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Corre Chino… corre

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Una vez más, el «chino» Fujimori corre. Intenta evadir sus responsabilidades y evitar riesgos, corriéndose. Es en las circunstancias difíciles y complicadas que se le caen las caretas de “estadista” y “líder” para que veamos su verdadera cara: la de un cobarde.

¿Lo recuerdan corriendo a la Embajada japonesa cuando el General Salinas Sedó intentó dar un golpe institucionalista para sacarlo del poder, con apenas un puñado de militares y civiles?

¿Recuerdan su voz temblorosa y vacilante en la conversación telefónica –grabada y difundida- camino a su Embajada?

¿Acaso fue a Palacio a resistir y defender su gobierno y su gente? No, se fue a su covacha japonesa.

¿Y no corrió del país, siendo presidente de la república, haciendo abandono del cargo pero no de sus riquezas, porque se las terminó de llevar en decenas de maletas (ya bastante habían sacado su hermana y su cuñado, embajador “peruano” en Japón), fingiendo un viaje de Estado?

¿Acaso no lo planificó cuando vio la Marcha de los Cuatros Suyos, cuando vio el hartazgo de la gente -de los jóvenes, los movimientos populares y regionales- con la corruptela y del abuso generalizado de su gobierno?

¿No se acuerdan que arrancó vuelo después de pagarle $15 millones de dólares de CTS (compensación por tiempo de servicios) a su siamés Montesinos, luego de que apareció la puntita de la inmundicia de su gobierno en el primer vladivideo, con el tránsfuga Kouri?

¿No dejó “tirando cintura” a sus ministros y militares, socios en el latrocinio, para vivir en uno de los barrios más pitucos de la capital japonesa? él, que decía ganar menos de S/.3,000 soles mensuales…

Ese Fujimori, el de verdad, el que viste el quimono de geisha cuando hay peligro, es el que acaba de anunciar –en la televisión japonesa (no en el Perú, para desconcierto de sus geishas locales), que quiere ser candidato de un micro partido japones al Senado. Y no duden que esta operación ha costado mucho dinero montarla. ¿Puede alguien, con dos dedos de frente, suponer que es espontáneo lo ocurrido?

¿Qué no tiene relación con un Fujimori mojándose los pantalones al conocer la sólida opinión de la Fiscal Suprema chilena a favor de su extradición por la casi totalidad de los hechos delictivos que se le imputan? ¿Qué todo esto no es parte de un plan, que nos cuesta a todos los peruanos del dinero robado que este individuo tiene en exterior, y que hace que un mini partido lo lleve de candidato aunque es un acusado de robos mayores y de crímenes de lesa humanidad?

¿Piensa alguien que Fujimori es algo más que un prófugo, alguna suerte de estrella que arrastrará masivos votos en Japón? No, esta es otra de las maniobras de este geniecillo del escondite y del “sálvese quien pueda”.

Estamos ante un cobarde pragmático, leal sólo consigo mismo. Un miserable sin patria, un ciudadano de guaridas y escondrijos. Un tipejo que no pestañea en jugar la carta que sea necesaria para salir del apuro. Alguien que no cree ni en el país que gobernó, y en el que dice que nació, ni en la gente que votó por él. Un delincuente que vive dejando en la estacada hasta a quienes se arrastran tras suyo.

Allí está anunciando que quiere aprovechar sus diez años de experiencia para servir al Japón y al mundo: él, un perseguido de INTERPOL. Diciendo que resolverá secuestros de Japoneses en Corea, vendiendo cebo de culebra en el Parque Universitario de Hong Kong.

Y aquí, el infeliz de su abogado de Sousa –hoy congresista y presidente de la comisión de Relaciones Exteriores del congreso por el pacto con el APRA y UN- diciendo que no le quedaba otra salida ante la politización del proceso. Y su vergonzoso publicista Raffo, diciendo que se trata de un simple ejercicio de su “doble” nacionalidad.

¡No dan vergüenza, dan pena!
3 de julio de 2007

* El autor es político y sociólogo peruano. Mariateguista. Ex congresista.

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