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Carta de la Comisión Episcopal de Asuntos Sociales de Canadá sobre Medio Ambiente – 2008

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Ottawa (Agencia Fides) – La Comisión Episcopal de Asuntos Sociales de la Conferencia de Obispos Católicos de Canadá ha publicado una Carta Pastoral titulada “Nuestra relación con el ambiente: Necesidad de conversión” en el marco del Año Internacional del Planeta Tierra convocado por las Naciones Unidas, en la que los Obispos realizan un llamamiento a la conciencia colectiva para hacer frente a los problemas ambientales que afectan a la tierra.

Nuestra relación con el medio ambiente:

La necesidad de conversión
Comisión para Asuntos Sociales de la Conferencia Canadiense de Obispos Católicos

En Octubre de 2003, nuestra Comisión para Asuntos Sociales hizo público una carta sobre el imperativo ecológico cristiano titulada  “Tú amas todo lo que existe… todas las cosas son tuyas, oh Dios, amante de la vida” (Sabiduría 11, 26). Desde entonces, las Naciones Unidas han declarado 2008 como el Año Internacional del Planeta Tierra. Queremos  tomar esta oportunidad para continuar nuestra reflexión con los católicos de nuestra nación.

El Informe Síntesis del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) demuestra claramente la magnitud de los retos que se deben afrontar.[1] Los desarrollos científicos y técnicos pueden ayudar, pero no tendremos éxito sin una conversión personal y colectiva. Es con este espíritu que proponemos esta reflexión que tiene por objeto inspirarnos.

Visión bíblica de la Creación y de la Humanidad

Con el fin apreciar la extensión de esta conversión, vamos a recordar el plan de Dios para la naturaleza y para la humanidad. Dios el creador sacó la creación desde el caos hacia el cosmos, esto es, de un universo marcado por el desorden a uno donde reina el orden y la belleza. Orgulloso de esto, Dios dice: “Esto es bueno” (Génesis 1, 4, 10, 12, 18, 21, 25, 31). Estamos llenos de este mismo sentimiento cuando vemos fotografías de nuestro planeta tomadas por los  astronautas. Lo vemos como un pequeño, azulado balón rodeado por una capa frágil de agua y aire nublado… uno pudiera decir como una piedra preciosa.

En este minúsculo planeta, un ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios: capaz, como Dios, de conocer, amar y actuar libre y responsablemente. “El Señor Dios tomó al hombre y le puso en el Jardín de Edén, para que lo cultivara y lo guardara” (Génesis 2,15). Cultivar es desarrollar y estimular el crecimiento: mantener y cuidar de los medios para asegurar la durabilidad de recursos. La noción de “desarrollo sostenible” está así descrita en las primeras páginas del Génesis. La tierra es confiada a la humanidad como un jardín que es administrado pero no poseído. Los humanos son responsables de ser guardianes para las especies de plantas y buenos pastores para las especies de animales. La humanidad es responsable, no sólo de administrar el campo a él confiado, sino también para que los humanos reflejen la imagen de Dios por  medio de su administración.

El término “medio ambiente” sugiere que hay un centro que es el ser humano. Sin embargo, la humanidad es parte del equilibrio físico y ecológico y también parte de la muy compleja red de relaciones que caracterizan el medio ambiente. Interviniendo en una u otra relación modifica el equilibrio de otros. Como ha dicho el Arzobispo Renato Martino, “La Teología, la Filosofía y la ciencia hablan todos de un universo armonioso, de un ´cosmos´ dotado de su propia integridad, de  su propio equilibrio interno y dinámico. Este orden debe ser respetado”.[2]

Ruptura y armonía con la Naturaleza

A pesar de que los desarrollos científicos y tecnológicos nos han traído beneficios indiscutibles, también han tenido efectos devastadores sobre la naturaleza incluyendo el aire, el agua y la contaminación de la tierra, aumentados los gases del efecto invernadero, destrucción de la capa de ozono, deterioro de grandes ecosistemas, desaparición de un número de especies y biodiversidad reducida. El IPCC, que recibió el Premio Nobel de la Paz 2007, afirma que todas las naciones estarán afectadas por el incremento en los gases del efecto invernadero. Los expertos prevén una multiplicación de olas calientes, sequías e inundaciones. La acelerada fusión del hielo en los polos incrementará significativamente los niveles del océano y tendrá efectos devastadores, especialmente en el hemisferio sur, habitáculo de las naciones más pobres del mundo.

Después de la firma del Protocolo de Kyoto, en el que acordamos disminuir nuestros gases del efecto  invernadero al seis por ciento menos que en 1990, los hemos aumentado en su lugar en aproximadamente un 25 por ciento. El último informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo humano describe  Canadá como un “caso extremo” que está descuidando sus compromisos.[3]

Los problemas ecológicos recientes son esencialmente testigos del proceso, testificando que hemos violado las leyes de la vida. Hemos olvidado que “nosotros ordenamos a la naturaleza sólo obedeciéndola”. ¡Aparece ser más difícil respetar las leyes de la naturaleza que transportar humanos  a la luna y devolverlos! El veredicto es simple: hemos administrado mal “la casa” que nos ha sido confiada.

Ruptura de armonía con nuestros prójimos

Esta ruptura de armonía  con la naturaleza trae consecuencias no menos dramáticas para aquellos que participan de nuestra humanidad común. El Concilio Vaticano Segundo afirmó: “Dios previó la tierra con todo lo que contiene para el uso de todos los seres humanos y pueblos” (Gaudium et Spes, número 69). El Papa Juan Pablo II comentando esta declaración ha dicho: Es manifiestamente injusto que unos pocos privilegiados continúen  acumulando bienes excesivos, malgastando los recursos disponibles, mientras masas de personas viven en condiciones de miseria en los más bajos niveles de subsistencia. Hoy día,  la masiva amenaza de crisis ecológica nos está enseñando hasta qué punto la codicia y el egoísmo –individual y colectivamente- son contrarios al orden de la creación, un orden que se caracteriza por la mutua interdependencia.[4]

 En vez de fomentar esta interdependencia, hemos permitido fragmentar el planeta en el Tercer Mundo y el Cuarto Mundo, como si rotara a diferentes velocidades. Los expertos del  IPCC nos dicen que los países más pobres serán aquellos más afectados por el cambio climático.

Hay también injusticia mirando a las futuras generaciones. Nuestros líderes actuales desean evitar legar una pesada carga de deuda a nuestros descendientes. Después de gastar más allá de nuestros medios, debería ser inaceptable por parte nuestra esperar que ellos paguen el precio. Pero un medio ambiente dañado representa una deuda incomparablemente mayor y más difícil de reducir.  Los costes económicos requeridos para restaurar el medio ambiente son inconmensurables. Sólo tenemos que pensar en los costes que se relacionan con los días de niebla tóxica, problemas de salud y alteraciones del clima.

Un artículo en la Convención sobre los Derechos del Niño establece que cada sociedad tiene el deber de buscar los mejores intereses de los niños. ¿Cómo podemos sentirnos orgullosos dejando a nuestros hijos la herencia de un medio ambiente dañado? ¡Estaba en mejores condiciones cuando lo recibimos!

Medidas que están en proceso

Al mismo tiempo, se debe reconocer que los temas del medio ambiente forman parte cada vez más de la agenda de los gobiernos, municipios, industrias, negocios y medios de comunicación. Métodos más racionales se están usando para administrar los recursos de los océanos, selvas y tierra. Las industrias están reduciendo  sus emisiones de polución; los municipios están instalando costosamente instalaciones de tratamiento de aguas residuales. El porcentaje de recuperación residual y de reciclaje está gradualmente incrementándose. Números crecientes de individuos están poniéndose de acuerdo en hacer esfuerzos personales a favor del medio ambiente, que incluye reducir límites de velocidad de la carretera, usar el transporte público, disminuir y reciclar residuos, comprar productos locales y regionales, y reducir las temperaturas residenciales. La conciencia ecológica está surgiendo y llegando a ser un factor de cultura.

Además, diez años después de la firma del Protocolo de Montreal sobre las Sustancias que reducen la Capa de Ozono (1997), los científicos están observando con satisfacción que la emisión de substancias que reducen la capa de ozono está siendo eliminada, a efectos prácticos. Un número de ciudades grandes, preocupadas con la reducción de la frecuencia de niebla tóxica y con asegurar la calidad del aire, están realizando los objetivos de Kioto. Lo mismo se mantiene positivamente por diversas jurisdicciones políticas en los Estados Unidos y en la Unión Europea.

Todos estos pasos son importantes. Pero, los científicos nos dicen, que estamos dando cabezazos hacia una pared de hormigón, y los pasos que estamos tomando actualmente servirán sólo para disminuir la fuerza del impacto.  Nuestros líderes han hecho compromisos en Río (1992), en Kioto (1997), Johannesburgo (2002), y más recientemente en Bali (2007). Pero tienen grandes dificultades en pasar de las palabras a la acción. Cuando nuestra seguridad está amenazada, encuentran caminos para protegerla, sin embargo está puesta en peligro todavía más en el presente por los efectos del deterioro medioambiental.

El Papa Juan Pablo II nos recordó que la crisis no es sólo ecológica, sino moral y espiritual. Una crisis moral se debe afrontar con la conversión, que es un cambio de perspectiva,  actitudes y conducta. Esencialmente, esta conversión es dirigida a las rupturas que nosotros hemos creado con la naturaleza, con nuestros vecinos y con Dios. Tiene que mirar hacia el restablecimiento de una relación, esto es, a crear un clima de reconciliación.

Restableciendo vínculos con la naturaleza

Debemos restablecer los vínculos con la naturaleza que hemos dañado. Ahora conocemos que estamos atados mucho más íntimamente al medio ambiente en el que vivimos que el que habíamos imaginado. Nuestro planeta  es una nave espacial en la que navegamos juntos con el medio ambiente, para lo mejor y para lo peor. Como San Pablo dice, “toda la creación ha estado gimiendo con dolores de parto hasta ahora”, con la esperanza “de llegar a ser libre de su servidumbre a descomponerse” (Rom 8, 22 y 21). ¿El desarrollo que es más respetuoso de las leyes y ritmos de la naturaleza no es un primer paso hacia su libertad?

En este aspecto, cada uno de nosotros es responsable de tener una actitud adecuada hacia el medio ambiente. Podemos creer que las acciones de los individuos, grupos y comunidades son gotas de agua en el océano en comparación con los retos globales que estamos afrontando,  pero el efecto acumulativo de simples gestos implica importancia. Debemos sólo recordar la historia de la bella fábula de Jean Giono, El Hombre que Plantó Árboles, tan brillantemente filmada por Frederic Bach. Como un ejemplo, muchos de nosotros podíamos disminuir probablemente en una tonelada de los gases de invernadero que producimos anualmente.[5]

Convertirse es también recuperar un sentido de límite.  Significa adaptar nuestro estilo de vida a los recursos disponibles del planeta. Muchos no son renovables, y aquellos que existen tienen un ritmo de regeneración demasiado lento para nuestras impacientes naturalezas. Un planeta limitado no puede encontrar necesidades ilimitadas, especialmente cuando sus grandes ecosistemas están sufriendo prematuro envejecimiento.

Desde que el sobre consumo y el despilfarro han llegado a ser una forma de vida, la conversión implica que nos libremos colectivamente  de nuestra obsesión a poseer y a consumir. Con las palabras del reconocido ecologista Pierre Dansereau; “una austeridad alegre” o simplicidad voluntaria nos ayudará a reorientarnos en el ser, antes que en el tener. Nuestra humanidad ganará en el proceso.

Entonces será más fácil para nosotros mirar a la naturaleza con nuevos ojos. En vez de  considerarla primeramente como un recurso para ser explotado, estaremos más inclinados a admirar su belleza y grandeza. En su propio sentido, la naturaleza nos abrirá al misterio de la Vida y a su Creador. Como San Juan de la Cruz dice, “… a través de estos campos él pasó… vistiendo todo lugar con el más querido reflejo de su rostro”.  Una actitud de contemplación contribuye grandemente a renovar lazos y establecer una nueva alianza con el medio ambiente.

Renovando lazos con nuestros hermanos y hermanas

El tema del medio ambiente, ahora tal crucial, nos une  uno a otro como nunca antes.

El egoísmo ya no es meramente inmoral, está llegando a ser suicida. No tenemos por más tiempo una alternativa de nueva solidaridad y nuevas formas de participación.

La Conferencia de Johannesburgo en 2002 manifestó claramente que es imposible proteger el medio ambiente si áreas enteras de los continentes continúan viviendo en la miseria. Muchos hermanos y hermanas nuestros están obligados  a un estilo de vida que  es inaceptable e indigno de la condición humana. Somos más conscientes que nunca de esto, pero nos comportamos como si estuviéramos ciegos, sordos e insensibles.

En el pasado, nuestro país hizo el compromiso de donar el 0,7 por ciento de nuestro Producto Nacional Bruto (GNP) en la forma de ayuda internacional. Actualmente se está dando  menos del 0,3 por ciento: migajas cayendo de la mesa del hombre rico, mientras Lázaro se está muriendo de hambre (Lc 16, 19-30). El mensaje del Evangelio  nos recuerda, sin embargo, que el camino para encontrar a Dios pasa por el camino de nuestros hermanos y hermanas.

Debemos también establecer lazos, por adelantado, con futuras generaciones. Recordamos el episodio del Evangelio en el que los Apóstoles discutían entre ellos acerca de quien sería el más grande. Jesús cogió a un niño y lo colocó en medio de ellos. Invitó a sus discípulos a ver la realidad a través de los ojos de un niño. Los padres y los abuelos experimentan  esta conversión de perspectiva que les lleva de nuevo a lo que es esencial. Esperamos que nuestros representantes elegidos recuerden lo primero de todo la herencia que estamos dejando a nuestros hijos cuando hacemos decisiones importantes. Porque amamos a nuestros hijos, qué medio ambiente, qué sociedad deseamos legarles?  Un poeta español escribió, “Es maravilloso amar el mundo  a través de los ojos de aquellos que están todavía para nacer” (Castillo)

Renovando nuestros lazos con Dios

¿No somos como  el hijo pródigo que pidió a su padre su herencia y luego dejó su casa y procedió a derrocharla? (Lc 15, 11-32) En nuestro instinto de ganar más, de poseer más, de consumir siempre más, hemos sacrificado mucho a la economía todopoderosa, que ha llegado a ser como la sustancia de la vida moderna. Hemos administrado mal el Jardín del Edén que nos fue confiado. Ha perdido parte de su integridad y belleza.

Además, aunque tenemos el conocimiento y  los medios de participación de los bienes de la tierra a los que todos tienen derecho, como niños mimados preferimos asegurar nuestro propio confort y estilo de vida. Hemos cedido al  egoísmo innato que nos marca a cada uno como una cicatriz. Incluso hoy día,  Dios nos está preguntando: “¿Dónde está tu hermano?” (Genesis 4, 9).

Igualmente,  hemos empañado la imagen de Dios que está dentro de nosotros. Al recibir su bendición original, la humanidad está invitada a ser la portadora de la imagen de Dios que es un amigo de la vida, preocupado con la verdad y la belleza de la vida, lleno de amor y compasión para todos, en particular para los pobres y aquellos que sufren. ¿Somos verdaderamente la imagen de Dios?

Algunas de nuestras elecciones provienen de nuestro comportamiento habitual, otras de lo que el Papa Juan Pablo II llamó “estructuras de pecado” – en las que nosotros participamos de una manera más o menos responsable. [6] Llevamos dentro de nosotros el peso de la muerte y del rechazo. Los retos ecológicos nos ofrecen una oportunidad de embarcarnos una vez más en los caminos del Evangelio. En el sentido bíblico del término este es el “tiempo favorable” para fortalecer  nuestros lazos con Dios permitiéndonos ser infundidos con la frescura del Evangelio.

Conclusión
Nuestra fe en Cristo nos ofrece una radical elección: “Elegir entre la vida y la muerte” (Deuteronomio 30, 15). Ésta no pudiera ser una invitación más oportuna. Sólo una conversión genuina nos ayudará a reparar las rupturas y restablecer nuestra relación de vida con la naturaleza, con nuestras hermanas y hermanos, y con el Creador de la Vida. Para esto, San Francisco de Asís representa un bello modelo de humanidad renovada y de armonía redescubierta.[7]

Miembros de la Comisión Episcopal para Asuntos Sociales:

Roger Ébacher, Presidente, Arzobispo de Gatineau
Bertrand Blanchet, Arzobispo de Rimouski
Daniel J. Bohan, Arzobispo de Regina
Brendan M. O´Brien, Arzobispo de Kingston
 
Notas
[1] Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC),  Cambio Climático 2001: Informe Síntesis, Naciones Unidas, Noviembre 2001. Establecido por la Naciones Unidas, el IPCC está compuesto de expertos de un número de países. Sus informes Síntesis Resumen unas 3.000 páginas de informes previos.

[2] Juan Pablo II,  Mensaje por el Día Mundial de la Paz, el 1 de Enero de 1990, citado por el Arzobispo Renato Martino, Declaración en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo, Río de Janeiro, Brasil, 4 de Junio de 1992.

[3] Naciones Unidas, Informe de Desarrollo Humano de 2007/2008, Enfrentamientos del Cambio Climático 2007.

[4] Juan Pablo II, Mensaje para el Día Mundial de la Paz, 1 de Enero de 1990.

[5] El promedio de Canadá es de 20 toneladas, uno de los mayores en el mundo.

 [6] En su Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, Juan Pablo II habla acerca de “la verdadera naturaleza del mal que nos enfrenta con el respeto al desarrollo de los pueblos: es una cuestión de un pecado moral, el fruto de muchos pecados que llevan a “estructuras de pecado” (n. 37).

[7] Para otra reflexión:
La Comisión de la CCCB para Asuntos Sociales: Amad Todo lo que Existe… Todo es tuyo, Dios, el Amante de la Vida, Carta Pastoral sobre el Imperativo Ecológico Cristiano.

. Kairos – Iniciativas de la Justicia Ecuménica Canadiense, Vigorizando el Futuro: Fe y Justicia en el Mundo del post Petróleo, Toronto, Septiembre de 2007 (http://www.kairoscanada.org/)

Nuestra Relación con el Medio Ambiente: La necesidad de Conversión.  © Concacan Inc., 2008. All rights reserved 

(Traducción particular no oficial desde el Inglés)
domingo, 25 de mayo de 2008

Texto original: “Our Relationship with the Environment: The Need for Conversion.”

* Fuente: Acontecer Pastoral de una Parroquia

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