Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.
Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.
Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.
En todo estás e ti es todo,
pra min i en min mesma moras,
nin me deixarás ti nunca,
sombra que sempre me asombras *
Follas Novas, 1880 Rosalia de Castro
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Luz Casal y Carlos Núñez versión musical
Rosalía de Castro fue una gran poetisa gallega del siglo 19, hija de una señorita de buena familia y un cura. Tuvo que soportar el peso de su origen en una sociedad pequeña, rural y conservadora y fue motor del renacimiento de la cultura gallega en un siglo y en un medio que no le eran propicios. Muchos dicen que La Sombra que ella describe en este poema es la muerte. Yo más bien creo que es nuestro inconsciente, aquello que cargamos en nuestras espaldas sin saber lo que es, que se burla de cada uno de nosotros y lo vemos reflejado en todas partes, en nuestras fobias y en quién colocamos nuestros rencores y nuestra admiración. Quizás por quién y por qué damos nuestra vida. Ahí aparece a la vuelta de la esquina haciéndonos morisquetas, o en algún sueño en qué quedamos desnudos en público, o estamos dando examen y no sabemos nada.
Este poema, musicalizado, es casi el Himno de Galicia, que tiene la sombra triste de haber sido un pueblo muy pobre y abusado, muy trabajador y a la vez padre de Francisco Franco y de Fidel Castro, personajes poderosos e inolvidables del siglo 20 y que quizás muestran el claroscuro de la sombra.
Hace ya muchos años mi hija tuvo que escribir para el colegio una crónica sobre La Quintrala, aquella mujer colonial acusada de asesina, sádica y bruja. Por supuesto que le dio una lata enorme y bueno, por ahí le ayudé un poco para que se sacara buena nota. Así somos las madres de irresponsables. Al hacer este trabajo, tuve que reflexionar sobre la naturaleza humana, porque no hay explicaciones simples sobre nuestro comportamiento, y es muy fácil encajarle al Otro todas las maldades, reservándome a mí el papel de víctima. También es una salida fácil atribuir a un personaje histórico todas las maldades, a otro todas las santidades y así inventarnos un mundo en blanco y negro evitando una comprensión más profunda de la realidad.
Me di cuenta que la Quintrala, de la cual se hace tanta gala de su sangre indígena como origen de su afición a la brujería, tenía tanto de alemán como de indio, y otro tercio de español y su comportamiento era el mismo que el de cualquiera señora feudal con poder en la Edad Media europea, a la que no le hubieran puesto reglas de conducta en la infancia, y hubiera usado el poder sin criterios morales. Es decir que cualquiera de nuestras hijas, si no las educamos pueden llegar a ser Quintrala 2.0, sobre todo ahora que la televisión muestra este tipo de comportamiento femenino como lo deseable. Además casi todos en Chile descendemos de la familia de la Quintrala que fue una de las fundadoras, lo que nos hace herederos genéticos de todas sus aptitudes.
Y otras y otros que se ocultan púdicamente en nuestra historia nacional, quizás fueron peores que doña Catalina.
También me di cuenta que esa parte de nosotros que no queremos ver, que no tenemos idea que está ahí, que no nos gusta, la proyectamos alegremente sobre otros y la criticamos y así inventamos personajes históricos, héroes y villanos.
Esa parte de nuestra psiquis, que no conocemos, es lo que Carl Jung, psicólogo alemán discípulo de Freud, llamó la Sombra. Esta Sombra atrapa mucha de nuestra energía creativa y solemos manifestarla en situaciones críticas, cuando falla el control social, cuando nos tomamos dos tragos demás, cuando nos enceguecemos por la pasión porque alguien en su hablar o proceder nos tocó una fibra escondida que sentimos como un ají en salva sea la parte. La tan mentada "hilacha" de nuestro dicho "mostró la hilacha" sería como un destello de la Sombra.
Se puede ver en épocas de revolución, cuando las personas hacen todo tipo de carajadas en nombre de la Justicia, la Patria, la Ideología, o porque el patrón lo mandó. Aparece en las leyendas como la bruja mala envidiosa que adormece a la princesa en la cuna, es el arquetipo de la madrastra celosa, del sacerdote pedófilo que habla de castidad, del militar torturador, que pontifica sobre el honor, del patrón desgraciado, del padre abusador de sus hijos, del político de doble faz, del rebelde sin causa, del inmaduro profesional, del quejoso crónico, ya que todos ellos ocultan en el fondo de la conciencia la manifestación del personaje opuesto.
Esta sombra, que como dice Rosalía de Castro tremenda poetisa gallega, está en todo y me hace burla. Está en los pueblos en forma colectiva, está en las instituciones ideológicas como iglesias y partidos políticos, está en los países y en los bloques raciales y culturales.
La sombra de la Europa civilizada, con todos los saqueos que ha realizado y sigue realizando para poder mantener su status, y su aparente imagen de seriedad y civilización. Es su racismo oculto, siendo Sudaca o Meteco algunas de sus palabras favoritas. Es su afición a las guerras, y a los genocidios, al saqueo a los vecinos, y su autoconcepto de ser tan civilizados, concepto que autojustifica que le hayan quitado la tierra a medio mundo.
La sombra de Suiza, por ejemplo, la contraposición a su orden y seriedad, es con qué orden y seriedad guardan el dinero de los saqueadores, del narcotráfico, de los Nazis, de los Aliados y en algunos casos se quedan con el dinero de los muertos en algún genocidio. Con qué seriedad manejan sus industrias químicas, que todos sabemos manejan el mundo, contaminan, manejan pestes, remedios que envenenan y otras cosillas. Pero con mucha seriedad.
La sombra de Estados Unidos está en su relación con los pueblos de color a los que ha saqueado y exterminado, a la relación con sus pecados capitales a la luz de su autoconcepto puritano de superioridad espiritual y racial. Así vemos que donde llegan los puritanos, florecen los burdeles, y la demanda por drogas, y de paso la oferta como el caso de Afganistán. USA es el más grande consumidor de drogas del mundo. Estudios muestran que el 2.5% de la población se droga. En una población de 400 millones, estos son 16 millones, es decir la población entera de Chile. Y ni hablemos como florece la guerra.
La sombra de las instituciones ideológicas se nota cuando los ideales que se invocan pasan a ser palabras vacías, y el sistema dedica sus energías a mantenerse vigente porque ha logrado una tajada de poder en la sociedad. Se sigue usando mañosamente los símbolos, la retórica o la figura del fundador, se inventan dogmas para tratar de atrapar la realidad cambiante y la realidad que cambia día a día, se escapa por la ventana. Y quedan los cascarones vacíos flotando, hasta que aparece otra organización con nueva vitalidad, más adaptada a la realidad que acapara el sentimiento de pertenencia de las nuevas generaciones, con una retórica nueva y con nuevas promesas de trascendencia, y modos más actualizados de hacer las cosas, más acordes a la nueva visión colectiva de la realidad. Y en su decadencia, sus miembros muestran la hilacha, que es su propia sombra, más a menudo de lo recomendable, porque ya no creen en nada de lo que dicen. O lo que creen creer, no lo tienen internalizado en el alma, en el cuerpo, en el sentimiento, no lo han encarnado en sus neuronas, siendo auténtico solamente lo encarnado y no lo que creemos creer así en abstracto .
¿Y la sombra de los chilenos? Aquí tenemos mucho paño que cortar en forma individual y colectiva, porque no somos ni mejor ni peor que el resto. Creemos que creemos muchas cosas, pero fallamos en la autenticidad de nuestras creencias, no pasamos el test de la realidad, que es vivir de acuerdo a ellas.
Está nuestro mestizaje, evidente para los que nos miran de afuera, tema evitado para nosotros. Está el hecho de que somos ladrones, landroncitos, ladronzuelos, y ladronazos y no lo enfrentamos en forma ni individual ni colectiva. Creemos que creemos en la honestidad, pero no la vivimos. Y ese es un tremendo problema para la convivencia.
Somos frívolos, banales y venales, nos vendemos por el piropo de un extranjero porque necesitamos la aprobación de los otros para fortalecer nuestra autoestima. Nuestros ideales cambian rápidamente si cambia nuestra posición económica, pero nuestro comportamiento sigue siendo insolente y autorreferente. Somos clasistas, de capitán a paje, bastante racistas, sin ninguna empatía real por el prójimo, difíciles para vivir en condominios, ensuciamos todo, afeamos lo que podemos, y siempre tenemos la excusa de que somos así por culpa de otros, como si nunca llegar a la madurez fuera algo congénito, como si nosotros tuviéramos un justificativo de la divinidad para no llegar a ser lo que deberíamos ser. Como si todo lo que para el resto de la humanidad fuera necesario, el ser personas, para nosotros fuera optativo. Es decir, somos enfermos de autoindulgentes, por lo que en materia de ideologías nos encantan los extremos, o autoritarios, o que nos diluyan todas las responsabilidades personales entregándole nuestras decisiones y el manejo de nuestro destino individual a otros.
Somos provincianos y peladores y nuestros políticos, a quienes criticamos tanto, son así, son nuestro retrato pero en grande. Firmamos cualquier convenio internacional que nos parezca civilizado y de avanzada, y por supuesto después no cumplimos nada, porque no somos civilizados ni avanzados en nuestras costumbres ni pensamiento.
A Gabriela Mistral no la leemos, ni sus poemas ni su prosa magnífica. Andamos preocupados de su sexualidad, la cosa más privada e irrelevante del mundo. Si su sobrino era su hijo, si su secretaria era su amante. Todo como en telenovela venezolana pero sin mujeres hermosas.
Hay periodistas que denuncian la venalidad, banalidad y vanidad de los políticos mostrando las pequeñeces del abuso del poder y la frescura de los concertantes. Bien, ¿pero dónde están las denuncias de las cosas importantes?
Lo que pasa es que comentar la farándula es fácil y hasta entretenido . Para criticar lo grande y profundo hay que estudiar, y eso es muy difícil, requiere disciplina y voluntad, y no renta tanto como el chisme, y es peligroso, entonces nos quedamos con el pelambre.
Pero la Sombra no sólo oculta partes malas que no aceptamos de nosotros mismos, sino también talentos cuya energía está atrapada por esta censura que nos impusimos en alguna etapa de nuestro desarrollo. Nuestra parte artística y creativa a veces está oculta bajo el peso de prohibiciones que nos indican lo que "debe" ser, no lo que somos. Esa es una razón más que suficiente para enfrentarla y liberar nuestros demonios pero también nuestra energía creativa, nuestra voluntad para realizar talentos olvidados.
La otra es la relación que existe entre enfermedades psicosomáticas y depresiones con lo que nos impide expresar nuestro ser. Y esto en Chile debe ser grave ya que encabezamos la lista de los depresivos del mundo con unas cifras escalofriantes del 31% de las mujeres y el 25% de los hombres.
Para empezar a conocer la sombra hay que tener Maestros de la Duda, es decir personajes iluminados, valientes, curiosos y honestos que digan las cosas, así sin anestesia y nos avergüencen un poco, para poder entrar a excavar en nuestra percepción de la realidad.
Jung, Freud, Marx , tanto Karl como Groucho, Einstein, los Físicos Cuánticos, los Teólogos de la Liberación, Biólogos y Filósofos como Francisco Varela, los grandes humoristas y muchos otros han sido eso, han removido las calcificaciones mentales que produce el paradigma establecido, nos han puesto el mundo patas arriba y nos han abierto las entendederas para captar la realidad que nos permita conocernos mejor, comprender con más claridad lo que llamamos realidad, y encontrarle más sentido a la vida, haciéndonos cargo de nuestro destino.
Leamos a los que creemos nuestros enemigos, quizás son más parecidos a nosotros de lo que creíamos y leamos los originales, no lo que dicen los apologistas o los detractores. En su fanatismo podemos ver el nuestro, en su sabiduría, nuestro error o nuestra sabiduría, en sus tesis aclararemos las nuestras. Dejemos de lado esas etiquetas generalizadoras, que lo único que hacen es disculpar la flojera de conocer individuos y no categorías sociológicas abstractas, que no nos iluminan en lo más mínimo. Gocemos de la belleza de la individualidad de cada uno, con la libertad de reconocer que somos materia trascendente idéntica los unos con los otros, que florecemos en la individualidad y en la empatía por el otro simultáneamente.
Y si insultamos a alguien, que sea de frente por los hechos por los cuales tiene responsabilidad hacia mí, o por los cuales comprometió su honor particular ante la ciudadanía, dentro de los cuales me cuento yo, y no por su procedencia social, ni por su ideología, ni por su fortuna o desfortuna, o porque ando de mal humor o porque no entiendo lo que dice o porque me siento el mesías prometido de algún grupo abstracto o por envidia, que es uno de los pecados capitales más antiguos que se alimenta ahí, en la oscuridad de nuestra sombra.
Y mejor que insultar, es conversar, que como la palabra lo dice es "versar con" buscar la verdad con, hacer verso con, que ambas cosas son muy bellas.
Difícil materia esta de madurar, adquirir más consciencia iluminando nuestras oscuridades reconociéndolas y cargando con ellas; pero es un camino que garantiza satisfacciones, como la paz del alma, la satisfacción de haberle hecho empeño a la vida de frente con honestidad, la tranquilidad de enfrentar la finitud pensando que dejamos una pequeña huella positiva dentro de alguna otra alma que percibió esa nueva iluminación que hicimos de la realidad compartida, y ese será nuestro legado, la justificación de nuestra existencia.
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