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El holocausto bíblico de Colombia

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El título pertenece al escritor García Márquez, en el prólogo de su libro Noticia de un secuestro, uno de los mejores reportaje-ensayo publicados en América Latina. En su humanidad y crudeza sólo puede ser comparado con A sangre fría de Truman Capote.

El plagio de personas inocentes es un brutal atropello a los derechos humanos, por consiguiente es éticamente inaceptable, igual que las guerras, la tortura, la desaparición de personas y las confesiones bajo presión. En este plano, no hay justificación ideológica que lo avalen: es tan brutal el fascismo, como el totalitarismo del Estado estalinista. Personalmente, he sido siempre partidario de la rebelión moral no violenta, razón por la cual rechazo toda forma de militarismo; jamás los fines justificarán los medios.

Amo a Colombia por varias razones: en primer lugar, mi esposa nació en un municipio de ese país; en segundo lugar, Colombia fue el país que me concedió asilo, salvándome de las garras de un dictador; en tercer lugar, estoy convencido de que el paraíso estuvo ahí, con guayabas, papayas gigantescas, guanábanas, curubas, mangos deliciosos como una ardiente vulva femenina, yucas, aromáticos cafetales que te incitan a la vigilia, previo al orgasmo  y platos típicos como la bandeja paisa, además de tres cadenas montañosas, casi siempre verdes, un mar Caribe donde se puede disfrutar de sus cálidas aguas las veinticuatro horas del día; además de esta eclosión paradisíaca vemos disfrutamos de la fría y lluviosa Bogotá, rodeada  vegetación fresca y agradable, con su típico verdor en todas sus gamas; cómo no va a ser extraño que la Junta Nacional de 1910 naciera como pretexto por la disputa por  “un florero”.

Por desgracia, la geografía humana ha sido destruida por diversas mafias: una oligarquía vanidosa y retrógrada que pretendía perpetuarse en el poder y adueñarse del país; los dos partidos, liberales y conservadores, no podían ser más miserables; posteriormente, penetró el narcotráfico y se desató, además, una violencia política que viene desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder indiscutido del liberalismo renovado, y el “bogotazo” que le sucedió: una ira popular, completamente inorgánica, que ocupó la ciudad durante días, para luego ser aniquilada por la alianza entre conservadores y liberales – el típico maridaje oligárquico que desprecia al pueblo -.

En los años 60, casi todos los días se sucedían los plagios, los atentados terroristas que, generalmente, pagaban las personas inocentes; era el terror de los jefes de carteles ante las amenazas de ser extraditados a Estados Unidos. Según García Márquez, ahí Colombia descubrió el poder de los narcos, que podía comprar a venales políticos y jueces. Pablo Escobar, jefe máximo del cartel de Medellín, decide entrar en la política, quiere ser parte del liberalismo renovado, pero es rechazado por Luis Carlos Galán, candidato presidencial, que luego fuera asesinado bajo las órdenes de Escobar, aun cuando lo niegue él mismo; en una frase famosa, Pablo sostenía “prefiero una tumba en Colombia que una celda en Estado Unidos”. .

Gabriel García Márquez tiene el genio de transformar la realidad, ateniéndose estrictamente a los hechos, sin recurrir a la fantasía, pero logra, genialmente, como muy historiadores genealogistas pueden hacerlo, pintar poéticamente, dentro de la contradicción del drama, a sus personajes. Noticia de un secuestro realiza la crónica del repto de diez personas, la mayoría de la oligarquía colombiana, en esos tiempos aterrada por la expansión del narcoterrorismo. Los protagonistas principales son Maruja Pachón, cuñada de Luis Carlos Galán; Beatriz Villamizar, Diana Turbay, hija del ex presidente César Turbay Ayala, (que el humor colombiano se refería a él como “no más Turbay”), Francisco Santos, de la familia de “todos los santos”, dueños del diario principal El Tiempo, una especie de El Mercurio liberal colombiano, cuyas columnas dominicales todos los políticos leen, (actualmente, Francisco Santos es vicepresidente de Colombia); los demás secuestrados son personajes más secundarios dentro de la política nacional colombiana.

Sólo García Márquez puede lograr, en pocos párrafos, mostrar el miedo concéntrico que dominaba a secuestrados y secuestradores. Sus pinturas de la vulgaridad y miseria de los carceleros contrastaba con el orgullo, altivez , esperanza y temor de los plagiados. Todos ellos se unen en una adoración al Niño Jesús, algo así como que en cautiverio gendarmes y presos terminan fanáticamente religiosos.

De nada sirvieron los esfuerzos de los líderes de la casta política, entre ellos de Julio César Turbay Ayala y de Alfonso López Michelsen: César Gaviria, el Pereirano entonces presidente, era frío como una piedra y quería seguir, paso a paso, su fracasado plan frente a los carteles del narcotráfico; (al igual que José Miguel Insulza, Gaviria fue Secretario General de la OEA, lugar inútil donde mueren los elefantes políticos; actualmente es líder de un desmedrado y rechazado Partido Liberal). Donde la pluma del Premio Nóbel colombiano llega casi a la perfección es cuando  describe a ese extraño personaje de 80 años, el Padre García Herreros, (que tenía un programa en la televisión, El minuto de Dios, un solo minuto que motivaba a los televidentes y que además, había creado un barrio para los pobres, muy famoso en Bogotá, llamado como el programa de la televisión; este sacerdote era una mezcla entre Padre Hurtado y don Francisco y no me atrevo a asegurar cuál de estas dos personalidades predominaba en él, de todas maneras, predicaba tan bien como la “paloma” famosa en Pentecostés), según García Márquez, el padre García Herreros se  ofreció para ser intermediario ante Pablo Escobar para la liberación de los secuestrados; el líder del Cartel de Medellín lo condujo a una finca maravillosa, incluido un zoológico exótico. Pablo Aprovechó la ocasión para pedir la bendición del sacerdote para él, su familia  y sus sicarios; el pobre cura andaba sin sus lentes de contacto, que sólo sabía instalarlos una de sus secretarias y este drama de la cotidianidad lo tenía completamente asorochado; Escobar, incluso, le ofreció ir a buscar a su irremplazable colaboradora.

Al fin, Pablo Escobar se entregó, pero fue puesto en una cárcel de príncipes – mil veces superior a Penal Cordillera y Punta Peuco, que los gobiernos de la Concertación conceden a los genocidas de la dictadura –y,, como era lógico, Escobar compró a sus guardianes y se escapó para seguir dirigiendo las mafias en la impunidad. Fue tanto el escándalo, cosa que no ocurre en  Chile hasta hoy, que al final Escobar fue perseguido y acribillado cuando hablaba, telefónicamente, con uno de sus hijos, rompiendo todas las normas de seguridad; murió víctima del amor a sus hijos y al Niño Jesús de Praga: rezos, parranda y asesinato.

Se puede discutir si en Colombia existe un Estado invertebrado, según la terminología orteguiana o, mas bien, una sociedad desmembrada, incapaz por el espanto y la permisividad para poner fin a la violencia, en base a masivas acciones civiles. Pueden morir miles de periodistas, candidatos presidenciales, hombres de negocios, campesinos, sindicalistas, y otros, sin mayor poder de respuesta.

La oligarquía plutocrática colombiana ha asistido a la lucha a muerte entre liberales y conservadores y, posteriormente, se han puesto de acuerdo en el famoso Frente Nacional, para repartirse la presidencia de la república: se turnaban los López, Camargo, Michelsen, los Betancurt, los Barco, los Gaviria, los Pastrana, los Turbay, y  otros pertenecientes a los “delfines” presidenciales. En el fondo, daba lo mismo: era como votar por el bonete blanco o por blanco bonete.

Mi suegro recordaba la frase “al gallinero los de corrosca y a la platea los de sombrero”, lo mismo ocurre por lares de Dios.

Colombia tuvo un dictador llamado Gustavo Rojas Pinilla y su ciudad predilecta, Melgar, de clima templado, donde se encontraba una base militar y solía pasar temporadas de solaz y de trabajo, constituía la ironía de los opositores, calificando al teniente general, como los reyes magos, “Malhechor, Melgar y Malgastar”. Este personaje populista ordenó el asesinato de estudiantes de la Universidad Nacional, Bogotá, en la Plaza de Toros de Santamaría y persiguió a los sindicatos. Posteriormente, cuando postuló a la presidencia de la nación, democráticamente – todos los dictadores lo intentan, sea para perpetuarse en el poder o esconder negociados – vendió su victoria por un puñado de dólares, lo que generó, entre otros hechos, el nacimiento del M-19, grupo guerrillero hoy integrado al juego político electoral.

Todas las reformas del liberalismo  que encabezara Jorge Eliécer Gaitán han fracasado, sea por el asesinato de sus líderes o el amedrentamiento a los periodistas, sea por la división e inercia de los dirigentes progresistas, sea por la presión contra los jóvenes que quieren reformar el viejo Partido.

Los gamonales y millonarios, además del ejército, son los financistas de los paramilitares, sin contar con el lucrativo negocio del narcotráfico. Estas bandas militarizadas, de ultraderecha se dedican a extorsionar y asesinar a los campesinos – que se encuentran entre cuatro fuegos cruzados los narcos, los delincuentes comunes, los paramilitares y la guerrilla –

En Colombia coexisten dos grupos guerrilleros: el ELN, (Ejército de Liberación Nacional) y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), este último el más antiguo y con más capacidad militar. El líder de las FARC es el famoso “Tirofijo”, Manuel Marulanda Vélez que, según las fuentes, cuenta con más de 10.000 hombres en armas.

El último gran intento de paz con la guerrilla se llevó a cabo durante el gobierno de Andrés Pastrana, el año 2002. El gobierno concedió una zona de despeje, de más de 4.000 kilómetros, en San Vicente de Caguán. Al fin, las fuerzas ocultas que se mueven en la política colombiana  torpedearon el acuerdo.

La tarea urgente hoy es terminar con la práctica de los secuestros:

El drama de los cincuenta años de violencia en Colombia, a diferencia de la república española, es que no ha logrado aún concitar un movimiento de solidaridad internacional, de suficiente peso ético, de poder y masivo, que obligue a las partes en conflicto a pactar. Es de destacar: los esfuerzos de la parlamentaria Pilar Córdoba, del presidente Chávez, que sin su papel mediador hubiera sido imposible el rescate de Clara Rojas y de Consuelo González , la presión de los organismos de derechos humanos de las autoridades colombianas que facilitaron dicha liberación, de los presidentes y autoridades garantes del proceso de liberación,  sin embargo aún restan en poder de la guerrilla más 700 personas secuestradas. Creo que es necesario lograr, en tiempos limitados, poner fin a la inhumana práctica del secuestro. Mediadores puede haber muchos: la iglesia católica, un grupo de países europeos- entre ellos Francia y Suiza – personalidades como Fidel Castro y el presidente Lula, y ¿por qué no Michelle Bachelet y Cristina Fernández, y de intelectuales como García Márquez, José Saramago, físicos, economistas sociólogos, médicos, dirigentes de derechos humanos, y otros.

¿Quiénes son las víctimas de la violencia en Colombia?

En primer lugar lo desplazados, verdaderos nómades en pleno siglo XXI. Ningún tour que recorra Bogotá mostrará los barrios periféricos de la zona suroeste y sus cerros aledaños; este es el caldo de cultivo del narcotráfico, de los paramilitares, de la delincuencia y de la guerrilla; es que el instinto de supervivencia, la miseria y la persecución obliga a muchos a buscar refugio en las zonas periféricas pobres de las ciudades y, a otros, ante la desesperación y la pobreza de solemnidad, a enrolarse a algunos a estos grupos para, al menos, tener alimentación básica, en condiciones bastante subhumanas. Sueño con una Colombia libre de violencia militar, sin intervención de los norteamericanos, sin Plan Colombia, plenamente integrada a América Latina, que haga honor a Simón Bolívar, Camilo Torres, José Celestino Mutis, García Márquez, Jorge Eliécer Gaitán, y tantos otros que, desde el anonimato han contribuido a la construcción de este país solidario, cálido y humano.

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