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Perú: Alan no olvida el sabor de la sangre del pueblo

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El Perú una vez más se ha manifestado contra el neoliberalismo y el gobierno de turno que lo representa. El paro nacional y las movilizaciones del 11 de julio demostraron que Alan García no goza de popularidad y que su gobierno ha empezado con mal pie enfrentándose a los que menos tienen. Seguramente hoy añora y envidia la impopularidad light de Toledo, mucho más cómoda y soportable que la antipatía que él despierta en la población. Ha querido atemorizar a los trabajadores reclamando leyes más duras y perversas, ha pretendido penalizar la protesta popular y le urge culpar al ‘terrorismo’ por una supuesta ‘articulación’ de las diversas manifestaciones a lo largo y ancho del país. Nos gobierna el genocida más grande de la historia republicana, coludido con los fujimontesinistas, el Opus Dei y los derechistas clásicos de Unidad Nacional. Entonces que no nos quepa la menor duda de que usará los mismos métodos de antaño.

Si algo caracterizó a los dos anteriores gobernantes fue su frialdad y apatía frente a los índices de desaprobación, los insultos del público o incluso su caricaturización en la prensa. Hoy estamos ante el mismo temperamental Alan García que conocimos entre 1985-90, el sanguinario genocida que perdía los papeles cada vez que sentía amenazado su sacrosanto principio de autoridad. El desequilibrio emocional es notable. Teme que el desborde popular liquide la buena imagen de su segundo gobierno, el cual, con toda seguridad, será desastroso. Sabe que las medidas ordenadas por el FMI y el BM, las cuales tiene que poner en ejecución, son impopulares. Por eso, las directivas que García y sus ministros ahora dan a la policía, nos hacen recordar los luctuosos años de agudización de la represión. Y es que a su primer gobierno no lo puso contra la pared la lucha armada de SL y el MRTA, sino el desborde de la protesta popular masiva en las calles, en las carreteras y en los paros regionales. Por eso vemos a este sicópata nuevamente gritando para endurecer la labor policial. Ordenes inmediatas son: perseguir, capturar, allanar. Mañana o pasado, será disparar a mansalva sobre la población inerme.

¿Cómo olvidarlo?.. . Quienes estudiábamos todavía durante su primer gobierno padecimos sus rigores. Las masivas protestas estudiantiles fueron reprimidas con un exceso de dureza sólo comparable a los gobiernos fascistas. Murieron estudiantes de nuestra generación, otros quedaron ciegos por las perdigonadas disparadas por la policía, y otros fueron a parar a las mazmorras acusados de ‘terrorismo’.

¿Y los policías?… Los policías de ayer y de hoy se parecen en cuanto siempre están dispuestos a demostrar su valor y rudeza con quienes no se pueden defender. Gozan reprimiendo. Hay algo en su conducta que va más allá del simple deber cumplido. Le ponen un toque peculiar de sevicia a sus labores.

Después de que concluye cualquier manifestación autorizada por el estado, los policías se acercan a merodear las plazas donde ocurrieron estos eventos. ¿Qué buscan? Provocar enfrentamientos para detener injustificadamente a alguien. Algunos manifestantes todavía se han quedado conversando, discutiendo, polemizando, departiendo amenamente. Es decir: haciendo uso de derechos constitucionales como el libre tránsito, la reunión pacífica y sin armas, etc. Los guardias de asalto entran a ‘despejar’ el lugar donde concluyó el mitin, como si esa absurda acción fuese necesaria.

En estas circunstancias ocurrieron las últimas detenciones del miércoles once de julio. Particularmente nos llamó la atención la ‘captura’ de un joven postulante de 17 años, en la plaza San Martín, a las cuatro de la tarde. Este joven, bajo de estatura y muy liviano de peso, fue apaleado por seis policías, mientras otros efectivos se disputaban a codazos por entrar al corro y compartir a la víctima. Los policías de boinas rojas que participaron de este abuso tenían entre 30 y 40 años de edad, todos por encima de los 74 u 80 kilos, todos por encima de 1.75 de estatura. Mientras ejercían tan valerosa y honorable labor, insultaban y le mentaban la madre al joven: ¡Ahora pues conchatumadre! -bufaban los valientes protectores de la ley y el orden. Después de tan audaz incursión, estos policías se retiraron cargando con el postulante, dos estudiantes más de la Universidad Agraria, la cámara filmadora con que fueron sorprendidos in fraganti en pleno abuso y repartiendo varazos a diestra y siniestra contra quienes reclamaban.

La pregunta es: ¿por qué si el mitin ya ha concluido estos guardias vienen a provocar disturbios?. .. La única respuesta que se me ocurre es porque tienen que cumplir una cuota de detenidos o porque les arde en lo más profudo de su ser que el pueblo se haya manifestado ordenadamente, sin desmanes o saqueos.

Y se lo digo abiertamente a mi amigo el sargento Celso Pastrana: jamás apoyaremos la siguiente huelga policial con estas experiencias. NO se merecen el apoyo del pueblo quienes actúan con la vesanía que he descrito.

Alan García, un genocida que deja chiquito a Fujimori, necesita de estos valientes efectivos para resguardar su segundo fracaso de gobierno. Tendrá que recrudecer la campaña represiva contra el SUTEP, la CGTP, los mineros, etc. La prensa de derecha, totalmente comprometida como auxiliar del SIN y de DIRCOTE (es decir, casi toda la prensa) colaborarán con él en cuanto a crear una sensación angustiosa de que estamos infiltrados por agentes de Hugo Chávez o llenarán titulares con el manido rebrote del ‘terrorismo’ . Contando con estos ‘audaces’ y sumamente ‘listos’ (smart in english) soplones titulados de comunicadores sociales, sólo le hacen falta los ‘valerosos’ uniformados que esgriman alevemente la vara sobre espaldas y clavículas de estudiantes y trabajadores.

Sabemos que extrañan el uso de sus escopetas calibre 12, con las cuales cegaron de por vida a muchos manifestantes en los años 80. Y si estamos gobernados por presidente y vicepresidente genocidas, no lo duden que volverán estas oscuras golondrinas. La bestia quiere sangre, carcelería, torturas. Ya las probó y parece que no olvida el sabor de la sangre del pueblo.

P.D.- ¿Por qué nos extrañamos de la sonrisa de triunfo de Fujimori, entonces?… En el país donde los genocidas gozan de impunidad absoluta, pueden ser reelegidos y también ellos mismos condecorar a oficiales ‘valerosos‘ como Alvaro Artaza (Comandante Camión), Telmo Hurtado (Lince), o al mismo Giampietri. Es tan fácil como dar empleo en el Parlamento a los miembros del Comando Rodrigo Franco, absolver al Grupo Colina, etc

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