Las provocaciones del Embajador de Piñera en Argentina
por Leopoldo Lavín Mujica (Canadá)
15 años atrás 4 min lectura
Con Piñera vuelve lo peor de la ola derechista. Después de las ofensas e infundios mal intencionados a diputados concertacionistas con el fin de acallarlos, vertidos en la cámara por el aparentemente circunspecto ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter, de las declaraciones homofóbicas intolerantes empapadas en odio e ignorancia del RN Carlos Larraín contra la identidad homosexual, se agregan ahora las más políticamente provocadoras y directas de Miguel Otero, el Embajador chileno en Argentina.
Éste acaba de declarar a la prensa argentina que “la mayor parte de Chile no sintió la dictadura”, agregando enseguida que “antes usted no podía comprar nada importado, tenía que pagar lo que se producía en Chile, caro y malo. De la noche a la mañana usted empezó (con Pinochet) a encontrar lo que no había”.
En otras palabras, el “Embajador” que se supone representa los intereses de la República de Chile en un país vecino y hermano cuyos ciudadanos vivieron la misma brutalidad militar y violaciones a los derechos humanos y cívicos que nuestro país, es incapaz de ver diferencias fundamentales entre una Dictadura Militar y una democracia.
Si lo dice con tal desparpajo será porque la democracia del régimen postdictadura en su funcionamiento binominal, al igual que el modelo neoliberal, perfeccionado y ajustado por el concertacionismo, fueron diseñados por los estrategas civiles de la dictadura para excluir y despolitizar. Lo hicieron bajo el supuesto neoliberal que el consumo de mercancías, con el bombardeo publicitario televisivo y con la programación basura, compra las consciencias y jibariza el pensamiento crítico.
Y bien sabemos que el objetivo de la institucionalidad electoral y de la Constitución actual es asegurar la alternancia entre las dos coaliciones que acordaron consensuar formas elitistas de dominación política para mantener intacto el modelo concentrador de la riqueza y explotador de la fuerza de trabajo de las mayorías asalariadas.
Las fuerzas socioeconómicas generadoras de brechas que no cesan de agrandarse emanan de estructuras (de clase y de producción capitalista) que son las que habría que deconstruir y transformar para edificar un país justo y solidario y resolver las taras y retrasos que se arrastran en el acceso desigual a la educación, la salud, la vivienda y la cultura.
Pero aún así, y pese a la concepción oligárquica y restringida de la democracia que se instaló en Chile con la anuencia de los gobiernos de la Concertación, Latinoamérica había dejado atrás la apología explícita de las dictaduras militares.
Las declaraciones del Embajador de Piñera, Miguel Otero, pueden ser calificadas de propaganda del autoritarismo y de formas antidemocráticas de gobernar; de banalización de métodos policíacos represivos que no titubean en utilizar la violencia para llegar a sus fines y de defensa de la doctrina neoliberal que ve al mercado y a sus santuarios, los malls, como logros civilizacionales al servicio del consumidor “soberano” (sin olvidar que este tipo de argumento es también utilizado por columnistas liberales).
Vemos como una estrategia comunicacional se esboza. Son conspicuos personeros de la guardia piñerista y miembros de la oligarquía política y económica quienes comienzan una campaña de agresión en contra de los valores humanistas y democráticos que cubre varios frentes en los cuales el Presidente se había mostrado algo cauteloso. Así reaparecen bajo forma discursiva y prejuiciosa los enclaves ideológicos conservadores y religiosos del Opus Dei y de la alianza derechista que agazapados detrás de Piñera dan sus primeros zarpazos. Lejos están lo valores del Humanismo Cristiano que Piñera ha dicho profesar.
Se creía haber logrado imponer en la sociedad chilena la tesis que los vencedores políticos civiles del golpe militar y de la llamada transición a la democracia habían aceptado la derrota ética política infligida por el veredicto del derecho universal, de su evolución y por la condena de los pueblos sedientos de justicia social, solidaridad y libertades civiles plenas (el ataque artero de los jueces franquistas españoles en contra de Baltasar Garzón es otro elemento para reflexionar).
Sin embargo, este rosario de provocaciones de corte ultraconservador y facistoide muestra que la Historia no es una marcha ineluctable hacia el Progreso y la Razón; que pueden haber recaídas abruptas. Se impone estar alertas, no bajar la guardia y resistir para luego preparar la ofensiva en pos de la defensa de los derechos democráticos, sociales y colectivos de igualdad, justicia social y solidaridad.
– Leopoldo Lavín Mujica, B.A. en Philosophie et journalisme y M.A. en Communication publique de l’Université Laval, Québec, Canada.
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Un refugiado es un refugiado
Un niño es un niño y el miedo es el miedo
Destierro es destierro
Y una hipocresía es una hipocresía
No hay signo, no hay bando
No hay ideología ni misterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
Un daño es un daño, del verbo dañar
Todos los daños son daños centrales
Un niño es un niño
No existen los daños colaterales
No hay meta, no hay causa
Ningún motivo, ningún premio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
El fin es un punto por siempre distante
Una cambiante ficción
Un ciclón a merced de una hoja
Una paradoja como la de Zenón
Donde algo parece que se va acercando
Y siempre se escapa, siempre se esconde
Siempre a la misma exacta distancia
De un mismo horizonte (mismo horizonte)
El dedo que aprieta el gatillo
Debería saber esto
No hay tuyos ni suyos ni míos
Si son niños, son nuestros (todos los niños son nuestros)
Ni patria ni credo hay
Ni diferencias de criterio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio
No hay un solo fin
Que justifique cualquier medio