¿Con qué ropa Sebastián Piñera pretende ser presidente de la república?
por Rafael Luís Gumucio Rivas (Chile)
17 años atrás 5 min lectura
Los pocos presidentes derechistas que detentan el poder en el mundo se están ganando el premio limón por meter la pata sin control y por carecer de inteligencia emocional: dicen tonterías con escape libre; baste recordar la frase del potentado Berlusconi proponiéndole a los damnificados por el terremoto que gozaran el fin de semana en sendas carpas como si estuvieran de vacaciones; Nicolas Sarkozi no lo hace mejor al tratar al popular Barack Obama de inexperto y a Rodríguez Zapatero de un tanto tontuelo. No sé por qué se me ocurre que Sebastián Piñera emulará a sus héroes derechistas si, para desgracia del país, llegara a la presidencia de Chile. ¡Qué vergüenza!
Le recomendaría a Sebastián Piñera que no se desprendiera de sus Acciones, pues lo hace muy bien como accionista mayoritaria de LAN, Colo Colo, Chilevisión, y de otras tantas empresas. Si se conociera a sí mismo y no fuera tan ambicioso captaría, perfectamente, que es un genio de la Bolsa de Comercio y, tal vez también, un gran empresario; no sé por qué a estos prohombres les da por ser presidente de la república, a lo mejor porque creen, erróneamente, que el Estado es igual a una empresa.
En el fondo, la política y la empresa son dos oficios antitéticos, en una dialéctica binaria – como aquella que Marx le criticaba a Proudhon – la tesis política y la antítesis empresaria nunca se superan en una síntesis: las cualidades del empresario son la antítesis del político. El empresario es el amo y señor de sus propiedades, apenas tienen que rendirle cuenta , y eso a veces, al directorio nombrado por él y a las juntas de accionistas; la empresa no tienen nada de democrático, pues el dueño puede nombrar y remover a su arbitrio, desde los gerentes hasta el junior; si el empresario fracasa en su gestión, siempre tiene una red de seguridad en el Estado, además, puede coludirse con otras cadenas para subir los precios sin informar a nadie.
El político, mal que mal, al menos tiene que solicitar el voto popular cada cuatro años y, en cierto grado, está controlado por el Congreso, aun cuando tenga muy pocos poderes en este sistema presidencialista monárquico. El político tiene que visitar y tratar de encantar a los electores que, se supone, son los soberanos propietarios del poder; al político se le puede aplicar una ley de transparencia, el empresario, al ser dueño, puede colocar a todos sus parientes en los cargos de gerencia. A lo mejor, lo que siempre he criticado, es el hecho lamentable de que algunos quieren convertir la política en una empresa.
Si Sebastián fuera jefe de la SOFOFA no habría ningún problema alguno, pues corresponde a sus méritos, pero donde yerra es cuando decide ser candidato a presidente de la república, cargo para el cual carece de cualidades en grado heroico, como diría Francisco Antonio Encina. Dice que en el tenis se puede perder un partido por lo que llaman “errores no forzados” y Sebastián los está cometiendo por centenares, en menos de una semana.
Primer error no forzado: hay que tener muy poca sensibilidad, tino y sentido común para decir semejante estupidez al referirse a la niña Ema Velasco Saavedra, sosteniendo que había salvado su vida sólo por ser hija del ministro de Hacienda- cuando en verdad su madre la salvó por su coraje y serenidad- además, hay que resaltar el papel del hospital de la Ligua, que deja en muy alto pie la salud pública chilena, que tanto quieren destruir la derecha, encabezada por José Piñera, hermano del candidato. El ministro Velasco respondió, como corresponde, a semejante descriterio e inhumanidad; para más remate, no faltó el tonto de la UDI que sostuvo que el ministro Pérez Yoma había sido privilegiado en su reciente transplante de riñón, sin investigar la veracidad de tan cruel y gratuita imputación. Ojalá el ministro lleve a fondo, en los tribunales de justicia, la querella. Si esa es la calidad humana de la derecha, que utiliza patrañas para conseguir votos, Dios nos pille confesados, si por azar triunfaran.
En segundo error no forzado es creer aquello de que los pobres siempre estarán entre nosotros y podrán ser utilizados por los candidatos de la derecha al presentarse con una cara populista; sería algo así como tener su “rotito propio” para hacerle la caridad y, a veces, mostrarlo como un adherente a su candidatura. Mientras el “roto” no sea rebelde puede ser, perfectamente, sujeto del de los “Epulones” de la derecha; el problema comienza cuando ese roto se sindicaliza y comienza a exigir derechos: de ahí para adelante es un terrorista. Piñera, a diferencia de Longueira, no entiende el mundo popular: es completamente incapaz de pasar una noche en la misma pieza de un poblador; creo que le costaría compartir un día de verano el jugo de naranja, con moscas danzando cual sílfides danzando en el vaso. Ya no es posible, como ocurrió con Joaquín Lavín, que un candidato de derecha vaya a dormir a la población; algo sucediendo para que los carneros se transformen en auténticos ciudadanos. Me parece que nadie ha autorizado a ningún candidato para asistir, con fines electorales, a un funeral al cual no ha sido invitado.
Tercer error no forzado: Sebastián Piñera cree ser el líder de una derecha que desconoce y, como sabe muchos de negocios, pero muy poco de historia, no logra entender que en la historia de la derecha chile siempre ha habido dos almas: una liberal empresarial, con muy poca penetración popular, cuyos personajes emblemáticos fueron Juan Luís Sanfuentes, Gustavo Ross, Jorge Alessandri y, ahora, Sebastián Piñera; liberales y conservadores, a pesar de que coincidían en muchas cosas, no eran lo mismo al tratarse del sector popular; los segundos, por el catolicismo acendrado, tuvieron siempre sectores populares, incluso sindicatos cristianos, donde se formó San Alberto Hurtado.
Hoy, la UDI popular no es igual a Renovación Nacional: la primera pretende – y ha tenido cierto éxito- mimetizarse con los pobladores y, por eso, prefieren los distritos populares; la segunda, es mas bien una montonera apoyada, preferentemente, por las provincias y comunas más ricas de Chile. Este síndrome de la división siempre ha hundido a la derecha chilena, razón por la cual es completamente inepta para dirigir el país.
21/04/09
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