La bestialidad de occidente, Gaza y la deshumanización del otro
por Sascha Cornejo Puschner (Alemania)
1 mes atrás 17 min lectura
05 de noviembre de 2024
“Pregúntenle a cualquier árabe cuál ha sido la constatación más dolorosa del último año y es ésta: que hemos descubierto el alcance de nuestra deshumanización hasta tal punto que es imposible funcionar en el mundo de la misma manera”
Lina Mounzer, A Year of War Without End, 2024.
Vivimos tiempos altamente peligrosos pero también altamente ilustrativos, ya que lo que se mantenía detrás del manto de la grandeza auto-proclamada del occidente respecto a sus logros civilizatorios, hoy ha quedado al descubierto como una horrible mascara de muerte. Disipando sus nieblas, podemos asistir al continuo derrumbe de un orden moral y psicológico erigido como el alto estándar moral de esta civilización y sus defensores. Parece ser que hoy quienes más defienden ese orden civilizatorio, son también los más dispuestos a entrar en una escalada bélica sin precedentes. Sin embargo, la bestialidad de occidente ha quedado al desnudo en su abierto desdén hacia tantas vidas aniquiladas. Una bestialidad que testifica el desdén hacia la vida que se proyecta en la figura del “otro”, el palestino, el bárbaro, el salvaje, el terrorista, el árabe, el animal humano.
Este breve ensayo busca responder la pregunta, ¿qué sustrato ideológico hace posible la operación y el espectáculo de la aniquilación del otro que es hoy la figura del palestino y mañana, quizás, el libanés?
Para responder esta pregunta se requiere ahondar en el proceso de deshumanización del otro, fundado en el contrato racial que subyace al contrato social. El sociólogo norteamericano Charles W. Mills describe la operación ontológica del contrato racial como un conjunto de acuerdos tácitos e informales entre los miembros de un grupo con los miembros del otro grupo que permite la categorización de unos como “blancos” y los otros como “no-blancos” (1). El propósito general de este contrato es cimentar el privilegio diferenciado de los blancos como grupo, frente a la subordinación de los no-blancos.
De hecho, para entender el doble discurso y doble racero de la alta política occidental, es necesario enmarcar la actual realidad geopolítica en clave racial, lo que nos permitirá entender las diferentes operaciones morales y psicológicas que operan bajo la aceptación tácita del asesinato de la población palestina en Gaza y también en el Líbano. De hecho, durante un año hemos sido testigos de que las muestras de lamento y luto por tantas vidas aniquiladas tanto en Ucrania como en Gaza, no han sido las mismas cuando de población blanca se trata. Esto porque a fin de cuentas, cuando se trata de muertes y de lamentar esas muertes, no hay equivalencia ontológica entre un blanco y un no-blanco.
Esta doble vara de medir ha sido señalada reiteradas veces, en cuanto al grito histérico por parte de la clase política europea y los principales medios de prensa, respecto a la muerte de soldados y civiles ucranianos, comparados con el silencio, la justificación o la manipulación de sentido ante la matanza de palestinos (2) . Esa es una de las posibles entradas la cual hace visible la lógica del contrato racial como un sustrato ideológico tácitamente aceptado, que otorga al blanco otro valor que al no-blanco.
Este contrato permite entender las variaciones de sus líneas divisorias, sus fluctuaciones, la operatividad de una lógica de inclusión/exclusión, de quién entra y quién no entra a la esfera del privilegio de ser considerado “humano”. Estas líneas pueden ser tanto políticas como étnicas, pero responden a la misma construcción ideológica del nosotros-ellos, convertido en la distinción “humano- no-humano” o en términos de Mills, “humano- sub-humano”.
Viendo el caso de Ucrania y Rusia, a pesar que ambos países han tenido una relación histórica, cultural, y política intensa, desde la propaganda de guerra impulsada por Europa, ha habido un creciente esfuerzo de concebir a Ucrania como parte del lado “occidental”, mientras se construye la noción de una Rusia “oriental” principalmente no europea. Ahí es donde opera una distinción claramente política ya que la distinción “étnica” sería bastante más difícil de construir. A fin de subrayar la distinción “nosotros-ellos”, Rusia no pertenecería a esta esfera blanca y occidental, más bien al “polo opuesto” cercana al “despotismo oriental”.
En el caso de la ocupación colonial de Israel, sus sucesivos gobiernos han realizado un importante lobby no solo en construir la idea de pertenecer al occidente – operatividad de una innegable lógica colonial que a su vez negada por muchos de sus apologetas-, pero también han construido el imaginario de que ese país y su Estado, representan los valores democráticos de occidente en una región hostil y plagada de regímenes autoritarios (3). Dentro de esa lógica de consenso manufacturado han sido exitosos en construir la identificación de Israel con el occidente y reclamar el apoyo a la ocupación de tierra palestina como política interior legitima, que ignora deliberadamente la serie de resoluciones de la ONU sobre el carácter ilegal de la ocupación de tierra palestina, así como también de su política de apartheid (4).
Si se tomara en serio estos hechos, sumados al carácter etnonacionalista inscrito en la noción de Israel como un estado esencialmente “judío”, demostrarían con facilidad que la idea de la democracia en ese país no solo es mentira, sino que es una imposibilidad fáctica debido a la propia lógica de supremacismo judío que el Estado proyecta hacia sus ciudadanos. Sumado el trato no solo disciminatorio, sino de opresión sistemática hacia los palestinos, la idea de democracia en Israel no se sostiene por ningún lado (5). Pero es ahí donde la lógica colonial fundada en el contrato racial adquiere toda su fuerza, ya que los palestinos son puestos en otra esfera ontológica respecto a los ciudadanos israelitas, y por tanto la excepcional “democracia” Israelí es más bien exclusiva.
Pero no nos engañemos al pensar que las clases políticas y gobernantes en Estados Unidos y Europa, que han dado su apoyo militar y diplomático a la política genocida de Israel no saben ya de todo esto. Lo que opera de fondo en esta complicidad tiene a su vez una connotación racista, que queda al descubierto en la deliberada ignorancia y la mala fe que puede observarse en la negación del genocidio Israelí. Esto puede expresarse en la idea que la vida palestina no tiene el mismo valor que la vida israelí, un ucraniano o un europeo. En términos ideales, los llamados D.D.H.H. universales prescriben que toda la vida humana tiene el mismo valor, pero la realidad que vemos es otra. Es por esta razón que Mills antecede la operación del contrato racial al contrato social, este último ha sido erigido como el relato mitológico de la fundación política de la “sociedad humana” evidenciado –nuevamente- su subyacente colonialidad, ya que ha construido un mundo a imagen y semejanza de occidente proclamado por sus avatares filósofos (Kant, Hobbes, Rousseau, Locke). A fin de cuentas, la aplicación de los D.D.H.H. tal como lo vamos observando a un año de proceso genocida se realiza de manera selectiva, cuyo resultado es, que unos son más humanos que otros.
Esto tiene por efecto, lo que Susan Opotow llama, exclusión moral, que “pasa cuando individuos o grupos de individuos son considerados fuera del límite de los valores morales, sus reglas, y consideraciones respecto a la justicia” (6). La autora señala que, aquellos que están fuera de ese límite son considerados como no-entidades, prescindibles, e inmerecidos. Una forma de exclusión moral severa, seria las violaciones a los Derechos Humanos y el genocidio:
«La persona o el grupo excluido («el otro») se percibe como una plaga o una amenaza, y el daño causado puede adoptar formas tan extremas como la tortura y la muerte. (…) El otro es percibido como inexistente o como una no-entidad. En este caso, el daño es el resultado de la despreocupación o el desconocimiento de las necesidades o derechos de los demás a recursos básicos como la vivienda, los servicios sanitarios, el respeto y el trato justo» (7).
Tenemos suficientes ejemplos como para percatarnos de la operancia de este principio, ya que los crímenes que ocurren a diario en Gaza y en los territorios ocupados de Cisjordania son aceptados en su cotidianidad horrífica sobre todo por la clase política del Norte Global. Pero las ideas de Opotow nos provee de importantes pistas para entender no solo lo que estas personas o grupos de personas catalogados como “inmerecidos” pueden sufrir en su calidad de “subhumanos”, sino también como ese sufrimiento es recepcionado por otras entidades, grupos o personas quienes ejercen la violencia, los que tácitamente la apoyan o que deliberadamente la ignoran.
Por eso es que en el occidente vemos una vez más, las advertencias de Hannah Arendt cumplidas a cabalidad, al ser testigos de un proceso de banalización del mal, que es cuando simplemente se busca justificar un genocidio, (o peor: negar que este ocurra). Consagrado en la carta de las Naciones Unidas, los D.D.H.H. universales nos hablan del valor de la vida por igual para todos. Un idealismo que se cae a pedazos nada más entramos a la esfera de la realidad. Los que vivimos en Europa vemos a diario que no todas las muertes son dignas de lamentar. A la hora de empatizar con el sufrimiento de unos no quiere decir que se deba empatizar también con el sufrimiento de otros. Lo que nos demuestra que las muestras de empatía hacia el sufrimiento humano también puede ser un proceso selectivo. Porque, así como el genocidio es un proceso, su banalización también lo es.
Cuando en innumerables ocasiones desde la ONU se ha llamado a un alto al fuego, para parar la masacre de niños y mujeres asesinadas a diario en bombardeos en Gaza, el hecho que se continúe aceptando como medida de “defensa legitima” de un estado híper- militarizado, nos demuestra que el funcionamiento del contrato social -al dar luz verde al asesinato de esos niños y mujeres-, cede ante la lógica del contrato racial. Los horrores de Gaza nos muestran cual es el contrato que en realidad reina en este mundo. Al permitir estos hechos, efectivamente esas mujeres y niños se tratan como amenazas a la seguridad de Israel y por extensión a los poderes occidentales. Su proceso de deshumanización ha sido ya completado. Esas personas han dejado de pertenecer a la esfera de lo humano, convirtiéndose de esa forma en dispensables. No parecen merecer ni nuestra consideración, ni nuestra simpatía, ni menos alguna empatía con su sufrimiento.
Así los continuos llamados a un “alto al fuego” en la ONU se convierten en otro espectáculo más donde la deshumanización, el genocidio y la banalidad del mal se encuentran protegidos por el poder, el real poder que podría terminar con esta matanza (si lo quisiera) e incluir a los palestinos, hombres, mujeres y niños masacrados a diario, dentro de esta esfera que llamamos “humana”.
El contrato racial se hace evidente una vez más después de un año de destrucción de Gaza ahora se proyecta sobre la posible destrucción del Líbano. La distinción nosotros/ ellos asegura que el otro no solo sea concebido como amenaza a nuestra propia seguridad (el otro, salvaje, bárbaro, comunista o terrorista) su sufrimiento es aceptado debido a su condición de otro. A tal punto que el otro ni siquiera sabe ya cómo hacer inteligible su propio sufrimiento.
Las infinitas reminiscencias históricas con el desdén, el desprecio, el odio y la aniquilación justificada por esos sentimientos -y la movilización política-, han marcado el rumbo de las políticas del colonialismo y supremacismo blanco aplicadas a los pueblos colonizados. El odio y el desdén hacia indígenas latinoamericanos, australianos, norteamericanos tiene evidentes paralelismos históricos e ideológicos con el trato hacia la población africana y afroamericana, porque en todas estas muestras de violencia racista la jerarquía racial ha operado como principio rector. En toda esa historia, y su violencia se aplica el mismo principio de una serie de distinciones en las que se entrelazan dicotomías como las de salvaje/civilizado, humano/no-humano. Como comenta Kay Anderson: “Los referentes de tales discursos son las construcciones de animalidad/salvajismo y humanidad/civilidad que he venido argumentando que tienen una deuda con las configuraciones occidentales de, y los conflictos interiores sobre, lo que es ser Humano”. (8)
Desde hace 70 años, que el pueblo palestino es sometido a una brutal ocupación colonial que continuamente va trazando nuevos límites territoriales. Los ataques de Hamas del 7 de octubre fue en este sentido una revuelta carcelaria, un desesperado intento por romper el cerco a una ocupación brutal. Mientras tanto, día a día podemos presenciar el desprecio manifiesto de periodistas, políticos y militares israelíes y de gran parte de la población civil que ya ni siquiera trata de ocultar su dicha por esta fiesta genocida (9). Aun así, el desprecio manifiesto en tantos términos y adjetivos abyectos de la vida palestina ha sido material de estudio sistemático en el contexto de la acusación de Genocidio por parte de Sud África en la Corte internacional de justicia. Hoy esas expresiones de “animales humanos”, “bárbaros” o “salvajes” proferidas por políticos y militares israelíes tomadas en su conjunto -acompañado de continuos bombardeos en la franja de Gaza- dan sustento empírico a esta acusación cuyo elemento más complejo es demostrar una intención genocida con respecto a los hechos. (10)
Sin embargo, la separación ontológica del contrato racial, que se expresa en la distinción entre humano y sub-humanos, trae consigo este retorno del lenguaje colonial, decimonónico, y refuerza la tesis del gobierno de Israel que este no incurre en ningún tipo de acto genocida. No me refiero a las mentiras tantas veces repetidas como la de la llamada “autodefensa”, “los bebés decapitados”, y la de los “escudos humanos”, -donde se culpa a Hamas de prácticamente todo –, resaltando a su vez su posición de “victima agredida” que solo se estaría defendiendo. Pero el mismo lenguaje utilizado por tantos funcionarios del gobierno y militares israelíes, en vista a la aniquilación sistemática de vidas palestinas, nos llevan a la consecuencia lógica que Israel -desde su imaginario supremacista- no comete genocidio porque a quién le es aplicado esta furia vengativa se encuentran ya de por si excluidos de la esfera humana. Como decía, el periodista ingles Owen Jones, solo hay que fijarse en lo que los israelitas han prometido, ya que eso es lo que han hecho (11). Su violencia es infinitamente transparente y acorde a sus dichos. Con este nivel de transparencia de la correspondencia entre “dichos” y “hechos”, podemos entender cómo opera esta exclusión moral de los palestinos excluidos de la esfera humana, relegados a un estatus ontológico inferior y golpeados por el sistemático desprecio de sus vidas por el llamado “occidente”, sus halcones de guerra y el complejo mediático, diplomático y académico. Desde esta visión, la noción de genocidio es aplicable solo a los “humanos”, pero no a los “sub-humanos” palestinos (12).
Como describe en unas líneas potentísimas la escritora Libanesa Lina Mounzer:
“No sé qué lenguaje es posible utilizar con personas que nunca te verán como humano. Que siempre oirán el rebuzno de un animal cuando hables. Conscientes de que seremos malinterpretados, nosotros también intentamos traducirnos para Occidente en todos los sentidos para hacer inteligible nuestro sufrimiento. Les hablamos en sus lenguas. Les decimos: imaginad que ésta fuera vuestra ciudad. Imaginen que fueran sus hijos. Porque no podemos dar por sentado que verán a nuestros hijos y les atribuirán la misma inocencia, la misma promesa, la misma irresistible dulzura que a los suyos. Traducimos nuestros paisajes. Les decimos: «Imaginen a 2.000.000 de personas hacinadas en una franja de tierra del tamaño de… Les decimos: “Beirut es una ciudad cosmopolita con una vibrante vida nocturna”. Imaginen, les exhortamos, a sus hijos asesinados, su ciudad bombardeada, su futuro desaparecido, su sentido de sí mismos borrado.”
Porque, pregúntenle a cualquier árabe cuál ha sido la constatación más dolorosa del último año y es ésta: que hemos descubierto el alcance de nuestra deshumanización hasta tal punto que es imposible funcionar en el mundo de la misma manera.” (13)
Como contraparte a este tremendo grito de alguien quien ya se sabe del lado ontológico “incorrecto”, está la misma vil retórica y palabrería vacía de prácticamente la totalidad de la clase política occidental que es a la cual aquí se le interpela. Una clase política que ha despejado el terreno político, diplomático y militar para que Israel destruya la vida de esas personas del lado incorrecto. Aunque hoy el gobierno de Israel muestra con creces que su furia vengativa se ha desatado a un nivel de bestialidad que amenaza con generar un conflicto mucho más amplio y mucho más peligroso. Quizás, esta guerra realmente nunca se trató de los palestinos, que sólo han tenido la mala suerte de ser quienes han debido pagar por la culpas de los crímenes anti-semitas de Europa (14) y que se le arrebatasen sus tierras por un poder infinitamente cruel.
Es así como retorna la bestialidad reprimida de occidente, y del racismo europeo, cuyos intentos desesperados por justificar el genocidio son nada más que muestras de una hipocresía de lo más vil. Todo esto va echando a volar tantos discursos de “igualdad”, de “derechos humanos”, y de “democracia”. Esta bestialidad se vislumbra como la realidad ultima, exponiéndonos continuamente a una violencia banalizada como espectáculo y hecho cotidiano. ¡Total los que mueren a manos de las bombas norteamericanas, no son humanos! ¡Vaya mundo en que estamos heredando a nuestros hijos!
*Fuente: Rebelión
Notas
(1) Charles W. Mills. (2014) The Racial Contract. Cornell University Press.
(2) En el futuro, probablemente se escribían tesis doctorales analizando el sesgo político y moral de los principales medios de prensa comparando ambas forma de retratar los respectivos conflictos. Véase por ej. la publicación del Instituto Lemkin. Statement on the Western Media Narrative Regarding Israel’s Genocide in Gaza. https://www.lemkininstitute.com/statements-new-page/statement-on-the-western-media-narrative-regarding-israel%E2%80%99s-genocide-in-gaza-
(3) Claramente la lógica racial opera también desde ahí, donde el ideal civilizatorio de propagar la democracia en el mundo, termina por justificar cambios de régimen y sanciones económicas. En el caso de Israel su ideal de democracia en el medio oriente ha sido sistemáticamente desmantelada por autores como Illan Pappé en su libro Ten Myths About Israel y Norman Finkenstein. Image and Reality of the Israel-Palestine Conflict.
(4) Véase la incesantes condenas de las Naciones Unidas contra Israel sistemáticamente ignoradas. https://news.un.org/en/story/2024/09/1154496
(5) El trabajo de Maya Wind, Towers of Ivory and Steel sobre la complicidad de la academia Israelí con la ocupación militar es muy ilustrativa sobre todo frente al tipo de opresión sistemática hacia el pueblo palestino.
(6) Opotow, S. (1990). Moral Exclusion and Injustice: An Introduction. Journal of Social Issues, 46(1), 1–20. https://doi.org/10.1111/j.1540-4560.1990.tb00268.x
(7) Cita original en inglés: “The person or group excluded (“the other”) is perceived as a plague or threat, and harm doing can take such extreme forms as torture and death. (…)The other is perceived as nonexistent or as a nonentity. In this case, harm doing results from unconcern or unawareness of others’ needs or entitlements to basic resources, such as housing, health services, respect, and fair treatment.“ (Opotow, 1990:1)
(8) Cita original en inglés: “The referents of such discourses are the constructs of animality/savagery and humanity/civility that I have been arguing owe a debt to Western configurations of, and interior conflicts about, what it is to be Human.” Anderson: 2000:311.
(9) Véase el comentario de Owen Jones sobre dos personas relativamente famosas dentro de la sociedad Israelí que exhiben su regocijo genocida en su Podcast. ‘ERASE All Palestinians’ – Popular Israeli Podcasters Claim Most Share Their Genocidal Fantasy. (‘ERASE All Palestinians’ – Popular Israeli Podcasters Claim Most Share Their Genocidal Fantasy (youtube.com))
(10) En la demanda interpuesto por Sud África a la CIJ la sección D llamado ”Expressions of Genocidal Intent against the Palestinian People by Israeli State Officials and Others” expone la serie de declaraciones de ministros, el presidente y militares que sirven de evidencia que hay una intención genocida detrás de las acciones de bombardeos indiscriminados a colegios, hospitales, centros de refugiados, ONGs, universidades, etc. Estas declaraciones han sido acompañadas con la destrucción de toda la infraestructura civil de Gaza. Este capítulo de la demanda es muy ilustrativo de como el odio hacia los palestinos encontró amplia resonancia en la sociedad israelí.
(11) Owen Jones. (2024) The brutality and inhumanity of Israel’s assault on Gaza is no surprise. It’s just what was promised The brutality and inhumanity of Israel’s assault on Gaza is no surprise. It’s just what was promised | Owen Jones | The Guardian
(12) De la misma manera, quienes denunciamos y protestamos en contra del genocidio en curso contra el pueblo Palestino, somos quienes si reconocemos el status de humano a los propios palestinos. De lo contrario, negar el genocidio es equivalente a negarle la humanidad al pueblo palestino.
(13) Lina Mounzer, „A Year of War Without End“. 4 October, 2024. https://themarkaz.org/a-year-of-war-without-end/
(14) See „Free Palestine from German Guilt“: Der Antisemitismus der Progressiven „ https://taz.de/!5967918/
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