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Sergio Grez: el pueblo debe ejercer su soberanía

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Sergio Grez Toso, historiador,  es un apasionado de su disciplina, particularmente la referida a los movimientos sociales  populares y la cuestión social. Doctorado en Historia en la Université de Paris VII -Denis  Diderot , Francia, director del Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna hasta el 1 de marzo próximo, momento en que asumirá en plenitud la docencia y la investigación en la Universidad de Chile.

En conversación con Dilemas, evalúa el centenario recién pasado, las constituciones, la soberanía popular y las proyecciones históricas de las elecciones del 17 de enero.
Chile conmemora el Bicentenario y si pudiéramos hacer una comparación con el centenario pasado, ¿cuáles serían las deudas y los haberes que tendría esta conmemoración?

En algunos aspectos la sociedad chilena actual es bastante parecida a la de 1910. Al igual que en ese año, el Estado chileno y las clases dirigentes viven una situación de prosperidad prácticamente inigualable en la historia republicana de Chile, con la consiguiente concentración de riqueza en la cúspide de la pirámide social y una gran desigualdad hacia abajo. El Estado chileno es hoy casi tan rico como lo fue durante la época del salitre.

Otro aspecto de cierto parecido es la existencia de una "cuestión social" innegable, expresada en los graves problemas sociales derivados de la polarización social y la extrema concentración de la riqueza.

Sin duda hay muchas diferencias. El nivel de vida ha subido ostensiblemente en el siglo transcurrido, incrementando la duración media de la vida de los ciudadanos. Chile exhibía, a comienzos del siglo XX, una de las más altas tasas de mortalidad del mundo occidental, sólo comparables con las que existían en las colonias británicas tan atrasadas y pobres como la India o algunas colonias africanas.

Durante el siglo transcurrido se ha producido una suerte de chorreo de la riqueza y también el logro de numerosas conquistas por parte de los sectores populares..

Sin embargo, en relación con lo anterior cabe señalar un retroceso importante, porque hasta 1910 teníamos un movimiento obrero en una etapa fundacional pero en  ascenso,  en una línea progresiva de acumulación de fuerzas, de construcción de organizaciones, de surgimiento de vanguardias políticas de variado signo y de formación un programa de lucha y de un ideario propio. Cien años más tarde verificamos una involución en estos aspectos. Difícilmente hoy podríamos hablar de un movimiento obrero o un movimiento popular organizado y dotado de un norte definido, que se reconozca en determinadas organizaciones sociales y que posea vanguardias políticas o formas de representación política que lo expresen.
Afirmaste que hay un mejoramiento en las condiciones de vida de la sociedad chilena.

¿Cuál ha sido el rol del Estado, durante este centenario en ese plano?
El rol del Estado ha sufrido varios cambios y muy importantes durante este siglo. En 1910, nos encontramos con un Estado que yo llamo asocial, es decir una entidad que sólo se concebía a sí misma como un gendarme, preocupado de la justicia, el orden social y la defensa de las fronteras, es decir funciones eminentemente represivas. Aunque ya se estaba insinuando, tímidamente todavía, un cambio, pues la burguesía comienza a sacar lecciones de las revueltas y explosiones populares, de la denominada "cuestión social" y especialmente del luctuoso ciclo de masacres de obreros a manos del ejército que se producen entre 1903 y 1907.

Los sectores más esclarecidos de la clase política burguesa van concluyendo que por la vía de la negación de la "cuestión social" y la represión no podían frenar el ascenso del movimiento obrero y de los sectores populares. Que era necesario implementar una estrategia distinta en la cual, sin abandonar completamente la represión, se hicieran reformas y concesiones con el objeto de seducir y cooptar.

Es a partir de 1906, cuando se empiezan a insinuar las primeras medidas  reformistas, tendientes a instaurar una muy tímida legislación social. Se trataba de reformas muy imperfectas,  con disposiciones que uno podría pensar que estaban hechas  ad hoc para que los patrones las violaran, pero denotan una intención reformista que se despliega con mayor nitidez en el primer gobierno de Arturo Alessandri Palma. Bajo su mandato se aprueba la Legislación Social, la que fue votada precipitadamente en diciembre del año 1924  tras el "ruido de sables" protagonizado por la juventud militar.

La idea era impulsar reformas que evitaran los estallidos y la revolución social. Recordemos que estamos en los años inmediatamente posteriores a la revolución bolchevique. Entre el año 19 y el 21 se produce un ciclo revolucionario en Europa, lo que deviene en contrarrevoluciones triunfantes en algunos países, y al mismo tiempo, a nivel mundial, hay una evolución hacia estrategias de colaboración  de clases y se establecen las bases de un Estado de compromiso.

¿En ese tiempo el Estado inicia un proceso de reformas?
Hacia el primer cuarto del siglo XX el Estado chileno sufre un  cambio profundo, pasando de una república parlamentaria desgastada y desprestigiada a una nueva forma de presidencialismo que va a durar hasta el año 73. El Estado va a asumir funciones que antes no tenía, especialmente en la regulación de los conflictos sociales a través de leyes, de reglamentaciones y mecanismo de negociación buscando evitar las huelgas o ponerles fin rápidamente. Así se establecen las bases del llamado Estado de Compromiso a la chilena que regirá hasta 1973.

Este proceso de cambios y reformas toma más o menos una década y se verifica en medio de grandes convulsiones políticas, sociales y económicas. Producto de estas crisis en el seno de las élites, surge la dictadura de Ibáñez, a quien le tocará enfrentar los graves efectos que provoca en el país la Gran Depresión y el colapso definitivo de la industria del salitre. Las convulsiones político sociales continuarán tras la caída de  este régimen, verificándose agitados procesos de cambios de gobierno, levantamientos populares, la insurrección de la Armada y la efímera república socialista de doce días.

Sólo a mediados de la década del 30 se consolidará el nuevo Estado Benefactor, siendo sintomático la legalización de los partidos Comunista y Socialista,  quienes  optan claramente  por una vía institucional parlamentarista abandonando  posiciones insurreccionales.

No se trata que el Estado deje de ser un burgués, pero su cara y sus funciones cambian sustantivamente, dejando de ser percibido por amplios sectores del mundo popular sólo como un instrumento de la represión, logrando presentarse como un espacio de oportunidades, de diálogo y de negociación donde es posible obtener  ciertas concesiones.

Algunos sostiene que el establecimiento de un Estado con estas características permitió  el desarrollo más pleno  del capitalismo en Chile, fase que dura hasta el año 70’ ¿Es válida esta afirmación?
Creo que si. Es precisamente durante este periodo que el capitalismo  chileno en su expresión industrial alcanza su mayor desarrollo, gracias, entre otros factores, a las políticas de los gobiernos  del Frente Popular. Sin embargo este modelo de acumulación deviene en franco proceso de agotamiento desde la década del 50’, lo que provoca la crisis final en los años de la Unidad Popular. Malamente se responsabiliza de esta crisis a la izquierda y a la Unidad Popular, pero ella es más bien expresión de un proceso de decadencia que se arrastraba desde hacía varias décadas. A la izquierda, representada por la Unidad Popular, le tocó enfrentar este proceso y trató de buscar soluciones que no pudo encontrar, porque se trataba de una crisis estructural en la forma que adquirió el capitalismo en Chile durante el siglo XX.

En  el plano de la política y las instituciones, en la historia de Chile las constituciones que nos han regido  no han resultado de la participación popular. ¿Tú crees que ha llegado la hora en que la sociedad chilena participe más plenamente en la gestación de una nueva constitución?
Debería ser así. Creo que una de las tareas políticas, ya no del movimiento popular ni de la izquierda, sino de los sectores progresistas, aunque ese término esté tan manoseado, es hacer todo lo posible para que, por primera vez en su historia, el pueblo chileno sea soberano lo que no ha ocurrido nunca.

Todas las constituciones que nos han regido, desde 1812 en adelante, han sido la resultante de conciliábulos, de acuerdos o de medidas de fuerzas, de pequeños grupos de la elite económica o la elite política. Ninguna de las cartas constitucionales de este país especialmente las tres más importantes, la de 1833, la de 1925 y la de 1980 resultaron de una discusión nacional medianamente informada.

La de 1833 fue impuesta por los vencedores de la guerra civil de 1829-1830. Se impone en un congreso expurgado de todo tipo de opositores, muchos de ellos enviados al exilio, otros fusilados o viviendo en la clandestinidad. Esa constitución  fue resultado de una comisión consultiva nombrada a dedo solamente entre los partidarios del bando portaliano, el bando vencedor.

La carta de 1925 es fruto de las maniobras de Arturo Alessandri Palma, apoyado por el entonces comandante en jefe del ejército. Alessandri, no cumple su promesa de llamar a una asamblea constituyente y la reemplaza por comisiones nombradas a dedo, una de las cuales la preside el mismo convirtiéndose esta en la constituyente misma. Finalmente busca imponer la nueva constitución mediante una elección convocada en el plazo de un mes, en la cual la ciudadanía debe aprobarla o rechazarla y sin precisar las consecuencias de esta ultima opción. Todo lo cual provoca que más del 50% de los votantes potenciales se abstuvieran  o anularan. Es decir la constitución “más democrática” de la historia de Chile, la que nos rigió hasta 1973, fue producto de maniobras entre bambalinas y de presiones militares. A tal punto fue así, que un historiador tan conservador como Gonzalo Vial califica lo que ocurre en el seno de la comisión consultiva nombrada por Alessandri con el apoyo del ejército, como un golpe de estado.

Y para que vamos a hablar de la constitución de 1980, fraguada en el secreto absoluto por  la denominada comisión Ortúzar, entidad que comienza a elaborarla desde los primeros días del golpe de estado. Finalmente y al igual como hizo Alessandri, se buscó hacerla aprobar mediante un plebiscito convocado con solo un mes de anticipación,  en medio de un régimen de terror, con proscripción de los partidos políticos, detenidos  desaparecidos, negación a los opositores de realizar actos, salvo el se efectuó en el Teatro Caupolicán, inexistencia de registros electorales, etc.

Por tanto ninguna de las constituciones chilenas ha sido objeto de un debate democrático nacional. Ni siquiera las reformas constitucionales realizadas por el gobierno de Ricardo Lagos en el año 2005. Ellas fueron fruto del acuerdo entre las cúpulas de la Concertación y de la Derecha.  ¿Alguna vez se discutió por los medios de comunicación, o se dieron a conocer ampliamente en qué consistían? ¿Se le pidió algún tipo de opinión a la ciudadanía siquiera por sondaje de opinión o por encuestas? Nada,. Simplemente se trató de un arreglo cupular, que no alteró lo esencial de la constitución de 1980, como es el carácter subsidiario del estado y el sistema binominal.

Entonces al cabo de 200 años de vida republicana podríamos decir que esta sociedad está más que madura para efectuar por primera vez en su historia un debate sobre las normas más esenciales que nos rigen, de lo contrario vamos a seguir viviendo en un remedo de Democracia.

Planteado el tema de las Constituciones y al tenor de la actual coyuntura electoral ¿Crees tu que el ciclo que se inició en 1986 que llevo a la reinstalación de los gobiernos civiles, ese ciclo largo, donde se constituyó una alianza que condujo el proceso, se estaría cerrando y abriéndose uno nuevo?
Pareciera que si. Que conste que esta conversación la estamos teniendo pocos días antes de la segunda vuelta de la elección presidencial de enero de 2010. Todo parece indicar que si,  cualquiera que sea el escenario resultante de estas elecciones.

Si gana Piñera, lo cual es altamente probable,  queda en evidencia que se cierra el ciclo de los gobiernos de la Concertación y muy  probablemente el ciclo de vida de esta coalición política. Y si gana Frei, lo que es poco probable, pero no imposible, creo que la Concertación, tal como la hemos conocido a la fecha, lo dicen sus propios dirigentes, no va a poder seguir siendo al menos en la forma como la conocemos.

Desde otro punto de vista, nada va a cambiar automáticamente. Vamos a seguir regidos por la misma constitución, cualquiera que sea el nuevo presidente. Frei dice ser partidario de una nueva constitución, pero no contará con una mayoría parlamentaria calificada y no podrá cumplir la oferta.

Por tanto, cualquiera sea el nuevo presidente, en muchos aspectos tendremos más de lo mismo, es decir una especie de democracia de baja intensidad, "protegida" y restringida y  un modelo económico neoliberal, con más o menos correctivos sociales, según sea el presidente que elijan los chilenos. Chile seguirá siendo un país primario-exportador, muy dependiente de las fluctuaciones de los mercados internacionales, elaborando y exportando productos con muy bajo valor agregado y altamente dependiente en el plano tecnológico de las grandes potencias industriales 

Desde el punto de vista de los movimientos sociales, ¿crees que se está iniciando un nuevo ciclo o todavía estamos en una suerte de interregno entre un movimiento social que se organizó, lucho, logró algunas conquistas, y el surgimiento de otro?
Creo que aún es muy pronto para dar respuestas taxativas sobre este tema. En la última década hay algunos síntomas de reactivación de los movimientos sociales, sin lugar a dudas. En la actualidad hay más huelgas y movimientos de protestas que antes de 1998, el año en que Pinochet fue arrestado en Londres y muere políticamente. Tras este hecho hay una cierta pérdida del temor y  la sociedad chilena se empieza a soltar más. Muchos sectores y personas se atreven a hablar públicamente de dictadura militar y no de régimen militar como hacían antes y si el  leguaje cambia y también empiezan a cambiar las actitudes.

Yo creo que de diez a doce años a esta parte hay una cierta reactivación de los movimientos sociales, de los movimientos populares y del movimiento nacional del pueblo mapuche, que es un movimiento muy importante en este nuevo panorama.  Claro que todo lo anterior aún no se traduce en la constitución de un movimiento popular unificado, con un programa, con una plataforma, con centrales sindicales u otro tipo de organizaciones sociales que sean universalmente reconocidas. La pluralidad de tendencias que existen en la actualidad aún no encuentra un cauce unitario manteniéndose una suerte de orfandad política de los sectores populares.

Miremos América Latina en cuyo escenario se vienen alentando procesos de integración, como en Europa, y también de refundación democrática. ¿Va por ahí la salida y Chile debe dejar de considerarse una buena casa en un mal barrio?
Podría ser, pero en Chile no existen  las bases internas como para que el país se oriente hacia la integración latinoamericana. Para ello debería cambiarse la orientación interna de la economía, actualmente más orientada hacia los acuerdos de comercio con Europa, con EEUU, con China, con Japón y los mercados asiáticos en general. Chile está mirando hacia fuera del continente. No está mirando hacia América Latina y si lo hace es más bien en un plano secundario, en función de los conflictos que mantiene con dos de sus tres vecinos.

Parece que la evolución de Chile va a contrapelo de la evolución general, por lo menos,  de Sudamérica. Ahí hay un desfase, un desencuentro muy grande.

En relación con esto ¿cuáles serían los desafíos que tendrían aquellos sectores más latinoamericanistas y de pensamiento más crítico en nuestro país?
El primero que los ciudadanos  se conviertan en el soberano.  Si en todas partes y en las las normativas constitucionales que hemos tenido, se afirma que  la soberanía reside en la Nación y la Nación no es otra cosa que su pueblo, entonces este debe ejercer como tal. El pueblo tiene que discutir, aprobar y refrendar sus propias cartas constitucionales, el pueblo  de Chile tiene que empoderarse de su futuro.

¿Pero será posible, que se pueda recomponer como sujeto social, si la hegemonía cultural, de las formas neoliberales han sido tan profundas y se está casi a las puertas  incluso, que el mayor representante de ese modelo neoliberal  llegue al gobierno?
La reconstitución de un sujeto social no será posible mientras los sectores populares y la ciudadanía mayoritaria no recomponga ciertos elementos de su ser social y de su identidad. Mientras estos elementos  se muestren absolutamente deformados por el modelo y la ideología neoliberal, no va a ser posible que el pueblo rescate sus  atributos de pueblo soberano.

Por lo tanto, el pueblo chileno tendrá que transitar por  un camino bastante largo de recomposición de las bases culturales, sociales, ideológicas y políticas de su ser social, y eso lo va a enfrentar inevitablemente a la ideología neoliberal y su modelo.

¿Pero la ideología neoliberal, apunta precisamente a desarticular y fragmentar?
La reactivación del movimiento popular es muy débil aún y  en lo fundamental es economicista, gremial corporativista, pero es un paso necesario. Un caso distinto es la actitud del pueblo mapuche, porque, además de  sus reivindicaciones inmediatas como la  tierra y cultura, está recomponiendo su identidad como pueblo y por tanto tienen bases mucho más sólidas que las  que dispone el pueblo chileno en este momento. Por eso los mapuches son el hueso más difícil de roer por el sistema actual. Es el único sector que vive en los límites del Estado nacional chileno, que ha mantenido sus banderas de lucha y se moviliza a pesar de la represión que se ejerce en su contra.

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