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Siete, siete, siete (777)

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El número siete, según la cábala, es la cifra más perfecta: el siete es Dios o los dioses y el seis es el demonio o el mal. Como cualquier ser humano algunas veces juego el número del Loto, según sea mi estado de ánimo, a los múltiplos de siete, cuando creo en la bondad, y al seis, en momentos pesimistas en que estoy convencido que va a ganar el demonio; en ambos casos siempre espero destinar parte del premio a obras altruistas y hacer felices a mi mujer, a mis hijos, a mis hijos, a mi nieta y a mis amigos, y por qué no hacer un viaje a las islas griegas, donde creo que la humanidad llegó a su mayor altura filosófica.

A veces el 777 se convierte en demoníaco, como ocurrió el lunes 29 de septiembre en el Dow Jones. La esencia del capitalismo la constituye las burbujas y las crisis: desde los tulipanes, en la Holanda del siglo XVII, hasta hoy. La Bolsa es perfectamente bipolar: pasa de la depresión a la euforia y viceversa. Hoy está de moda estudiar la historia económica y comparar la crisis de 1929 con la de la actualidad; nada más tonto creer que la historia enseña algo, pues por mucho se sepa de ella, los errores se repiten y nunca ha sido maestra de la vida ya que sólo sirve para entretenerse con sabrosos relatos y mitos que, como se sabe, es leyenda y no otra cosa.

Adam Smith  – escocés tan peligroso como Duns Scotto, quien verdaderamente dio el nacimiento a la Reforma protestante- Smith  no era un economista , tampoco obtuvo el Premio Nóbel – aún no existía- ni asesoró a dictadores como los Chicago Boys, era un profesor de lógica, un moralista, un filósofo y un poco teólogo. Estaba convencido de que lo que él llamaba “la mano invisible del mercado” iba a provocar la riqueza de las naciones, una utopía de la perfecta armonía.

El panadero, el cervecero, el carnicero, el cocinero le asegurarían la cena diaria al simple mortal, no por el altruismo, sino por el egoísmo de la ganancia. Supongamos que estos personajes no vivieran en el siglo XVII sino en el siglo XXI: es muy posible que en vez realizar esas profesiones prefirieran, en base al lucro y la codicia, ser banqueros, especuladores, brokers o de profesiones similares. Es evidente que ya el pan, la cerveza y la carne no llegarían a su mesa, pero sí miles de hipotecas y productos sofisticados, cuyo precio no se conoce, y menos su cantidad; dirían estos personajes que con el cambio de oficio pudieron dar casas a millones de pobres que no tenían ninguna posibilidad de pagar los dividendos; además, exclamarían “qué culpa tenemos nosotros que la FED haya mantenido las tasas de interés a un 1 por ciento durante dos años  y después subirlas

Estos especuladores podrían argumentar que siguieron al padre del liberalismo, Smith, en el sentido de que los vicios los pecados capitales convierten en virtudes en bienes sociales en  riqueza  que se  extendió   por cinco años sólo comparable con la “belle époque”.

No hace mucho tiempo que los apologistas del neoliberalismo sostenían que la mano invisible del mercado poco menos que nos había llevado al “fin de la historia”: libre mercado más democracia formal. Para estos epígonos del mercado Carlos Marx era un gran filósofo del siglo XIX, cuyos valiosos aportes estaban completamente superados, pero basta una crisis tan radical como la actual para que sus análisis se hagan vigentes y sean muy certeros. Marx respondía a Smith que la verdadera mano invisible estaba en la sociedad y no la del mercado, y que la liberación consistía en la superación de las enajenaciones, que son parte esencial del capitalismo.

En neoliberalismo no es una teoría económica, ni menos monetaria. Es la ideología más dogmática y totalitaria que ha existido en la historia de la humanidad, razón por la cual incluye una antropología, una concepción de la política, una filosofía y una sociología basada en el darwinismo social. La tolerancia es el antónimo del neoliberalismo.

El mercado, única realidad existente para los neoliberales, como Saturno, se come a sus hijos y condena a los pobres, e incluso a las capas medias, a la miseria, cuando no, a la muerte prematura: 1) el mercado es parte esencial de la naturaleza humana, 2) regula y supera todos los conflictos, 3) fija  los precios y se regula a sí mismo, 4) las crisis son parte del mercado, pero puede superarlas por sí mismo.

Loas enemigos del mercado son el Estado interventor, las sociedades de beneficencia, la socialdemocracia y el socialismo, instituciones que serán superadas por el triunfo de la libertad de mercado.

En el día de hoy asistimos a la parálisis total del crédito: ningún Banco le presta a su vecino, mucho menos a las empresas, y para qué decir a los particulares. El sistema financiero está paralogizado: nadie sabe qué cantidad de bonos infectados tiene cada uno de ellos. Como en el juego del naipe, todos temen recibir la carta podrida. Un comentarista argentino decía, cómicamente, que es como jugar a la ruleta rusa con cinco balas; el término casino se ha convertido en una especie de lugar común en boca de los analistas más serios y sólo echaríamos de menos al protagonista Dustin Hoffman, de la película Rain Man, un autista que calculaba a tal perfección que terminó por arruinar en una sola noche, en base a su prodigiosa memoria y capacidad para calcular, a los casinos de Las Vegas; capaz que descubriera el precio y cuantía de los bonos basura.

Los lugares comunes suman y siguen: para la presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana se acabó la fiesta; para los conservadores republicanos, Bush, Bernanke y Paulsen sería una triada de estatistas y socialistas, como Lenin, Trotsky y Stalin. absurdo!, cuando los primeros son reaccionarios de tomo y lomo. Michelle Bachelet  sostuvo, en Estados Unidos, que esta crisis era producto de la codicia de unos pocos y de la irresponsabilidad de quienes no la controlaron. Si vemos bien, querida Presidenta, la codicia en un pecado capital, consubstancial al liberalismo, y sin ella no puede subsistir. El tema no es de culpabilidades personales, sino estructural.

Wall St. Vendría siendo, en la actualidad, algo así como la nueva Babilonia donde se concentran todos los pecados del capitalismo, como para Lutero lo era el catolicismo romano, que vendía indulgencias para acercarnos el camino al cielo.

En un artículo publicado en el diario La Tercera, del 30 de septiembre de 2008, nuestro gran catedrático Ricardo Lagos, escribe sobre la Secuela impensada del neoliberalismo. No sé de dónde habrá el columnista que estas secuelas eran impensadas, cuando se podían prever  perfectamente, sobretodo en una persona tan ilustrado como nuestro ex Presidente. Más abajo, y muy acertadamente, escribe “la culminación de la ideología neoliberal tan en boga  está provocando la intervención gubernamental más grande que se conozca sobre el sistema financiero de los EEUU para salvarlo de su desplome…Está claro que el mercado no supo como autorregularse…El costo de tanta ideología alcanzará cifras estratosféricas”. Al final, se pregunta: ¿“Cómo se financiará todo? Y esos costos ¿sobre quiénes recaerán?” La respuesta está muy clara, estimado don Ricardo: sobre los contribuyentes, sobre los pobres, sobre los inmigrantes, sobre los perdedores del mercado, tal como lo sostiene la ideología que usted critica.

Que los particulares gozarán de las ganancias y que el Estado se hará cargo de las pérdidas es sólo un lugar común, pues es un hecho que hasta el momento que escribo este artículo, el Estado es propietario del 80 por ciento de la aseguradora más grande del mundo, con sede en Estados Unidos; en Gran Bretaña se han nacionalizado tres Bancos, y de aprobarse el rescate en el país del norte, por 700 billones de dólares será dueño de los Bonos infectados de los grandes Bancos.

Esta no es una crisis solamente financiera pues, necesariamente, con el tiempo tocará a la economía real, si es que no está ocurriendo; esto significará la pérdida de miles de empleos, la quiebra de pequeñas y medianas empresas y muchas de las transnacionales. De hecho, en Estados Unidos y en otros países, la mayoría de los trabajadores participan en la Bolsa, obligados por la previsión privada. Es completamente inhumano, además de torpe, aconsejar a personas que están a punto de jubilar que se queden pasivos ante la depreciación de sus fondos de pensiones, hasta ahora en aproximadamente un 20 por ciento. Los ciudadanos están en las galeras de las AFP y, si no se rebelan, no les queda otro camino que remar en la tempestad de la recesión.

La mano invisible del mercado se ha convertido en la mano que aprieta el cuello de los pobres, a quienes se condena a muerte o al hambre, sin siquiera tener acceso al sedante que prepara al condenado a muerte, antes de la inyección letal. En este sentido, Monsieur Guillotin era más humanitario que los capitalistas actuales, pues pretendía acortar la agonía.

Dejemos de lado, por un instante, los aspectos ideológicos, morales, éticos y económicos de la crisis y veamos sucintamente el aspecto político: a mi me enseñaron que el modelo de régimen presidencial era el de Estados Unidos y del parlamentario, Inglaterra, sin embargo, en crisis como la actual estos regímenes políticos comienzan a mostrar sus vacíos y problemas.

En Chile la monarquía presidencial sólo puede funcionar si el Ejecutivo tiene mayoría en el Parlamento o, al menos, un tercio en ambas Cámaras. Si no se dan estos requisitos, debe buscarse el acuerdo con la oposición. Se ha hecho gran escándalo por la existencia de unos pocos díscolos – que en su mayoría no son tales, pues votan casi siempre a favor del Ejecutivo- lo  único que hacen es exigir que se les respete en su derecho a la crítica-, por el contrario, en Estados Unidos 133 díscolos republicanos votaron contra su Presidente, también contra el presidente de la FED y el Ministro del Tesoro, esa decir, desoyeron todas las súplicas y argumentos de quien se supone su líder; 65 demócratas votaron en contra, dejando mal parado a su candidato presidencial, Obama. La orden de Partido no cuenta para nada en ese sistema político, sólo tienen en cuenta la rabia y protesta de sus electores y mantener su sillón en la Cámara de Representantes. Me pregunto ¿qué haría Camilo Escalona con semejante rebelión?

Es cierto que el salvataje del sistema financiero coincidió con el desprestigio de Goerge W. Bush y su ministro del Tesoro que, por arte magia, quiso convertirse en un dictador de las finanzas. Además, el candidato Mc Cain: cuando no se calla, mete la pata. Toda esta hecatombe política hace que ningún Representante les hagan  mucho caso
30/09/08

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