a las otras ya urgentes necesidades en salud de los
chilenos. Indudablemente los costos en salud aumentarán, así como la necesidad
de nuevas prestaciones de salud que permitan tratar adecuadamente a los
enfermos.
Para enfrentar esta epidemia de obesidad y de enfermedades crónicas no
transmisibles existen dos vías de abordaje: el enfoque curativo tradicional que
requiere de una gran cantidad de recursos para brindar una atención eficaz o la
prevención primaria que traslada el enfoque desde una responsabilidad
individual a una de mayor responsabilidad social.
Para el enfoque preventivo, lograr que la alimentación sea saludable es
determinante, porque de ella depende el tipo de nutrientes y otros componentes
que entran al cuerpo y que influyen no sólo en la salud y la enfermedad de las
personas, sino también en su causa de muerte. Numerosos estudios muestran que
los chilenos optan cada vez con mayor frecuencia por alimentos
industrializados, con un alto porcentaje de grasa, grasas saturadas y trans,
sal y azúcar, listos para el consumo o de fácil preparación, permitiendo a las
personas satisfacer sus demandas alimentarias y optimizar su escaso tiempo
libre, convirtiéndose en una alimentación poco saludable y desbalanceada, baja
en verduras y frutas y con componentes riesgosos para la salud.
La ley de la oferta y la demanda, una ley básica de la economía, establece
que a mayor demanda del bien existirá un mayor precio y que una menor demanda
hará que los precios caigan. Pero a diferencia de las frutas y verduras, esto
no aplica a este tipo de alimentos procesados porque cuando su demanda aumenta,
los precios caen producto de un mayor volumen de producción, que permiten a las
empresas aumentar sus ganancias por volumen de ventas, aún cuando el precio por
volumen unitario sea menor.
No sólo el precio es determinante en la selección de estos alimentos. La
mezcla de grasa, azúcar y sal, utilizada como un poderoso saborizante, cambia
las preferencias alimentarias, especialmente de los niños, generando
comportamientos cercanos a lo adictivo, desplazando el consumo de frutas,
verduras y comida casera que no tienen los atractivos sensoriales de los
industrializados. Si a esto agregamos su atractiva forma de comercialización
con envases llenos de colores, en diferentes formatos, asociados a promociones,
regalitos, figuritas y una potente publicidad en los medios masivos, la oferta
es casi imposible de resistir. Ante este escenario, las campañas de
alimentación saludable impulsadas por las autoridades, destacando sólo
atributos nutricionales, son casi ingenuas y decorativas, incapaces de competir
con todo un sistema científicamente desarrollado para incentivar el consumo,
que utiliza la credulidad de los niños para optimizar sus resultados.
Juego desigual
Una vez presentado este proyecto de ley en el Congreso algunos artículos
fueron excluidos tempranamente, como el que permitía el uso del "semáforo
nutricional", cuyo objetivo era ayudar al consumidor a identificar alimentos
saludables, pero que según las empresas significaba estigmatizarlas y
constituía un atentado contra la libertad de comercio.
El juego no puede ser más desigual para los consumidores. Las empresas
pueden producir a su gusto, sin informar adecuadamente, con rotulados
incomprensibles, con campañas millonarias de publicidad, con psicólogos,
antropólogos y neurofisiólogos estudiando el comportamiento de compra de niños
y adultos para optimizar las ventas. El resto de los chilenos debemos
conformarnos con débiles campañas de alimentación saludable y promoción del
deporte, que no alcanzan a informar adecuadamente la complejidad de la
alimentación y los factores psicosociales involucrados que median en la
alimentación y los estilos de vida.
Así, en la larga discusión del proyecto de ley muchos artículos originales
fueron limitados o suprimidos, convirtiéndose en un proyecto diferente al
original y que no cumplía con los objetivos iniciales. Quizás algunos pensaron
"está bien aprobar el proyecto, pero cambiemos los artículos relevantes y
dejemos un poco para que todo parezca mejor, pero que al final todo siga igual".
Afortunadamente, muchos de los artículos fueron repuestos en la Comisión Mixta
parlamentaria que volvió a revisar el proyecto. Así llegó esta semana a su
votación final en el Senado. Y a partir de ese momento pudimos ver cómo los
grandes poderes se ponen en evidencia tratando de evitar su aprobación. Todo
aquello declarado como "responsabilidad social empresarial" durante años, se va
al suelo cuando la Sociedad
de Fomento Fabril (SOFOFA) declara que la aprobación del proyecto puede impedir
el apoyo a campañas tan emblemáticas como la Teletón o los grandes eventos deportivos.
Los chilenos miramos atónitos cómo ese poder, que suele ser oculto, esta vez
se manifestó en el Congreso Nacional en la forma más explícita y brutal, cómo
los intereses privados pueden llegar a ser superiores al bien común. Quizás lo
que más debiese doler a todos los chilenos fue haber presenciado, pocas horas
después de la declaración de la
SOFOFA, al ministro de Salud, que debe velar por el cuidado
de todos los ciudadanos, manifestando que el proyecto era absurdo e inaplicable
y que no contaba con el apoyo de su cartera.
¿Qué podemos pensar los chilenos? ¿Qué debemos pensar? La gente sencilla,
las madres de los niños, son conscientes de que esta capacidad individual de
elegir alimentos que tanto destacan la empresa y las autoridades, esto que
llaman la "libertad de elegir", se ve sobrepasada por la potente oferta, sabor
y publicidad de estos alimentos no saludables, que aunque ellas quieran cuidar
la alimentación de sus hijos no alcanzan a lograrlo, porque la oferta está
siempre ahí, al lado, las seis a ocho horas que sus hijos permanecen en el
colegio, cuando salen de la escuela y suben al bus de vuelta a casa, al prender
el televisor y hasta en los textos escolares.
¿Cómo no darnos cuenta de que se abusa de la ternura e ingenuidad de los
niños que desean sin filtros todo aquello que se les ofrece? Decir, entonces,
que un proyecto que regula la publicidad y venta de alimentos no saludables en
los colegios, que obliga a un rotulado fácil y comprensible en los envases de
los alimentos para informar al consumidor sobre qué esta comprando y que
entrega un mandato a la autoridad sanitaria para ejecutar estas acciones, es
"absurdo e inaplicable" demuestra la indeferencia y la estrechez de corazón
para con la salud de todos los ciudadanos, especialmente la de los niños. Los
chilenos necesitamos este Proyecto de Ley, queremos saber qué comemos, queremos
que nos ayuden a cuidar la salud de nuestros niños, que se elaboren alimentos
saludables y que prime el bien común por sobre los grandes intereses
corporativos. Somos la
República de Chile y no una sociedad anónima.
*Fuente: CiperChile
http://ligaciudadana.blogspot.com/
www.ligaciudadana.cl
www.labuenacompra.cl
www.alimentosysalud.cl
—
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