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Un reencuentro 35 años más tarde: Mi ilusión, mi dolor, mi esperanza

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Año 1973
Desde 1970, son tiempos de ideales en Chile.  En el liceo bullen las ilusiones, todos queremos y podemos participar en todo ¡somos importantes! En mi caso, quiero saber todo, quiero aprender el máximo, instruirme. Me acompañan en mi bolsón de cuero, junto a mis cuadernos, pegados con mucho cuidado, las imágenes de Miguel Enríquez y Luciano Cruz y en el reverso el Che Guevara. Son mis ídolos.

Ocupo un cargo en la organización que en el liceo, en aquel entonces, llamábamos "Gobierno Estudiantil", en lo que hoy se conoce como la IX. Región. El compromiso con mis ideales es completo. Tengo 14 años, pero psicológicamente parezco una muchacha de 20, enfrentando muchos problemas en mi hogar, pues mi familia es de derecha y de la DC. Pero yo sigo en lo mío, pues no me gustan las injusticias, no acepto la forma de pensar de mi familia, en la que todo se valora por el famoso "tanto tienes, tanto vales". Yo me escapo, participo de las actividades a las que me invitan. Descubro que simpatizo con el movimiento de izquierda  MIR. En aquellos tiempos,  el partido socialista, con integrantes, simpatizantes, militantes muy diferentes a los de ahora se las juegan, luchan en armonía y demuestran una gran fuerza, empujados por ideales.
 
En esos" ires y venires", conozco mas de cerca  a Francisco…  un compañero del liceo en  donde estudiamos. El tiene 16 o 17 años y también está en las filas del   MIR. Comienzo a participar en las actividades, vamos juntos a algunas de sus reuniones partidarias.

Un día, en que el sol alumbra la ciudad en forma diferente, el me pide que sea su compañera (su polola), me presenta a sus compañeros…yo me siento orgullosa, acompañada, protegida por mi príncipe azul, que aparte de lindo es inteligente, con dotes de líder. Para mi todo es alegría, sueños, energía para realizar todo los que nos proponemos. Y así pasan algunos meses, y a pesar de nuestra alegría no podemos dejar de ver que la situación del país se complica, el boicot de la derecha al compañero Allende se hace evidente. Ocurren cosas que por mi edad no las entiendo mucho, pero Francisco me las explica. Yo ayudaba a Francisco a entregar los periódicos del movimiento.  Pancho me entregaba un montón de diarios para guardar y material didáctico que tenía que distribuirlos a otros compañeros, para así hacer circular la información.

El día del golpe
El día 11 de Septiembre de 1973, amanece lleno de negros presagios. Pasan las primeras horas y no logro ver a Francisco. Entramos a clases y comentábamos con Ruiz, (un compañero cuyo padre era albañil y al cual el le tenía que ayudar después del liceo), los acontecimientos del día anterior. Estábamos en eso cuando apareció la inspectora del liceo y nos dice que debemos irnos  a nuestros  hogares porque en Santiago fue tomada La Moneda por los militares, hay un Golpe de Estado en marcha, tal como lo temíamos. El golpe es encabezado por un  militar, Pinochet, en el cual el compañero Allende confiaba. Una vez más en nuestra historia se impone la traición.

Salimos a la calle buscando información. La radio comienzan a trasmitir las últimas noticias. Todo indica que el país es en esos momentos  todo un caos. Me siento sola. Francisco no está a mi lado. Nadie lo ha visto, no se que hacer. Cuando trato de reahacer mis pasos de aquel día, se confunden imágenes, nombres, miedos, impotencia. Recuerdo que, en su búsqueda, me fui a la sede del PS, donde  solo encontré destrucción y restos quemados en su interior. Me veo asomada en su interior pero no hay nada más que muebles rotos, papeles y libros por el suelo, como si un huracán hubiera pasado por allí. No encuentro a nadie que me de la información que yo busco. Deambulo por las calles desiertas, hasta que de pronto veo un camión con militares. No se lo que gritan. Los ignoro, siento rabia, angustia. Deben ser entre las 09.30 y las 10:00 de la mañana. No quiero llegar a casa. ¿Dónde esta él? ¿Dónde está mi primera ilusión de niña mujer? No cuantas horas recorro calles sin rumbo. No sé tampoco cuantos días pasaron de su ausencia, hasta que encontré a unos compañeros me dijeron que no le buscara, que me cuidara. Pasaron semanas, no se cuantas, lloré mucho, me sentía muy sola.

Volvimos a clases y aunque todos me decían que la vida continuaba, para mi no era así. Me llegaban las noticias que me demostraban que había muchas personas sufriendo, arrancando de la barbarie, de la maldad, de la deslealtad.

En casa me prohibieron toda clase de salidas extras. Controlaban mi salida y regreso del colegio. A menudo me iban a buscar y a dejar hasta la esquina del Colegio. Me cerraron toda posibilidad de recibir información.

Por esos día me entero por unos compañeros, y escucho a unas personas que van a mi casa, que muy de madrugada habían allanado el hogar de un compañero que era Regidor de izquierda,  y que le habían asesinado, junto a uno de sus hijos. Esa noticia me llenó de dolor e impotencia. Desde mi actual perspectiva, hoy veo que aun no comprendía el riesgo que significaba todo aquello.

Pasó un mes o más. No lo  recuerdo con exactitud. Un día vino una compañera del liceo a buscarme y me llevo a un lugar para ver a Pancho…. era la cárcel. Ahí estaba detenido, a los 17 años de edad. Vestía un sweater café con leche, un jeans, su pelo ondulado largo y sus "cachetes colorados", como yo lo describía a mis compañeras del liceo cuando hablaba de él. Estaba sentado sobre una base de cemento. Se llenó mi soledad con sus palabras y cariños. El no le hacía daño a nadie; solo era un estudiante con ideales por  un mundo mejor.

Cada vez que lo visitaba me ponía triste, nerviosa, parada en las largas filas que se formaban a la entrada. Allí me encontraba con su mamá todas las veces. Me escondía entre las personas, para evitar que alguien de su familia o la mía me fuera a ver. Me escapaba del liceo, de la vigilancia de mi familia, me las arreglaba de alguna forma para llegar a verlo; hasta que un día, cuando ya la represión se hacía sentir para todos, Francisco me dijo que los llevarían a la ciudad de Los Ángeles o a Temuco; me dijo que no lo sabían exactamente y me pidió que  no fuera mas a verle. Sentí que mi corazón se apretujó, pero no dije nada, pensando que ya no me quería….que se estaba olvidando de mi. A la semana de aquello no pude aguantar más y le pedí a una amiga del liceo que fuéramos a ver que pasaba en la cárcel. Cuando en la guardia pregunté por Francisco los gendarmes me miraron, se miraron entre ellos y rompieron en carcajadas, diciéndome por toda información: "Ya no están aquí". Nunca le he dicho a nadie que ese día, como única y desesperada reacción, les dije que era su esposa y que quería que me dijeran a dónde los habían llevado. Nuevamente se rieron y nada. Fue un dolor inmenso sentir como cerraban en mis propias narices el inmenso portón de acero y madera gruesa. Ese día caminé sola, encontrando que aquella calle tenía la cuadra mas larga que he recorrido en toda mi vida. Lloraba, estaba sola, triste, me sentía desamparada. Mi Pancho se había ido. ¿No me quería? Al contarle mi pena a una prima,  me respondió, que yo era muy chica, que por eso había sucedido todo así.

Lentos, comenzaron a pasar los días, las semanas, los meses, los años. En mi casa mi situación no era fácil. Mi único consuelo era saber que aun tenía en mi poder, como mi hermoso y gran secreto, una gran cantidad de material  que Pancho me había entregado para guardar muy bien protegido. Con ayuda de mi "nana" habíamos excavado un hoyo en el patio de mi casa y "plantado" algunas cosas que mi familia me había tirado por la cabeza. Poco tiempo después de aquella "plantación" allanaron nuestra casa, a pesar de que todos mis familiares eran personas conocidas en la ciudad. Buscaban un familiar de mis tíos y tías un senador. A mi no me pillaron mas que  mis muñecas y libros.

Paso  mucho tiempo desde que  Pancho desapareció. La presión en mi casa se hizo insoportable, me hostigaban, me ofendían, me maltrataban psicológica y físicamente. Trajinaban mis cosas, virtualmente daban vueltas mi dormitorio. Cada vez que tenía oportunidad preguntaba por él, pero la única respuesta que recibía es que no sabían, nadie lo había visto. Más de algún morboso me dijo que a lo mejor estaba muerto. Lo mismo alguna vez me lo hizo saber mi familia, mi padre. No sé cuánto lo busque, pero sin resultados. Termine pensando que efectivamente lo habían asesinado o estaba dentro de los detenidos desaparecidos.

Mas menos el año 1972, en período de vacaciones  había conocido a Alberto, un compañero militante PS. Mucho mayor que yo, 27 años. Su casa , en uno de los cerros de tome había  sido allanada por los "cosacos", fue detenido y durante unos meses estuvo desaparecido hasta que por presión  de la Vicaria y de otras organizaciones de DDHH y gestiones de su familia se logro dar con él,  meses después,  en la Isla Quiriquina.  Estuvo en varios Centros de Detención, donde fue torturado. Nunca perdí el contacto con su persona, cuando salio libre, por casualidad, a mediados del año 1974,   me pidió que nos casáramos. Tuvimos dos preciosos hijos, pero nuestro matrimonio no logró afianzarse. Vivimos como pareja unos 5 años más menos. En mi pesaba mucho el pasado, presente y futuro, aparte de mi familia. Aunque nunca pude olvidar mi primera ilusión, nunca pude reparar ese daño. En mi alma todo me recordaba a "él". Habían sido pocos meses de relación, pero que para mi significaron toda una vida.

Una vez separada, me dedique a mis hijos,  a trabajar, a estudiar, a participar con toda mis fuerzas en lograr la libertad de Chile, el fin de la dictadura. Fueron años en que sucedieron  tantas cosas horribles. Sufrí amenazas, persecución, daños, golpes. Hasta que un día decidí abandonar esa ciudad llena de un presente doloroso tristes recuerdos.

Llega internet
Empiezo a trabajar… Aparece internet, parte de mi trabajo rápidamente descubrí en ella una herramienta para ampliar mi búsqueda, por todos los medios de comunicación, en el Registro Civil, Fonasa, diarios, radios, etc., etc.

Habiendo viajado a la IX Región  y estando en el negocio de un Compañero  un día llegó el informe Valech a mis manos. Lo primero que hice fue buscar allí su nombre. Y … ¡ahí estaba! ¡Ahora estaba segura que él estaba vivo! Si, porque había declarado su detención y las torturas padecidas, siendo un menor de edad. Rápidamente me puse en contacto con otros compañeros que aparecían en el mismo informe para que me ayudaran a buscarle. Todos me cooperaron de alguna forma.

Había sido una odisea  muy larga, una travesía a través del tiempo y ahora parecía que por fin podía llegar a tierra firme, ahora tenía la esperanza, más cierta que nunca, de encontrarle.

12 de abril de 2008
Han pasado casi 35 años, de aquel fatídico 11 de septiembre.

El 12 de abril llegó mi hijo mayor de visita. El ya es periodista. Después de mucho  pensarlo, le conté mi secreto. Nunca tuve fuerzas ni encontraba el  momento exacto para contarles este episodio de mi vida. Con mi hijo mayor nos vemos poco por la distancia, pero como se acercaba su cumpleaños, aprovechando su visita, creí que era el momento para contarle todo. En esas horas, en su reacción, en su inmenso cariño, tuve la confirmación que el cariño entregado a ellos había hecho de él un hombre de verdad, pues ahora tenía en él, en mi hijo, a un amigo, a un cómplice, a un compañero, pues no sólo comprendió mis sentimientos, sino que se puso a mi lado y esa misma noche empezó a mover sus contactos y empezamos a llamar a todas partes de Chile, adonde hubiera alguien con el nombre y el apellido de Francisco. De pronto, suena nuestro teléfono y escuchamos la voz de la polola de uno de mis  hijos más chicos y me dice que en la ciudad de Ancud encontró a una persona con apellido C… Colgar y comenzar a marcar el número que me habían dado, fue todo uno. Me contesta una persona con su mismo apellido.

"Buenas noches, busco a Francisco C."

Como reacción al otro lado de la línea telefónica se produce un silencio que a mi me pareció eterno, al cabo del cual escucho que me dice

"Si, soy su hermano. Y tú ¿quién eres?, ¿para que lo buscas?"

¡Es su hermano! Tiemblo entera y en medio de mis nervios y emoción me cuesta hilvanar las ideas, pues ya se que estoy en el lugar correcto, estoy con la persona que logrará llevarme de nuevo a reencontrar a Francisco. Luchando con mi nerviosismo trato de hilvanar la respuesta:

"Es que yo, es que yo era su polola cuando lo detuvieron… yo tenia entonces 14 años y el 16 o 17. Necesito saber si está bien, pues he pasado muchos años buscándole".

Lucho con el miedo de que el hilo se rompa y nuevamente pierda su huella en la noche.

"El está bien y vive desde hace muchos años en Argentina."

No lo puedo creer. Por mi cabeza pasan imágenes de aquellos años, yendo de su mano por las calles,  buscando un beso, con el alma llena de ilusiones y sueños de justicia, de solidaridad, de deseos de ver realizados nuestras ilusiones.

“Pero no te preocupes, esta soltero, tiene hijos, pero esta sólo igual. Te voy a dar los teléfonos para que lo llames"

Anoté el número, ahí me di cuenta que en el tendría a mi mejor aliado me despedí,  no se si le dije buenas noches, sólo se que esa misma noche le estaba llamando. Me atendió una mujer, al escuchar mi solicitud, me pidió que esperara un momento y luego escuché como le llamaba por su nombre, a viva voz.

A esas alturas mis sentimientos ya no eran nervios era mas que eso, era miedo, recuerdos, dolor, alegría ¿Qué me diría? A lo mejor era verdad lo que una vez me dijo,  "…no me vengas ver mas" Sentí su voz al otro lado de la línea y se me apretó el pecho.

"Hola, soy Pancho…¿con quien hablo?"

"Soy yo, Marina ¿me recuerdas? Teníamos 14 y 17 años más menos"

Silencio, hasta que vuelvo a escuchar su voz: "Oh….si te recuerdo tu tenías el pelo largo…eras muy niñita…y a sí…tu tenias un lunar en el rostro en…vivías en ….."   eras muy linda ¿? 

¿porque me dijiste ese día que….?

Lo hice para protegerte, no quería que nadie te dañara, con tu edad, los problemas que tenia…quien te habría defendido? Tu familia? No………ellos no te habrían ayudado…

Hablamos hasta que se acabo el plan de mi celular, luego hablamos por la red fija  como una hora más.

Desde ese día del mes de abril, él no me dejó de escribir, dos o tres correos al día, Conversamos por teléfono cada dos o tres días. Así transcurrieron los meses, hasta que acordamos encontrarnos en septiembre. Sería el día 18 de septiembre del 2008,  muy al Sur de Chile. Él viajaría de Argentina  y yo viajaría desde mi ciudad.

Planifiqué todo para mi viaje y partí al encuentro, o mejor dicho, al reencuentro. Un reencuentro de dos personas que los sucesos vividos por el país habían separado dolorosamente hace 35 años. Ya no éramos los niños de ayer y no sabíamos como sería  este volverse a ver,  mirar,  tocar,  sentir,  escuchar al otro, ya no por teléfono, sino 'en vivo y en directo'.  Para ayudarnos, intercambiamos fotografías, pues había que admitir la posibilidad de que ambos nos desilusionáramos.

Eran las 7:45 de la mañana cuando el bus abandonó terminal de Collao en Concepción, rumbo al sur. Iba sola con mi esperanza y mi pasado-presente. Por momentos el paisaje que pasaba veloz frente a la ventana desaparecía y mis ojos sólo veían imágenes de ayer, pero que para mi, a pesar de todo, seguían formando parte del presente. ¿Qué pasaba en ese minuto por su cabeza? De vez en cuando, desde temprano, él  me llamaba para saber como iba, para contarme que aun no entraba en territorio chileno,  para comentarme nimiedades, pero que para nosotros eran el mundo. Esto me decía que, a pesar de todo, a pesar del dolor y el crimen, no habíamos dejado totalmente de ser niños, volvíamos a los 17, como canta nuestra Violeta.

En una hermosa tarde que anunciaba la llegada de la primavera, el bus comenzó a entrar a una hermosa ciudad rodeada de volcanes majestuosos. Me acordé del consejo de Neruda en alguno de sus escritos. El decía que a la patria había que retornan en primavera, cuando el verde estalla por todos lados, cuando las flores lo perfuman todo. Este viaje de Francisco, era un verdadero retorno a la patria, a esa patria que tanto amamos y por la cual ayer nos amamos, soñamos y sufrimos.

Ya instalada en un pequeña Casa de Hospedaje, se me hacían eternos los momentos de espera. Miraba desde un segundo piso hacia la calle,  nuevamente sola, junto a mi pasado próximo ¿Qué pensaría él al verme? ¿Inventaría una excusa para irse? Luego lo sabría….

Por fin se detiene un vehiculo frente a la antigua casa en donde estoy. Baja él, me mira y yo le llamo por su nombre, en un grito. Me hace señas que baje y ya estoy casi corriendo escaleras abajo. Trato de abrir la puerta y esta, como en una horrible pesadilla, no se abre. Sin saber que hacer vuelvo a subir, bajo nuevamente, busco a alguien en la administración, busco un portero. Siento miedo. Hasta que en uno de esos intentos descubro que la puerta se abre simplemente empujándola hacia afuera, mientras yo la había estado tironeando cada vez hacia adentro.

Cuando por fin logré salir, corrimos y literalmente nos tiramos  el uno en los  brazos del otro, en un abrazo muy largo, tremendamente largo y apretado. No hubo palabras. ¿Qué se podía decir en ese momento?. Hubo nada más que eso, sólo ese abrazo que traspasó las barreras de esos 35 años a que la dictadura nos condenó. Ahí estaba mi Pancho,  maduro, pero igual, lindo para mis ojos, su misma risa, su  pelo (recordaba aun unas onditas que  le caían sobre  la frente).

Esa noche él me reveló todo. Porque no quiso que yo fuera mas a verle a ese lugar de su detención; quería protegerme de lo que venia, de lo que yo en su totalidad no comprendía. El y sus compañeros de prisión ya sabían que la represión no respetaba  nada, ni  niños, ni ancianos, ni mujeres, ni embarazadas. Absolutamente nada. De adolescente pasó a un hombre maduro tras las rejas, durante cuatro años, como detenido político, en una cárcel de la dictadura pinochestista. En esos años fue golpeado y torturado,  siendo aún un niño, y fue a golpes y tortura que se trasformo en un hombre.

Yo también le relate mi tormentosa vida, mis  duras vivencias. Mi dolor, la presión,  todo, todo

Metidos en la cama, sin siquiera intentar algo más, nos quedamos toda la noche, así, abrazados, era un sueño, nuestra deuda con el pasado que nos separó sin nuestra autorización.

Atravesamos el hermoso canal de Chacao.  Caminamos, durante muchos días hicimos lo mismo. Recorrimos las calles del sur, abrazados como dos jovencitos, a cada segundo nos mirábamos y nos besábamos. Así estuvimos muchos días, sin separarnos ni un segundo. Ahi, entre el mar y la costanera del puerto  se escucho el sonido mágico del Mercado del Testaccio… Era como un milagro, lo único que faltaba…como podía tener ganas de regresar a mi ciudad?, Yo quería la vida.  Un espíritu maravilloso…. Ese dios bueno que no castiga que no es parte del sufrimiento y maldad, que nace de los seres humanos  me había devuelto todo lo que la dictadura militar  y sus  chacales, todo lo que la guerra inventada por los militares, que existía solo en sus micro-cerebros, me habían arrebatado, a mi compañero, a mi primera ilusión, a mi Pancho.

Nos torturaron, nos dañaron…. Rompieron mi alma de niña  en mil pedazos, madure a punta de golpes…  pero estamos vivos por dentro y con la misma fuerza y los mismos ideales de siempre.

Él, regresó a Argentina y yo a mi ciudad. Seguimos escribiéndonos, llamándonos. No sabemos  que ira a pasar en el futuro, actualmente estamos los dos solteros. Él esta al lado de sus hijos y yo de los míos, nos necesitan aun. La vida sabrá que nos depara  el destino.  Pero ahora yo sé que él está  bien. Se donde está. El me dice que me ama. Yo se que lo amé por siempre y que demore toda una vida en encontrarlo, tarde a lo mejor….,  pero no fue imposible.

Les dedico esta vivencia, parte de nuestras vidas,  a todos aquellos a los que como a él y a mi, nos destruyeron los sueños, la juventud, por el simple hecho de tener pensamientos e ideales diferentes. Pero  no lograron  matar nuestra conciencia; no lograron destruir  la fuerza que tuvimos y tenemos para luchar…. por permanecer con la  dignidad en alto  y hacer de Chile una tierra realmente  libre y democrática, con justicia social verdadera, sin muertes, sin torturas, sin engaños, ni  mentiras.

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