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La cumbre de América Latina y el Caribe

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El pasado 16 y 17 de diciembre se llevó a cabo la primera cumbre latinoamericana y del caribe en Costa do Sauípe, Bahía, Brasil. La cumbre fue convocada por el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva. De los discursos el que personalmente más me interesó fue el de Raul Castro, presidente de Cuba, simplemente porque hablaba un hombre de acción, contando siempre trozos de lo que es la historia de la revolución cubana.

El discurso del anfitrión merece mención. Lula plantea los cambios que han tenido lugar en estos últimos ocho años, según él cambios de avanzada para la política latinoamericana. El presidente brasileño se maravilla de que Michelle Bachelet, una mujer, haya logrado la presidencia en Chile. Es también milagroso, nos dice, que tengamos un presidente indígena, Evo Morales, en Bolivia. Y luego, más recientemente que tengamos de presidente un obispo de la teología de la liberación en Paraguay, Fernando Lugo. Luego Lula habla de como Chávez de estar solito ha pasado a no estarlo. Son signos del cambio, dice, y, si quizás lo son.

Se le olvidó a Lula decir que Brasil tiene en él mismo un “obrero” presidente y estaría cumplido, tendría género, raza, clase incluídas en su cadena de esencialismos. Ahora porque una mujer chilena sea presidenta no quiere decir que los intereses de todas las mujeres de Chile estén mejor representados. ¿O si? Un presidente indígena puede o no representar los intereses de los aborígenes de su país. Y un obrero presidente en Brasil no significa tampoco que la clase obrera brasileña esté en el poder. Lejos de ello. Siempre se trata, en realidad, de lo que esos representantes particulares piensan y hacen en favor de los grupos que supuestamente representan. Los esencialismos han sido usados para postergar los debates ideológicos pues es de la lucha de las ideas de la que emerge la acción y a su vez de la acción emergen nuevas ideas, una dinámica que no intenta negar la importancia de clase, raza y género sino más bien ponerlas en perspectiva.

No debería ser sorprendente que una mujer sea presidente, las mujeres somos la mitad de la población del mundo, en todas partes. No debería ser sorprendente que un hombre indígena sea presidente de Bolivia, con un 85 por ciento de su población mestiza y más del 60 por ciento indígena. No debería sorprendernos que un obrero fuera presidente, siendo que la mayoría de la población del mundo vive de su trabajo. Lo sorprendente es que sea sorprendente todavía.

Pero el discurso de Lula, que es racista así como sin darse mucha cuenta, nos presenta la visión de que así como una mujer representa a las mujeres, un negro habla por todos los negros. ¿O debería decir “persona de color”? Para Lula Barack Obama viene a reparar la balanza universal en favor de la justicia, viene a compensarnos del asesinato de Martin Luther King y Malcom X. En ese sentido Obama es “otro más de lo mismo”, o un equivalente.  De paso Lula plantea la posibilidad de que presidente norteamericano entrante levante el bloqueo a Cuba casi también como una compensación a los cubanos por cincuenta años de iniquidad y asesinatos a manos de los gobiernos americanos de turno. El discurso de Lula nos llama a creer que la justicia demora pero llega. Le llega a las mujeres, miren allí tienen a Bachelet y a Cristina Fernández de Kirchner, le llega a los aborígenes, con Evo Morales, a los mulatos latinoamericanos, en la persona del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y le llega a los negros también con Barack Obama.

Y, claro, falta todavía la otra cosa fundamental según el presidente de Brasil: la paz. Al fin, pregunta en su discurso, ridículamente ¿quien puede querer conflictos? Sí, ¿quién? Nebulosamente Lula se refiere a la invasión a Iraq, o a la carnicería que allí se ha estado cometiendo, la llama la “paz del Medio Oriente.”  Esa que seguramente, según él, ha de venir también de la mano de Obama. ¿Acaso compensación por los millones de niños y civiles asesinados en Iraq? Esto le da a Lula razón para creer. Dios existe, se dice. Definitivamente Lula no cree en Dios, cree en Santa Claus.

Lula plantea estos esencialismos como sin darse cuenta ¿o no? El discurso de Lula es confuso, una mezcla de verdad y falsedades, trigo y paja, que lamentablemente es tan común hoy en Latinoamérica. Lula se presenta como un hombre bien intencionado, simple casi. En ese mundo de esencialismos del discurso de Lula, no pueden entrar otros presidentes latinoamericanos. Tabaré Vazquez, presidente de Uruguay, por ejemplo queda afuera porque es hombre y es blanco, aunque se ha criado en el barrio obrero de la Teja y viene de familia obrera, al ser médico no se  presentó como proletario a la presidencia. Ahora si habláramos de ideas tendríamos que ver la cumbre desde otro ángulo.

Afortunadamente hay mejores pensadores que Lula en Latinoamérica. Entre ellos algunos incluso tienen sus proyectos, no hablan solamente. Hay quienes entienden el mundo de forma más concreta e identifican los problemas que enfrentamos y lo que debemos hacer. Estoy hablando naturalmente de Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela y algunos otros que aportan en el pensar y el hacer. Entre estos, lamentablemente, no están ni Brasil, ni Uruguay, ni Chile, ni México y ciertamente no están tampoco ni Colombia ni Perú. Brasil, Chile y Uruguay, aunque parecen rebeldes no lo son, estos países siguen al pie de la letra las recetas del Fondo y no cuestionan el modelo neoliberal en nada. México, Colombia y Perú lejos de cuestionar el neoliberalismo lo impulsan activa y abiertamente.

Si hay confusión con Brasil, Chile y Uruguay es simplemente porque se presta poca atención a lo que estos gobiernos hacen versus lo que dicen. Brasil está tan aferrado al modelo neoliberal que recientemente un grupo de unas cincuenta entidades, encabezadas por Joao Pedro Stedile, José Antonio Moroni y Nalu Faria le presentaron al gobierno alternativas seguros de que no hay solución para los brasileños si se siguen implementando medidas neoliberales y en apoyo de los bancos y las grandes empresas y no se hacen cambios estructurales. Chile no cuestiona el modelo neoliberal dominante, como argumenta Arturo Alejandro Muñoz: “la concertación no ha hecho sino administrar el modelo heredado por la dictadura.” Y aplica una empecinada represión criminal contra quienes manifiestan su inconformidad y en especial contra el Pueblo Mapuche. Uruguay con su Carta de Intención se convirtió en uno de los gobiernos más pro Estados Unidos del continente.

Para saber quienes están y donde están hay que seguirle la huella al imperialismo; el imperialismo ataca a quienes tienen proyecto para sus pueblos y elogia a quienes siguen sus recetas, elogia siempre a quienes son sus vasallos y hacen lo que quiere que hagan. Así que si el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial hablan bien de tus planes, tus planes son malos para tu pueblo y buenos para el imperialismo y si los critíca entonces vas por buen camino, sigue adelante.

e-mail de la autora: Nora Fernández

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