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Pizza, champagne y Menem vestido de sotana en Paraguay

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La anunciada segunda venida del evangelio neoliberal parece haber hecho pie en la cabecera de playa que siempre ha resultado la más propicia y estratégica para los designios imperiales de Washington, el Paraguay.

Lo hizo de la forma más oblicua posible, presentando como supuesto hidronacionalista de izquierdas a su candidato, el obispo Fernando Lugo, que hoy conduce calzado en sandalias su lujosa Hummer de 70 mil dólares y vuela en la avioneta privada de su ministro de industria, escoltado de faranduleros agentes del embajador norteamericano James Cason que pretenden arrogarse la representación de las clases populares de la republiqueta sojera y -para colmo-, transgénica.

En su hilarante crónica de la fiesta menemista en Argentina titulado “Pizza con Champagne”, Sylvina Walter hizo una desopilante descripción del abigarrado y surrealista sub-mundo en el cual sumergió a la Argentina el presidente Carlos Menem, quien llegó al poder con un look prestado del caudillo federalista Facundo Quiroga para terminar convirtiéndose en la contrafigura de los nacionalistas y arraigados defensores del interior mediterráneo argentino del siglo XIX.

Por el mismo camino transita el variopinto conglomerado de oportunistas que rodea al teólogo del neoliberalismo en Paraguay, Fernando Lugo, una curiosa izquierda que promueve disturbios en el MERCOSUR en beneficio de sus patrones norteamericanos, defiende los biocombustibles que promueve George W. Bush, propicia el remate de las empresas del estado y la privatización de la represa hidroeléctrica de Itaipú, y todo ello con el solícito respaldo de los medios que responden a los intereses de las opulentas clases dominantes –pero dominadas desde la embajada norteamericana- en un país miserable entre los miserables.

Lejos están los sectores que llevaron al obispo a la presidencia del Paraguay de debatir por cuestiones ideológicas, o plantear el problema de porqué las reformas neoliberales son inevitables, y ni siquiera hace falta, porque tanto la izquierda marxista, los socialdemocrátas y los liberales están absolutamente de acuerdo en que el avance neoliberal sobre Paraguay es irremediable.  La situación se explica si se considera que los presuntos marxistas son apasionados adherentes de las ideas de Milton Friedman y Freidich Hayek, además de  fichas de USAID, National Endowment for Democracy, IAF y otras instituciones filantrópicas bajo la batuta del Sumo Pontífice George W. Bush.

Como ya lo ha señalado el catedrático de Teología madrileño  Juan José Tamayo, los teólogos de la religión del mercado hace tiempo se han apropiado del lenguaje de la teología de la liberación, haciendo suya con falsedad e hipocresía la opción por los pobres, pero vaciándolo de todo contenido liberador real, absolutizando lo relativo, dogmatizando lo opinable, eternizando lo temporal, universalizando lo particular. 

Disputando el estrecho espacio de la credibilidad en Paraguay, los mandarines del nuevo orden buscan en su exiguo bagaje de ideas aquellas que puedan fungir simultáneamente de coartada y razón para legitimar el poder. Vasta experiencia tienen en el oficio la mayoría de ellos, que han reverenciado y lamido botas militares, zapatos de narcotraficantes, mafiosos y advenedizos, guardando desastrosos expedientes bajo la alfombra con habilidad equilibrista admirable.

Lo sentenció Jorge Luís Borges, quemar libros y erigir fortificaciones es la tarea común de los príncipes.

Nada más natural en un cementerio de teorías como Paraguay que resistirse a las reformas neoliberales a rajatabla en el período de mayor auge, para adoptarlo cuando ya el resto del mundo lo ha desechado con profunda desilusión.

De la Santa Madre la Iglesia de Roma, que por mucho tiempo resistió al liberalismo y al capitalismo, ha surgido el Mesías del Paraguay que ha llegado con las Tablas de la Ley bajo el brazo para enseñar los nuevos diez mandamientos, con la autoridad de su investidura de teólogo neoliberal: adorar al mercado por encima de todas las cosas, rendir culto al dinero, profesar el  lesseferismo, priorizar la economía sobre la moral y la ética , cultivar  la concepción insolidaria de la existencia humana, el individualismo, la libre iniciativa, la competitividad feroz y agresiva, el socialdarwinismo, y el combate a los ídolos paganos como el de la justicia social.

El propio Camdessus propuso en una conferencia hace algunos años, la necesidad de celebrar las bodas entre el mercado mundial y el reino de Dios Universal, productiva simbiosis que hoy se ha hecho realidad en un oscuro rincón de Sudamérica. Al fin y al cabo, la fe no implica que uno no pueda terminar rindiéndose ante tanta evidencia y verdad revelada.

Ya en su artículo “la teología de la Corporación”, Novak vinculaba el origen de las multinacionales con las profecías de Isaías, en el versículo donde el profeta afirmaba que “creció en su presencia como brote, como raíz en el páramo”, todo un canto al lesseferismo.  En su artículo memorable, el autor también afirmaba que la corporación era una despreciada encarnación de la presencia de Dios en el mundo, verdad sagrada que puede comprobarse fácilmente en Paraguay indagando sobre el trato que los sumos sacerdotes de la política vernácula proporcionan a los personeros de la empresa Monsanto, abocados al tráfico de soja transgénica.

Definitivamente, se han abierto las puertas del Paraguay y doblan las campanas llamando para la fiesta de pizza con champagne.

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