Las ideas son como el opio para los partidos del bipolio
por Rafael Luís Gumucio Rivas (Chile)
15 años atrás 5 min lectura
Cada vez que aparece la palabra "nueva" es seguro que, al
poco tiempo, vendrá la división y, finalmente, la derrota. Así ocurrió en el
pasado con la llamada "Nueva Izquierda" que terminó sin ninguna idea, mucho
menos ideales y convertida en un grupo de legionarios pragmáticos, al servicio
de Camilo Escalona. Le doy la razón a un amigo mío que retaba a su hijo por
leer día y noche.
Como los socialistas se han convertido en empresarios e
incluso de clubes deportivos – muy odiados hoy por la opinión pública, como es
el caso de Jaime Estévez – tienen poco peligro de caer en la adicción al
opio, que trae consigo la expresión de
nuevas ideas; es recomendable que sigan en la estrechez ignara de la búsqueda
del poder y, por ningún motivo, se les ocurra repensar una nueva concepción capaz
de visualizar una nueva mayoría.
La adicción opiómana ha pasado a la derecha. Un día recaló
en Chile un filósofo francés, Guy Sorman, muy desconocido en Francia, pero
transformado en un ídolo para losa derechistas chilenos. En los años 30 ocurrió
un fenómeno algo similar: Jacques Maritain se convirtió en el ídolo de los
socialcristianos chilenos predicando la relación entre el cristianismo y la
democracia. Cuando niño, yo lo tenía como un ídolo y modelo y creía que era el
único filósofo francés importante; tuve que ser becado por Augusto Pinochet –
al exilio – para descubrir que Jacques Maritain era uno más de tantos
escritores que se producen a diario en la Ciudad Luz.
Guy Sorman, un caballero muy sutil en la práctica de la
ironía francesa, ha puesto nerviosos a nuestros gotosos caballeros chilenos de
derecha: nada menos que defendió el aborto, el divorcio y la libertad de la
mujer para decidir sobre la reproducción. Esta perorata provocó, como es
lógico, la condenación del columnista de El Mercurio el ultraconservador y reaccionario
Gonzalo Rojas, que recién le cae la teja, en el sentido de que el presidente
Piñera está introduciendo el "caballo de Troya" de las ideas liberales en la
muy conservadora derecha.
Don Jorge Alessandri, antes el héroe de la derecha, se está convirtiendo
en un monstruo que, aunque muerto, es el representante de todas las estupideces
que la derecha pudo haber hecho en la historia: gobernó contra los partidos, afirma Andrés Allamand y
fue el culpable de la debacle de la derecha en 1965. Longueira propone dejar
atrás los períodos de Alessandri y de Pinochet que, según él son puntos de
referencia para sectores muy minoritarios de la derecha.
Según Carlos Peña, rector de la Universidad Diego
Portales, el filósofo francés había dicho que la derecha debería abandonar lo
que hasta ahora la había caracterizado, a saber, la autoridad y los valores
católicos, es decir, la nueva derecha tendría que ser agnóstica, abortista y,
nada menos libertaria. Es cierto que en el pasado algunos sectores conservadores,
junto con ser profundamente católicos y en el plano de seguidores del Papa
fueron bastante autoritarios, en ideas políticas, porque estaban lejos del
poder, fueron defensores de las libertades públicas, contra los liberales que
las atropellaban; por ejemplo, don Abdón Cifuentes fue partidario de una
libertad absoluta de asociación y don Rafael Luís Gumucio Vergara se opuso
siempre a la Ley
de Seguridad Interior del Estado.
La UDI,
a diferencia de estos patriarcas conservadores – por cierto minoritarios en su
partido – ha sido siempre representante del sector más autoritario de la
iglesia católica: muchos de ellos son discípulos de "San Pirulín" Escrivá de
Balaguer o de los Legionarios de Cristo, cuyo líder fue el famoso Padre Marcial
Macel, y no muy lejanos de la dirección espiritual del padre Karadima. Su
modela ha sido y será el falangismo español, el franquismo y la dictadura de
Augusto Pinochet.
Nada peor que el opio de las ideas: detrás de tanta
dialéctica sólo va quedando el despecho de los dos partidos principales de la
derecha al no sentirse considerados por el extremo y brutal pragmatismo del
gobierno del presidente Sebastián Pñera. Para que a Carlos Larraín, a Andrés
Allamand y a Pablo Longueira, entre otros prohombres, les gustara una especie
de comité de los presidentes de partido, que aplicó la Concertación, que
terminó por hundirla. El sueño del pibe de Carlos Larraín y Juan Antonio Coloma
es ser semejantes a Camilo Escalona y Juan Carlos Latorre – responsables del
secuestro del gobierno de Michelle Bachelet – y hacer lo mismo con Sebastián
Piñera.
Es evidente que tenía que tenía que desatarse la competencia
de las personalidades para aspirar al sillón presidencial. Tanto Laurence
Golborne, como Joaquín Lavín y otros tantos políticos que pretenden ese
objetivo, pero nadie les da bola – como es el caso de Alberto Espina, que hace
declaraciones a diestra y siniestra pidiendo la renuncia de sus rivales que
ahora ostentan el cargo de ministros -.
Finalmente, tanto la "Nueva Izquierda", como la "Nueva
Derecha" desaparecerán, como intrascendentes y efímeros fuegos artificiales una
vez que aparezca el tema del poder y la competencia esté centrada en
personalismos, más que en proyectos políticos. Como antes Jacques Maritain, Guy
Sorman habrá encantado a un sector de la derecha con la profecía de un mundo
mejor y libertario, basado en la libertad individual. Tanto el
socialcristianismo, como la derecha liberal morirán en manos del pragmatismo
del "pituto o muerte", y su paso por la Beocia del sur de América Latina sólo dejará el
recuerde de noches de opio ideológico.
21/11/10
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