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¡Por qué no te callas!

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Esta petición se hizo famosa, cuando en una Cumbre Iberoamericana realizada en Chile, el Rey de España Juan Carlos la lanzó al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Más allá del contexto y de las razones para tal solicitud, es innegable que en muchas ocasiones uno quisiera lanzar esta frase a grito destemplado hacia más de alguien. Por eso se me vino a la memoria para graficar la actual situación del Ministro de Defensa de Chile, Francisco Vidal.

Si sus destempladas calificaciones y vociferaciones dirigidas hacia el acontecer político nacional resultaban graciosas y eran motivo de una confrontación verbal jocosa cuando estaba de vocero de La Moneda, claramente en el papel de Ministro de Defensa han pasado a ser casi un problema de seguridad nacional.

Su incontinencia verbal, su carácter explosivo, su frágil capacidad de tolerancia, su trasnochado nacionalismo, y su expresivo sentimiento de apego a “lo militar”, han hecho del Ministerio de Defensa y su política un estandarte del empeoramiento de las relaciones vecinales y hasta un retroceso en la modernización del sector, donde se ha visto privilegiado una nueva preeminencia de lo militar por sobre lo civil; una falta de discusión pública sobre los grandes tópicos de esta política pública; la imposición de una retórica por sobre un debate conceptual; y un distanciamiento notorio ante los esfuerzos de cancillería (que tampoco son muchos) por tratar de arreglar los entuertos diplomáticos sub regionales.

Así  entonces hemos estado expuestos a sus declaraciones a propósito de la propuesta peruana de frenar las compras de armas, realizando asociaciones relativas al Pacto de no Agresión firmado entre Hitler y Stalin; a que las explicaciones sobre la vorágine de compras de armas por parte de Chile se justifican porque somos eternamente amantes de la paz, y por lo tanto constituye una sinonimia hablar de armamentismo y paz (qué capacidad dialéctica); que nuestras fuerzas armadas están prestas para defender al país de cualquier amenaza; hasta la reciente declaración con tintes de consigna belicista sobre que “Chile no se ha rendido nunca ni nunca se rendirá”, como respuesta a los dichos peruanos sobre el ejercicio militar Salitre 2009 que realiza la Fuerza Aérea de Chile.

Lamentablemente, el Ministro Vidal viene a confirmar dos críticas profundas a la gestión de la política de Defensa de Chile: una de ellas dice relación con la falta de coordinación política y estratégica con nuestra política exterior, más cuando es ésta la encargada de delinear el horizonte y la práctica política en materia internacional del Estado de Chile a la cual debiera subordinarse la política de defensa. Con los dichos y las muestras de animadversión del Ministro, se echan por tierra cualquier esfuerzo serio por llevar una “agenda inteligente” con nuestros vecinos, como lo ha publicitado la propia Presidenta de la República. Fue muy evidente este contrasentido, cuando el Ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Fernández, valoró como interesante y susceptible de discutirse la propuesta peruana relativa a declaraciones explícitas por la paz y el control del armamentismo en la región, más allá de las denominaciones de éstas.

La otra observación crítica dice relación de cuan profundo es el control civil democrático que ejercen las autoridades políticas sobre las instituciones castrenses. Esta ha sido una larga tarea durante la transición democrática, que no está del todo concluida puesto que detrás del eufemismo “consenso con los militares” (que fue la frase usada por el Ministro para referirse al proyecto de ley del Ministerio), se esconden presiones corporativas, como queda claro el que se usó para desperfilar la figura del Jefe del Estado Mayor Conjunto, para el cual se usaron profusamente las páginas de El Mercurio.

A esto sin lugar a dudas que ayuda muchísimo el perfil del actual Ministro, que nos retrotrae a la figura de un ministerio de defensa como ámbito privilegiado de los militares con displicencia por el aporte civil. Sirve para reposicionar el debate en nuestro continente sobre el rol de los civiles en defensa y el verdadero y eficaz control civil democrático. Este lapsus que se está viviendo en defensa, que corta una cierta tendencia que aunque lenta se venía avanzando, nos pone sobre aviso en relación a que no basta poner una persona que se viste de civil en el Ministerio, sino que se necesita a alguien que tenga plena comprensión de que la defensa es una política que se subordina a definiciones político estratégicas del Estado y por lo tanto su conducción requiere una alta sensibilidad y responsabilidad política.

La conducción de la defensa y las relaciones con el mundo militar requieren de una poderosa convicción democrática y de un liderazgo civilizador, por contraste a uno que quiere la militarización de la sociedad y de sus relaciones internacionales.

* Fuente: www.g80.cl

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