Chile: La burguesía rabiosa y la estrategia de Lavín
por Andrés Figueroa Cornejo (Chile)
17 años atrás 9 min lectura
1. La burguesía sobrerreacciona y expone con claridad sus terrores nocturnos.
El órgano medial oficial e histórico de la burguesía chilena asociada al capital transnacional, El Mercurio, publicó el domingo 24 de marzo una encuesta realizada a más de 250 directivos de las principales empresas del país. La consulta fue implementada por la Escuela de Negocios de la Universidad de Los Andes (dependiente del Opus Dei, tendencia hegemónica de la extrema derecha de la Iglesia Católica ) y por el propio periódico.
Los resultados de la encuesta expresan los temores, tanto endógenos, como coyunturales, de una patronal refundada durante la dictadura, de acuerdo a los dictados del modelo de acumulación capitalista basado en la sobreexplotación laboral, la tercerización, la política exportadora primaria y destructora de los recursos básicos no renovables de Chile, la concentración inhumana de la riqueza; la aniquilación progresiva de lo que alguna vez tuvo en el país apariencia de Estado de Bienestar, y la reificación de la propiedad privada y la ganancia a escala divina.
El 75 % de los funcionarios clave del capital evalúan el panorama laboral como “pesimista”, acusando recibo de la multiplicación de la organización y movilización de los trabajadores en distintos ámbitos, pero sobre todo en los ligados a los sectores más precarios del empleo, el subcontratismo y la fuerza de trabajo que obtiene por su labor sueldos que giran en torno al salario mínimo.
Prácticamente, un 30 % de los altos ejecutivos indica que la relación entre las empresas y los trabajadores ha empeorado “levemente”, y casi un 10 % que se ha “deteriorado mucho”. Dos tercios de los consultados, “reprueba” la aplicación de la Ley de Subcontratación diseñada por el Gobierno producto de la lucha dura de los trabajadores del cobre y las forestales el 2007 –que no piensa terminar, por lo demás- y le preocupa la inflación ascendente.
Por otro lado, los empresarios, cómo no, “destacan” positivamente la apertura de la economía, el precio incidentalmente elevado de los recursos naturales (debido a la demanda de las economías “emergentes”), la tasa de interés impuesta por el Banco Central -que persigue la refrigeración de los salarios generales como paliativo antiinflacionario-, y la demanda interna, hija del sobreendeudamiento de la mayoría nacional, preferentemente con las casas comerciales. En este sentido, y contrariamente a la facilidad de los préstamos de consumo, la Banca hoy instala barreras que condicionan los créditos como una medida de cautelar sus flujos y capitales ante las inminentes réplicas que tendrá la recesión norteamericana e internacional en los flujos financieros danzantes en Chile.
La burguesía en el país, sobrerreacciona y expone con claridad sus terrores nocturnos, rabias e intereses de clase, toda vez que aumenta el contingente de trabajadores en lucha, hoy concentrado en la actualización y mejoramiento de su poder de compra y en la estabilidad laboral, en un Chile donde ya un kilo de pan –alimento principal del pueblo- cuesta dos dólares, y el salario mínimo es de 300 dólares.
Por un tiempo no lineal y sostenido sobre relaciones objetivas y subjetivas, la lucha de los trabajadores permanecerá acotada al ámbito económico, independientemente de las demandas últimas de los subcontratistas del cobre en orden a reimponer la nacionalización del metal rojo, corazón histórico de la economía chilena. Para llegar a la movilización y pelea generalizada y política de amplios sectores del pueblo trabajador, sin embargo, aún se requieren variables sustantivas inexistentes en el escenario actual: la unidad acerada, disciplinada, ancha, democrática y anticapitalista de un extenso territorio de los asalariados en una Organización Multisindical única; y la construcción del movimiento político y social compartido, unitario, generoso, inclusivo, con independencia de clase y horizontes socialistas que, desde las propias dinámicas de la lucha de clases -y no postizamente, desde agendas privadas y elitistas-, apunte sus modos, ritmos y concordancias.
Sobre las tareas pendientes, algunas recién escriben sus primeros párrafos y otras apenas balbucean el título del libro de la emancipación de las grandes mayorías. Pero el descontento organizado de los de abajo pone en tensión su musculatura, y asciende cuantitativa y cualitativamente. La inquietud de la burguesía todavía se restringe a expresiones de temor sobreactuado; pero el derrotero incansable, más o menos visible, más o menos frontal de los desheredados contra el capital, paulatinamente vuelve por sus fueros: de ahí la criminalización rabiosa de las luchas, su represión cada vez más sofisticada, y el terror patronal por lo que contiene de posibilidad atentatoria contra sus privilegios, por un lado, y de necesidad capilar para la emancipación de los de abajo, por otro lado.
2. Lavín busca “el bien de todos los chilenos”, por sobre “las mezquindades partidarias”
En febrero de 2008, la hija de vocación “más política” del extinto ex tirano, Augusto Pinochet Ugarte, Lucía Pinochet, se refirió en duros términos al ex candidato presidencial de la derechista Alianza por Chile, Joaquín Lavín, acusándolo de “darse vuelta la chaqueta”, respecto de la figura del dictador.
“Siento que Joaquín Lavín hace un juego torpe para conseguir el apoyo que le falta a la Concertación. Él voto que sí (para el plebiscito que abrió el camino a los gobiernos civiles en 1988) y después se dio vuelta la chaqueta” afirmo la mujer y agregó que “Me da la impresión que con el tiempo a mi papá le cargaron todo lo malo, y la derecha, que trabajó con él, se llevó todo lo bueno. Pienso que la derecha debió mostrarle apoyo a mi padre. La mayoría de ellos nacieron, crecieron y se formaron al alero de mi padre.”
Sobre el dueño, jefe y candidato presidencial de Renovación Nacional –la otra ala de la derecha-, Sebastián Piñera, fue más benevolente, advirtiendo que él “hizo su fortuna durante el gobierno de mi padre; es un hombre inteligente que puede sacar adelante un país.”
Siempre por arriba y a la derecha, en la actualidad, las distancias políticas profundas entre la Concertación y la Alianza por Chile se indiferencian, se diluyen, se hermanan, convirtiendo a ambos conglomerados en dos rostros de un mismo bloque en el poder; mientras que las contradicciones al interior de la Alianza por Chile entre la UDI y Renovación Nacional, son puramente estilísticas, formales, y orgánicamente cuantitativas.
En 1999, Lavín estuvo a 3 puntos porcentuales de empatar electoralmente con Ricardo Lagos. El 2004, en gran medida, efecto del desgaste y sobreexposición del sonriente y reaccionario candidato integrista, Joaquín Lavín perdió en la primera vuelta con su contendor por la misma vereda, Sebastián Piñera, por otros 3 puntos.
Más allá de defender irrestrictamente el mismo patrón de acumulación capitalista y expresar los mismo intereses de clase; se dice que Lavín contaría con una presentación “más popular” debido al profuso trabajo clientelista que ha desarrollado la UDI en importantes franjas populares; que se ve “más cercano a la gente”, y “ofrece propuestas y no sólo críticas”. Por su parte, Piñera –supermillonario, dueño de medios de comunicación, empresas que lo dotan de inmensos beneficios y hasta propietario del equipo de fútbol más popular de Chile, Colo Colo (un verdadero Berlusconi a escala criolla, el hombre)- no escapa de su aureola clasista, patronal, de discurso sacado de textos de autoayuda y de la “filosofía del sentido común” más reaccionario; atractivo para los de arriba y sectores de “centro”, pero impenetrable para el votante pobre.
De acuerdo a las últimas encuestas –siempre interesadas y nunca ingenuas- Piñera lleva la delantera con cierta holgura, debido, fundamentalmente, a que es el único candidato de todo el sistema político que oficialmente ha representado sus apetitos presidenciales.
Sin embargo, en los últimos tiempos se ha manifestado la nada tonta estrategia remozada de Joaquín Lavín. Acuñó mediáticamente la expresión “bacheletismo-aliancista” para sintetizar su colaboración con el gobierno concertacionista. Blindado con un equipo de profesionales y con un instinto de marketing bien ganado en sus cursos en USA; ha jugado a desmarcarse de los límites políticos que le impone no sólo la UDI , sino el conjunto de partidos políticos, deseando colocarse “sobre el bien y el mal” (ante la crisis de representación del actual sistema de partidos políticos y su descrédito frente a las grandes mayorías, Lavín surge como una máquina divina de inspiración portaleana, que busca “el bien de todos los chilenos”, por sobre “las mezquindades partidarias”). No sólo ha pretendido denunciar la corrupción “caiga quien caiga”, manifestando que ella no es monopolio concertacionista, sino que también hay una derecha corrupta. Asimismo, frente a los intentos de la Alianza por desbancar a la Ministra de Educación, Yasna Provoste, por el escándalo de las subvenciones mal empleadas destinadas a establecimientos escolares, dando así un golpe de fuerza a la Concertación , Lavín ha salido en defensa de Provoste, causando el desconcierto de su propio partido.
El ex candidato presidencial derechista que hizo temblar a Ricardo Lagos y a la burocracia concertacionista en 1999, sabe que la mayoría electoral sólo ve en las pobres disputas políticas entre las dos versiones del bloque en el poder, tramas palaciegas, distantes y estériles. Por eso Lavín anuncia su voracidad presidencial tímidamente –como novela por capítulos- y trata de erigirse como un eventual presidente de la “unidad nacional”, el “gran árbitro” ante la confrontación antipopular y sin sentido de la clase política.
Es cierto; Lavín en las elecciones presidenciales de 2004 sufrió la sobreexposición y la descarga de toda la batería concertacionista en su contra, que le valió tener que entregar la candidatura de la derecha histórica a Sebastián Piñera. Sin embargo, luego de un largo receso mediático –salvo algunas apariciones como reportero internacional de su querido diario El Mercurio- vuelve en un contexto distinto a las elecciones anteriores, con una Concertación explícitamente en crisis y un Piñera, esta vez, sobreexpuesto y de proyecciones agotadas y acotadas.
Los enemigos de los trabajadores y el pueblo no duermen. Sus riñas internas, luego de casi 20 años de gobiernos concertacionistas, se ordenarán tras la mejor opción. A costa de mentiras, clientelismo, promesas incumplibles, gatopardismo; aprovechando el recambio aparente que demanda la legitimidad de una democracia sin pueblo, y mintiendo sin bochorno, como lo han hecho desde siempre en la historia política de Chile.
Por abajo, se reformulan gradualmente las fuerzas y luchas populares. Por arriba, se fragua el futuro engaño de los patrones.
24.03.2008
* El autor es miembro del Polo de Trabajador@s por el Socialismo
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