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La Concertación debe explicaciones (VI)

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El liderazgo de la Concertación debiera explicarle también al pueblo
chileno porque ha experimentado un giro copernicano en materia de
política económica internacional, respecto de las políticas
desarrolladas por los gobiernos de Frei y Allende.
Ambos gobiernos se comprometieron fuertemente en la búsqueda de la
integración latinoamericana; en la lucha conjunta con muchos países en
desarrollo por modificar el injusto sistema económico internacional; y
en el intento por desarrollar una política exterior común de los
principales países exportadores de cobre agrupados en el Comité
Intergubernamental de Países Exportadores de Cobre (CIPEC)

En cambio, los gobiernos de la Concertación han seguido la misma
política económica internacional desarrollada por la dictadura de
Pinochet, aunque evidentemente con mucho mayor éxito. La opuesta
valoración que la comunidad internacional les confirió a ambos regímenes
permitió la inmensa diferencia de resultados; pero el sentido de sus
políticas fue análogo.

En efecto, desde sus inicios la dictadura desechó los esfuerzos de
integración económica regional. Rápidamente se retiró del Pacto Andino
cuyo principal gestor había sido el gobierno de Frei y que el gobierno
de Allende había apoyado también vigorosamente. Incluso, intelectuales
adherentes a la dictadura acuñaron la soberbia frase “Adiós América
Latina”. Y tampoco manifestó posteriormente algún interés
integracionista.

Análogamente, los gobiernos de la Concertación no solo no manifestaron
ningún deseo de volver al Pacto Andino, sino que además se negaron a
aceptar las reiteradas invitaciones que los países del Mercosur les
hicieron para integrarse como miembro pleno en dicho esquema de
integración subregional. Se obsesionaron, en cambio, en efectuar un
tratado bilateral de libre comercio con Estados Unidos y -en general- en
desarrollar este tipo de relaciones económicas con el máximo de países
del mundo. Naturalmente que estos tratados –al ser Chile un país chico y
subdesarrollado- contribuyen a perpetuar nuestro perfil de país
exportador de materias primas o de bienes con escaso valor agregado.

Por otro lado, la dictadura abandonó la política exterior tradicional
que Chile había desarrollado desde la creación de la ONU, de estimular
una profunda modificación del sistema económico internacional en
beneficio de los países en desarrollo. Estímulo que se tradujo incluso
en la acogida de la sede permanente de la CEPAL en Santiago a comienzos
de los 50; y en la celebración de la tercera reunión mundial de la
UNCTAD en 1972 en nuestra ciudad capital.

Lo mismo han hecho los gobiernos de la Concertación que se han limitado a
promover –y prácticamente de forma contradictoria con su énfasis
bilateral- una disminución del proteccionismo agrícola de los países
desarrollados en el marco de la OMC. Y que se han ufanado de
constituirse en una suerte de alumnos aventajados de América Latina
respecto de los criterios impulsados por los organismos financieros
internacionales (FMI y Banco Mundial) para los países en desarrollo:
superávit fiscal; apertura arancelaria y financiera; beneficios extremos
para la inversión extranjera; etc.

Por último, la dictadura retiró a Chile del CIPEC provocando su
liquidación y se negó a seguir toda política exterior de defensa de los
precios internacionales del cobre, pese a que la experiencia de la OPEP
con el petróleo estaba demostrando la eficacia de la coordinación de los
principales países exportadores de recursos vitales para la economía
mundial.

Asimismo, los gobiernos de la Concertación no hicieron ningún intento
para reactivar el CIPEC o para influir de cualquier manera en los
precios internacionales del metal rojo. Es más, con su entusiasmo por
acoger el máximo posible de inversión extranjera de las grandes empresas
multinacionales del cobre –asegurándoles, de paso, los más extremos
beneficios imaginables- nuestro país incrementó de modo gigantesco la
exportación mundial del mineral, convirtiéndose así en el principal
factor de la sobre-oferta que afectó a los mercados internacionales por
muchos años, con el consiguiente desplome de los precios internacionales
del cobre.

Doblemente lamentable fue el hecho que, al incurrir en esa miope
política neoliberal, se rechazaran los llamados que con sabiduría y
ahinco efectuó al final de sus días el egregio líder de la democracia
cristiana y especialista en materias cupríferas, Radomiro Tomic. La
tecnocracia concertacionista del cobre, en su converso entusiasmo
neoliberal, rechazó con altanero desprecio las proféticas advertencias
de Tomic, provocando para nuestro país la pérdida de miles de millones
de dólares.

Todavía no se aprecia ninguna autocrítica del liderazgo concertacionista
por haber logrado lo que la dictadura de Pinochet quiso
infructuosamente: la conversión de nuestro país en el líder mundial
–dentro de los países en desarrollo- de la prédica y la práctica del
neoliberalismo en las relaciones económicas internacionales. Por el
contrario, dicho liderazgo continúa ufanándose de haber colocado a Chile
como “ejemplo” en ese sentido.
martes, 31 de agosto de 2010

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