(Historias para Beatrice)
Sigmund Freud cuando sostiene que los recuerdos de infancia son perdurables y fundamentales para nuestra vida psíquica. El mundo de los niños está lleno de cuentos de animales, cuyas personalidades son mucho más claras que las humanas; ojalá saliera de ellos una especie de San Francisco, mezclado con un ecologista profundo. Al final, con el transcurrir de la vida, este gusto por las fábulas termina por perderse si no se alimenta permanentemente.
Mi hijo, Rafael, muy generosamente me ha prestado libros de algunos de sus autores predilectos, entre ellos Isaiah Berlín. (He aprovechado el cálido mes de febrero para leer algunos de ellos). “El fuste torcido de la humanidad, capítulos de historia de las ideas” es uno las obras predilectas. El autor toma una frase de Kant, “con el leño torcido del cual ha sido hecho el ser humano nada puede forjarse que sea del todo recto”. Berlín analiza el socialismo y el pensamiento de Marx dentro del contexto de las historia de las ideas: Otra de las obras de Berlin, “La libertad y sus traidores”, de la cual selecciono los capítulos dedicados a Saint Simon y a de Maestre, pues representan, a mi entender, dos versiones contrapuestas del mundo del siglo XIX.
Posteriormente, agregué la lectura de otras dos obras de Berlin, “El sentido de la realidad, sobre las ideas y su historia”, y “Contra la corriente, ensayo sobre historia de las ideas”. Dedicaré este artículo al capítulo II “La originalidad de Maquiavelo”.
Para volver a las fábulas, Berlín usó una de ellas, tomada del poeta Arquíloco, “La zorra y el erizo”, que dará el título a uno de sus libros principales. La zorra tiene muchas estrategias, dice el poeta, y el erizo, una sola y grande; la zorra tiene muchas ideas, mientras que el erizo una y grande. La zorra se abre a un conjunto de ideas sabiendo que muchas de ellas son contradictorias y paradójicas, pues intenta comprender el mundo lo más ampliamente posible; la zorra es tolerante y acepta que no hay una verdad única, sino múltiples verdades y, a lo más, son relativas. Por el contrario, el erizo una sola idea, que abarcaría y explicaría todo el universo.
Para Berlin, en todo ser humano hay algo de erizo y zorra, por ejemplo, corresponde al espíritu del erizo Platón – la idea como bien supremo- Hegel – la dialéctica y el Estado- Pascal, Dostoievski, Nietzsche, Proust, entre otros. Tendrían espíritu de zorra Heródoto, Aristóteles, Montaigne, Goethe, Balzac, Joyce, y otros más. Personalmente, me identifico más con el espíritu de la zorra que el del erizo, y me apasionan los escritos, más bien paradójicos, que aquellos que contienen una sola idea central, en cierto grado totalizadora; me gusta más la pluralidad de ideas que el pensamiento totalizador.
Maquiavelo, en su libro “El Príncipe”, usa la fábula de Esopo “El león y la zorra”. En una versión libre, le atribuyó a la fábula el siguiente cuento: “había una vez un león viejo y enfermo, que no contaba con fuerzas para salir y procurarse el alimento; astutamente, invitó a varios animales para que lo visitaran en su cueva; primero acudió la oveja, a la que le preguntó cómo olía su hocico, a lo cual esta le contestó que olía a alcantarilla; el león aprovecho su cercanía y la devoró; posteriormente, penetró la cabra, que dijo al león – ante la misma pregunta- que su hocico olía a rosas, y también la devoró. Entretanto, a cierta distancia, la zorra observaba y, cuando le correspondió su turno de visitar al león y cuando la invitó a acercarse, la zorra le dijo que había observado las huellas de los demás animales constatando que todos habían entrado y ninguno había salido. Esopo saca la siguiente moraleja: “no se debe fiar en lo que se dice, se debe juzgar las palabras según sean las obras de las personas que las pronuncian”. Samaniego saca otra moraleja de esta misma historia: prudencia y cautela valen mucho”.
Maquiavelo aplica la fábula a la política: “Hay dos maneras de combatir: con las leyes y otra con la fuerza; la primera es propia del hombre, la segunda, de los animales. Pero como muchas veces la primera no basta, conviene recurrir a la segunda…”
“Como es necesario obrar según la naturaleza de los animales, se debe entre ellos imitar a la zorra y al león al mismo tiempo; el león no se defiende de las trampas y la zorra no se defiende de los lobos. Es necesario, pues, ser zorra para conocer las trampas y león para destrozar a los lobos” Según Maquiavelo, estas dos condiciones no se dan siempre en la política, salvo en el caso de grandes héroes de la antigüedad grecorromana.
Hay dos personajes en la historia del pensamiento que, hasta ahora, han sido analizados desde distintas perspectivas, sean estas de derecha, de izquierda, totalitarias o republicanas; es el caso de Nicolás Maquiavelo, en el Renacimiento, y Federico Nieztsche, segunda mitad el siglo XIX y el XX. En otra ocasión te contaré, Beatrice querida, las tres transformaciones del espíritu del espíritu: el paso del camello a león, y de león a niño. Ambos autores representan una ruptura radical con los valores judeo-cristianos; creo que este es el acierto de la perspectiva de Berlin al analizar la problemática de la obra de Maquiavelo.
Según Berlin, “El Príncipe” ha sido analizado desde distintas perspectivas. Para Jacob Burckhardt, la concepción del Estado de Maquiavelo es una obra de arte, por consiguiente, pertenece la esfera de la estética. No faltan los analistas que consideran “El Príncipe” como una sátira de su época y una nausea moral, a causa de la d destrucción de Italia, debido a las invasiones extranjeras y al papado; en este caso, Maquiavelo sería un patriota y un republicano, que está herido por la mala fortuna personal y de su pueblo. Para B. Croce, en la obra de Maquiavelo existe una separación entre la ética y la política; no falta quienes lo vean también como el defensor de la razón de Estado. En cierto grado se puede decir que se adelantó a la cohesión social, visualizada por el sociólogo Émile Durkhein. Siempre habrá una contradicción aparente entre el admirador de la república, en la década de Tito Livio, y quien ofrece consejos a tiranos, como los Médicis –César Borgia- y a Fernando el Católico.
Dejemos de lado las interpretaciones sobre la obra de Maquiavelo que, por sí solas, obligarían a llenar un libro, y centrémonos en el aporte de Berlin. Maquiavelo admira los personajes del mundo greco-romano, y sus héroes son Pericles, Filipo de Macedonia, los repúblicos romanos y los grandes emperadores, como también cree que la virtud y la religión pagana, de Roma, hizo posible la gloria del Estado; las virtudes greco-romanas tiene su eje en el “zoon politikon”; por el contrario, las virtudes cristianas – humildad, amor al prójimo, desprecio por las riquezas, postulación a una vida futura en el cielo, pueden ser muy útiles para la vida privada, pero son dañinas y destructivas para el Estado; Se puede elegir ser santo o anacoreta sólo a condición de abandonar la vida pública.
Savonarola fracasó al querer construir un Estado cristiano en base a una equivocada concepción del hombre, creyendo que este es bueno por naturaleza. En este sentido, Maquiavelo sería anti-utópico: todos los profetas desarmados están condenados a ser derrotados. Los hombres son cobardes, fanfarrones, soberbios en el éxito y miserables en la derrota; los hombres olvidan más pronto la pérdida del padre que del patrimonio.
El político tiene que conocer, en consecuencia, muy bien a los hombres, los intereses que los impulsan y la sociedad en que viven. El conocimiento político es histórico y, a la vez, empírico. El uso de la crueldad, el fraude y el terror no constituyen ninguna novedad en Maquiavelo, aunque escandalizó a los jesuitas. Muchos antes, en la antigüedad clásica, Trasímaco y Calicles, en los “Diálogos Platónicos”, sostuvieron un discurso tan coherente y radical como el de Maquiavelo y, a posteriori, no han faltado los teóricos que han alabado a los tiranos; tampoco es novedoso en método empírico para estudiar la política y, menos, el recurso a citas de autores antiguos y modernos.
Lo novedoso de Maquiavelo, según Berlin, se encuentra en la reducción de la ética cristiana a la vida personal, y la valoración del mundo greco-romano y sus valores, para apropiarse del poder y conservarlo. Las virtudes privadas no son las mismas que las públicas. Como las primeras no le interesan al príncipe, ni a los súbditos, hay que preocuparse de las segundas, que engrandecen y preservan el Estado.
Maquiavelo no se le puede tildar de inmoral, lo que ocurre es que ha adoptado otra moral y, según esta línea de conducta, debe juzgarse el bien y el mal. No es que no exista esta diferencia, en el sentido cristiano, para Maquiavelo, pues el santo es santo, y el bellaco, bellaco. A veces hay que utilizar el fraude y la fuerza, en su debida proporción, para conservar el poder.
Maquiavelo fue, efectivamente, un republicano; no cabe duda de que estaba disconforme con el desastre de los Estados y repúblicas italianas, y considera al papado en parte culpable de la desunión e invasión extranjera de las repúblicas y principados italianos. Maquiavelo quiso, auténticamente, la unión de Italia, sin embargo, “El Príncipe”, ha sido el libro de cabecera de tiranos, como Federico el Grande y Napoleón Bonaparte.
Hay algunos consejos de Maquiavelo que siempre tendrán actualidad, como aquel de que la mayor fortaleza del príncipe es ser adorado por el pueblo, que sólo pide no ser oprimido. Lo peor que le puede ocurrir a un gobernante es ser odiado por su pueblo, algo que ocurrió con Nixon y Bush, para citar a algunos gobernantes. Cuando es necesario actuar, hay que hacerlo y tomar todas las medidas dolorosas juntas, consejo muy importante, por ejemplo, para Barack Obama, que debe tomar decisiones más drásticas para sanear la economía.
26/02/09
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