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Candidatos escúchenme: ¡Yo quiero un Ministerio!

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Ahora que estamos entrando en tierra derecha en lo eleccionario y es seguro que nadie gana en primera vuelta y los comandos pelean como perros por una presa que se les arranca, empieza a desplegarse el arte de la negociación y dependiendo de cómo se equilibren las fuerzas alguien va ha ser ungido con el poder y es el momento de que vendamos de manera costosa nuestro apoyo. ¡Esa es la lógica del momento!

Cada voto cuenta y si quieren ser autoridades tienen que negociar conmigo, obvio. No es megalomanía, es simple pragmatismo político.

Pero mi precio es alto: yo quiero un Ministerio.

Sí un Ministerio, de esos que dan privilegios, poder y todas esas cosas que vienen, al parecer en los cajones del mismo escritorio del Ministro… ¡Hasta lo llaman a uno Señor Ministro, Excelentísimo Señor o cosas así!…lo que obviamente le deben generar ganas a uno de mirar para atrás si se están refiriendo a un simple ser humano como uno o a un inmortal, como Highlander o el Conde Vrolok.

Si quiero un Ministerio, pero no uno cualquiera. 

No me vengan con cosas poco importantes como el de Interior, Economía, Planificación o esas cosas… ¡Son puros cachos!. 

Por lo mismo, y por ningún motivo el de Salud, pues para eso hay que contratar a Mandrake El Mago, quien debe hacer un acto de magia y hacer desaparecer el MINSAL y sacar un Ministerio nuevo desde una chistera, sin tecnócratas, genios ni economistas.

No, yo quiero algo especial, el más importante: El Ministerio de la calle…

¡Sí el de la calle!. 

¿Me estaré volviendo loco? Más de alguien a esta altura debe estar creyendo que sí. Que estoy pelando cables, peinando la muñeca, rallando la papa o cosas parecidas.

No, no me volví loco, pues, para mi reivindicación, ya estaba lúcidamente loco antes.

Yo quiero ser Ministro de la calle, para no perder nunca el contacto con mi pueblo, para hablarles claro y escucharles atentamente, sentir lo que sienten, sufrir con ellos y sobre todo confundirme con los millones de chilenos que en su lucha diaria por subsistir son el alma y el cuerpo de éste país. 

Aquel pueblo que es abusado a diario  por un Estado neoliberal y un mercado abusador que les niega una salud y una educación digna. Un pueblo que día a día es robado legal y elegantemente en su salud y en su previsión.

Aquel pueblo que es tratado como delincuente por tener que usar una licencia médica cuando en su trabajo, público o privado, sus jefes abusan descaradamente de él. Y que después, tendrán obligadamente que ver en las pantallas de la TV, como los fariseos del poder público, en reconocimiento de sus actos y favores concedidos, irán a ocupar el Directorio de una empresa privada de salud, como anfibios, como batracios, del poder que nadan bien en lo público y en lo privado. 

Aquel pueblo que tiene que pagar por un agua sobre la que otros dicen tener derechos adquiridos, sin respetar los derechos ancestrales de todos los chilenos.

Aquel pueblo que perdió millones en sus cuentas previsionales y que ningún Banco Central fue en ayuda de él como cuando corrió con plata de todos los chilenos a socorrer a los exportadores para subir un dólar que meses después subiría sólo.

Aquel pueblo que ningún ministerio ha ido a compensar en esas pérdidas y para calmarlo lo adormecen con prensa “basura” para que crea que hoy gana y recupera lo que perdió, casi como si el milagro de Lázaro se hiciera realidad y los fondos previsionales hoy volvieran a sus cuentas. 

¡Y más encima les cobran comisiones por perder su plata y los tratan de ignorantes por siquiera pensar que los cagaron! (Perdón por el garabato, lo reconozco es poco elegante… ¡Pero muy sincero, dolorosamente sincero!)

¡Sí quiero un Ministerio de la calle!… No para ser famoso, sino para que nadie me conozca. Para no tener que ir a ninguna cena oficial con gente que se cree importante, sino para seguir comiendo con mi pueblo y mi familia, los únicos importantes. Seguir comiendo en locales de comida rápida y en “picás”. Quiero seguir comiendo los completos de la Señora María Elena y saludando a garzones que conozco de toda una vida. 

¡Esos son los actos “oficiales” que quiero!

Entre los manjares de Cerro Castillo o los de La Moneda, me quedo con la marraqueta con pollo de la viejita de la esquina. Poco Light pero muy auténtico…poderosamente auténtico.

No quiero alejarme del rumor de mi pueblo, quiero confundirme en él, sentir como sienten y entender desde ese sentir lo que Chile quiere.

Quiero seguir educando a nuestro pueblo y cumplir el mandato del gran maestro Paulo Freire de que “educar es liberar”, abriendo, liberando las conciencias y gestando un Chile mejor, diferente ¡Muy diferente al actual!

Y no quiero estar sólo. No quiero ser el único Ministro de la calle. Quiero que seamos cientos, miles, los que caminemos por las calles liberando esas conciencias, y convirtiéndolas en una voz única, fuerte y poderosa que diga ¡Chile tiene que cambiar!… y para eso estamos, para hacerlo cambiar, pues de nosotros depende. 

Los invito, con nuestra sangre y nuestro sudor debemos borrar las lágrimas del pueblo.

Y por favor no me paguen por ese Ministerio, sigan metiendo la plata en sus propios bolsillos, aprovéchenlo, porque les juro con mi propia voz y la de todos los que me escuchan, que les queda poco.

Y se los juro a metros de un espacio sagrado, el lugar dónde cayera la sangre de un héroe olvidado de la Independencia, el Coronel español Carlos Spano, quien defendió con su vida la plaza de Talca el 4 de Marzo de 1814.

No se olviden: ¡Nuestro pueblo se alzará sin violencia para cobrarles la cuenta!
4/12/09

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