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Se desgrana el choclo en la UDI

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La renuncia a la presidencia del Partido Unión Demócrata Independiente (UDI) por parte de su actual titular, el senador Hernán Larraín, anticipándose al término del mandato,  no obedece exclusivamente a diferencias internas desglosadas por la distribución de la píldora de emergencia –como lo dio a entender el mismo renunciado Larraín- sino, muy en especial, a las ya insanables fisuras que existen en la tienda pinochetista en cuanto al cómo enfrentar un asunto que es de máxima relevancia para la derecha política  chilena.

Si los comunistas siempre se definieron como un partido para y por los trabajadores (aunque ahora, que han decidido unirse a la neoliberal Concertación, ya abandonaron ese eslogan), la UDI  nunca escondió su perfil pro empresarial y defensor del capitalismo en todas sus formas. Enemigos auto declarados de cualquier atisbo de izquierdismo –e incluso de la socialdemocracia- los dirigentes de la tienda ultra conservadora han extremado desde siempre sus esfuerzos en orden a conseguir que Chile se distancie kilométricamente de cualquier posibilidad de formar parte activa de la unidad latinoamericana, lo que replican en  materias económicas integradoras como aquellas que hoy impulsan Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina.

Jugaron todas sus cartas en la concreción de tratados de libre comercio con Estados Unidos, Japón, Canadá, etc., pues consideran que ‘solos se  camina mejor’. Por cierto, ello constituyó un pastel dorado para la clase empresarial que, sin embargo, reconoció en la Concertación (y no en la UDI) al  verdadero gestor de aquellos TLC’s que sumieron a Chile en una dependencia de tan alto grado que, al respecto, no es posible encontrarle parangón en nuestra Historia.

Los empresarios –tipos avispados en estas lides- más rápido que lento concluyeron que sus intereses estaban mejor resguardados por los gobiernos pseudo progresistas que por una posible administración derechista. Se percataron, si necesidad de mayores análisis, de la conveniencia de mantener en La Moneda a políticos cuya servidumbre en relación al capital financiero es incuestionable y, además, considerados por  gran parte de la ciudadanía como ‘izquierdistas’, lo cual pone atajo a intentos populistas,   sin necesidad de que las clases enriquecidas de la nación tengan que abandonar sus poltrones para salir a defender un sistema en calles, claustros, prensa y regimientos.

Cualquier empresario de fuste sabe que los últimos gobiernos concertacionistas han actuado a favor del interés financiero y económico en calidad de mayordomos bien pagados. Ese mismo empresario reconoce que nunca había obtenido mayores ganancias como lo ha hecho merced a estas administraciones ‘progresistas’. Él también barrunta que con un gobierno de derecha   podría producirse la rearticulación de la izquierda, el arribo de los temidos ‘tres tercios electorales’ y un fortalecimiento del sindicalismo, elementos todos que le resultan no sólo odiosos sino fatales para su actividad monopólica y predadora.

A los dueños de la férula –aquellos que se reúnen en Casa Piedra- les interesa únicamente que tiendas políticas como la UDI y RN   mantengan en el Congreso Nacional un determinado porcentaje de representación parlamentaria, el preciso y necesario para conservar incólume el derecho a veto de los derechistas ante cualquier escarceo ‘izquierdoso’ que el gobierno –o alguna bancada que se salga de madre- pretenda  realizar a través de proyectos de ley pro trabajadores. Por ello defiende a brazo partido la permanencia del sistema binominal pues, de no existir este, la derecha ya estaría electoralmente en el camposanto.

El drama político de la Alianza por Chile se acrecienta ahora con el rechazo abierto del empresariado en relación al candidato presidencial que encabeza las encuestas en el sector ultramontano, Sebastián Piñera, en quien los empresarios ven a un potencial y poderoso competidor en asuntos financieros, y por ningún motivo permitirían que Piñera se agencie las riendas de la nación para, desde allí, privilegiar sus propios negocios en desmedro del resto.

Y, bueno, realmente Piñera nunca ha sido un empresario, sino más bien un exitoso especulador bursátil. Ningún industrial ni terrateniente ni minero ve en él a un par. Piñera, además, nunca se ha tomado en  serio la postulación a la presidencia de la república, pues el año 2004 perdió ante Bachelet en primera vuelta electoral por una diferencia de 160.000 votos, y en la corta campaña posterior para enfrentar la decisiva segunda vuelta, el especulador bursátil no se desprendió de sus empresas  ni se metió la mano al bolsillo para financiar la campaña  misma. Terminó perdiendo esta vez por más de 300.000 votos. Para cualquier empresario, esa fue una muestra indiscutible del actuar circense y poco sólido que acostumbra realizar el actual abanderado de la Alianza por Chile.

Sebastián Piñera –si tuviésemos que hacer un símil histórico- pertenecería, en este juego de identidades del pasado lejano, a la línea política y económica que en la Roma de los Césares ostentó Marco Licinio Craso, pero  mediática y engañosamente trata de presentarse como un Catilina (Lucio Sergio)  dispuesto a ayudar al pueblo. Por cierto, se trata sólo de una acción electoralista y demagógica que tampoco cuenta con el visto bueno del mundo empresarial.  Este ya ha decidido hacia dónde irán sus recursos económicos en la futura campaña presidencial.

En cambio, Ricardo Lagos –elemento probado y aprobado por Casa Piedra- no es empresario…es político, es académico, es  buen ‘mayordomo’. Al igual que Insulza, Alvear, Bachelet, Frei Ruiz-Tagle, Aylwin y todos sus acólitos del segundo piso en el palacio de gobierno.

LAS DOS DERECHAS
Así las cosas, la Alianza por Chile –y la UDI en particular- se encuentra enfrentada al más profundo problema estratégico de su corta historia. La derecha económica (que es quien manda en ese sector del escenario político nacional) se ha separado completamente de su prima hermana, la derecha política, pues los gobiernos concertacionistas que actúan como conserjes del gran capital le aseguran seguir obteniendo ganancias monstruosas, a la vez que mantienen a gran parte de la población bajo el engaño de ser una administración de centro-izquierda.

Ante este panorama, la UDI persiste en su política cortoplacista con miras a alcanzar el sillón presidencial, y para ello utiliza una batería  ya majadera de críticas permanentes  contra su adversario pero, en rigor estricto, la derecha económica sólo está interesada en dos asuntos: primero, que la Concertación (sus mayordomos) continúen gobernando tal como lo han hecho hasta este momento, y en segundo lugar, que la derecha política no pierda el 33% de representación parlamentaria que le otorga (con la actual Constitución Política) utilizar el derecho a veto que hasta ahora les ha sido beneficioso a los dueños del capital.

Por ello, Hernán Larraín adelanta su renuncia. No desea estar al mando de su partido a la hora de un nuevo fracaso electoral en las parlamentarias y en la presidencial, cuya anticipación es fácilmente observable merced a las opiniones -y acciones- de los principales gremios patronales que son, a la larga, quienes definen la conducta política de sus asociados y de los empresarios en general.

Luego de haber transcurrido 18 años desde el día en que la dictadura fue derrotada por el pueblo y debió abandonar La Moneda, por primera vez el hijo político putativo que ella engendró –la UDI- está solo, abandonado a sus propias capacidades (que no son muchas) y con fisuras internas que le debilitarán aún más.   Sus antiguos mecenas empresariales hoy han encontrado un nuevo amor. Washington se ha agenciado una buena amante y el Fondo Monetario Internacional asegura que en Chile, desde hace 18 años, está instalada en el gobierno su hija favorita.  ¿Su nombre? Concertación de Partidos por la Democracia.

Lenta pero progresivamente han comenzado las disensiones y renuncias en la UDI. Surgieron grupúsculos que contradicen a la mesa directiva y emiten declaraciones alejadas de las órdenes centrales. Algunos han llegado más lejos, renunciando al partido, mientras otros desobedecen los lineamientos y acuerdos, amenazando con presentarse como independientes a las elecciones municipales.

En la UDI, ante la desesperación que provoca el hundimiento, todos –sin excepción- creen tener fuerza suficiente y gente de apoyo necesaria para imponer sus estrambóticas y decimonónicas ideas, como es el caso del ex animador de boites, el diputado Iván Moreira, que ante cualquier decisión de su propio partido sale de inmediato  frente a las cámaras de televisión opinando en contrario, repitiendo hasta la majadería las mismas consideraciones que explicita cuando ataca ácidamente a la Concertación acusándola de ser una agrupación ‘de izquierda’ (¿?).

Joaquín Lavín, otrora símbolo e insignia del partido, es ahora un declarado ‘aliancista-bacheletista’…Pablo Longueira siguió esas mismas aguas y declaró algo similar. Obvio,  tienen muy claro cuál es la posición del empresariado en materias gubernamentales y no desean  nadar contra la corriente. Después de todo, entienden perfectamente que ellos también son simples yanaconas del capital transnacional.

Hernán Larraín, abandonado y solitario, se aleja de la presidencia del partido y surge la lucha enconada entre ‘coroneles’ y ‘santones’, apodos  asertivos que se corresponden perfectamente con el alma de esa tienda, que siempre se ha movido entre militares y beatos.  El renunciado presidente se identifica con los últimos (‘santones’), pues fue formado en tal línea por el mismísimo Paul Schäffer en Colonia Dignidad, ‘balneario’ que acostumbraba visitar periódicamente durante la dictadura y que, además, defendió con dientes y muelas cuando la justicia se dejó caer sobre los dirigentes nazis de la mal llamada “Villa Baviera”.

Desglosando las bandas en pugna, los ‘coroneles’ están comandados por el senador Andrés Chadwick (cuñado de José Antonio Viera Gallo, uno de los políticos favoritos del ‘faraón’ Lagos Escobar), y los’santones’ son dirigidos por el millonario José Miguel Kast, dueño de los restaurantes ‘Baviera’  y pinochetista a ultranza.

Los fantasmas del pasado y los espectros del futuro se han aposentado en pasillos y oficinas de la sede ubicada en la avenida Suecia, en Santiago. Desgraciadamente, para los directivos de esa tienda política, no ha sido habido el fantasma de Jaime Guzmán. Dicen las malas lenguas que el fundador del gremialismo, o mejor dicho su espectro, decidió trasladar sus consejos a una de las sedes de la Concertación usando para ello la posesión de las mentes y almas de algunos conocidos ex progresistas, como Enrique Correa, José Pablo Arellano, Andrés Velasco y René Cortázar… sus  nuevos discípulos.
31.05.2008
 
* Fuente: Kaos en la Red

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