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Los últimos escenarios de la justa electoral

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“Nuestro gran adversario en esta elección no es Piñera,
sino el descrédito en el que hemos caído. La elección
para nosotros es ese medio millón de personas que
está  decidiéndose entre Frei y los señores voto nulo
o abstención”.
(Pepe Auth, presidente del PPD, 27 de diciembre 2009)

Presentación
En nuestro documento intitulado ‘El carácter de las elecciones de 2009’, esbozamos la hipótesis del triunfo tanto de Sebastián Piñera Echenique como de Eduardo Frei Ruiz-Tagle en el carácter de posibles candidatos para enfrentar la segunda vuelta, o ‘balotaje’, como algunos francófilos han querido denominar, en este lugar del planeta, a la ‘segunda vuelta’. Así ha sucedido, en realidad. Ambas personalidades cubren con sus figuras la totalidad del escenario político que ha de definirse el próximo 17 de enero de 2010. 

Digamos, en primer lugar, que ambos representan en propiedad los intereses de las clases dominantes: el primero lo hace en el carácter de representante natural de aquellos, en tanto el segundo lo hace en su calidad de ‘espurio’. Piñera es ‘el gran capital’ personalizado; a nadie representa más que a sí mismo. Frei, por el contrario, aunque es un empresario, no es ‘gran’ capital sino mediano; desafía a aquel porque lo hace a nombre de una coalición cuya finalidad, desde su instauración, no ha sido ponerse al servicio de las clases dominadas, sino competir con quien quiera que sea a fin de comprobar periódicamente a los sectores dominantes su capacidad de realizar con acuciosidad los intereses de éstos.

Desde el punto de vista de sus orígenes familiares, ambos son los herederos de estirpes demócrata-cristianas, organizadas bajo la dependencia del estado: son hijos de altos empleados públicos. Ambos se han realizado en el carácter de empresarios, pero uno ha sido más exitoso que otro, circunstancia que le ha hecho abandonar su antigua extracción social y adoptar una nueva, más acorde a sus intereses. Nihil obstat. Son de edades más o menos afines, para quienes la edad es motivo de controversia: Piñera nació en diciembre de 1949, Frei lo hizo en junio de 1942. Tienen, apenas, 7 años y cinco meses de diferencia, aún cuando aceptamos que para las personas menores de 20 años, tal diferencia, más que abismante, parece aterradora. Se hermanan, no obstante, en otro hecho significativo: ambos son fetichistas, como también lo es Marco Enríquez-Ominami, el derrotado candidato independiente cuyos votos se disputan. Creen en el destino, en el mágico poder de amuletos, en la posesión de talismanes, en la mala suerte, en fuerzas ocultas (malignas o benignas) que pueden decidir el sino de las personas y de las organizaciones. Son creyentes. Fetichistas, como ya lo hemos dicho. Supersticiosos. Piñera ha usado los mismos zapatos desde que comenzó su campaña electoral, exhibe en cada aparición pública un reloj de plástico que ─asegura─ le regaló Obama, y, como si fuese un ritual, cita a sus hijos a desayunar con él y con su mujer, antes de cada elección, para que, luego del desayuno, le acompañen a emitir su voto; Frei, por su parte, cree que si no almuerza y duerme una siesta antes de ver los resultados, perderá irremediablemente; Enríquez-Ominami no lo hace peor que los anteriores: tampoco cambió de zapatos durante el desarrollo del proceso eleccionario, nunca se quiso quitar el reloj que le regaló su mujer, Karen Doggenweiler, jamás dejó olvidada la pulsera de Hannah Montana que le regaló su hija Manuela, y salía a trotar antes de cada entrevista o debate televisivo. No debe sorprender, ante estos hechos, que la presidencia de Chile quede, de esa manera, en manos de clarividentes, chamanes, augures, adivinos, brujos o astrólogos. Porque también los ‘intelectuales patentados’ se caracterizan por ser adictos a tales creencias.

El presente documento intenta describir los posibles escenarios que se abren con ocasión de las elecciones de enero. Es, sin lugar a dudas, un análisis hecho dentro de los márgenes del sistema; las elecciones escasa o nula significación poseen para los sectores dominados. Pero, en atención a que una elección mejora o empeora las condiciones en que viven los sectores dominados, hemos querido entregar una visión lo más objetiva posible del suceso para prever tales resultados. Lo que nos obliga a desnudar la presencia actuante de ciertos factores a los que pocas veces se les presta la debida atención. 

NUESTRAS ANTERIORES PREDICCIONES
Nuestro pronóstico original fue que, de los cuatro candidatos decididos enfrentar la recta final, sólo dos de ellos (Piñera y Frei) pasarían a la segunda vuelta. Nos apoyábamos en un análisis más o menos acucioso del carácter de clase de las cuatro candidaturas. Dejábamos de lado, por consiguiente, cualquier factor subjetivo que nos indujese a favorecer interesadamente a alguna de aquellas. Y reiterábamos, por lo mismo, que era necesario no CREER en determinadas circunstancias, sin valorarlas adecuadamente. Lo decíamos, por una parte, porque no faltaban quienes CREÍAN que cierto candidato, por el hecho de ser vástago de un reconocido contradictor del sistema, haría un gobierno para las clases postergadas. Por otra, porque pocas de las adhesiones a un candidato eran producto de un análisis más o menos acucioso de la realidad, sino se basaban en simples creencias o en la aplicación mecánica de las cifras estadísticas.

No imaginábamos, sin embargo, los porcentajes que las elecciones de 13 de diciembre arrojarían, bastante menos favorables para el candidato de la ‘Concertación de Partidos por la Democracia’, Eduardo Frei, muy favorables para el independiente de centro, Marco Enríquez-Ominami, que representaba al grupo ‘Nueva Mayoría para Chile’, y favorables para el abanderado del pacto ‘Juntos Podemos por Más Democracia’, Jorge Arrate. Las informaciones entregadas por la Subsecretaría del Interior el día 14 de diciembre de 2009 indicaban que el apoyo de la ciudadanía a los candidatos había sido de 44,05% para Sebastián Piñera, de 29,6% a Eduardo Frei, de 20,13% a Marco Enríquez-Ominami y 6,21% para Jorge Arrate. Había operado, como era de esperarse, el llamado ‘efecto bandwagon’, al que nos referiremos más adelante.

COMENTARIOS PRELIMINARES
Si bien resulta un hecho cierto que los candidatos habilitados para enfrentar la segunda vuelta no son sino Sebastián Piñera y Eduardo Frei, tampoco es menos cierto que la votación de Jorge Arrate Mac Niven debería ir ineluctablemente al segundo de los nombrados por las razones que se expresarán posteriormente.

La incógnita de la segunda vuelta, por consiguiente, ha de centrarse necesariamente en el comportamiento que van a experimentar los votantes que entregaron sus preferencias a las siguientes alternativas:

   1. Los que anularon su voto                               2,76%
   2. Los que votaron en blanco                              1,17%
   3. Los que se abstuvieron y excusaron               12,8 %
   4. Los que votaron por Enríquez-Ominami           20,13%

La generalidad de los análisis no ha considerado las tres primeras alternativas, sino se han centrado en suponer una segmentación tripartita de la votación recibida por el candidato independiente, una de las cuales iría a incrementar los votos nulos, otra a los votos de Piñera y, finalmente, otra que lo haría con los sufragios de Frei. Dividida así la votación de Enríquez-Ominami, uno de sus tercios aumentaría el 44% de Piñera haciéndole llegar al 51%, otro iría a Frei cuyo 29%, aumentado con el 6% de Arrate, haría un total de 42%, y un 7% restante a votos nulos. Otra versión, un tanto más acuciosa de esta propuesta, divide en cuatro partes tal porcentaje, asignando un 25% para Piñera, un 50% para la Concertación y un 25% de votos nulos. Tales raciocinios harían concluir que, inevitablemente, Piñera sería el próximo presidente.

El análisis del posible escenario electoral para el 17 de enero, no obstante, es engañoso. Las matemáticas no pueden aplicarse mecánicamente a los fenómenos sociales sin tomarse en consideración otras variables. En las páginas siguientes intentaremos determinar algunas de aquellas, y ─si nos es posible─ despejar algunas de las incógnitas que se hacen presentes en este complejo escenario. Muy lejos se encuentra de nuestro propósito intentar la entrega de una eventual solución al dilema. Nadie, responsablemente, puede asegurar los resultados de una elección, gobernados por las leyes del caos. El objetivo nuestro se reduce, así, tan sólo a determinar la posible incidencia que podrían tener algunos otros factores en el evento electoral que se avecina y entregar mayores elementos para un análisis más general. Finalmente, expondremos nuestra visión acerca de lo que sucedería en el país, luego de la segunda vuelta, dependiendo de si Piñera es elegido presidente o si lo es Eduardo Frei. Pero, antes, nos referiremos, brevemente, al rol que juegan las encuestas dentro de una elección.

EL ROL DE LAS ENCUESTAS
Corrientemente, se supone que las encuestas son confeccionadas para determinar las tendencias que se advierten al interior de una sociedad respecto de determinadas materias. En realidad, tal es el objetivo que se tiene en vista al realizarlas; no por algo constituyen ‘sondeos de opinión’. Fundamentalmente, se trata de averiguar a través de su empleo, los gustos o necesidades que parte de la población manifiesta en relación a determinados productos para los efectos de su colocación en el mercado. Las encuestas constituyen elementos del ‘marketing’. No deben, sin embargo, separarse del vehículo en que marchan para ser difundidas, es decir, los medios de comunicación, que son formadores de ideología por excelencia. En estos casos, las encuestas dejan de ser, simplemente, ‘sondeos’ para adquirir el carácter de ‘tendencias’, pues forman conciencia, crean opinión; más, aún, cuando son confeccionadas por instituciones reconocidas, como lo son las Universidades y los Centros de Estudios Superiores. En este caso particular, constituyen parte del ‘paradigma’ social, esa creencia generalizada que tiene una sociedad acerca de la ocurrencia de un fenómeno, cuya veracidad arranca sólo del hecho de provenir de una fuente autorizada. Es entonces cuando las encuestas se vinculan estrechamente con la ‘teoría del juego’ y, en especial, con la forma de realizarse el llamado ‘efecto bandwagon’, que opera específicamente para el caso de las elecciones.

Consiste el ‘efecto bandwagon’ en la tendencia que acusa el electorado de una nación a entregar su voto a los candidatos que presentan mayores posibilidades de ser elegidos; dichas posibilidades son determinadas por las encuestas. De ahí su extrema importancia en las justas electorales. De ahí su uso indiscriminado.

Esta tendencia de apoyar a quien favorecen las encuestas se ve acentuada al extremarse la aplicación de una forma de acumular dentro de la cual hasta las más mínimas formas de vida de las personas se traducen en ‘valores’, bienes susceptibles de ser tasados y transados en el mercado. El voto pasa a ser una ‘inversión’, y el votante un inversionista que bajo ningún respecto va a arriesgar la pérdida de su capital. Por consiguiente, jamás va a ‘colocar’ su voto para favorecer  a un candidato ‘depreciado’, sino basará sus cálculos apoyado en las encuestas, pues éstas señalan cuáles son los candidatos que aparecen con mayores probabilidades de ser electos; al emplearse en los actos eleccionarios, y contar con el respaldo  de instituciones ‘serias’, el ‘efecto bandwagon’ asegura que tales posibilidades se conviertan en realidad. El ‘efecto bandwagon’ opera con éxito en las sociedades que han sacralizado las formas mercantiles como modo de vida.

LOS VOTOS DE ARRATE VAN PARA FREI
Para ningún habitante del territorio nacional es desconocido que la fuerza política central del pacto denominado ‘Juntos Podemos por Más Democracia’ es el partido Comunista de Chile; lo acompaña, el partido Humanista. Tradicionalmente, ambos partidos han votado por la Concertación de Partidos por la Democracia. Lo han hecho desde el inicio de la democracia post dictatorial; tampoco dejarían de hacerlo en esta oportunidad. No solamente por la fuerza de la costumbre, sino por la existencia de un pacto de ayuda entre ambas colectividades para las elecciones parlamentarias, pacto que se extiende a las presidenciales por razones de conveniencia mutua; en seguida, porque así lo han manifestado expresamente sus voceros. El partido Comunista, desde la instauración de la democracia post dictatorial ha luchado, permanentemente, por terminar con la exclusión que, en el fondo, es su propia exclusión parlamentaria. No debe sorprender que apoye a la Concertación, o que busque pactar con ella para trabajar a su lado real y efectivamente.

Por consiguiente, puede estimarse con certeza que los votos de Arrate van a Frei en esta segunda vuelta que se avecina. No implica esta afirmación suponer que Frei tendrá para sí TODO el 6,21% de Arrate, pero sí su inmensa mayoría. En estos apoyos no siempre es posible contar con la totalidad de los votos del aliado.

Hay, no obstante, otro hecho significativo: la base del partido Comunista está constituida por trabajadores que jamás van a apoyar a un candidato patronal ni van a empeorar o arriesgar las condiciones de vida que hasta ese momento han soportado: dicha base social es fuertemente conservadora. Teme a las innovaciones que puedan ofrecerle sólo inseguridad.

EL UNIVERSO DE LOS VOTOS NULOS
El universo de los votos nulos no pertenece a candidato alguno en una segunda vuelta. En estricto rigor, quien vota nulo en la primera vuelta lo hace, nuevamente, en la segunda. El voto nulo es un voto de desconfianza en el sistema electoral. Pero, eventualmente, si algunos de los que votaron nulo en primera vuelta quisieran hacerlo por alguien específicamente en la segunda, tales votos no irán al candidato de la Coalición por el Cambio, es decir, Sebastián Piñera. Porque quien desconfía del sistema no es un elemento que desee continuar con la dominancia de determinados segmentos sociales. No hay que olvidar algo esencial: el 60% de los votantes que anularon el 13 de diciembre recién pasado no tiene estudios universitarios y proviene mayoritariamente de los estratos socioeconómicos C3 y D, los más vulnerables del país (entre ambos segmentos suman más del 86%), Además, nueve de cada diez votos nulos son emitidos en las grandes ciudades, versus el 8% de sectores rurales; quienes anulan su voto son personas que tienen más de 35 años. El voto nulo, en consecuencia, es un voto de clase. Si no apoya a la representación espuria del capital, con mayor razón no lo hará respecto de su representación natural. De manera que cualquiera innovación en el comportamiento de quienes votaron nulo, solamente irá en provecho del candidato de la Concertación. 

EL ÁMBITO DE LOS VOTOS EN BLANCO
Algo similar ha de suceder con los votos en blanco, que constituyen una manifestación de la indiferencia del ciudadano en torno a las elecciones. La indiferencia no es atributo de los sectores dominantes que siempre están colaborando para realizar la vigencia del sistema; ello implica que jamás dejarán de votar ni de participar en todas las justas electorales a las que invite la autoridad. Por de pronto, podemos asegurar que también su extracción de clase es C-3 y D, no posee estudios universitarios y tiene más de 35 años; al igual que el anterior, se trata del grupo más vulnerable de la población, que es urbano y femenino (64,4%). En consecuencia, también el voto en blanco es un voto de clase; quienes votan en blanco, en caso de tomar una decisión sobre el destino del sufragio, no lo harán por quienes representan naturalmente al capital. No insistiremos al respecto, sino nos remitimos a lo expresado en el acápite anterior.

EL ENIGMA DE LOS VOTOS EXCUSADOS: LA ABSTENCIÓN
El impresionante volumen de votos excusados (12,8%) hace suponer que los impedimentos para votar no han sido los contemplados por la ley, sino ha constituido más bien una forma de realizar una protesta social. Un ‘me abstengo de votar porque no creo en el circo electoral’. Es de todos conocidos que el sistema chileno de votación es imperfecto pues obliga al elector, en primer lugar, a inscribirse; luego, a votar bajo sanción de una multa. Las excusas para no votar se encuentran contempladas en la ley y son enfermedad, cumplimiento de alguna condena, encontrarse a más de doscientos kilómetros del lugar en donde debe sufragar, extravío de la cédula de identidad, entre otras. Tales casos jamás alcanzan una abundancia tal que justifique tan alta abstención.

La abstención es una práctica que ha ido ganando cada vez más adeptos. En el sistema chileno se realiza a través de dos medios: a) la simple no inscripción (las personas no inscritas en edad de sufragar se elevan por sobre los 3 millones, lo que arroja casi un 30% del electorado potencial), b) la inscripción y la entrega de excusas legales, que alcanza a un 12,8% como ya se ha expresado. Al igual que el voto nulo y en blanco, ambos tipos de abstención constituyen protestas en contra del sistema de dominación vigente. El que se abstiene, deslegitima; no sufraga por razones de clase, no se hace cómplice de la explotación de sus semejantes, pone en entredicho la representación, hace bastardos o advenedizos a los gobernantes.

Si quienes se abstienen decidiesen concurrir a sufragar en esta segunda vuelta, sus votos difícilmente irían a un candidato que represente naturalmente los intereses de las clases dominantes; no han ido antes a los candidatos que intentan la representación espuria de tales intereses, menos lo harán respecto de sus representantes naturales. La tendencia, no obstante, es que la abstención se mantenga. Se trata de votos ‘duros’ que pueden ‘ablandarse’ tan sólo parcialmente y en una sola dirección.

La incógnita, por consiguiente, se reduce a la votación de Marco Enríquez-Ominami. Para resolverla necesario es responder a la pregunta que se hacen algunos analistas: ¿dónde están los votos del ex candidato? La generalidad de ellos prefiere determinarlos territorialmente, región por región o en localidades según sean más o menos pobladas. Sin embargo, los votos no se distribuyen sólo de manera espacial; también se reparten socialmente, y es ésta la forma que influye en una votación. Para ello es necesario hacer un análisis de clase de esos votos.

DÓNDE, REALMENTE, DEBERÍAN IR LOS VOTOS DE ENRÍQUEZ-OMINAMI
Es un hecho de sobra conocido que el conglomerado social que apoyaba a Enríquez-Ominami estaba compuesto por personas que hubieren apoyado tanto a Sebastián Piñera como a Eduardo Frei y que no deseaban dar ese apoyo ni a uno ni a otro. No se trataba de un conjunto de personas políticamente instruidas, sino más bien de un conjunto bastante variado en donde había lugar para la disidencia concertacionista, píñerista y gente vinculada al espectáculo. Digámoslo de otro modo: Enríquez-Ominami representaba el voto de descontento, no el carácter de clase de dicho voto. Esto es importante. Porque las personas necesitan  trabajar para subsistir. Y es en esta parte donde algunos de los análisis resultan un tanto mezquinos.

Esta afirmación es tan válida que el resultado de las dos primeras encuestas realizadas después de los comicios del 13 recién pasado aparece como del todo inexplicable si no se considerasen tales variables. En efecto, el viernes 18 de diciembre, la Universidad Del Desarrollo (UDD) entregó un estudio según el cual entre ambos candidatos (¡apenas tres días después de la primera vuelta!) existiría tan sólo una diferencia de un 5% de votos; en esa misma oportunidad, el propio periódico conservador ‘El Mercurio’ dio a conocer la suya, llamada ‘El Mercurio-Opina’, según la cual dicha diferencia alcanzaría a un 6,5%.

¿Cómo pudo suceder aquello? ¿Cómo ha podido reducirse tanto la diferencia entre ambas candidaturas? Es que las fuerzas sociales no se mueven sobre la base de sucesos fácilmente predecibles. Se hacen presentes otros factores, razón por la cual un número no despreciable de autores ha querido aplicar la llamada ‘teoría del caos’ (que comprende la ‘teoría de la complejidad’ y la ‘teoría de los fractales’) a las relaciones humanas, precisamente por su impredecibilidad. 

COMPORTAMIENTO DE LAS CLASES Y FRACCIONES DE CLASE QUE APOYARON LA CANDIDATURA DE ENRÍQUEZ-OMINAMI
Enríquez-Ominami ganó en algunas comunas abiertamente populares, con fuertes bases PS, militancia mirista, nostálgicos del MIR e independientes críticos de la Concertación. Es superfluo, por consiguiente, aseverar que al candidato independiente pocos de sus seguidores de base lo apoyaron por sus postulados ideológicos, porque lo mismo se puede decir de todos los demás candidatos, con excepción de Jorge Arrate. Pero hay otras razones, además.

Está claro que, en primer lugar, Enríquez-Ominami representó el descontento de vastos sectores, principalmente concertacionistas, con la política llevada a cabo por la coalición gobiernista.  A ese grupo se agregaron otros grupos a quienes el discurso del candidato de la ‘Coalición Por el Cambio’ tampoco les resultaba atractivo. En esta parte, por consiguiente, debemos separar a tres segmentos: uno, el más grande, que pertenece a la burocracia estatal descontenta con la Concertación; otro, de tamaño similar al anterior, de sectores populares desengañados con la política de la Concertación, y, finalmente,  el más pequeño, de empresarios medianos y ejecutivos, y gente del espectáculo y de la farándula, poco atraídos por Piñera, ‘gente’ que hubieren seguido a cualquiera personalidad por excéntrica que fuese, incluido Leonardo Farkas, por idéntico motivo.

En segundo lugar, el candidato independiente representó el mundo de la TV y del espectáculo, que crea las personalidades y brinda popularidad. Este tipo de individualidades ha pasado a constituirse hoy en personaje importante dentro de las luchas políticas. No es casualidad que numerosos actores del teatro, radio y televisión manifiesten abiertamente su interés por participar en las justas electorales. Como decía un cómico de antaño: ‘La televisión, penetra’. La multiplicación de ese personaje ineludible que es el sujeto de la televisión o del espectáculo facilita el proceso de repetición mental. El rol representado por Karen Doggenweiler, mujer del candidato, que debió abandonar su participación en la discutible serie ‘Pelotón’, de TVN, no fue otro que añadir la dosis de la popularidad de la pantalla a la contienda política. No hay que olvidar un hecho crucial: el representante del espectáculo debe ser bello, exótico, sexy, debe rodearse de mujeres que se correspondan con el modelo hollywoodense; en modo alguno parecida a una aborigen. Enríquez-Ominami, tiene dotes histriónicas; mientras conversa, pasa constantemente la mano por sus cabellos, en un intento de darles orden dentro del desorden. No lo hace menos de 30 a 40 veces al día. Con todo, no puede afirmarse categóricamente que el candidato independiente haya sido ‘el’ candidato de la farándula; en realidad, todos los candidatos han sido candidatos farandulescos. Las elecciones presidenciales, parlamentarias y municipales, en Chile, constituyen, en sí, una farándula; no por algo existen tan altos índices de abstención y escaso interés de participar en ellas.

En tercer lugar, el candidato independiente se autoproclamó candidato de la juventud. Cometió el error de dirigir sus peores diatribas no contra ciertos y determinados adultos mayores, como debió hacerlo, sino contra los ‘viejos’, en forma genérica. ‘Viejo’ es una palabra que puede llegar a ser tremendamente despectiva pues se emplea para descalificar al adversario atribuyéndole incapacidad senil. Así fue tratado el propio Clotario Blest por parte de uno de sus detractores, en el teatro Caupolicán, al ser separado del cargo de presidente de la CUT, ante lo cual solamente atinó a balbucear:

“No es delito ser un viejo”.

Enarbolar la lucha generacional como arma política, como otrora lo hiciera Herbert  Marcuse, es establecer barreras artificiales entre los seres humanos, como lo hacen quienes distinguen entre distintas razas, distintas nacionalidades, distintas religiones, distintos sexos; implica trasladar la lucha de clases como motor de la historia al dudoso mundo de los prejuicios y de las falsas contradicciones. Pero es una política que rinde frutos, sin lugar a dudas: no por algo resultan elegidos candidatos que hacen de la inmigración un delito, así como lo hacen de la religión, del sexo o de la edad.

Enríquez-Ominami rescató  la figura de su padre biológico, Miguel Enríquez Espinosa, Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, muerto alevosamente por la Dirección de Inteligencia Nacional DINA en los peores años de la dictadura. También lo hizo con la figura de sus abuelos Edgardo Enríquez Frödden y Rafael Agustín Gumucio Vives, y de toda su familia, erigiéndose en representante de una dinastía de políticos memorables como si la transmisión de las ideas se realizara genéticamente. Eso le atrajo simpatías en los sectores populares que ven en los hijos la reproducción del padre o del abuelo, en una forma similar a como se acepta la transmisión hereditaria de la monarquía. Las ideas de la clase dominante son las ideas de las clases dominadas, ha expresado con acierto el maestro de Tréveris. Y Enríquez-Ominami empleó esa arma con éxito.

Puede señalarse que otra de las razones por las que Enríquez-Ominami sacó tan alta votación, en quinto lugar, es haber manifestado abiertamente su entera adhesión al ‘cambio’, la necesidad del cambio, entendido por tal, la renovación de rostros, de personajes, de estilos. Aunque aquello no fuese tan real (tras su candidatura estaba, en primer lugar, su padre, Carlos Ominami, Marcelo Trivelli, de pésima reputación, y Max Marambio, un exitoso empresario socialista, personajes repetidos durante todos los gobiernos de la Concertación), el discurso del cambio dio sus frutos porque era más poderoso que los prejuicios.

EL DIFÍCIL REPARTO DEL VOTO DEL CANDIDATO INDEPENDIENTE
No se necesita ser muy hábil para entender por qué Enríquez-Ominami dio ‘libertad de acción’ a los suyos en relación a la segunda vuelta. Hacer lo contrario, hubiere puesto en duros aprietos a su movimiento: nadie le hubiese obedecido, importando poco que el favorecido fuese Piñera o Frei. La libertad de acción era su única opción. Por lo mismo, la intención que ha manifestado de organizar un nuevo referente político se advierte débil. No parece fácil  que pueda repetir la hazaña de su candidatura en cuanto a reunir en torno suyo un grupo heterogéneo de personas. El nuevo referente ha de ser ‘de izquierda’, pues el sector piñerista que lo apoyaba parece haberse trasladado ya a la Alianza o ‘Coalición por el Cambio’. Resueltas así las cosas, el problema del reparto de sus votos se reduce a examinar el comportamiento de quienes constituyen los descontentos de la Concertación.

Gran parte de estas personas son funcionarios de la burocracia estatal. Y en este ámbito pesan circunstancias de todos conocidas. Enríquez-Ominami no sólo perdió las elecciones, sino además su cargo en la Cámara de Diputados; también lo hizo Carlos Ominami, su padre, pero en el Senado; y todos los diputados que se atrevieron a desafiar a la Concertación. Son familias que pierden un considerable ingreso mensual. No obstante, difícilmente morirán de hambre. Se trata de personas que han alcanzado a formar pequeñas fortunas o han incursionado en el mundo del empresariado; tienen contactos y redes que los apoyan. Sin embargo, desde ese punto de vista, todos ellos cometieron un suicidio político. Si gran parte de sus seguidores se desempeña actualmente en puestos de gobierno, embajadas, oficinas y empresas públicas, ¿puede suponerse, así, tan livianamente, que arriesgarán todos ellos su futuro económico para apoyar a Piñera o, al menos, votar nulo? No parece posible. Es votación que, necesariamente, debería ir a Frei. Desde este punto de vista, no podría decirse, de antemano, que ya está clavada la rueda de la fortuna y que Piñera sería el nuevo mandatario. Porque una cosa es indicar que existen condiciones objetivas cuya proyección mecánica convierte en ganador virtual a Sebastián Piñera en la justa electoral de 17 de enero de 2010, y otra es atribuirle el carácter de verdad absoluta o de hecho consumado a dicha proyección.

Existe otro segmento de descontentos en la masa popular, en donde también ganó y en forma bastante holgada el candidato de la coalición ‘Nueva Mayoría para Chile’. Estos sectores también votarán por Frei porque no querrán añadir a la derrota de su candidato el eventual agravamiento de sus condiciones de vida. Muchos de ellos son asignatarios de subsidios o de ayudas estatales con lo que han podido subsistir durante estos años. Son personas con conciencia de clase y difícilmente se entregarán amarrados de pies y manos al candidato de la ‘Coalición por el Cambio’.

OTROS FACTORES QUE PUEDEN ALTERAR EL RESULTADO ELECTORAL
Existe un factor del que jamás se puede prescindir y es la acción del ser humano. En los fenómenos sociales, es el factor por excelencia. La teoría social y, principalmente, la política no existirían ni encontrarían fundamento alguno si los seres humanos no estuviesen en posesión de esa capacidad prodigiosa que les permite hacerse artífices de su propio destino.

En política, el ejercicio de esa capacidad es tan evidente que las organizaciones sociales y los partidos se forman, precisamente, no solamente para influir en los acontecimientos sino para determinarlos o provocarlos. Así, la acción de unos altera el tablero del juego social para que otros puedan responder con una nueva forma de entender el mismo. La circunstancia que un candidato, como Sebastián Piñera, haya obtenido en la primera vuelta una alta votación, no significa que vaya a ser electo, mecánicamente, presidente de la República, por la sola circunstancia de indicarlo así las proyecciones políticas. Piñera puede perder no sólo la presidencia; puede, incluso, bajar su votación por la acción de su opositor. A la inversa, Eduardo Frei, con una votación más baja puede elevar su porcentaje hasta un nivel que pueda superar el de su contrincante por una simple y adecuada acción de captación de votos. Las maniobras de recomposición de los comandos que se realizan febrilmente indican que el factor humano ha sido considerado en forma destacada por los candidatos y que nadie tiene asegurada la victoria de antemano. Por lo demás, en política no siempre es posible aplicar la estrategia de suma cero al contrincante porque no siempre lo que uno pierde lo adquiere el otro. Nadie tiene clavada la rueda de la fortuna. Los errores o aciertos en que ambos candidatos puedan incurrir serán, a no dudarlo, factores claves en el resultado de la segunda vuelta; del mismo modo, la forma de captar los votos de los electores, el discurso que empleen, en fin.

LAS CONTRADICCIONES AL INTERIOR DE LA ‘COALICIÓN POR EL CAMBIO’
Dentro de lo que hemos llamado ‘factor humano’ adquieren especial relevancia las disputas internas de las organizaciones políticas y de sus dirigentes entre sí. Para nadie es desconocido que la ‘Coalición por el Cambio’ está conformada por dos fuerzas principales que son la Unión Demócrata Independiente UDI y Renovación Nacional RN; a esta última colectividad pertenece el candidato José Piñera. Liderada por Carlos Larraín, disminuyó ostensiblemente su representación parlamentaria por lo que gran parte de su militancia atribuye a ese presidente la responsabilidad de la derrota; se le acusa de ser un obstáculo para el desarrollo del empresariado y hay quienes, incluso, le reprochan el ‘favoritismo’ hacia algunas personas, es decir, haber entregado más apoyo financiero a los candidatos de su confianza.

En la UDI la situación no es mejor, a pesar de ser el partido con mayor representación en el Parlamento (40 diputados). A la derrota de su candidato emblemático, Joaquín Lavín, en Valparaíso, cuya campaña Piñera se había comprometido a apoyar, se unen las quejas de la militancia que no ve en la conducción de Juan Antonio Coloma la dureza que se requiere para adoptar decisiones. La UDI es un partido diferente a RN. Lo conforman personas comprometidas con un ideal cristiano (Opus Dei). Por eso existen ‘bacheletistas-aliancistas’ como Joaquín Lavín y Pablo Longueira, partidarios de un trabajo con la Concertación. Son los sectores mayoritarios de esa organización que, ante la debilidad de su presidente, Juan Antonio Coloma, piensan en un recambio a futuro, y colocar en ese cargo a Pablo Longueira. Aunque es difícil que todos estos movimientos internos tengan algún efecto antes de las elecciones, la situación sería muy distinta si ello ocurriese.

EL PANORAMA FUTURO: EL EVENTUAL DOBLE ESCENARIO
Así, las cosas se presentan sólo para que el próximo 17 de enero asuma Frei o Piñera la presidencia de la nación. Lo cual da pie para toda clase de especulaciones. Porque hay quienes afirman que si gana Piñera, las penas del infierno caerán sobre los sectores populares; si lo hace Frei, la Concertación seguirá esquilmando al estado y el nepotismo continuará. En realidad, el panorama no se presenta oscuro para la nación si gana Piñera, aunque tampoco será idílico si lo hace Frei. Como dijo un comentarista televisivo: ‘no caeremos al infierno si gana Piñera ni entraremos al paraíso si lo hace Frei’. Estimar lo contrario es suponer que estamos en presencia de personas poco inteligentes: Piñera y Frei lo son. No van a realizar más barbaridades que las hechas por otros gobernantes hasta ahora. Incluso, hasta es posible que pongan un poco más de cuidado en la administración del estado. Porque están guiados por intereses de clase. Y la protección de tales intereses les obliga a efectuar ciertas concesiones. Aunque existan elementos que permitan suponer lo contrario y alarmar a más de alguien.

En efecto, el lunes 14 de diciembre, apenas un día después de la elección que dio la primera mayoría a Piñera, cierto transeúnte, que pasaba por la intersección de las calles Moneda con Miraflores pudo presenciar una singular escena. Un furgón de carabineros se detuvo frente al expendio improvisado que había colocado sobre la calle un comerciante ambulante, procediendo a incautar la mercadería y a detener al infractor. Pasaba también, casualmente, por el sector una pareja de jóvenes que, al advertir lo que sucedía, salió en defensa del detenido. Bastó ese hecho para que el carabinero motejase de ‘compañero’ al ocasional defensor, intentando descalificarlo con tal anacrónica analogía, no sin antes advertirle, sentenciosamente, que ‘desde anoche mandamos nosotros’. El hecho fue refrendado por un teniente que felicitó al carabinero por haber respondido de esa manera ‘al compañero’. Hay quienes piensan que si Piñera resulta elegido presidente no pasará mucho tiempo antes que se instaure estado de sitio y muera gran cantidad de personas.

Al margen de tales consideraciones un tanto exageradas, no parece que el eventual gobierno de Piñera innove radicalmente respecto de lo realizado por la Concertación. Porque si bien el candidato de la ‘Coalición por el Cambio’ deberá cuidar que no se altere la estabilidad del país (que no sólo podría hacer ilusoria la afluencia de inversiones extranjeras, sino alentaría la fuga de capitales) necesita, además, sentar las bases para un nuevo gobierno de la alianza. Y ello se logra haciendo un gobierno responsable, cumplir con las promesas electorales (entre otras, establecer un sueldo mínimo ético de 250 mil pesos, eliminar el 7% de cotización a FONASA para los jubilados, elevar el impuesto a las clases altas, etc.), e intentar administrar la nación con el mínimo de conflictos sociales. Piñera es una persona inteligente. Sabe muy bien lo que arriesga si no da cumplimiento a muchas de sus promesas electorales. Y eso no lo puede permitir. Ni él ni la coalición que encabeza.

Por el contrario, si gana Frei parece difícil que su gobierno pueda asumir el llamado ‘continuismo’. Al igual que Piñera, Frei no es un individuo tonto, calidad que la generalidad de los analistas parece estar empeñado en atribuir a ambos candidatos por igual. Por el contrario: tiene plena y cabal conciencia que, precisamente, existen innumerables prácticas que deben erradicarse de la Concertación. Al margen de ello, Frei parece haber cambiado tanto su discurso como su comportamiento. No puede asegurarse que sea el mismo del período anterior. Tales rasgos no se presentan, solamente, como una postura electoral. En sus manos se encuentra la última posibilidad de reconstruir la Concertación bajo nuevos respectos, con nuevos actores, con nuevos proyectos, en un Chile también nuevo. Y, al igual que su contendor, Sebastián Piñera, tiene idéntica responsabilidad cual es la de generar, después del suyo, un nuevo gobierno concertacionista.

Por lo demás, quienquiera sea que gane, no parece seguro que los partidos políticos mantengan a sus actuales directivas. Es posible que, terminado el gobierno de Michelle Bachelet, asuma ésta en el carácter de ‘Ibis de la paz’ la presidencia del partido Socialista, con un respaldo ciudadano de un 80%; tampoco sería extraño que lo hiciera en la Democracia Cristiana Ximena Rincón, actual senadora electa. Así, una eventual oposición al gobierno de Piñera no sólo aparecería como exitosa y con una sólida conducción política, sino aseguraría el retorno triunfante de la Concertación en cuatro años más, con la hija del general Bachelet en calidad de candidata a la presidencia de la República, disputando el cargo a Joaquín Lavín.

Para el ex candidato independiente, Marco Enríquez-Ominami, la situación no será  la misma si gana Piñera o lo hace Frei. Si gana Piñera, como lo expresamos en el documento anteriormente citado, se le acusará de todos los males que condujeron a la derrota a la Concertación y será estigmatizado como el ‘sepulturero’ de esa alianza; por el contrario, si gana Frei, será felicitado como la persona cuya protesta permitió corregir los vicios de la Concertación. Sin embargo, no podrá aspirar a ser nominado candidato presidencial del conglomerado en 2013 pues se enfrentará al poder creciente que ha adquirido Michelle Bachelet en estos años. Su destino, si quiere realizar tal cometido, parece ser su independencia de las demás fuerzas políticas.

Personalmente, estoy convencido que ninguna de las maniobras antedichas va a realizar el interés de las clases dominadas por más que la denominada ‘cultura del MIR’ así lo estime; ni tampoco el simple hecho que Frei o Piñera accedan al sillón presidencial, aún cuando ninguno de los dos empeore las cosas más allá de lo que se ha hecho en estos casi 20 años de gobierno post dictatorial.

Para quienes durante estos años hemos defendido la necesidad de entregar una nueva Constitución para Chile a través del mecanismo de una Asamblea Constituyente, la tarea empeñada cobrará nuevos ímpetus en el período que se avecina: porque Piñera no lo va a hacer en modo alguno, y Frei lo intentará a través de la creación de un grupo de ‘hombres buenos’, académicos, fariseos o ‘doctores de la ley’ y estamentos deseosos de ser llamados para acometer la tarea de entregar al ‘pueblo’ de Chile la carta fundamental que necesita. Es decir, una constitución dictada desde arriba. Como todas las que han precedido a la actual. Y no es eso lo que muchos pretendemos. La tarea, pues, sigue pendiente.
Santiago, diciembre 2009

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