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Colombia: Heredarás el viento

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La cabeza de la atractiva canciller colombiana, María Consuelo Araujo, acaba de rodar por el suelo a causa de la “parapolítica”, como se denominan los vínculos secretos entre los grupos paramilitares y algunos políticos colombianos. Conocida como “La Conchi”, de un metro 60 de estatura y casada con un fotógrafo argentino, en agosto de 2006 ella tenía 35 años y se disponía a viajar a México como embajadora cuando el presidente Alvaro Uribe le ofreció el ministerio de Relaciones Exteriores.

La prensa local adoraba a María Consuelo, quien antes había sido ministra de Cultura, puesto al que había sido catapultada después de ser directora del Jardín Botánico de Bogotá. Claro que las revistas del corazón destacaban su simpatía, la eterna sonrisa, sus habilidades para el canto y la guitarra, los cursos de historia en Francia y de política internacional en Italia. Y la añeja amistad de su abuela paterna con la madre del escritor Gabriel García Márquez.

Todo este glamour se fue al diablo cuando investigaciones de la Fiscalía colombiana revelaron, en octubre del año pasado, la conexión del padre de la ex ministra, Alvaro Araujo Noguera -ex senador, ex gerente de la Caja Agraria y ex ministro de Agricultura- y de su hermano, el senador Alvaro Araujo, con el ex jefe de la fuerza paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Rodrigo Tovar, alias “Jorge 40”.

En 1960, quince años antes de que naciera María Consuelo, se había estrenado Heredarás el Viento, del director Stanley Kramer, cuyo título se basa en una frase bíblica: “Quien desordena su casa, hereda viento” (Proverbios: 11-29). Y ese viento que puede convertirse en huracán es lo que ahora le ha tocado padecer a la ex ministra.

Las Autodefensas Unidas de Colombia, organización de alrededor de 30 mil hombres vinculada al tráfico de drogas, la venta de armas y el contrabando, fueron creadas en abril de 1997 para enfrentar a la guerrilla en defensa de empresarios y terratenientes. Desde hace años se sabe que cuentan con el respaldo de militares, policías, hombres de negocios y políticos.
Rodrigo Tovar, ganadero, agricultor y ex dirigente del gremio cerealista de Valledupar -al noreste de Colombia, de donde es originaria la familia Araujo- era comandante de 4.500 hombres que pertenecían al Bloque Norte de las AUC. Los campesinos colombianos temblaban de sólo oir su nombre.

Las AUC son responsables de varios asesinatos y masacres indígenas. Sus cabecillas han partipado en el secuestro y la extorsión a pequeños comerciantes y latifundistas, además de adquirir legal o ilegalmente entre dos y cuatro millones de hectáreas de tierras productivas. Actualmente la organización se encuentra en negociaciones de paz con el gobierno de Alvaro Uribe Vélez, bajo la supervisión de la OEA.

La justicia colombiana tiene indicios de que el padre y el hermano de la ex ministra de Relaciones Exteriores podrían estar vinculados con Tovar en el secuestro extorsivo del empresario Víctor Ochoa Daza, ocurrido en enero de 2002, mientras hacía campaña para gobernador. Tres senadores más y dos diputados también están siendo indagados por sus conexiones con los paramilitares, que con su accionar han influido en elecciones legislativas y para alcaldes. Otro legislador se encuentra prófugo.

Si las investigaciones avanzan, esto podría ser apenas la punta de un intrincado ovillo que comprometería a Uribe, a muchos de sus aliados políticos y a varios de sus antecesores en la presidencia. Y el epitafio de la “parapolítica” podría escribirse con aquella frase bíblica: “Quien desordena su casa, hereda viento”.

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